Una crí­ti­ca mar­xis­ta del aná­li­sis key­ne­siano sobre la cri­sis económica

John May­nard Key­nes, man­tie­ne una gran influen­cia en el pen­sa­mien­to eco­nó­mi­co actual. Aun­que el movi­mien­to neo-libe­ral domi­na­se duran­te las últi­mas déca­das, las ideas key­ne­sia­nas per­du­ran, espe­cial­men­te en épo­cas de recesión.

1. Key­nes y la crisis:

Tres teo­rías prin­ci­pa­les com­pi­ten entre ellas para expli­car las cri­sis. El movi­mien­to libe­ral la atri­bu­ye a la lle­ga­da ines­pe­ra­da de un ele­men­to per­tur­ba­dor (aten­ta­do, aumen­to de los pre­cios del petró­leo, los acon­te­ci­mien­tos polí­ti­cos o socia­les …) que debe eli­mi­nar­se urgen­te­men­te para que el mer­ca­do recu­pe­re su fun­cio­na­mien­to salu­da­ble natu­ral. Key­nes no creía en este meca­nis­mo de auto­rre­gu­la­ción. Para él, el capi­ta­lis­mo tie­ne exce­sos que hay que corre­gir a tra­vés de la inter­ven­ción del Esta­do. De lo con­tra­rio, no pue­de pro­du­cir sus efec­tos bené­fi­cos. Por últi­mo, el sis­te­ma de aná­li­sis mar­xis­ta ana­li­za el sis­te­ma más en pro­fun­di­dad para exa­mi­nar la rece­sión. Ésta es inhe­ren­te al capi­ta­lis­mo. Para salir de ella, es nece­sa­ria otra eco­no­mía, otra socie­dad, el socialismo.

Con la mag­ni­tud de los pro­ble­mas, la dura­ción del cre­ci­mien­to casi nulo y las altas cifras de des­em­pleo que per­sis­ten, las tesis pura­men­te libe­ra­les han sido seria­men­te daña­das. Los gobier­nos menos inter­ven­cio­nis­tas tie­nen que correr al res­ca­te de los ban­cos, para evi­tar el desas­tre finan­cie­ro. Como escri­be un eco­no­mis­ta fran­cés: «En la cri­sis, todos somos key­ne­sia­nos». Una mane­ra de decir que sólo hay dos expli­ca­cio­nes con­vin­cen­tes: la pro­pues­ta por Key­nes y la mar­xis­ta. Y ya que «no pode­mos estar con­tra el sis­te­ma» lo que que­da es el keynesianismo.

De ahí la impor­tan­cia para los mar­xis­tas para bus­car en esta teo­ría del aná­li­sis simul­tá­neo de la cri­sis: ¿Es per­ti­nen­te? ¿Se sos­tie­ne cien­tí­fi­ca­men­te? ¿Las solu­cio­nes que plan­tea mere­cen nues­tra atención?

2. La teo­ría de un bur­gués «ilu­mi­na­do»

John May­nard Key­nes nació en Cam­brid­ge en 1883, el año de la muer­te de Karl Marx. Su padre tam­bién fue eco­no­mis­ta y pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Cam­brid­ge. Su fami­lia, sin duda, for­ma­ba par­te de la éli­te victoriana.

Esto deter­mi­nó su vida y sus opcio­nes. Su reco­rri­do esco­lar se con­si­de­ra bri­llan­te: en 1897 fue admi­ti­do en el Eton Colle­ge1, una de las escue­las públi­cas más caras y anti­guas de Ingla­te­rra (anual­men­te, tan sólo se per­mi­tía el ingre­so a este sagra­do pedes­tal de la edu­ca­ción bri­tá­ni­ca a vein­te can­di­da­tos). Cam­bió el Eton Colle­ge para asis­tir al Kin­g’s Colle­ge de la Uni­ver­si­dad de Cam­brid­ge. Allí apro­bó el examen de mate­má­ti­cas y egre­sa coro­na­do de éxi­to. Cola­bo­ró con varios gru­pos eli­tis­tas que fue­ron crí­ti­cos con alguno de los prin­ci­pios mora­les de la socie­dad capi­ta­lis­ta, gene­ral­men­te lle­na de hipo­cre­sía. Lue­go estu­dió economía.

Des­de 1911 Key­nes fue edi­tor de la Revis­ta Eco­nó­mi­ca, un influ­yen­te perió­di­co sobre teo­ría eco­nó­mi­ca y que se publi­ca des­de 1891. Con­ti­núa con ese tra­ba­jo has­ta 1937. Duran­te la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial tra­ba­ja para el Depar­ta­men­to del Teso­ro, lo que le per­mi­te asis­tir a la con­fe­ren­cia de paz de Ver­sa­lles. Ese tra­ta­do le dis­gus­tó por la lógi­ca segui­da por las poten­cias alia­das que­rien­do expri­mir al país ven­ci­do. Dimi­te y publi­ca un libro de gran influen­cia: Las con­se­cuen­cias eco­nó­mi­cas de la paz. Lenin uti­li­za­rá su con­te­ni­do para denun­ciar la rapa­ci­dad de los paí­ses impe­ria­lis­tas para aumen­tar su botín sobre las colo­nias.2

En poco tiem­po se aden­tra en el mun­do de los nego­cios. Tras unos pri­me­ros momen­tos difí­ci­les, con­si­gue una peque­ña for­tu­na que le per­mi­ti­rá com­prar nume­ro­sas obras artís­ti­cas y cul­tu­ra­les (como las memo­rias de Isaac New­ton). Lle­ga a ser admi­nis­tra­dor e inclu­so pre­si­den­te de algu­nas com­pa­ñías de seguros.

Entre 1924 y 1929, Key­nes tra­ta de revi­vir al mori­bun­do par­ti­do Libe­ral. Recha­za ser mili­tan­te del Par­ti­do Labo­ris­ta. Expli­ca su nega­ti­va de la siguien­te mane­ra: «Para empe­zar, se tra­ta de un par­ti­do de cla­se y la cla­se no es mi cla­se. Si voy a defen­der ven­ta­jas para una par­te de la socie­dad, sería a favor de la que yo per­te­nez­co. Cuan­do se tra­ta de la lucha de cla­ses, mi patrio­tis­mo local y per­so­nal, como el de todos los demás, con excep­ción de cier­tos seres celo­sos des­agra­da­bles, se unen a los de mi pro­pio entorno. Pue­do estar influi­do por lo que me pare­ce de sen­ti­do de jus­ti­cia, pero la lucha de cla­ses me encon­tra­rá del lado de la bur­gue­sía edu­ca­da. »3

Cuan­do visi­ta la URSS en 1925 (su espo­sa era una bai­la­ri­na de ballet de Rusia), escri­be: «¿Cómo pue­do adop­tar un cre­do que, pre­fi­rien­do el barro a los peces, exal­ta al pro­le­ta­ria­do gro­se­ro por enci­ma de la bur­gue­sía y la inte­lec­tua­li­dad que, sean cua­les sean su defec­tos, repre­sen­tan la cali­dad de vida y sin duda la semi­lla de todo pro­gre­so humano?4

Al mis­mo tiem­po, se con­vier­te en miem­bro de varios clubs de pres­ti­gio y en 1929 es nom­bra­do ase­sor de la Comi­sión Mac­mi­llan. Fue el con­se­je­ro eco­nó­mi­co del gobierno labo­ris­ta de Ram­say Mac­Do­nald. En aque­lla épo­ca comien­za a inte­re­sar­se por la cri­sis que debu­ta con el des­plo­me de Wall Street en octu­bre de 1929. Publi­ca dos obras prin­ci­pa­les sobre este tema: Trea­ti­se on Money (Tra­ta­do sobre el dine­ro) y, sobre todo, en 1936, The Gene­ral Theory of Employ­ment, Inter­est and Money (La Teo­ría Gene­ral del Empleo, Inte­rés y Dinero.)

¿Qué defien­de? Hay que tener en cuen­ta el con­tex­to de la épo­ca. No exis­te una teo­ría que se ocu­pe de las cues­tio­nes macro­eco­nó­mi­cas en un plano nacio­nal. El estu­dio de la eco­no­mía es esen­cial­men­te micro­eco­nó­mi­co, es decir, basa­do en el jue­go indi­vi­dual de los juga­do­res, hacien­do las esta­dís­ti­cas defi­cien­tes, lo que plan­tea pro­ble­mas para los gobier­nos. Key­nes ela­bo­ra­rá los con­cep­tos que fun­da­rán la macro­eco­no­mía tal como aún hoy en día se sigue prac­ti­can­do (espe­cial­men­te en el plano estadístico).

Según él, el pro­duc­to nacio­nal de un país (lo que serían sus ingre­sos) se pue­de des­com­po­ner en dos par­tes: la deman­da del con­su­mi­dor y la inver­sión. Lla­ma al pro­duc­to nacio­nal como Y (en Inglés, la pri­me­ra letra de ren­di­mien­to, pro­duc­to: yield), al con­su­mo de los hoga­res C e I es la inver­sión, obte­nién­do­se Y = C + I ¿Cómo evo­lu­cio­nan estas dos com­po­nen­tes?5

El con­su­mo varía en par­te con el ingre­so nacio­nal: se con­su­me más si aumen­tan los ingre­sos. Sin embar­go, la inver­sión es impre­de­ci­ble y difí­cil de defi­nir. Es una apues­ta a lar­go pla­zo. Ade­más hay lo que Key­nes lla­ma­ba la pre­fe­ren­cia por la liqui­dez, es decir, que a los pro­ta­go­nis­tas les encan­ta tener acti­vos líqui­dos de los que pue­dan disponer.

Escri­be: «El aho­rro es una acción del con­su­mi­dor indi­vi­dual, es un acto nega­ti­vo, que con­sis­te en abs­te­ner­se de gas­tar el ingre­so dia­rio en el con­su­mo. La inver­sión es la acción de un hom­bre de nego­cios cuya fun­ción con­sis­te en la toma de deci­sio­nes que deter­mi­nan la can­ti­dad de pro­duc­ción dis­po­ni­ble, es un acto posi­ti­vo, que con­sis­te en el esta­ble­ci­mien­to o el man­te­ni­mien­to de un pro­ce­so de pro­duc­ción o en la solu­ción de las exis­ten­cias. Se mide por el cre­ci­mien­to de la rique­za neta en for­ma de fijos, cir­cu­lan­tes o acti­vos líqui­dos.»6 He aquí sus con­clu­sio­nes acer­ca de la cri­sis:« Toda la mate­ria se pue­de resu­mir dicien­do que el boom eco­nó­mi­co pro­vie­ne de un exce­so de inver­sión fren­te al aho­rro y que la cri­sis pro­vie­ne de un exce­so de aho­rro sobre la inver­sión. »7

La inver­sión depen­de del aho­rro (cono­ci­do por la letra S o saving en Inglés). Sin embar­go, los capi­ta­lis­tas pue­den inver­tir, pero tam­bién pue­den acu­mu­lar o espe­cu­lar en los mer­ca­dos finan­cie­ros. El meca­nis­mo eco­nó­mi­co se blo­quea cuan­do el exce­den­te no se rein­vier­te en el sis­te­ma pro­duc­ti­vo para que se repro­duz­ca y aumen­te la rique­za. Esto se pue­de resu­mir en la siguien­te figu­ra. Hemos ela­bo­ra­do un acer­ca­mien­to mar­xis­ta a los con­cep­tos, dis­tin­guien­do a los asa­la­ria­dos que con­su­men la tota­li­dad de sus ingre­sos y los capi­ta­lis­tas, que viven de las ganan­cias cor­po­ra­ti­vas y del con­su­mo, así como de los ahorros.

El fun­cio­na­mien­to nor­mal es que los aho­rros se invier­tan para aumen­tar el nivel de pro­duc­ción y ase­gu­rar el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co que per­mi­ta el desa­rro­llo del empleo.En con­se­cuen­cia, la acu­mu­la­ción debe pena­li­zar el aho­rro, y el dine­ro pues­to en los mer­ca­dos finan­cie­ros debe regre­sar al sis­te­ma ren­ta­ble de una u otra mane­ra, por­que de lo con­tra­rio habría un desequilibrio.

Lo que suce­de es que Key­nes cons­ta­ta que las deci­sio­nes de los capi­ta­lis­tas son deci­sio­nes acu­mu­la­ti­vas. Cuan­do la coyun­tu­ra es bue­na, lo es para todos y por lo tan­to todo el mun­do quie­re inver­tir. Hay un exce­so de inver­sión. Por el con­tra­rio, cuan­do es mala, dejan de gas­tar todos al mis­mo tiem­po. Hay una fal­ta de inver­sión y una lar­ga rece­sión. Esto tie­ne efec­tos desas­tro­sos en el desempleo.

Al mis­mo tiem­po, la inver­sión tie­ne un efec­to mul­ti­pli­ca­dor en el desa­rro­llo nacio­nal. De hecho, se aumen­ta la con­tra­ta­ción de más tra­ba­ja­do­res quie­nes a su vez con­su­men, y gene­ran por lo tan­to nue­vas acti­vi­da­des, impul­san­do nue­vas inver­sio­nes, etc. En otras pala­bras, si se invier­te 10 (millo­nes o miles de millo­nes de euros), el impac­to glo­bal sobre el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co pue­de ser de 15, 20, 30 … depen­dien­do de este efec­to multiplicador.

Esto ten­drá con­se­cuen­cias tan­to más bene­fi­cio­sas cuan­to más alto sea el con­su­mo en pro­por­ción a los ingre­sos, ya que va a gene­rar una mayor acti­vi­dad deri­va­da. Nos lo pode­mos ima­gi­nar fácil­men­te. Si el con­su­mo es del 25% de la ren­ta nacio­nal, una inver­sión ten­drá un efec­to de con­su­mo equi­va­len­te al menos a este 25% más los efec­tos pos­te­rio­res (ya que el con­su­mo gene­ra más acti­vi­da­des que aumen­tan el con­su­mo de nue­vo y etc.) Si el con­su­mo es de 50%, el impac­to alcan­za­rá el 50% (más las acti­vi­da­des que ello conlleva).

¿Qué debe hacer­se, según Key­nes? El pro­po­ne un pro­gra­ma de cua­tro pun­tos. Key­nes sugie­re cua­tro solu­cio­nes macro­eco­nó­mi­cas que no se expre­san como tales, pero que se pue­den encon­trar a lo lar­go de sus obras. En pri­mer lugar, es nece­sa­rio con­su­mir y aumen­tar el con­su­mo gra­cias a los ingre­sos ya que tie­nen efec­tos posi­ti­vos sobre el cre­ci­mien­to. Key­nes hará nume­ro­sos lla­ma­dos a las fami­lias a con­su­mir más.

En segun­do lugar, es nece­sa­rio orga­ni­zar el flu­jo de inver­sio­nes gra­cias a una polí­ti­ca mone­ta­ria ade­cua­da: las bajas tasas de inte­rés per­mi­ten usar el cré­di­to y por lo tan­to favo­re­cen la inver­sión. Pero Key­nes reco­no­ce en su libro de 1936, que la situa­ción de los años 30 es tal que la polí­ti­ca mone­ta­ria de bajas tasas de inte­rés se ha con­ver­ti­do en inefi­caz. Tam­bién hoy, con tasas del 0% en los EE.UU. y Japón, el 1% en Euro­pa, es difí­cil bajar­la aún más para inten­tar una recu­pe­ra­ción del cré­di­to. Se nece­si­ta algo más.

Es por ello que Key­nes hace su ter­ce­ra pro­pues­ta: la inver­sión públi­ca. Si la inver­sión pri­va­da está ausen­te, el Esta­do debe asu­mir su papel. La inter­ven­ción del Esta­do debe fun­cio­nar, según Key­nes, en el sen­ti­do inver­so de la inver­sión pri­va­da. No se tra­ta de sus­ti­tuir duran­te mucho tiem­po lo públi­co por lo pri­va­do. El sec­tor pri­va­do debe seguir sien­do el maes­tro del jue­go, pero en pre­sen­cia de las deci­sio­nes capi­ta­lis­tas que con­du­cen al exce­so de inver­sión y, por tan­to al sobre­ca­len­ta­mien­to de la eco­no­mía y pos­te­rior­men­te a la fal­ta de inver­sión y la cri­sis, el gobierno debe seguir una polí­ti­ca anti­cí­cli­ca: mul­ti­pli­car las inver­sio­nes cuan­do el sec­tor pri­va­do se enfría, dejar todo e inclu­so des­in­ver­tir cuan­do los empre­sa­rios son muy acti­vos. Así, con esta nue­va inter­ven­ción se esta­bi­li­za­rían las inver­sio­nes. Esto se lla­ma una regu­la­ción macro­eco­nó­mi­ca de tipo keynesiano.

En cuar­to lugar, Key­nes sos­tie­ne, que el Esta­do debe regu­lar a los mer­ca­dos finan­cie­ros para evi­tar que ten­gan un efec­to per­ju­di­cial. Escri­be: «Los espe­cu­la­do­res pue­den no hacer daño [al sis­te­ma] cuan­do sólo son bur­bu­jas en una corrien­te fir­me de espí­ri­tu de empre­sa; pero la situa­ción es seria cuan­do la empre­sa se con­vier­te en bur­bu­ja den­tro de una vorá­gi­ne de espe­cu­la­ción. Cuan­do el desa­rro­llo del capi­tal en un país se con­vier­te en sub­pro­duc­to de las acti­vi­da­des pro­pias de un casino es pro­ba­ble que aquél se reali­ce mal.» 8 Por lo tan­to, la pro­fe­sión ban­ca­ria debe ser con­tro­la­da para que sir­va a la eco­no­mía» real «y por lo tan­to al capitalismo.

El efec­to de las polí­ti­cas pre­co­ni­za­das por el eco­no­mis­ta bri­tá­ni­co ha sido muy impor­tan­te. Estas polí­ti­cas están aso­cia­das con las medi­das adop­ta­das por el pre­si­den­te Roo­se­velt y en el lla­ma­do New Deal. En reali­dad, la influen­cia es par­cial y es recí­pro­ca. Ini­cial­men­te, los pla­nes de Roo­se­velt se cen­tra­ban en sal­var al sis­te­ma de la ban­ca­rro­ta. No exis­te un pro­yec­to dado a sabien­das. Se tra­ta de un pro­ce­so de ensa­yo y error.

Pero el impac­to de los escri­tos de Key­nes será más impor­tan­te des­pués de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Defi­ne en par­te la arqui­tec­tu­ra finan­cie­ra inter­na­cio­nal en Bret­ton Woods en 1944. Él repre­sen­ta al gobierno bri­tá­ni­co y ela­bo­ra las prin­ci­pa­les dis­po­si­cio­nes para lle­var a cabo: la con­ver­sión de una mone­da cen­tral inter­na­cio­nal, el ban­cor, el esta­ble­ci­mien­to de un tipo de cam­bio fijo de todas las mone­das en ban­cor, la impo­si­bi­li­dad de deva­lua­ción mone­ta­ria (sal­vo con el acuer­do de los socios), la ayu­da a las nacio­nes en difi­cul­ta­des con un orga­nis­mo crea­do espe­cí­fi­ca­men­te para ello, el FMI (Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal). La Casa Blan­ca acep­ta­rá todo, menos que el con­cep­to de ban­cor, el cual será sus­ti­tui­do por el dólar.

En este con­tex­to, los diver­sos esta­dos apli­can inter­ven­cio­nes macro­eco­nó­mi­cas abier­ta­men­te key­ne­sia­nas para impul­sar el cre­ci­mien­to. Esta situa­ción con­ti­nua­rá has­ta los años 70 … cuan­do Richard Nixon rom­pe­rá el acuer­do de Bret­ton Woods.

En esta con­fe­ren­cia inter­na­cio­nal, Key­nes ya esta­ba enfer­mo. En 1937 sufre un pri­mer ata­que car­día­co leve. El 21 de abril 1946, un segun­do ata­que aca­ba con su vida. Su for­ma­ción, su carre­ra y vida mues­tran que, como él mis­mo escri­be, era un miem­bro de la bur­gue­sía. Lo que que­ría era per­pe­tuar el capi­ta­lis­mo y la eli­mi­na­ción de los exce­sos en su fun­cio­na­mien­to. Tie­ne un pro­fun­do des­pre­cio por las masa y los sis­te­mas que depen­den de ellos.

2. ¿Inver­sión insu­fi­cien­te o exce­so de inversión?

Para Key­nes, el prin­ci­pal fac­tor de cri­sis se ubi­ca, por tan­to, en el nivel de la inver­sión. Si los capi­ta­lis­tas adop­tan un plan racio­nal a lar­go pla­zo para aumen­tar la capa­ci­dad de pro­duc­ción, y por lo tan­to lo hacen de una mane­ra esca­lo­na­da en el tiem­po, tal vez no habría nin­gún pro­ble­ma. Segdeivada.sen invir­tien­do­pro­ce­so las qún Key­nes, son las deci­sio­nes de dete­ner este pro­ce­so las que cau­san la rece­sión. No habría nin­gu­na cri­sis, si los hom­bres de nego­cios con­ti­nua­sen invir­tien­do. En con­se­cuen­cia, el pro­ble­ma es con­se­cuen­cia de un rela­ti­va «fal­ta de inver­sión” privada.

La cri­sis, sin duda, apa­re­ce con el blo­queo del pro­ce­so eco­nó­mi­co direc­ta­men­te rela­cio­na­do con las deci­sio­nes de inver­sión. La pro­duc­ción se detie­ne y los asa­la­ria­dos que se con­si­de­ran exce­si­vos son des­pe­di­dos. Pero todo esto no acla­ra cuá­les son las ver­da­de­ras razo­nes de estas dis­fun­cio­nes. Key­nes ape­la bien sea a la incer­ti­dum­bre que exis­te en los mer­ca­dos, o a los exce­sos finan­cie­ros que cau­san exce­si­vas pers­pec­ti­vas de beneficios.

El pro­ble­ma es que es muy difí­cil pro­bar empí­ri­ca­men­te los argu­men­tos key­ne­sia­nos. Los datos demues­tran que las inver­sio­nes son muy volá­ti­les y que pue­den variar enor­me­men­te de un perío­do a otro. 9 Pero las inver­sio­nes se desa­rro­llan al mis­mo tiem­po que el PIB, el que a su vez varía menos debi­do a que el con­su­mo, que repre­sen­ta el 55 – 70% del PIB, no tie­ne esas fluc­tua­cio­nes. Así que es difí­cil demos­trar que el pro­ce­so de pro­duc­ción se blo­quee por­que los capi­ta­lis­tas han deci­di­do dejar de inver­tir por razo­nes que Key­nes tan sólo es capaz de men­cio­nar, pero cier­ta­men­te no de esta­ble­cer. ¿O ha sido capaz de encon­trar otra razón que expli­que que los capi­ta­lis­tas cesen de invertir?.

Por otro lado, nues­tro des­con­cier­to podría aumen­tar obser­van­do el siguien­te dia­gra­ma que com­pa­ra el cre­ci­mien­to 10 anual del PIB real (sin las con­se­cuen­cias del aumen­to de los pre­cios) y el sal­do neto real de los acti­vos fijos en los Esta­dos Uni­dos des­de 1960. Una varia­ción anual posi­ti­va de estos acti­vos repre­sen­ta una inver­sión real rea­li­za­da en la base pro­duc­ti­va del país, lo que por tan­to per­mi­te aumen­tar la pro­duc­ción de todo el país.

Grá­fi­co 1. Cre­ci­mien­to anual del PIB real y del stock real neto de los acti­vos fijos en los EE.UU. 1960 – 2009 (en %)

Fuen­te: Ofi­ci­na de Aná­li­sis Eco­nó­mi­co, el Pro­duc­to Interno Bru­to Real: http://​www​.bea​.gov/​n​a​t​i​o​n​a​l​/​n​i​p​a​w​e​b​/​S​e​l​e​c​t​T​a​b​l​e​.​asp? Selec­ted = N, y de archi­vo de red pri­va­da Acti­vos Fijos: http://​www​.bea​.gov/​n​a​t​i​o​n​a​l​/​F​A​2​0​0​4​/​S​e​l​e​c​t​T​a​b​l​e​.​asp.

Es el PIB el que sufre impor­tan­tes fluc­tua­cio­nes mien­tras que la inver­sión per­ma­ne­ce rela­ti­va­men­te esta­ble. Es curio­so que las inver­sio­nes sigan a la evo­lu­ción de la acti­vi­dad en lugar de pre­ce­der­la. En los años sesen­ta, el cre­ci­mien­to del PIB impul­só sólo de mane­ra pro­gre­si­va el aumen­to de la tasa de acu­mu­la­ción de acti­vos fijos. En los años seten­ta, a pesar de los alti­ba­jos en la pro­duc­ción, la acu­mu­la­ción lle­gó a nive­les sin pre­ce­den­tes (4,3% en pro­me­dio des­de 1964 has­ta 1981 inclui­do). Para dis­mi­nuir pos­te­rior­men­te mien­tras la eco­no­mía se recu­pe­ra en los años ochenta.

Pos­te­rior­men­te la evo­lu­ción va mas a la par. Pero toda­vía se obser­va que la evo­lu­ción de la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca pre­ce­de a la recu­pe­ra­ción de las inver­sio­nes. Es lo que suce­de en los años noven­ta. Pos­te­rior­men­te, en el año 2000, el PIB comien­za a dis­mi­nuir antes de que lo haga el sal­do de los acti­vos fijos. Se recu­pe­ra a par­tir de 2002, mien­tras que la inver­sión ten­drá que espe­rar para lograr­lo al año 2004. Con la cri­sis de las hipo­te­cas de alto ries­go (sub­pri­me), la inver­sión se redu­ce en 2008, mien­tras que la pro­duc­ción tie­ne pro­ble­mas des­de 2007.

En estas con­di­cio­nes, pare­ce arries­ga­do pre­ten­der que la rece­sión se debe prin­ci­pal­men­te a la fal­ta de inver­sio­nes. Está cla­ro que, con la lle­ga­da de la cri­sis, los capi­ta­lis­tas ralen­ti­zan o detie­nen sus gas­tos de acti­vos fijos, pro­ba­ble­men­te por­que asu­men que no pue­den ven­der más y que s impo­si­ble seguir al mis­mo rit­mo. Hubo un lige­ro retra­so en la adap­ta­ción, ya que es difí­cil poner en mar­cha algu­nas ope­ra­cio­nes nece­sa­rias para una inmo­vi­li­za­ción. Entre que alguien deci­de cons­truir una fábri­ca de auto­mó­vi­les en algu­na par­te y la sali­da del pri­mer coche de la línea de pro­duc­ción, a menu­do pasan dos o tres años. Este pro­ce­so se detie­ne o ralen­ti­za sólo cuan­do es real­men­te nece­sa­rio, es decir, cuan­do la cri­sis está real­men­te pre­sen­te y pare­ce que dura­rá lar­go tiempo.

Por lo tan­to, es esen­cial enten­der no por qué detie­nen los capi­ta­lis­tas sus inver­sio­nes, si no ¿Por qué ya no son capa­ces de ven­der sus pro­duc­tos?. De nue­vo un peque­ño dia­gra­ma per­mi­te expli­car dón­de loca­li­za Key­nes el pro­ble­ma, sim­pli­fi­can­do las cosas al máximo.

La pro­duc­ción siem­pre se dis­tri­bu­ye en los ingre­sos, esto es , en suel­dos y bene­fi­cios, que se uti­li­zan para el con­su­mo y la inver­sión. Aho­ra no hay dis­tin­ción entre el aho­rro y la inver­sión. Las inver­sio­nes se uti­li­zan para aumen­tar la pro­duc­ción y, por tan­to, garan­ti­zar el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co. Key­nes pien­sa que este esque­ma es per­fec­ta­men­te sano, pero se corrom­pe con el aca­pa­ra­mien­to o la especulación.

Noso­tros por nues­tra par­te cree­mos que este meca­nis­mo está com­ple­ta­men­te vicia­do en un entorno capi­ta­lis­ta. ¿Por qué? Debi­do a que la pro­duc­ción está a car­go de los capi­ta­lis­tas cuyos obje­ti­vos son aumen­tar sus bene­fi­cios y la acu­mu­la­ción para ganar más en el futuro.

Por lo tan­to, los geren­tes de los nego­cios obten­drán una mayor par­te de los ingre­sos, fren­te a la par­te que reci­ben los tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos. Ahí exis­te una lucha entre las cla­ses socia­les. No siem­pre logra­rán sus fines, pero ese es su obje­ti­vo. De igual mane­ra, al obte­ner un mayor bene­fi­cio (o inclu­so sin él), ten­de­rán a aumen­tar la pro­por­ción que dedi­can a la inver­sión, por­que ésta es la mane­ra de hacer cre­cer y con­ver­tir a su empre­sa en un gigan­te, y si no lo hacen por ini­cia­ti­va pro­pia, la com­pe­ten­cia les obli­ga­rá a ello.

Con­si­de­re­mos un ejem­plo numé­ri­co. La pro­duc­ción, que suma 100, se divi­de en 60 para los sala­rios y 40 para los bene­fi­cios. De estos, 20 se dedi­can al con­su­mo de los capi­ta­lis­tas y 20 a la inver­sión. Esto corres­pon­de a una situa­ción esta­ble de la eco­no­mía. Por tan­to se ven­de 80 en for­ma de bie­nes de con­su­mo y 20 en for­ma de bie­nes de capi­tal. Pero los 20 inver­ti­dos aumen­tan la pro­duc­ción, diga­mos, por ejem­plo, a 140. Los empre­sa­rios van a obte­ner una par­te más impor­tan­te y apro­piar­se, por ejem­plo, de 63 y los emplea­dos por su par­te el res­tan­te, es decir 77. La pro­por­ción que obtie­ne cada uno, que era del 60% para los tra­ba­ja­do­res y del 40% de los empre­sa­rios trans­for­man aho­ra a una pro­por­ción menor, de 55% fren­te al 45% sin que los asa­la­ria­dos hayan vis­to dis­mi­nuir sus ingre­sos. Por el con­tra­rio, ganan 77 en lugar de 60. Los diri­gen­tes deci­den aho­ra aumen­tar un poco su con­su­mo a 23 y reser­var 40 para las inver­sio­nes. Por lo tan­to, la can­ti­dad de dine­ro uti­li­za­da para el con­su­mo aumen­ta has­ta 100 (77 + 23).

¿Que pue­den ofre­cer las empre­sas? Más. ¿Por qué? Por­que si, en la situa­ción ori­gi­nal, la pro­duc­ción de bie­nes de 20 pue­de pro­por­cio­nar una can­ti­dad de 80 pro­duc­tos de con­su­mo y si lo pri­me­ro pasa a 40, se pue­de con­si­de­rar que, el con­su­mo final de los bie­nes debe alcan­zar el nivel de 160. Muy por enci­ma de lo que la gen­te pue­de com­prar. Esto se cono­ce como la sobreproducción.

El ejem­plo de la indus­tria del auto­mó­vil, espe­cial­men­te en Esta­dos Uni­dos, es ilus­tra­dor. A con­ti­nua­ción se mues­tra un grá­fi­co com­pa­ra­ti­vo entre el cre­ci­mien­to de las ven­tas de auto­mó­vi­les y la capa­ci­dad de pro­duc­ción des­de 1960.

Grá­fi­co 2. Com­pa­ra­ti­va del cre­ci­mien­to de las ven­tas de auto­mó­vi­les fren­te a la capa­ci­dad de pro­duc­ción en el sec­tor auto­mo­vi­lís­ti­co en los EE.UU. 1961 – 2008 (1961 = 100)

Fuen­te: Reser­va Fede­ral de Esta­dís­ti­cas de lan­za­mien­to, la capa­ci­dad indus­trial, vehícu­los de motor y sus par­tes:http://​www​.fede​ral​re​ser​ve​.gov/​r​e​l​e​a​s​e​s​/​g​1​7​/​i​p​d​i​s​k​/​u​t​l​_​s​a​.​txt. Ofi­ci­na de Aná­li­sis Eco­nó­mi­co, los vehícu­los de motor de datos:http://​www​.bea​.gov/​n​a​t​i​o​n​a​l​/​x​l​s​/​g​a​p​_​h​i​s​t​.​xls.

Se pue­de obser­var un cier­to para­le­lis­mo entre las dos cur­vas has­ta 1989, cuan­do diver­gen cla­ra­men­te. La capa­ci­dad sigue aumen­tan­do, inclu­so a un mayor rit­mo que en el pasa­do. Las ven­tas, por su par­te, se estan­can. Esto era lógi­co por­que la tasa de pro­pie­dad de auto­mó­vi­les era cer­ca­na al 75% (tres de cada cua­tro per­so­nas en los Esta­dos Uni­dos era due­ña de un vehícu­lo 11). Sin embar­go, pri­me­ro los fabri­can­tes japo­ne­ses, a con­ti­nua­ción los corea­nos y, final­men­te, los euro­peos, todos que­rían entrar en ese mer­ca­do y abrie­ron nue­vas plan­tas … La con­se­cuen­cia fue la quie­bra total del sec­tor esta­dou­ni­den­se. No exis­tía un défi­cit de inver­sio­nes, si no un exce­so de las mismas.

Las cifras son sólo ilus­tra­ti­vas. Sim­ple­men­te pre­ten­den mos­trar el resul­ta­do de un meca­nis­mo que fun­cio­na cons­tan­te­men­te. Por un lado, las fuer­zas para aumen­tar la pro­duc­ción pare­cen gene­rar ganan­cias de las empre­sas, ingre­sos a los accio­nis­tas, pri­mas a eje­cu­ti­vos cada vez más gran­des… Pero al mis­mo tiem­po, pro­vo­can una dis­mi­nu­ción rela­ti­va de los recur­sos des­ti­na­dos al con­su­mo y esto se hace en dos eta­pas: en pri­mer lugar lo hacen dis­mi­nu­yen­do los sala­rios todo lo posi­ble – los que, no olvi­de­mos, se uti­li­zan para el con­su­mo- , y, en segun­do lugar – a menu­do se olvi­da – median­te la reduc­ción de las can­ti­da­des del con­su­mo por par­te de los capi­ta­lis­tas. Todos los medios des­ti­na­dos al con­su­mo están cons­tre­ñi­dos, mien­tras que las capa­ci­da­des de pro­duc­ción están en cons­tan­te aumen­to. Inevi­ta­ble­men­te, se crea un gran abis­mo: la sobreproducción

Vol­va­mos a la teo­ría key­ne­sia­na: los capi­ta­lis­tas pue­den acu­mu­lar o espe­cu­lar y el dine­ro inver­ti­do en los mer­ca­dos finan­cie­ros pue­de regre­sar o no al cir­cui­to eco­nó­mi­co nor­mal. Esto pue­de aumen­tar los pro­ble­mas del sis­te­ma. Pero la cri­sis se loca­li­za, fun­da­men­tal­men­te, en el cora­zón del sis­te­ma y en su meca­nis­mo de fun­cio­na­mien­to, como Marx había adver­ti­do en su tiempo.

Tam­bién es obvio que el sis­te­ma no está cons­tan­te­men­te entran­do en rece­sión, algo que podría pare­cer a par­tir de nues­tro ejem­plo muy sim­pli­fi­ca­do. Actual­men­te, los erro­res o fallas de fun­cio­na­mien­to se pue­den resol­ver fácil­men­te median­te el cré­di­to: si los con­su­mi­do­res no tie­nen los medios sufi­cien­tes para com­prar los pro­duc­tos, pue­den obte­ner­los gra­cias a los prés­ta­mos ban­ca­rios … has­ta que son inca­pa­ces de pagar­los, como suce­de en el caso de las hipo­te­cas de alto riesgo.

3. La ten­den­cia del Esta­do a endeudarse

El aná­li­sis de Key­nes se basa prin­ci­pal­men­te en las preo­cu­pa­cio­nes a cor­to pla­zo. De acuer­do con una expre­sión que se hizo céle­bre, que había escri­to (pero en otras cir­cuns­tan­cias, para cri­ti­car la teo­ría eco­nó­mi­ca tra­di­cio­nal que se cen­tra­ba dema­sia­do en el resu­men): «A lar­go pla­zo todos esta­re­mos muer­tos»12. Enton­ces, ¿por qué debe­ría­mos preocuparnos?

El pro­ble­ma es que repro­du­ce este aná­li­sis en su estu­dio de la cri­sis. Key­nes esti­ma­ba las con­se­cuen­cias de la inver­sión pri­va­da, y la nece­si­dad, has­ta cier­to pun­to, de sus­ti­tuir­la por la del esta­do, en fun­ción de el ciclo eco­nó­mi­co, a lo que otros (Juglar o Schum­pe­ter, por ejem­plo, tam­bién Marx, por otra par­te) le habían dado impor­tan­cia. Segú­nél, la rece­sión dura­de­ra es un des­gra­cia­do error, vin­cu­la­do a un exce­so de capi­ta­lis­mo, pero las auto­ri­da­des pue­den con­tra­rres­tar­lo median­te una polí­ti­ca cono­ci­da como anti-cícli­ca. Lle­ga­do el momen­to la inver­sión que fal­ta será pro­por­cio­na­da por el Esta­do, lo que per­mi­ti­rá supe­rar el pun­to muer­to e impul­sar el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co. Esto es lo que escri­be Keynes.

Sin embar­go, si la cri­sis es más pro­fun­da y no se pue­de resol­ver a cor­to pla­zo, si el pro­ble­ma no se debe sim­ple­men­te a una fal­ta tem­po­ral de inver­sión, las auto­ri­da­des invier­ten a par­tir de fon­dos que se redu­cen debi­do a la dis­mi­nu­ción de los ingre­sos (debi­do a la cri­sis), que de per­sis­tir, amplían el défi­cit pre­su­pues­ta­rio para ampliar a su vez el tama­ño de la deu­da públi­ca. En reali­dad, se obser­va que esto es lo que suce­de en las crisis.

Así suce­de por ejem­plo en los años trein­ta, como con­se­cuen­cia de las medi­das adop­ta­das por los dife­ren­tes gobier­nos, pri­me­ro el de Hoo­ver que esta­ba lejos de ser no-inter­ven­cio­nis­ta y des­pués el de Roo­se­velt. En el siguien­te dia­gra­ma se obser­va el cre­ci­mien­to del des­em­bol­so por par­te del Esta­do en rela­ción con al PNB (Pro­duc­to Nacio­nal Bru­to 11) des­de 1920 has­ta 1940.

Grá­fi­co 3. Cre­ci­mien­to de los gas­tos del Esta­do en rela­ción al PNB en EE.UU. 1920 – 1940 (en %)

Fuen­te: Ofi­ci­na de Geren­cia y Pre­su­pues­to, cua­dros his­tó­ri­cos, Tabla 1.1 Resu­men de Ingre­sos, Gas­tos, y el supe­rá­vit o défi­cit (-): 1789 – 2015:http://​www​.whi​tehou​se​.gov/​s​i​t​e​s​/​d​e​f​a​u​l​t​/​f​i​l​e​s​/​o​mb/ budget/fy2011/assets/hist01z1.xls.

Tras una pri­me­ra cri­sis en 1920 para rees­truc­tu­rar la eco­no­mía de gue­rra a par­tir del perío­do 14 – 18, los des­em­bol­sos del gobierno bajan has­ta una tasa del 3% del PNB. Las pri­me­ras medi­das adop­ta­das por el Pre­si­den­te Hoo­ver ele­van el por­cen­ta­je al 8% y el pro­gra­ma New Deal que lle­va a cer­ca de 10%. Esto no era mucho, si se com­pa­ra con la situa­ción actual (45% del PIB antes del comien­zo de la cri­sis de las hipo­te­cas «sub­pri­me»). Sin embar­go, la can­ti­dad uti­li­za­da se tri­pli­có en rela­ción con el PNB y tam­bién se tri­pli­có en tér­mi­nos abso­lu­tos (el PNB en 1940 era prác­ti­ca­men­te el mis­mo que en 1929).

En con­se­cuen­cia, la deu­da públi­ca aumen­ta. Esto es lo que seña­la el siguien­te grá­fi­co. Lo hemos rela­cio­na­do con el PNB para hacer una comparativa.

Grá­fi­co 4. Cre­ci­mien­to de la deu­da públi­ca en rela­ción al el PNB de EE.UU. 1916 – 1940 (en%)

Fuen­te: Depar­ta­men­to de Comer­cio de EE.UU., Esta­dís­ti­cas his­tó­ri­cas de los Esta­dos Uni­dos, la épo­ca colo­nial has­ta 1970, el Pro­duc­to Nacio­nal Bru­to, total y per cápi­ta, en el actual y 1958 Pre­cios: des­de 1869 has­ta 1970 (http://​www2​.cen​sus​.gov/​p​r​o​d2/ statcomp/documents/CT1970p1-07.pdf) y la red públi­ca y deu­da pri­va­da por gran­des sec­to­res 1916 – 70, p.989 (http://​www2​.cen​sus​.gov/​p​r​o​d​2​/​s​t​a​t​c​o​m​p​/​d​o​c​u​m​e​n​t​s​/​C​T​1​9​7​0​p​2​-​1​1​.​pdf).

La deu­da públi­ca que tien­de a estan­car­se en los años vein­te aumen­ta expo­nen­cial­men­te entre 1929 y 1933. En reali­dad, esto fue el resul­ta­do de la con­jun­ción de dos hechos: el PIB se redu­ce a la mitad entre las dos fechas, y, en segun­do lugar, la deu­da públi­ca aumen­ta en un ter­cio. Entre 1929 y 1940, la deu­da públi­ca se dupli­ca en tér­mi­nos absolutos.

¿Qué pasó des­pués? Nun­ca lo sabre­mos con pre­ci­sión. La mayo­ría de los eco­no­mis­tas admi­ten que lo que le per­mi­tió remon­tar esta situa­ción a los Esta­dos Uni­dos fue la Segun­da Gue­rra Mundial.

En los años seten­ta, sin embar­go, los pro­ble­mas se repi­ten. En 1973, la pro­duc­ción se detie­ne de for­ma perió­di­ca. Los gobier­nos tien­den a asir­se a las polí­ti­cas key­ne­sia­nas: reac­ti­va­ción por par­te de las auto­ri­da­des. Es indu­da­ble que esto dis­mi­nu­ye las con­se­cuen­cias socia­les y eco­nó­mi­cas de la cri­sis emer­gen­te. Pero los des­em­bol­sos rápi­da­men­te se trans­for­man en inmanejables.

El siguien­te dia­gra­ma mues­tra el cre­ci­mien­to de la deu­da públi­ca en rela­ción al PIB en Euro­pa y en Esta­dos Unidos.

Grá­fi­co 5. Cre­ci­mien­to de la deu­da públi­ca en rela­ción con el PIB en Euro­pa y en EE.UU. 1970 – 2009 (en %)

Fuen­te: AMECO, a la Comi­sión Euro­pea, Asun­tos Eco­nó­mi­cos y Finan­cie­ros:http://​ec​.euro​pa​.eu/​e​c​o​n​o​m​y​_​f​i​n​a​n​c​e​/​a​m​e​c​o​/​u​s​e​r​/​s​e​r​i​e​/​S​e​l​e​c​t​S​e​r​i​e​.​c​f​m​?​C​F​I​D​=​1​6​9​3​3​59&;CFTOKEN=6fcc0067b30521b7-80FBBD00-BC80-3030 – 39CC1124EEBD668B&jsessionid=24065e99f26533524e7f.

Nota: La Unión Euro­pea se com­po­ne de quin­ce paí­ses de Euro­pa Occi­den­tal. Excep­to entre 1970 y 1976, para los que care­ce­mos de datos con res­pec­to a Fran­cia, los Paí­ses Bajos y Portugal.

El cre­ci­mien­to del gas­to públi­co ha sido casi con­ti­nuo des­de 1977 en Euro­pa y des­de 1979 en los Esta­dos Uni­dos, a pesar de Reagan y That­cher. Esto dura has­ta prin­ci­pios de los años noven­ta, con Clin­ton en Esta­dos Uni­dos y el Pac­to de Esta­bi­li­dad y Cre­ci­mien­to (o Tra­ta­do de Maas­tricht en 1991) en Euro­pa, cuyo obje­ti­vo era con­se­guir una deu­da públi­ca infe­rior al 60% del PIB. Pero la cri­sis de 2007 ha ele­va­do el défi­cit públi­co a cifras más gran­des aún.

No hemos repre­sen­ta­do las esta­dís­ti­cas de Japón, que mues­tran un cre­ci­mien­to aún mayor. La deu­da públi­ca japo­ne­sa, extre­ma­da­men­te baja en 1970 (11% del PIB), se ele­va al 72,5% del PIB en 1983. Se esta­bi­li­za en ese nivel has­ta 1991. Con el mer­ca­do inmo­bi­lia­rio y la cri­sis ban­ca­ria espe­cí­fi­ca a la isla, el Esta­do puso en mar­cha muchos pla­nes de reac­ti­va­ción que tuvie­ron como prin­ci­pal efec­to el aumen­tar la deu­da del país a unos nive­les extre­mos: el 235% del PIB en 2008.

Los key­ne­sia­nos argu­men­tan que los pro­gra­mas del gobierno están mal diri­gi­dos. Pro­ba­ble­men­te sea cier­to, espe­cial­men­te hoy en día 13. Sin embar­go, el impac­to de las medi­das key­ne­sia­nas en caso de rece­sión es inme­dia­to en el gas­to públi­co, y por lo tan­to en la deu­da, mien­tras que es total­men­te incier­to res­pec­to a la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca, ya que las medi­das se lle­van a cabo para impul­sar la eco­no­mía y no para resol­ver los pro­ble­mas bási­cos de la socie­dad. Suce­de lo mis­mo que cuan­do le dan un poco de dro­ga a un pacien­te crí­ti­co argu­yen­do que le per­mi­ti­rá salir de su infierno.

Como todos los medi­ca­men­tos, tie­nen efec­tos secun­da­rios inde­sea­bles. La deu­da del Esta­do es una crea­ción de dine­ro: pone en el mer­ca­do dine­ro que no exis­tía pre­via­men­te. Por tan­to, si tene­mos una pro­duc­ción cons­tan­te (o que aumen­ta lige­ra­men­te con la rece­sión), y se pone más dine­ro en cir­cu­la­ción, se gene­ra un aumen­to sig­ni­fi­ca­ti­vo en los pre­cios, es decir: aumen­ta la infla­ción. Esto es lo que suce­de en los años seten­ta. Al mis­mo tiem­po, la deman­da de dine­ro por par­te de las auto­ri­da­des (que sig­ni­fi­ca deu­da) absor­be una par­te de este dine­ro a expen­sas de las empre­sas que tam­bién lo nece­si­tan. Por tan­to, en un mer­ca­do, si la deman­da supera a la ofer­ta, los pre­cios aumen­tan. En este caso, se tra­ta de la tasa de inte­rés. En otras pala­bras, todas estas razo­nes hacen que los capi­ta­lis­tas estén insatisfechos.

En 1979, fue­ron los ban­cos esta­dou­ni­den­ses quie­nes soli­ci­ta­ron a la Reser­va Fede­ral – el ban­co cen­tral de los Esta­dos Uni­dos – y a su nue­vo pre­si­den­te, Paul Volc­ker, que con­tu­vie­ran la infla­ción. Volc­ker aumen­ta las tasas de inte­rés a un nivel tan alto que cau­sa una impor­tan­te rece­sión a ini­cios de los años ochen­ta, lo que detie­ne el aumen­to de los pre­cios, pero a cos­ta de los asa­la­ria­dos que, o bien se encuen­tran des­em­plea­dos o ven como se con­ge­lan sus ingre­sos. Hoy son las empre­sas finan­cie­ras que influ­yen en la com­pra de deu­da públi­ca las que reba­jan la cali­fi­ca­ción de los paí­ses, ante el temor a una fal­ta de pago, y obli­gan a dichos paí­ses a pedir prés­ta­mos a una tasa aún más elevada.

Por lo tan­to, las polí­ti­cas key­ne­sia­nas pue­den ser una solu­ción a cor­to pla­zo en vis­ta de los pro­ble­mas de blo­queo eco­nó­mi­co. Pero si per­sis­ten con­du­cen a solu­cio­nes que pue­den ser peo­res que el pro­ble­ma ini­cial, por­que no ata­can la raíz del pro­ble­ma. De esta mane­ra, en los años ochen­ta los Esta­dos Uni­dos adop­tan una solu­ción fren­te a la esca­sa deman­da y el estan­ca­mien­to de los ingre­sos gra­cias al endeu­da­mien­to de la mayo­ría de la pobla­ción. Como con­se­cuen­cia, la eco­no­mía cono­ce un nue­vo impul­so gra­cias al consumo.

Sin embar­go, hoy en día el cré­di­to pri­va­do de los hoga­res ha aumen­ta­do a un nivel inma­ne­ja­ble. Ha lle­ga­do a cer­ca del 100% del PIB de los EEUU: en otras pala­bras, las per­so­nas ya han con­su­mi­do el PIB que se iba a pro­du­cir el siguien­te año. Una situa­ción inso­por­ta­ble, los ban­cos exi­gen pagos y expro­pia­cio­nes masi­vas, con el con­si­guien­te cre­ci­mien­to de la pobre­za. En defi­ni­ti­va: una eco­no­mía a medias. Se ha gana­do un poco de tiem­po. Pero, ¿cuán­to? La cri­sis vol­ve­rá inexo­ra­ble­men­te y de una mane­ra infi­ni­ta­men­te más poderosa.

4. El capi­ta­lis­mo “moral”

Key­nes guar­da­ba un últi­mo as bajo la man­ga: la mora­li­za­ción del capi­ta­lis­mo. Al haber cre­ci­do en un ambien­te inte­lec­tual y crí­ti­co, asu­mió el con­cep­to de inte­rés gene­ral. No le podía ser repro­cha­do. Esto le lle­vó a defen­der con­cep­tos como hones­ti­dad, inte­gri­dad, deber, etc, algo a todas luces mejor que las ala­ban­zas a la codi­cia de los capi­ta­lis­tas que can­tan muchos otros autores.

Sin embar­go, su con­cep­to de inte­rés gene­ral es el capi­ta­lis­mo. Cada uno debe tra­ba­jar en bue­nas con­di­cio­nes, bus­can­do su pro­pio inte­rés, pero en «har­mo­nía» con la bús­que­da de los otros, moti­va­do por las ganan­cias, pero no olvi­dan­do a sus emplea­dos y com­pe­ti­do­res. En 1923 escri­be: «La doc­tri­na eco­nó­mi­ca de los bene­fi­cios nor­ma­les, que en gene­ral es esca­sa­men­te enten­di­da, es esen­cial para la jus­ti­fi­ca­ción del capi­ta­lis­mo. El empre­sa­rio es tole­ra­ble, siem­pre y cuan­do pue­da con­si­de­rar­se que sus aho­rros man­tie­nen algún con­tac­to con lo que corres­pon­de­ría a su uti­li­dad para las acti­vi­da­des de la socie­dad. »14

Esto lle­va a Key­nes a esta­ble­cer dos cate­go­rías de capi­ta­lis­tas, como aún con­ti­núan repi­tien­do muchos key­ne­sia­nos: bási­ca­men­te los bue­nos y malos. Los pri­me­ros son los que invier­ten, los indus­tria­les, que se preo­cu­pan por la lega­li­dad de sus actos, y posi­ble­men­te que man­tie­nen códi­gos éti­cos. El segun­do gru­pos lo for­man los espe­cu­la­do­res, los admi­nis­tra­do­res codi­cio­sos, que no se detie­nen ante nada para obte­ner bene­fi­cios, que des­pre­cian las leyes, al pró­ji­mo, la mora­li­dad… Por tan­to los pri­me­ros deben ser pro­te­gi­dos. Esta es una de las fun­cio­nes del Esta­do, com­pues­to a su vez por hom­bres ínte­gros y que actúan impul­sa­dos por el inte­rés gene­ral. En pala­bras que Key­nes no usó, pero que otros escri­bie­ron: favo­re­cer el capi­ta­lis­mo indus­trial fren­te al capi­ta­lis­mo finan­cie­ro. De esta mane­ra, se ase­gu­ra un cre­ci­mien­to constante.

Una vez más, la ido­nei­dad de dicho aná­li­sis pue­de ser cues­tio­na­da. En pri­mer lugar, el con­cep­to de moral es a menu­do el pri­vi­le­gio de un sta­blis­ment eli­tis­ta. De hecho, cuan­do estás en la cima se pue­de pen­sar en ser gene­ro­so. Es inclu­so una estra­te­gia razo­na­ble, ya que es una mane­ra de ase­gu­rar la leal­tad de los clien­tes, algo que pue­de ser­te útil en el futu­ro (en caso de pro­tes­tas con­tra el poder, por ejem­plo). Pero las per­so­nas que quie­ran ascen­der en la esca­la social deben olvi­dar sus escrú­pu­los y la éti­ca, por­que pro­ba­ble­men­te ten­drán que tre­par sobre los cuer­pos de otros para lograrlo.

En con­se­cuen­cia, son prin­ci­pal­men­te las cir­cuns­tan­cias y la posi­ción socio-eco­nó­mi­ca las que deter­mi­nan la for­ma posi­ti­va o nega­ti­va en que se tra­ba­ja, y no las ideas per­so­na­les (aun­que éstas tam­bién pue­dan desem­pe­ñar un papel). Pero el capi­ta­lis­mo ante todo un sis­te­ma basa­do en el pro­ver­bio «la fuer­za es el dere­cho», al igual que otras cla­ses socia­les lo siguie­ron duran­te el escla­vis­mo o el feu­da­lis­mo. El poder es el dere­cho, en este caso, no por la fuer­za indi­vi­dual, la repu­tación de la fami­lia o el lujo, sino por la capa­ci­dad de acu­mu­lar dine­ro (o capi­tal). En esen­cia este sis­te­ma no pue­de ser moral, éti­co o generoso.

No pue­de haber nor­ma­li­dad ahí. No hay nin­gún bene­fi­cio acep­ta­ble. Son los que más for­tu­na aca­pa­ran­quie­nes impo­nen su fuer­za de volun­tad, no impor­ta la mane­ra en que hayan obte­ni­do su rique­za (a menos que un com­pe­ti­dor pue­da uti­li­zar el sis­te­ma legal para impug­nar su lega­li­dad). Si la regla es pre­ca­ri­zar el tra­ba­jo, des­pe­dir al máxi­mo o des­lo­ca­li­zar hacia Méxi­co, Euro­pa Orien­tal o Asia orien­tal, ¡Ay de los capi­ta­lis­tas que no se ajus­tan a ella! Si el capi­tal inver­ti­do en bol­sa pro­du­ce más bene­fi­cios que el inver­ti­do en indus­tria, a ver que empre­sa no cuen­ta con un depar­ta­men­to finan­cie­ro que mue­va el dine­ro para apro­ve­char la ven­ta­ja de este rega­lo del cie­lo! ¿Qué empre­sa en los últi­mos años, no ha com­pra­do sus pro­pias accio­nes, para ascen­der en la lis­ta de valo­res en pri­mer lugar y en segun­do por­que repre­sen­ta, de hecho, la inver­sión más ren­ta­ble a cor­to pla­zo? Entre las mayo­res empre­sas, son muy pocas quie­nes no lo han hecho. A menu­do, si no han recu­rri­do a ello es por­que tenían otros pro­ble­mas que resol­ver o que esta­ban en una situa­ción en la que esa prác­ti­ca no era común (en Japón, por ejemplo).

Los key­ne­sia­nos pue­den reco­no­cer estos hechos y este lado codi­cio­so e inexo­ra­ble del capi­ta­lis­mo. Pero recu­rren al Esta­do para con­tro­lar, regu­lar y evi­tar que la codi­cia gobier­ne el mun­do. El pro­ble­ma es que no es posi­ble esca­par a una situa­ción en la que es el ban­que­ro quien vigi­la a las com­pa­ñías finan­cie­ras. Los líde­res polí­ti­cos salen del mis­mo “vive­ro” que los capi­ta­lis­tas. Reci­ben su mis­ma edu­ca­ción. Tie­nen una ideo­lo­gía simi­lar y se reunen en los mis­mos gru­pos de pen­sa­mien­to (think tanks) don­de se dis­cu­ten y desa­rro­llan las ten­den­cias para la socie­dad del maña­na. Como Key­nes, en su épo­ca, que era miem­bro de muchos clu­bes pri­va­dos, don­de se reu­nía la alta socie­dad o los miem­bros más influ­yen­tes de la élite.

Ade­más, muchos miem­bros del gobierno tras su carre­ra «al ser­vi­cio del Esta­do», pasan a for­mar par­te de la jun­ta direc­ti­va de una gran empre­sa. Por supues­to, todas estas per­so­nas pue­den tener una gran con­si­de­ra­ción al inte­rés gene­ral, inclu­so sin que esto pue­da ser cues­tio­na­ble. Por lo tan­to, este pun­to de vis­ta es siem­pre en el mejor de los casos el de la perduración/​supervivencia del capi­ta­lis­mo. Y se com­por­tan de esta manera.

Por últi­mo, es con­ve­nien­te seña­lar a los malos y codi­cio­sos capi­ta­lis­tas como los res­pon­sa­ble de la cri­sis. Los key­ne­sia­nos no se extien­den en nom­brar a los cul­pa­bles. En vez de eso, creen que el sis­te­ma es el cul­pa­ble. En los años vein­te hubo una espe­cu­la­ción fre­né­ti­ca que pro­vo­có la cri­sis de 1929. El fre­ne­sí por la pro­pie­dad lle­vó al colap­so de hipo­te­cas sub­pri­me.

El pro­ble­ma es que con esta inter­pre­ta­ción bas­tan­te super­fi­cial – la espe­cu­la­ción y la con­cen­tra­ción de pro­pie­dad son visi­bles de inme­dia­to en una cri­sis y la rece­sión se ini­cia en estos sec­to­res -, no se entien­de por qué toda la acti­vi­dad ren­ta­ble tam­ba­lea. Si el fenó­meno se res­trin­ge a una bol­sa de valo­res, sería sufi­cien­te el clau­su­rar los mer­ca­dos finan­cie­ros y finan­ciar los nego­cios con ban­cos públi­cos. Si sólo fue­ra un desas­tre de pro­pie­dad, sería posi­ble limi­tar­la y evi­tar que corrom­pan al res­to de la eco­no­mía. Pro­ba­ble­men­te sería nece­sa­rio hacer fren­te a los intere­ses par­ti­cu­la­res que se opo­nen a este tipo de medi­das. Pero si es por el inte­rés gene­ral del capitalismo …

Como decía Marx: «Como siem­pre ocu­rre, la pros­pe­ri­dad alen­tó muy rápi­da­men­te la espe­cu­la­ción. La espe­cu­la­ción se pro­du­ce regu­lar­men­te en perío­dos en que la sobre­pro­duc­ción ya está en pleno apo­geo. Pro­por­cio­na sali­das tem­po­ra­les al mer­ca­do a la sobre­pro­duc­ción, mien­tras que por esta mis­ma razón pre­ci­pi­ta el esta­lli­do de la cri­sis y aumen­ta su fuer­za. La cri­sis se des­ata en el ámbi­to de la espe­cu­la­ción, y sólo más tar­de lo hace en la pro­duc­ción. Lo que al obser­va­dor super­fi­cial le pare­ce ser la cau­sa de la cri­sis no es la super­pro­duc­ción, si no el exce­so de espe­cu­la­ción, pero esto en sí es sólo un sín­to­ma de la sobre­pro­duc­ción. La inte­rrup­ción pos­te­rior de la pro­duc­ción no pare­ce ser una con­se­cuen­cia de su pro­pia exu­be­ran­cia ante­rior sino un sim­ple retro­ce­so cau­sa­do por el colap­so de la espe­cu­la­ción «15.

Este es pre­ci­sa­men­te el momen­to en que sabe­mos que tene­mos que cam­biar de pers­pec­ti­va. Las finan­zas y la espe­cu­la­ción no se desa­rro­llan apar­te del capi­ta­lis­mo «nor­mal», si no que se desa­rro­llan para satis­fa­cer las nece­si­da­des del sis­te­ma en un momen­to dado. Hoy en día se pue­de obser­var que los Esta­dos Uni­dos han esta­do fun­cio­nan­do a base de cré­di­tos des­de el comien­zo de los años ochen­ta y que la deu­da pri­va­da ha pro­vo­ca­do un meca­nis­mo finan­cie­ro cada vez más com­ple­jo, pero que a su vez es esen­cial para gene­rar los capi­ta­les y acti­vos líqui­dos del país. Si esto no exis­te, el con­su­mo en Esta­dos Uni­dos habría sido mucho menor y, por tan­to, el cre­ci­mien­to habría sido esca­so o inclu­so nega­ti­vo des­de entonces.

Es cier­to que la cri­sis esta­lló en la esfe­ra más espe­cu­la­ti­va. No podía ser de otra mane­ra, pues es allí don­de los ries­gos eran más ele­va­dos. Sin embar­go, la rece­sión se refle­jó en los otros cam­pos, por­que la espe­cu­la­ción tenía una fun­ción espe­cí­fi­ca den­tro del sis­te­ma: garan­ti­zar los prés­ta­mos a los hoga­res para su con­su­mo. En con­se­cuen­cia, si la cri­sis esta­lla, no es el esta­lli­do de una úni­ca bur­bu­ja que empa­ña las finan­zas de algún des­afor­tu­na­do inver­sor. Es el meca­nis­mo y, por tan­to, son las con­di­cio­nes de fun­cio­na­mien­to del capi­ta­lis­mo actual las que se diri­gen en una espi­ral des­cen­den­te. Está en cues­tión todo el sis­te­ma y no un exce­so inde­bi­do, inclu­so aun­que estos tam­bién existan.

Esto nos lle­va de nue­vo al dia­gra­ma que se expli­ca en la sec­ción 2. Si la cri­sis es gene­ra­da por las dos ten­den­cias sobre las que se hizo hin­ca­pié, es decir, la ten­den­cia al aumen­to rela­ti­vo de los bene­fi­cios fren­te a los sala­rios y la ten­den­cia a inver­tir en lugar de con­su­mir, esto tam­bién mues­tra los lími­tes de un capi­ta­lis­mo con­tro­la­do, some­ti­do y lim­pio de par­tes con­ta­mi­na­das. De hecho, ¿Pode­mos influir en las dos ten­den­cias natu­ra­les del capi­ta­lis­mo? La res­pues­ta a esta pre­gun­ta es pre­ci­sa­men­te sobre la que tene­mos dudas.

La pri­me­ra ten­den­cia se rela­cio­na con la lucha de cla­ses. Sin embar­go, en el capi­ta­lis­mo ésta se incli­na nor­mal­men­te del lado de los admi­nis­tra­do­res. Tie­nen más medios, inclui­do el apa­ra­to del Esta­do (gobierno, jus­ti­cia, poli­cías, ejér­ci­to …), para lograr sus obje­ti­vos. Sin embar­go, bajo cier­tas cir­cuns­tan­cias, los tra­ba­ja­do­res han podi­do obte­ner vic­to­rias, inclu­so vic­to­rias importantes.

Este fue el caso a fina­les de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. La situa­ción era tal que en muchos paí­ses la bur­gue­sía adop­tó un sis­te­ma de segu­ri­dad social muy avan­za­do, meca­nis­mos desa­rro­lla­dos de impues­tos pro­gre­si­vos, la nacio­na­li­za­ción de empre­sas y medi­das de eco­no­mía de pla­ni­fi­ca­da como nun­ca habían cono­ci­do antes. Como resul­ta­do, hubo una esta­bi­li­dad bas­tan­te dura­de­ra en la dis­tri­bu­ción de los ingre­sos entre los asa­la­ria­dos y los capi­ta­lis­tas, lo que sin duda favo­re­ció el mayor cre­ci­mien­to de la his­to­ria de la huma­ni­dad en la mayo­ría de los paí­ses, en par­ti­cu­lar en Euro­pa, Asia y América.

En con­se­cuen­cia, este expe­ri­men­to demues­tra que es posi­ble con­tro­lar este aspec­to, pero sólo en con­di­cio­nes excep­cio­na­les. Tan pron­to como el equi­li­brio de poder se incli­na de nue­vo hacia los empre­sa­rios, como ocu­rrió a fina­les de los años seten­ta, se pue­de obser­var que este com­pro­mi­so se vuel­ve ines­ta­ble y la dis­pa­ri­dad natu­ral reco­bra la ventaja.

Por otro lado, es extre­ma­da­men­te difí­cil, por no decir impo­si­ble, con­se­guir una regu­la­ción de la segun­da ten­den­cia, es decir la ten­den­cia a aumen­tar cons­tan­te­men­te la inver­sión y, por tan­to, las fuer­zas pro­duc­ti­vas, en un gra­do supe­rior a lo que la gen­te pue­de comprar.

Por ejem­plo, un perio­dis­ta de la revis­ta eco­nó­mi­ca bel­ga Trends-ten­dan­ces expli­ca la inten­ción de los fabri­can­tes de auto­mó­vi­les de aumen­tar sus cuo­tas de mer­ca­do y, en con­se­cuen­cia, de adap­tar su pro­duc­ción. Escri­be: «Sin embar­go, hoy sólo tie­ne que agre­gar todas las capa­ci­da­des para dar­se cuen­ta de que el mer­ca­do debe­ría alcan­zar el 115% o 120% en com­pa­ra­ción con el por­cen­ta­je actual para satis­fa­cer a todos». Le pre­gun­ta cómo hacer fren­te a esto a Alain Batty, direc­tor de Ford Bél­gi­ca en aque­lla épo­ca, quien res­pon­de:«Este pro­ble­ma de sobre­ca­pa­ci­dad tam­bién pue­de ser abor­da­do de mane­ra dife­ren­te. Si usted se man­tie­ne en el nivel de capa­ci­dad glo­bal, se pue­de hacer el cálcu­lo, y decir que ten­drán que cerrar­se diez fábri­cas. ¡Pero diez fábri­cas, es el tama­ño de un gran fabri­can­te! Esto no suce­de­rá. El con­cep­to de sobre­ca­pa­ci­dad no es inevi­ta­ble. El futu­ro nos dirá, y los clien­tes, en espe­cial, a la hora de com­prar lo que es mejor para ellos. Si usted tie­ne un pro­duc­to que sea atrac­ti­vo, y este espre­ci­sa­men­te el ver­da­de­ro reto, no se habla­rá ya de exce­so de capa­ci­dad y usted podrá pla­ni­fi­car has­ta un aumen­to de la pro­duc­ción. «16

Es intere­san­te ver cómo este direc­ti­vo entien­de el con­cep­to macro­eco­nó­mi­co de sobre­pro­duc­ción como un desa­fío indi­vi­dual para pro­du­cir más y más. Esta­mos en el cora­zón de la jus­ti­fi­ca­ción de la anar­quía capi­ta­lis­ta: la pro­duc­ción sólo se jus­ti­fi­ca por la bús­que­da indi­vi­dual (para cada nego­cio) de los bene­fi­cios, no impor­tan las con­se­cuen­cias socia­les, como el exce­so de capa­ci­dad y las rece­sio­nes que pue­den cau­sar o la pér­di­da de empleo que pue­de gene­rar. Esto es lo que no pue­de ser con­tro­la­do, regu­la­do, some­ti­do y por eso las cri­sis son inevi­ta­bles y apa­re­cen perió­di­ca­men­te en el capitalismo.

5. Con­clu­sio­nes

John May­nard Key­nes, sin duda, mere­ce un reco­no­ci­mien­to. Su aná­li­sis es uno de los más nota­bles y los más ricos de la teo­ría eco­nó­mi­ca. Si hubie­ra que pro­mo­ver un pro­gra­ma de impul­so eco­nó­mi­co inme­dia­to den­tro del mar­co del capi­ta­lis­mo, su obra a menu­do con­tie­ne muchas solu­cio­nes ade­cua­das y jus­ti­fi­ca­das. Es una fuen­te de ins­pi­ra­ción, pero tam­bién de crítica.

De hecho, ahí se aca­ba el inte­rés de su aná­li­sis. Si quie­res ir más lejos, exa­mi­nar en pro­fun­di­dad las cau­sas y los orí­ge­nes de cri­sis y encon­trar solu­cio­nes que real­men­te curen al pacien­te, el key­ne­sia­nis­mo está limi­ta­do. Sin embar­go, nos pare­ce que no debe­mos enca­mi­nar­nos en esa direc­ción a la vis­ta de la cri­sis actual, como la de los años treinta.

La solu­ción real a la rece­sión actual sólo podrá hallar­se si el sis­te­ma des­apa­re­ce y es sus­ti­tui­do por una socie­dad basa­da en la igual­dad y la soli­da­ri­dad, si la eco­no­mía de esta socie­dad está diri­gi­da por un Esta­do que defien­da los intere­ses de la mayo­ría de la gen­te, de quie­nes tra­ba­jan, a par­tir de una pla­ni­fi­ca­ción rela­ti­va­men­te cen­tra­li­za­da. En otras pala­bras: el socia­lis­mo. Si este no es el camino hacia el que se diri­ge la huma­ni­dad, los resul­ta­dos serán medi­das a medias y solu­cio­nes que pue­den mejo­rar tem­po­ral­men­te las con­se­cuen­cias más trá­gi­cas de la rece­sión, pero que corren el ries­go de poner mayo­res difi­cul­ta­des. Es lo que suce­de hoy en día: las polí­ti­cas de com­pe­ti­ti­vi­dad que, posi­ble­men­te, per­mi­ti­rán que algu­nas per­so­nas que las sigan pue­dan mejo­rar, pero a cos­ta de los demás, lo que sólo pue­de aumen­tar las ten­sio­nes, con­tra­dic­cio­nes y, por tan­to, las posi­bi­li­da­des de conflictos.

¡Socia­lis­mo o bar­ba­rie! En esta dis­yun­ti­va Key­nes tra­tó de encon­trar una res­pues­ta para evi­tar el caos, sin tener que recu­rrir al socia­lis­mo. Pero todo indi­ca que su teo­ría, aún más com­ple­ja que la teo­ría eco­nó­mi­ca libe­ral, no per­mi­te lo que él espe­ra­ba. Inclu­so con Key­nes, el capi­ta­lis­mo está en el camino hacia el caos y la guerra.

henri.​houben7@​telenet.​be»>Hen­ri Hou­ben, ( henri.​houben7@​telenet.​be»> henri.​houben7@​telenet.​be), es doc­tor en eco­no­mía, inves­ti­ga­dor en el GRESEA y el Ins­ti­tu­to de Estu­dios Mar­xis­tas, espe­cia­li­za­do en el estu­dio de la mul­ti­na­cio­na­les, de las estra­te­gias euro­peas de empleo y la cri­sis económica

Notas:

1 Fun­da­da en 1440 por Enri­que VI. Eton está a 40 km de Lon­dres, fren­te al cas­ti­llo de Windsor.

2 «Infor­me sobre la situa­ción inter­na­cio­nal y las tareas fun­da­men­ta­les de la IC , 19 de julio de 1920, en Lenin, Obras Com­ple­tas, vol. 31, p. 226 y siguien­tes (http://​www​.mar​xists​.org/​f​r​a​n​c​a​i​s​/​l​e​n​i​n​/​w​o​r​k​s​/​1​9​2​0​/​0​7​/​v​i​l​1​9​2​0​0​7​1​9​.​htm).

3 John May­nard Key­nes, «¿Soy un libe­ral? », 1925: http://​es​.paper​blog​.com/​j​o​h​n​-​m​a​y​n​a​r​d​-​k​e​y​n​e​s​-​a​m​-​i​a​-​l​i​b​e​r​a​l​-​1​925 – 357931/​. NdT: tra­duc­ción de la ver­sión inglesa

4 John May­nard Key­nes, «Una visión cor­ta de Rusia», 1925, cita­do por Edgar Hard­castle, Key­nes y la Revo­lu­ción Rusa, la socia­lis­ta están­dar, mayo de 1967.

5. Las cuen­tas nacio­na­les aña­den dos ele­men­tos: el gas­to públi­co (G) y la balan­za comer­cial (si X son las expor­ta­cio­nes y las impor­ta­cio­nes M, la balan­za comer­cial pue­de ser repre­sen­ta­da por la dife­ren­cia X – M). Así, el pro­duc­to interno bru­to (PIB, sien­do desig­na­dos por la letra Y) se pue­de des­com­po­ner en Y = C + I + G + (X – M).

6 John May­nard Key­nes, Trea­ti­se on Money, capí­tu­lo 12, 1930. Nota del tra­duc­tor: se tra­ta de una tra­duc­ción de la ver­sión francesa.

7 John May­nard Key­nes, «Aná­li­sis teó­ri­co de la cri­sis», Harris Memo­rial Foun­da­tion, de Chica­go, 26 juin 1931. Nota del tra­duc­tor: se tra­ta de una tra­duc­ción de la ver­sión francesa.

8. John May­nard Key­nes, Teo­ría Gene­ral del Empleo, Inte­rés y Dine­ro, Payot, París, 1979 171.

9 En los Esta­dos Uni­dos y en otros luga­res, los barrios cálcu­los más deta­lla­dos son trimestrales.

10 Es impo­si­ble tener datos más pre­ci­sos sobre el stock neto de acti­vos fijos.

11 De hecho, algu­nas per­so­nas tenían más, lo que expli­ca estas cifras altas.

12 John May­nard Key­nes, un tra­ta­do sobre la Refor­ma Mone­ta­ria de 1923.

13 En los años 30, Key­nes tam­bién dijo que las medi­das del gobierno eran adecuadas.

14 John May­nard Key­nes, un tra­ta­do sobre la Refor­ma Mone­ta­ria de 1923. Nota del tra­duc­tor: Esta es una tra­duc­ción de la ver­sión francesa.

15 Karl Marx y Frie­drich Engels, «Revi­sión: Mayo – Octu­bre 1850», en Obras Com­ple­tas, volu­men 10:http://​www​.mar​xists​.org/​a​r​c​h​i​v​e​/​m​a​r​x​/​w​o​r​k​s​/​1​8​5​0​/​1​1​/​0​1​.​htm. NdT: tra­duc­ción de la ver­sión inglesa

16 Ten­den­cias, el 6 de mayo de 1993.

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