Bau­tis­ta Uri­be, des­de las trin­che­ras del 36 y para siem­pre. Un guda­ri de ANV

Una pala­bra es la más repe­ti­da al recor­dar la figu­ra del duran­ga­rra Bau­tis­ta Uri­be Bei­tia: cohe­ren­cia. Cuan­do su vida se apa­gó, el miér­co­les pasa­do a los 93 años en su loca­li­dad natal, dejó tras de sí 77 de com­pro­mi­so con su país, lo que le lle­vó con 16 años a alis­tar­se volun­ta­rio en los bata­llo­nes de Eus­ko Ekin­tza Guda­ros­tea y aca­bar sus días sien­do el pre­si­den­te de honor de los guda­ris que en la gue­rra de 1936 defen­die­ron los dere­chos de Eus­kal Herria y de su cla­se tra­ba­ja­do­ra bajo la iku­rri­ña y la ense­ña de EAE-ANV.

No tuvo una vida fácil pero siem­pre man­tu­vo cla­ro su com­pro­mi­so con su país y con la cla­se a la que per­te­ne­cía, idea­les de los que no clau­di­có por muy duros que fue­ran los momen­tos que le toca­ra vivir.

Su fide­li­dad al idea­rio del par­ti­do que se fun­dó un 30 de noviem­bre de 1930, día de San Andrés, en la bil­bai­na calle Ron­da, que­da refle­ja­da en uno de sus pen­sa­mien­tos más repe­ti­dos. «Fui de ANV, soy y seré has­ta que mue­ra», insis­tía Uri­be Bei­tia cuan­do los tri­bu­na­les ile­ga­li­za­ban por segun­da vez en 78 años al pri­mer par­ti­do de la izquier­da abertzale.

Su com­pro­mi­so con EAE-ANV y su sen­ti­mien­to aber­tza­le le lle­va­ron jun­to a otros ami­gos a mili­tar en ese par­ti­do, y una vez ini­cia­da la gue­rra, que le pilló dis­fru­tan­do de las fies­tas de Otxan­dio, a enro­lar­se en Eus­ko Inda­rra. Fue uno de los guda­ris que tomó los cuar­te­les de Loio­la, en Donos­tia, para hacer­se des­pués de nume­ro­sas bajas con 5.000 o 6.00 fusi­les con los que armar a un Ejér­ci­to con esca­so arma­men­to y un inmen­so espí­ri­tu com­ba­ti­vo. El arro­jo de los ekin­tza­les en los dife­ren­tes fren­tes lo paga­ron caro; el pro­pio Bau­tis­ta tuvo que ente­rrar a su her­mano Ber­na­bé des­pués de que caye­ra en una bata­lla en Zor­notza y tuvie­ra que coger­le del hom­bro para lle­var­le al camposanto.

El duran­ga­rra con­fe­só que fue­ron tiem­pos difí­ci­les, duros, en los que siem­pre se impo­nía su deber de luchar por su país. Déca­das des­pués, con muchas expe­rien­cias acu­mu­la­das, mani­fes­ta­ba que «los enemi­gos no me han con­ven­ci­do. Yo sigo con mis idea­les: “abe­rria ala hil”».

Su épo­ca pre­so no fue fácil; fue uno de los guda­ris y mili­cia­nos que con­for­mó los bata­llo­nes de tra­ba­ja­do­res crea­dos por los fas­cis­tas des­pués de reu­nir­los en cam­pos de con­cen­tra­ción como el de Miran­da de Ebro, autén­ti­cos escla­vos dedi­ca­dos a la cons­truc­ción de infra­es­truc­tu­ras como carre­te­ras y vías férreas. Lue­go estu­vo unos años en Vene­zue­la, des­de don­de regre­só a Duran­go para impli­car­se en el tra­ba­jo en la clan­des­ti­ni­dad, todo por Eus­kal Herria y los dere­chos de los tra­ba­ja­do­res, en la que se man­tu­vo has­ta que EAE-ANV fue lega­li­za­do en 1977 y par­ti­ci­pó en la for­ma­ción de Herri Bata­su­na. Siem­pre sub­ra­ya­ba que su par­ti­do era la izquier­da aber­tza­le pri­mi­ge­nia, ale­ja­da del jel­ki­dis­mo bur­gués y el car­lis­mo reac­cio­na­rio, entre­ga­do a la cau­sa vasca.

«A mí no me han traí­do a esta lucha para defen­der un esta­tu­to, a mí me han traí­do para luchar en favor de una patria. Ese es el motor, antes y aho­ra, de todos los guda­ris de ANV», remar­ca­ba Bau­tis­ta Uri­be, fiel a su con­vic­cio­nes y que inci­día como otros mili­tan­tes ekin­tza­les en el prin­ci­pio «pri­me­ro nues­tro pue­blo y lue­go el partido».

En setiem­bre de 2011 reci­bió el últi­mo home­na­je públi­co, fue en el 25º ani­ver­sa­rio de Intxau­rre, la herri­ko taber­na de Duran­go por la que tan­to hizo. No era para menos, el guda­ri ekin­tzai­le vivió en ese impo­nen­te base­rri y lue­go hizo posi­ble que Intxau­rre se con­vir­tie­ra en pun­to de refe­ren­cia de los inde­pen­den­tis­tas de izquier­da duran­ga­rras y del res­to de Eus­kal Herria. Enton­ces, en una silla de rue­das, Bau­tis­ta Uri­be Bei­tia toda­vía tuvo fuer­zas para levan­tar su puño izquierdo.

Lugar y año de naci­mien­to: Duran­go, en setiem­bre de 1919.

Gue­rra de 1936: Se alis­tó poco des­pués del gol­pe mili­tar fas­cis­ta y par­ti­ci­pó en dife­ren­tes fren­tes de la gue­rra –entre ellos, Loio­la, Deba, Lekei­tio y Alber­tia– has­ta que, tras el Pac­to de San­to­ña, fue hecho pri­sio­ne­ro en San­tan­der en 1937 des­pués de luchar en Cas­tro Urdia­les y Astu­rias. Estu­vo encar­ce­la­do en San­to­ña, Bur­gos, Miran­da de Ebro, Eli­zon­do y Madrid. Fue uno de los pri­sio­ne­ros de gue­rra vas­cos que inte­gra­ron los bata­llo­nes de tra­ba­ja­do­res, autén­ti­cos escla­vos bajo el man­da­to del dic­ta­dor Fran­cis­co Franco. 

Clan­des­ti­ni­dad: Tras su paso por Vene­zue­la, regre­só a Duran­go, don­de par­ti­ci­pó des­de la clan­des­ti­ni­dad en la lucha con­tra la dictadura. 

Cohe­ren­te has­ta el final: Tras la lega­li­za­ción de EAE-ANV en 1977, se impli­có en Herri Bata­su­na y en dife­ren­tes ini­cia­ti­vas polí­ti­cas. Era el pre­si­den­te de honor de Eus­ko Indarra.

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