Pues sí, amigos, a la vista está. Este bobo regio, este capullo integral, este despistado baldragas, este “tonto de los cojones” que diría el pequeñarra alcalde socialista famoso por su lengua viperina, este gilipollas de la semana (pasada) según la prestigiosa revista El Jueves, este suegrazo real presunto encubridor y cómplice del divino Urdanga (según el juez y la propia Zarzuela), este “homo borbónidus” dieciochesco en peligro cierto de extinción que todavía okupa el palacio de La Zarzuela y que se cree el rey Arturo repartiendo, a golpe de su fiera excalibur, canonjías, marquesados, condados, ducados y grandezas de España entre sus caballeros de la mesa redonda… acaba de condecorar al “polvorillas” Srkozy (sí, sí, sin la “A”, que se la ha difuminado Standar & Poor,s) con el Toisón de oro; de momento y que sepamos, en su moderada modalidad de solapa. Que aunque sea, a todas luces, más baratita que el impresionante collar diseñado en 1429 por Felipe III de Borgoña para ser lucido en sus versallescos uniformes de diseño por príncipes y monarcas hacedores de singulares gestas, nos habrá costado una pasta gansa a todos los españoles después de que se apuntaran a la fiesta palaciega y a comer (a cinturón quitado, naturalmente) nuestros ya casi olvidados ex presidentes democráticos.
En unos días, además, de recortes, tijeretazos, mentiras, subidas de impuestos, desahucios y demás plagas sociales con las que todavía nos tiene que sorprender el siniestro Rajoy, ese amado líder del centro derecha (que risa) recién elegido mayoritariamente por el celtibérico común porque, a excepción del carbonizado Rubalcaba, no hubiera sido nada fácil encontrar otro político tan insensato como para desear agarrar, a día de hoy, el timón del super escorado Costa Concordia Hispania en el que estamos embarcados en la actualidad, bien apretaditos, todos los ciudadanos de este país.
Y yo me pregunto (y conmigo miles de jóvenes súbditos de esta sin par y vetusta monarquía que ya sacan sus twitter a relucir anunciando, desde su cabreo máximo, que están dispuestos a desahuciar como sea al okupa regio): ¿Pero es que a este hombre, que evidentemente está ya muy cerca de creerse Napoleón y pronto nos soltará el histórico espiche de las Pirámides (en estos momentos no me refiero ni a Sarko ni a Rajoy sino al inefable Juanca) no lo va a parar nadie? ¿Es que tal como está, con su rodilla mecánica de titanio, su tendón de Pericles (perdón, de Aquiles, en qué estaría pensando) injertado con tripa de cerdo (que aguanta lo que le echen), su pulmón izquierdo (el que le queda) acartonado y alquitranado después de millones de caladas nicotínicas, su aparato reproductor disminuido y manifiestamente mejorable según el muy enterado y cotilla Peñafiel, y su hígado (yo creo que de color azul aunque, la verdad, yo no sé como tienen los reyes este laboratorio enzimático humano absolutamente necesario para poder aguantar miles y miles de horas de mesa y mantel) hecho unos zorros de cartón piedra por las toneladas de tanino de alto standing que ha debido consumir en el cumplimiento de su sagrado deber… va a seguir haciendo, un día sí y otro también, de su capa (de armiño, obviamente) un sayo gastándose el dinero que los españoles no tenemos (él sí, desde luego)?
¿Es que no va a haber nadie (de momento, dentro de la legalidad constitucional que urdió en este país, entre otros, “el héroe de Vitoria y Palomares” que acaba de emprender viaje para reencontrarse en los luceros con su generalísimo del alma) que le pare los pies y le diga que deje de una puñetera vez de agasajar y condecorar a jerifaltes extraños (que, además, les huele el culo a pólvora) con cargo a los escasos marcos/euros que nos ha dejado a los españoles en el bolsillo la tacaña Merkel, que deje de tirar con pólvora del pueblo, que deje de incordiar a los que todavía pagamos los impuestos y que no estamos para juergas y jaranas palaciegas, y que emplee su tiempo en arreglar cuanto antes las presuntas chorizadas de su yerno (obligándole a que devuelva todo el dinero afanado) y las suyas propias, absteniéndose, además, de poner palos en las ruedas de la justicia?
Pero yo la verdad, analizando en profundidad las pedestres decisiones de Estado que se permite tomar este hombre, nuestro amado monarca de derecho franquista, he llegado a la conclusión de que padece una profunda depresión, como se decía antes, y que quiere salir continuamente en los medios, y donde sea, para combatirla y creerse que todavía su vida vale para algo. Aunque solo sea para leer unas cuartillas, escritas por el amanuense de servicio con letras de cegato, en el comedor palaciego de turno. Y con algún jefecillo de Estado extranjero de invitado de lujo con derecho a aplaudir, da igual que sea moro o europeo, y a hacer como que le atiende en su estúpido parlamento de los postres. A mí, ya lo he dicho en alguna ocasión y la gente no se lo cree, me da ya bastante pena verle haciendo el ridículo como lo hace en el otoño de su vida y si, a pesar de ello, saco bastante a menudo a relucir sus dolencias físicas no es, obviamente, con “animus injuriandi” (nunca está bien visto meterse con los defectos físicos del prójimo, aunque en este caso sean a causa de su vida licenciosa) sino para que, leyéndolas como puede leerlas en los habituales informes que le pasa la, por otra parte, precaria Sección de Inteligencia de La Zarzuela, piense en retirarse a la menor ocasión del mundanal ruido que ahora le rodea, marchándose adonde Dios le dé a entender.
Estoy convencido, también, de que de no ser por las extrañas circunstancias que se han enseñoreado últimamente de La Zarzuela, el todavía rey de algunos españoles (hay mucho ladino que estos días está fichando apresuradamente por la Tercera, no vaya a ser que le pille el toro del cambio sin enterarse) se habría retirado ya a Yuste, a organizar con los monjes del monasterio (si los hay, que no lo sé) cenas medievales con los autóctonos del lugar y algún que otro invitado socialista de los alrededores. Pero está claro que no puede, dadas esas circunstancias especiales que digo y que son, básicamente, dos. La primera, que sabe a ciencia cierta que si él se va la corona borbónica española iba a durar menos que un condón a la puerta de un espectáculo porno. Y la segunda, no quiere ceder por nada del mundo al contubernio político/familiar que desde hace ya algún tiempo conspira en el entorno palaciego para obligarle a abdicar en la persona del heredero. Y a la cabeza del cual se encuentra una joven (bueno, ya no tan joven) de poca chicha y gran ambición. Que tiene mucho miedo de que las cosas se aceleren y ella se quede para vestir santos en algún monasterio o en el exilio dorado de alguna paradisíaca isla, pero sin corona ni nada. Con lo que le ha costado llegar adonde está y la mala sangre que ha tenido que hacer por el camino.
Lo dicho, amigos, que La Zarzuela va a seguir siendo noticia en los próximos meses. ¡Y ojo al 14 de abril por llegar! Repito, una vez más que este hombre me da pena, con lo mal que anda y lo mucho que va a tener que correr. ¡Cuelgue la corona de una vez, majestad, que sólo se vive una vez! Aunque la suya haya sido una vida vivida, la mayor parte de ella, con el turbo metido a tope…