Un cru­ce de cami­nos entre el este y el oes­te de Euro­pa- Txen­te Rekondo

La Repú­bli­ca de Mol­da­via, con más de cua­tro millo­nes de habi­tan­tes, es reco­no­ci­da como una espe­cie de cru­ce de cami­nos entre el este y el oes­te euro­peos. A lo lar­go de la his­to­ria, por allí han pasa­do impe­rios y poten­cias inter­na­cio­na­les, lo que ha gene­ra­do una evi­den­te influen­cia en las éli­tes polí­ti­cas que han domi­na­do el país.

En los últi­mos vein­te años, tras la desin­tre­gra­ción de la URSS, Mol­da­via ha esta­do carac­te­ri­za­da por un agu­da cri­sis polí­ti­ca, con una inde­fi­ni­ción cla­ra en su polí­ti­ca exte­rior, el con­flic­to con Trans­nis­tria y una situa­ción eco­nó­mi­ca muy delicada.
Des­de la decla­ra­ción de inde­pen­den­cia en 1991, el pano­ra­ma polí­ti­co mol­da­vo ha esta­do con­di­cio­na­do por las orien­ta­cio­nes de las dife­ren­tes opcio­nes par­ti­dis­tas. La pug­na entre las fuer­zas con­ser­va­do­ras, muchas ellas par­ti­da­rias de reedi­tar el pro­yec­to de «Gran Ruma­nía», a las que en oca­sio­nes se unen otras fuer­zas, tam­bién de dere­chas, que abo­gan por una inte­gra­ción en la Unión Euro­pea, con el Par­ti­do Comu­nis­ta de Mol­da­via (PCM), par­ti­da­rio de estre­char los lazos con Mos­cú, pero sin dese­char un acer­ca­mien­to a Bru­se­las, han carac­te­ri­za­do los últi­mos años.
Los triun­fos elec­to­ra­les de los comu­nis­tas en estos años han sido cues­tio­na­dos por ins­ti­tu­cio­nes euro­peas y for­ma­cio­nes con­ser­va­do­ras loca­les, que han apro­ve­cha­do el posi­cio­na­mien­to de las pri­me­ras para des­atar cam­pa­ñas con­tra el PCM y alte­rar el resul­ta­do de las urnas. De hecho, en 2009 en las calles mol­da­vas se dio un movi­mien­to enmar­ca­do en las lla­ma­das «revo­lu­cio­nes de colo­res», en bus­ca de un cam­bio de régi­men no logra­do a tra­vés de las elecciones.
En setiem­bre de 2010, el inten­to de esos par­ti­dos de refor­mar la Cons­ti­tu­ción fue recha­za­do en refe­ren­do. Uni­do ade­más, a la vic­to­ria del PCM (40%) en las siguien­tes elec­cio­nes par­la­men­ta­rias de noviem­bre de 2010. No obs­tan­te, los otros tres par­ti­dos que obtu­vie­ron par­la­men­ta­rios (Par­ti­do Libe­ral de Mol­da­via, Par­ti­do Demó­cra­ta de Mol­da­via y Par­ti­do Libe­ral Demó­cra­ta de Mol­da­via) se unie­ron en la «Alian­za para la Inte­gra­ción Euro­pea», superan­do los esca­ños de los comu­nis­tas, pero inca­pa­ces de alcan­zar la mayo­ría nece­sa­ria para nom­brar presidente.
Las dispu­tas polí­ti­cas y las rela­cio­nes exte­rio­res han esta­do estre­cha­men­te liga­das. En el siglo XX y tras la decla­ra­ción de inde­pen­den­cia, las for­ma­cio­nes favo­ra­bles a una unión con Ruma­nia han inten­ta­do con­di­cio­nar la agen­da exte­rior de Mol­da­via, igual que otros gru­pos lo han hecho de cara a Moscú.
El posi­cio­na­mien­to de Rusia en el con­flic­to de Trans­nis­tria, el boi­cot al vino mol­da­vo y la depen­den­cia ener­gé­ti­ca son aspec­tos que han mar­ca­do el día a día, jun­to a la pos­tu­ra que ha veni­do man­te­nien­do el PCM de acer­ca­mien­to tan­to a Mos­cú como a la UE.
En este segun­do aspec­to, se obser­va que la mayo­ría de for­ma­cio­nes mol­da­vas apues­tan por esa inte­gra­ción euro­pea. Para unos, como sopor­te para sus inten­tos de lograr mayo­ría o rédi­tos polí­ti­cos que no se logran en las urnas y, para otros, como los comu­nis­tas, dis­pues­tos a estar allí «don­de se pue­dan defen­der los intere­ses de Moldavia».
Su eco­no­mía tam­bién está suje­ta fac­to­res inter­nos y exter­nos. Para muchos, la actual Repú­bli­ca de Mol­da­via es uno de los esta­dos más pobres de Euro­pa y los con­flic­tos en las últi­mas déca­das no han hecho sino pro­fun­di­zar esa difi­cul­tad eco­nó­mi­ca. La mayor par­te de las indus­trias mol­da­vas están en Trans­nis­tria lo que deja con las manos ata­das a los diri­gen­tes mol­da­vos. Ade­más, está la depen­den­cia ener­gé­ti­ca hacia Mos­cú, y tam­bién la de las reme­sas de divi­sas que los tra­ba­ja­do­res mol­da­vos en Rusia man­dan a sus fami­lias. Otro fac­tor que ha dete­rio­ra­do la eco­no­mía mol­da­va está liga­do al con­tra­ban­do, sobre todo en la fron­te­ra con Ucrania.
Trans­nis­tria, un esta­do de facto
Uno de los fac­to­res más impor­tan­tes para com­pren­der la actual situa­ción de Mol­da­via es el con­flic­to en torno a Trans­nis­tria, cuya solu­ción es cla­ve en el camino hacia la UE.
La Repú­bli­ca Mol­da­va de Prid­nes­tro­vie (PMR en ruso), nom­bre ofi­cial de Trans­nis­tria, es cono­ci­da tam­bién como «Stin­ga Nis­tru­lui» (lado izquier­do del río Nis­tru), como le lla­man en Mol­da­via, o Repú­bli­ca Mol­da­va de Trans­nis­tria (nom­bre dado por la Cor­te Euro­pea de Dere­chos Humanos).
Fue pro­cla­ma­da inde­pen­dien­te en pleno pro­ce­so de desin­te­gra­ción de la URSS, ante los temo­res a una posi­ble unión de Mol­da­via y Ruma­nía. En 1991 se con­vir­tió en un Esta­do de fac­to, lo que pro­vo­có la inter­ven­ción mili­tar de Mol­da­via, cuyas tro­pas fue­ron derro­ta­das por Trans­nis­tria con el apo­yo de Mos­cú. Des­de enton­ces, el con­flic­to sigue sin solu­ción y con­di­cio­na la reali­dad de la región.
Des­pués de más de cin­co años sin con­tac­tos, este año se han pro­du­ci­do acer­ca­mien­tos. Se ha reto­ma­do la fór­mu­la «5+2» (Rusia, Ucra­nia y la OSCE como media­do­res; EEUU y UE como obser­va­do­res, y Trans­nis­tria y Mol­da­via como par­tes en conflicto).
Mos­cú y Tiras­pol han pues­to como con­di­ción un esta­tus idén­ti­co para Trans­nis­tria y Mol­da­via en el pro­ce­so nego­cia­dor, un acuer­do polí­ti­co pre­vio a la sali­da de las tro­pas rusas y la nece­si­dad de resul­ta­dos con­cre­tos de cola­bo­ra­ción eco­nó­mi­ca entre ambos. Mol­da­via, por su par­te, deman­da el reco­no­ci­mien­to de la inte­gri­dad terri­to­rial de su país, la sus­ti­tu­ción de las fuer­zas mili­ta­res rusas por una misión civil inter­na­cio­nal y un esta­tus polí­ti­co espe­cial para Trans­nis­tria den­tro de la Repú­bli­ca de Mol­da­via. Al res­pec­to, algu­nos apues­tan por el mode­lo que se apli­có a Gagau­zia (región autó­no­ma de Mol­da­via con pobla­ción cris­tia­na de ori­gen tur­co) sin el apo­yo de Moscú.
En noviem­bre se cele­bró la pri­me­ra reu­nión para bus­car una solu­ción al con­flic­to, y para «dis­cu­tir sobre los prin­ci­pios y pro­ce­di­mien­tos de cara a esas nego­cia­cio­nes», que con­ti­nua­rán en febre­ro en Irlanda.
La actua­li­dad polí­ti­ca en Trans­nis­tria ha esta­do mar­ca­da en los últi­mos meses por el auge de opcio­nes dife­ren­tes a la del his­tó­ri­co líder local, Igor Smir­nov, en el poder des­de 1991. La cri­sis polí­ti­ca mol­da­va, el cam­bio en el poder en Ucra­nia, el giro de las rela­cio­nes entre Mos­cú y Smir­nov (aho­ra el «favo­ri­to» del Krem­lin es Ana­toly Kamins­ki), y el des­gas­te del pro­pio Smir­nov han con­di­cio­na­do las recien­tes elec­cio­nes pre­si­den­cia­les, de las que que­dó apea­do en la pri­me­ra vuel­ta. La bata­lla la die­ron Kamins­ki y Evgeny Shev­chuk, ex pre­si­den­te del Par­la­men­to que resul­tó ven­ce­dor y será el pró­xi­mo man­da­ta­rio. Su apues­ta por «el cam­bio» y el apo­yo de Occi­den­te jue­gan a su favor, pero su triun­fo difí­cil­men­te podrá inter­pre­tar­se como un giro en el actual esta­tus de Trans­nis­tria, ya que el pro­pio Shev­chuk ‑y la opi­nión públi­ca- apues­ta por mantenerlo.

Txen­te Rekon­do. Gain

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