Colom­bia: El terro­ris­mo de Esta­do con­ti­núa- Gil­ber­to López

De acuer­do con la Comi­sión Éti­ca Inter­na­cio­nal de la Ver­dad de los Crí­me­nes de Esta­do en Colom­bia, el balan­ce de la situa­ción de los dere­chos huma­nos en el año trans­cu­rri­do con­ti­núa sien­do muy nega­ti­vo. A pesar del gran des­plie­gue mediá­ti­co dado a la Ley de Víc­ti­mas y Res­ti­tu­ción de Tie­rras, que entró en vigor este pri­me­ro de enero, la cual, según el pre­si­den­te San­tos, es úni­ca en el mun­do por­que se da en el mar­co de un con­flic­to arma­do exis­ten­te, la reali­dad para las comu­ni­da­des y las víc­ti­mas que la comi­sión ha acom­pa­ña­do en este pro­yec­to de memo­ria y resis­ten­cia no ha cam­bia­do sus­tan­cial­men­te: en 2011 se ha ase­si­na­do a más de 20 líde­res en pro­ce­sos de res­ti­tu­ción de tie­rras, y entre julio de 2010 y mayo de 2011 se regis­tran 255 agre­sio­nes con­tra defen­so­res de los dere­chos huma­nos. De éstas, 54 fue­ron ase­si­na­tos, según el Infor­me del sis­te­ma de infor­ma­ción sobre agre­sio­nes a defen­so­ras y defen­so­res (SIADDHH), del Pro­gra­ma Somos Defen­so­res de Colombia.

Des­de la socie­dad civil hay múl­ti­ples crí­ti­cas a la Ley de Víc­ti­mas y Res­ti­tu­ción de Tie­rras: las indem­ni­za­cio­nes sólo se dan por hechos ocu­rri­dos a par­tir de 1985, mien­tras el dere­cho a la res­ti­tu­ción de tie­rras se ejer­ce sólo para des­pla­za­mien­tos ocu­rri­dos a par­tir de 1991. Exis­te ade­más una argu­cia jurí­di­ca que impi­de el retorno de los des­po­ja­dos a sus terre­nos, que se esti­ma inte­gran al menos 6.8 millo­nes de hec­tá­reas, según el Pro­yec­to de Pro­tec­ción de Tie­rras y Patri­mo­nio, y afec­tan a más de 4 millo­nes de per­so­nas: si estas tie­rras han sido ocu­pa­das de «bue­na fe» por empre­sa­rios agro­in­dus­tria­les, los des­pla­za­dos sólo reci­bi­rán del due­ño actual una suma men­sual por el usu­fruc­to. Asi­mis­mo, no se tie­nen pre­vis­tas medi­das espe­cí­fi­cas para las miles de víc­ti­mas de des­apa­ri­ción for­za­da. Quien reci­be indem­ni­za­cio­nes renun­cia a su dere­cho a la repa­ra­ción inte­gral en el ámbi­to inter­na­cio­nal. Ade­más, no están inclui­das las víc­ti­mas de los gru­pos para­mi­li­ta­res actua­les, con el argu­men­to de que se tra­ta de «ban­das criminales».

Que el gobierno de San­tos reco­noz­ca que exis­te un con­flic­to arma­do interno fue valo­ra­do como un avan­ce rela­ti­vo; sin embar­go, lle­vó a que muchos crí­me­nes come­ti­dos se sub­su­man aho­ra en el «con­flic­to interno», ocul­tan­do que en la mayo­ría de los casos se tra­ta del terro­ris­mo de Esta­do que ha veni­do pade­cien­do Colom­bia en agra­vio de una pobla­ción civil inde­fen­sa y opo­si­to­res polí­ti­cos al régimen.

Este reco­no­ci­mien­to del con­flic­to arma­do interno se apro­ve­cha para pre­sen­tar en el Con­gre­so ini­cia­ti­vas legis­la­ti­vas que pasan como «mar­co legal para la paz» y que si se refor­ma la Cons­ti­tu­ción darían lugar a que el gobierno pue­da dar «un tra­ta­mien­to dife­ren­cia­do para las dis­tin­tas par­tes que hayan par­ti­ci­pa­do en las hos­ti­li­da­des», inclu­yen­do los mili­ta­res, para quie­nes se plan­tean penas máxi­mas de cin­co a ocho años, como se apli­có a «los gru­pos arma­dos al mar­gen de la ley» cubier­tos por la mal lla­ma­da Ley de Jus­ti­cia y Paz, sien­do enton­ces un nue­vo ins­tru­men­to de impu­ni­dad dis­fra­za­do de meca­nis­mo de jus­ti­cia en pro «de la paz y la reconciliación».

La ley 1424 de 2010, que pro­vee de un mar­co jurí­di­co para resol­ver la situa­ción judi­cial de más de 24 mil para­mi­li­ta­res des­mo­vi­li­za­dos que no come­tie­ron deli­tos de lesa huma­ni­dad y no fue­ron inclui­dos en el pro­ce­so de la Ley de Jus­ti­cia y Paz, es otro dis­po­si­ti­vo de impu­ni­dad. Esta ley pre­vé que los des­mo­vi­li­za­dos sólo serán impu­tados del deli­to de con­cier­to para delin­quir, se les sus­pen­de­rán órde­nes de cap­tu­ra y con­de­nas vigen­tes y a cam­bio debe­rán con­tri­buir a la «cons­truc­ción de la ver­dad», en un meca­nis­mo que no ten­drá con­se­cuen­cias jurí­di­cas ni pena­les, inci­so que fue decla­ra­do con­di­cio­nal­men­te exi­gi­ble por la Cor­te Cons­ti­tu­cio­nal, posi­bi­li­tan­do final­men­te con­se­cuen­cias jurí­di­cas para ter­ce­ros, menos para los inte­gran­tes de su pro­pio gru­po, y sus­cri­bir com­pro­mi­sos con los pro­gra­mas de rein­te­gra­ción ofre­ci­dos por el Esta­do. La infor­ma­ción entre­ga­da por los para­mi­li­ta­res (y teó­ri­ca­men­te los gue­rri­lle­ros), que no acla­ra cómo será veri­fi­ca­da, será sis­te­ma­ti­za­da por el Cen­tro de Memo­ria His­tó­ri­ca crea­do por la Ley de Víc­ti­mas. Ésta es la pro­pues­ta esta­tal de una supues­ta Comi­sión de la Ver­dad para Colom­bia, que en los hechos será nutri­da por decla­ra­cio­nes de paramilitares.

Preo­cu­pa igual­men­te el deba­te sobre la amplia­ción del fue­ro mili­tar. Si bien el minis­tro de Jus­ti­cia afir­ma que esa amplia­ción no se apli­ca­ría a vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos, se pro­po­ne que sea pri­me­ro la jus­ti­cia penal mili­tar la ins­tan­cia que deci­da si se tra­ta de un deli­to come­ti­do en el mar­co del ser­vi­cio o de una vio­la­ción a los dere­chos huma­nos. Las muy pocas con­de­nas ejem­pla­res de 25 y 30 años con­tra altos man­dos por vio­la­cio­nes a los DDHH, como en los casos de las des­apa­ri­cio­nes for­za­das del Pala­cio de Jus­ti­cia o la masa­cre de Mapi­ri­pan, difí­cil­men­te se darán en el espa­cio de la jus­ti­cia penal militar.

La cam­pa­ña de estig­ma­ti­za­ción de la defen­sa de dere­chos huma­nos con­ti­núa sien­do par­te de una estra­te­gia orques­ta­da des­de las fuer­zas arma­das, que sos­tie­nen que las ONG han des­ata­do una gue­rra jurí­di­ca con­tra los mili­ta­res a par­tir de crí­me­nes supues­tos o mag­ni­fi­ca­dos, com­pra o inven­ción de víc­ti­mas y tes­ti­gos, men­cio­nan­do (o ame­na­zan­do) a orga­nis­mos de dere­chos huma­nos, como el Colec­ti­vo de Abo­ga­dos José Alvear Res­tre­po, la Comi­sión Colom­bia­na de Juris­tas y la Comi­sión de Jus­ti­cia y Paz, entre otros.

Para­le­la­men­te, como en nues­tros paí­ses, avan­za el pro­ce­so de ocu­pa­ción inte­gral pro­pio de la tras­na­cio­na­li­za­ción capi­ta­lis­ta neo­li­be­ral, en el caso de Colom­bia con las loco­mo­to­ras eco­nó­mi­cas de la mine­ría, la agro­in­dus­tria, la infra­es­truc­tu­ra y el cono­ci­mien­to tec­no­ló­gi­co. ¿De qué se pue­de ufa­nar el señor Santos?

La Jor­na­da

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