[Fotos y Video] Sil­vio Rodrí­guez: Por la luz de ese instante

Del blog Segun­da Cita

La pri­me­ra segundaciter@ de todo el cono sur que cono­cí, fue a Cata­li­na. Ella, sabien­do que yo era “el señor de las llu­vias”, se esca­bu­llía por aquí y por allá, bus­can­do mun­dos, supon­go secos, pero quién sabe si mojados…

Des­pués posé los ojos en su mamá, la que­ri­da ami­ga que­ri­da Palo­ma, que me pare­ció, como se sue­le decir en Cuba: “mujer y amiga”.

Cata y Paloma. Foto: Silvio RodríguezCata y Palo­ma. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Otro dicho que se dice en la isla es: “a la ter­ce­ra va la ven­ci­da”… pero esta vez no fue el caso, por­que la ter­ce­ra per­so­na que cono­cí fue a Saman­ta, de quien dudo que haya cono­ci­do la derrota.

A Pablo lo hallé en el par­queo del hotel y nos hici­mos una foto, pero has­ta que no la publi­có no caí en que… ¡era Pablo!

Unas pocas horas antes de tomar el avión, entre ensa­yos y pre­pa­ra­ti­vos, me ente­ré del honor que me haría la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Cór­do­ba. Así que las pala­bras de gra­ti­tud las ter­mi­né lle­gan­do a esa ciu­dad. En el hotel no hubo mane­ra de impri­mir­las y en los alre­de­do­res pare­cía que tam­po­co. Al fin hice una coli­ta en una pape­le­ría y pude tener en mano los tres folios. Por eso lle­gué tar­de al acto en que nos espe­ra­ba tan­to pero tan­to amor.

Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba. Foto: Silvio RodríguezTea­tro de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Cór­do­ba. Foto: Sil­vio Rodríguez 
Concierto en Córdoba. Foto: Silvio RodríguezCon­cier­to en Cór­do­ba. Foto: Sil­vio Rodríguez 

La tar­de que lle­gué al hipó­dro­mo de Rosa­rio, para la prue­ba de soni­do, había varias per­so­nas en el por­tón de entra­da: un señor cor­pu­len­to, una lin­da fami­lia y unos chi­cos con gui­ta­rra. Me di cuen­ta de que uno de ellos era Die­go y saqué la cabe­za para salu­dar­lo. Con él esta­ba su ami­go Pablo Polet­to, inte­gran­te tam­bién de “Com­pa­ñe­ros poe­tas”. A la sali­da de la prue­ba tuvi­mos un inter­cam­bio de dis­pa­ros foto­grá­fi­cos y dejo testimonio.

Familia. Silvia RodríguezFami­lia. Sil­vio Rodríguez 
Señor corpulento, Pablo Poletto y Diego al fondo. Foto: Silvio RodríguezSeñor cor­pu­len­to, Pablo Polet­to y Die­go al fon­do. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Minu­tos des­pués, en el lobby del hotel, caí en la embos­ca­da afec­tuo­sa de Adria­na, Patri­cia y Gra­cie­la. Me sen­té unos minu­tos en los que, gra­cias a los preám­bu­los segundaciter@s, sobra­ron expli­ca­cio­nes. Tres seño­ras son­rien­tes, en extre­mo gen­ti­les, inclu­so filo­só­fi­cas, que en la memo­ria se me gra­ba­ron como las Damas de Pergamino.

Rosario. Foto: Silvio RodríguezRosa­rio. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Des­pués del con­cier­to de Rosa­rio, que duró tres horas, a la puer­ta del hotel me espe­ra­ban mucha­chos. Varios gri­ta­ron y uno sos­tu­vo en alto una gui­ta­rra de colo­res. No res­pon­dí por ago­ta­mien­to. Cuan­do par­tía­mos tem­prano, la maña­na siguien­te, alguien dijo que había sido una madru­ga­da de sere­na­ta. Sana envidia.

En el buque­bus que abor­da­mos para ir al Uru­guay había Inter­net, no muy bue­na, pero pude entrar al blog y subir men­sa­jes. Mis­te­rio de los mis­te­rios, a la puer­ta del hotel nos espe­ra­ban el chi­leno Rodri­go Riquel­me y algu­nas chi­cas. Entre ellas la nie­ta peli­rro­ja del cho­lo César Valle­jo, la que me rega­ló un libro de su abue­lo, que casi es mi padre. Les pro­me­tí lla­mar­les, pero en Mon­te­vi­deo tenía ami­gos que hacía mucho tiem­po no veía, como ese ser María Gravina.

María. Foto: Silvio RodríguezMaría. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Ste­lla, con su redon­da cara son­rien­te, me salu­dó a la sali­da del ensa­yo, en Cha­rrúa. Inten­té bajar del carro para hacer­nos la foto, pero las pie­dre­ci­tas del camino, las hojas en el aire y otras par­tí­cu­las se mate­ria­li­za­ron de pron­to en mul­ti­tud, por lo que ape­nas rocé el suelo.

Stella. Foto: Silvio RodríguezSte­lla. Foto: Sil­vio Rodríguez 
Charrúa. Foto: Silvio RodríguezCha­rrúa. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Cada con­cier­to se fue hacien­do más lar­go. El de Mon­te­vi­deo había lle­ga­do a las 3 horas. Al día siguien­te hici­mos la tra­ve­sía de regre­so a Bue­nos Aires. Al rati­to de lle­gar sonó un telé­fono y era Tucú via­je­ra, que esta­ba aba­jo con Vio­le­ta Gita­na, Vivian Maria­na y Chris­tian. Fui hacia ellos y tuvi­mos una con­ver­sa ani­mo­sa, pero debía des­can­sar. Des­de la noche siguien­te nos mira­ba el esta­dio Ferro­ca­rril Oeste.

Cuba y Los Cinco en el barrio de Caballito. Foto: Silvio RodríguezCuba y Los Cin­co en el barrio de Caba­lli­to. Foto: Sil­vio Rodríguez 

Hacer este via­je des­pués de 6 años fue espe­cial. Sabía que nos esta­ban espe­ran­do. No alcan­cé a todos, pero poner­le pie­les, mira­das y voces a algu­nas incóg­ni­tas del éter fue­ron gran­des rega­los. Des­de antes, la pro­duc­ción tam­bién man­da­ba datos, así que sabía­mos que habría públi­co. Pero los cua­tro con­cier­tos, en los que com­par­ti­mos con algo más de 50 mil per­so­nas, bur­la­ron lo numé­ri­co con la sus­tan­cia recep­ti­va. En todos los cami­nos, ciu­da­des y esce­na­rios nos die­ron y dimos abrazos.

Estadio Ferrocarril Oeste. Foto: Silvio RodríguezEsta­dio Ferro­ca­rril Oes­te. Foto: Sil­vio Rodríguez 

En los últi­mos minu­tos de la últi­ma fun­ción, que pare­cía inter­mi­na­ble, no sé por qué miré hacia arri­ba y vi des­cen­der una llu­via de pape­les bri­llan­tes. Afi­nan­do los ojos alcan­cé a ver que los bal­co­nes de los edi­fi­cios que rodean el esta­dio esta­ban reple­tos de per­so­nas que nos salu­da­ban con los bra­zos en alto, como los que esta­ban en la can­cha. Por un momen­to no supe si esta­ba en Caba­lli­to o en algún barrio de La Haba­na. Enton­ces recor­dé que allá, aquí, don­de­quie­ra somos lo mismo.

Por la luz de ese ins­tan­te hubie­ra vali­do la pena empe­zar de nuevo.

Foto: Silvio RodríguezFoto: Sil­vio Rodríguez 

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