Las izquier­das y el fin del capi­ta­lis­mo- Raúl Zibechi

Uno de los efec­tos de esta cre­cien­te regio­na­li­za­ción del pla­ne­ta es que los pro­ce­sos polí­ti­cos, socia­les y eco­nó­mi­cos ya no se mani­fies­tan del mis­mo modo en todo el mun­do y se pro­du­cen diver­gen­cias –en el futu­ro tal vez bifur­ca­cio­nes– entre el cen­tro y la periferia.

Para las fuer­zas anti­sis­té­mi­cas esta des­ar­ti­cu­la­ción glo­bal hace impo­si­ble el dise­ño de una sola y úni­ca estra­te­gia pla­ne­ta­ria y hace inú­ti­les los inten­tos de esta­ble­cer tác­ti­cas uni­ver­sa­les. Aun­que exis­ten ins­pi­ra­cio­nes comu­nes y obje­ti­vos gene­ra­les com­par­ti­dos, las dife­ren­tes velo­ci­da­des que regis­tra la tran­si­ción hacia el pos­ca­pi­ta­lis­mo, y las nota­bles dife­ren­cias entre los suje­tos anti­sis­té­mi­cos, aten­tan con­tra las generalizaciones.

Hay dos cues­tio­nes rele­van­tes que afec­tan sin embar­go las estra­te­gias en todo el mun­do. La pri­me­ra es que el capi­ta­lis­mo no se va a derrum­bar ni va a colap­sar, sino que debe ser derro­ta­do por las fuer­zas anti­sis­té­mi­cas, sean éstas movi­mien­tos de base hori­zon­ta­les y comu­ni­ta­rios, par­ti­dos más o menos jerár­qui­cos e inclu­so gobier­nos con volun­tad anticapitalista.

Para­fra­sean­do a Wal­ter Ben­ja­min, habría que decir que nada hizo más daño al movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio que la creen­cia de que el capi­ta­lis­mo cae­rá bajo el peso de sus pro­pias leyes inter­nas, sobre todo de carác­ter eco­nó­mi­co. El capi­tal lle­gó al mun­do envuel­to en san­gre y lodo, como decía Marx, y tuvo que mediar una catás­tro­fe demo­grá­fi­ca como la pro­du­ci­da por la pes­te negra para que las gen­tes, para­li­za­das por el mie­do, se some­tie­ran no sin resis­ten­cias a la lógi­ca de la acu­mu­la­ción de capi­tal. Depen­de de la gen­te per­der el mie­do, como hacen los zapa­tis­tas, para comen­zar a re-apro­piar­se de los medios de pro­duc­ción y de cam­bio, y cons­truir algo diferente.

La segun­da es que nada indi­ca que la tran­si­ción a una socie­dad nue­va será bre­ve o se pro­du­ci­rá en unas pocas déca­das. Has­ta aho­ra todas las tran­si­cio­nes requi­rie­ron siglos de enor­mes sufri­mien­tos, en socie­da­des don­de las regu­la­cio­nes comu­ni­ta­rias ponían lími­tes a las ambi­cio­nes, cuan­do la pre­sión demo­grá­fi­ca era mucho menor y el poder de los de arri­ba no se pare­cía en abso­lu­to al que hoy acu­mu­la el uno por cien­to de los más ricos.

En Amé­ri­ca Lati­na, en las tres últi­mas déca­das los movi­mien­tos anti­sis­té­mi­cos inven­ta­ron nue­vas estra­te­gias para cam­biar las socie­da­des y cons­truir un mun­do nue­vo. Exis­ten tam­bién refle­xio­nes y pen­sa­mien­tos sobre la acción colec­ti­va que por la vía de los hechos diver­gen de las vie­jas teo­rías revo­lu­cio­na­rias, aun­que es evi­den­te que no nie­gan los con­cep­tos acu­ña­dos por el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio a lo lar­go de dos siglos. En la coyun­tu­ra actual pode­mos regis­trar tres hechos que nos impo­nen refle­xio­nes dife­ren­tes a las que se vie­nen pro­ce­san­do por par­te de las fuer­zas anti­sis­té­mi­cas en otras regiones.

En pri­mer lugar, la uni­dad de las izquier­das ha avan­za­do de for­ma nota­ble y en no pocos casos éstas han lle­ga­do al gobierno. Por lo menos en Uru­guay, en Boli­via y en Bra­sil la uni­dad de las izquier­das ha ido tan lejos como era posi­ble. Es cier­to que por fue­ra de esas fuer­zas hay par­ti­dos de izquier­da (sobre todo en Bra­sil), pero eso no cam­bia el hecho cen­tral de que la uni­dad ha sido con­su­ma­da. En otros paí­ses, como Argen­ti­na, hablar de uni­dad de la izquier­da es decir muy poco.

El hecho cen­tral es que las izquier­das, más o menos uni­das, han dado casi todo lo que podían dar más allá de la eva­lua­ción que se haga de su desem­pe­ño. Los ocho gobier­nos sud­ame­ri­ca­nos que pode­mos cali­fi­car de izquier­da han mejo­ra­do la vida de las per­so­nas y dis­mi­nui­do sus sufri­mien­tos, pero no han avan­za­do en la cons­truc­ción de socie­da­des nue­vas. Se tra­ta de cons­ta­tar hechos y lími­tes estruc­tu­ra­les que indi­can que por ese camino no se pue­de obte­ner más de lo logrado.

En segun­do lugar, en Amé­ri­ca Lati­na exis­ten gér­me­nes, cimien­tos o semi­llas de las rela­cio­nes socia­les que pue­den sus­ti­tuir al capi­ta­lis­mo: millo­nes de per­so­nas viven y tra­ba­jan en comu­ni­da­des indí­ge­nas en rebel­día, en asen­ta­mien­tos de cam­pe­si­nos sin tie­rra, en fábri­cas recu­pe­ra­das por sus obre­ros, en peri­fe­rias urba­nas autor­ga­ni­za­das, y par­ti­ci­pan en miles de empren­di­mien­tos que nacie­ron en la resis­ten­cia al neo­li­be­ra­lis­mo y se han con­ver­ti­do en espa­cios alter­na­ti­vos al modo de pro­duc­ción dominante.

Lo ter­ce­ro es que los sufri­mien­tos gene­ra­dos por la cri­sis social pro­vo­ca­da por el neo­li­be­ra­lis­mo en la región fue­ron con­te­ni­dos por ini­cia­ti­vas para sobre­vi­vir crea­das por los movi­mien­tos (des­de come­do­res has­ta pana­de­rías popu­la­res), antes que los gobier­nos que salie­ron de las urnas se ins­pi­ra­ran en esos mis­mos empren­di­mien­tos para pro­mo­ver pro­gra­mas socia­les. Estas ini­cia­ti­vas han sido, y son aún, cla­ves para resis­tir y crear a la vez alter­na­ti­vas al sis­te­ma, ya que no sólo redu­cen los sufri­mien­tos, sino gene­ran prác­ti­cas autó­no­mas de los esta­dos, las igle­sias y los partidos.

Es cier­to, como seña­la Imma­nuel Wallers­tein en La izquier­da mun­dial lue­go de 2011, que la uni­dad de las izquier­das pue­de con­tri­buir a alum­brar un mun­do nue­vo y, a la vez, redu­cir los dolo­res del par­to. Pero en esta región del mun­do bue­na par­te de esos dolo­res no han men­gua­do con los triun­fos elec­to­ra­les de la izquier­da. Hay casi 200 encau­za­dos por terro­ris­mo y sabo­ta­je en Ecua­dor por opo­ner­se a la mine­ría a cie­lo abier­to. Tres mili­tan­tes del Fren­te Darío San­ti­llán fue­ron ase­si­na­dos hace días por mafias en Rosa­rio, en lo que pue­de ser el ini­cio de una esca­la­da con­tra los movi­mien­tos. Cien­tos de miles son des­pla­za­dos de sus vivien­das en Bra­sil por la espe­cu­la­ción de cara a la Copa del Mun­do de 2014. La lis­ta es lar­ga y no deja de crecer.

La uni­dad de la izquier­da pue­de ser posi­ti­va. Pero la bata­lla por un mun­do nue­vo será mucho más lar­ga que la dura­ción de los gobier­nos pro­gre­sis­tas lati­no­ame­ri­ca­nos y, sobre todo, se diri­mi­rá en espa­cios man­cha­dos de san­gre y barro.

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *