Libia: Incu­ban­do la gue­rra post-Gadafi

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escri­to por Uli­ses Canales
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Los mer­ce­na­rios libios del CNT no pue­den con­tro­lar el país y el futu­ro de Libia es incierto

Resu­men Latinoamericano/​Prensa Lati­na - Cual­quie­ra que sea la nomen­cla­tu­ra y el pro­gra­ma del futu­ro gobierno libio, los reite­ra­dos tro­pie­zos para for­mar­lo des­ve­lan una preo­cu­pan­te amal­ga­ma de riva­li­da­des polí­ti­cas, frag­men­ta­ción terri­to­rial y tri­bal, luchas de poder y sed de venganza.

La Libia “libe­ra­da” que cer­ti­fi­có el auto­pro­cla­ma­do pre­si­den­te del Con­se­jo Nacio­nal de Tran­si­ción (CNT), Mus­ta­fa Abdul Jalil, el 23 de octu­bre en Bengha­zi, enca­ra inmen­sos desa­fíos tras fina­li­zar la gue­rra azu­za­da por la Orga­ni­za­ción del Tra­ta­do del Atlán­ti­co Nor­te (OTAN).

Sin la tute­la visi­ble de la alian­za atlán­ti­ca tras con­cluir su misión en octu­bre, una de las prio­ri­da­des de los líde­res de la insu­rrec­ción que derro­có a Mua­mar El Gada­fi es per­se­guir y juz­gar a sim­pa­ti­zan­tes, ex fun­cio­na­rios y ex mili­ta­res del ante­rior gobierno.

Cla­ro está, ese anhe­la­do ajus­te de cuen­tas con facha­da jus­ti­cie­ra dis­ta mucho de ser trans­pa­ren­te y ape­ga­do a dere­cho, a juz­gar por adver­ten­cias de gru­pos defen­so­res de los dere­chos huma­nos y el tra­to veja­to­rio dado a dete­ni­dos, heri­dos y fallecidos.

Pero los epi­so­dios que ha vivi­do Libia en los últi­mos meses, sobre todo des­pués de la cap­tu­ra y ase­si­na­to de El Gada­fi el 20 de octu­bre, y la humi­llan­te exhi­bi­ción de su cadá­ver en Mis­ra­tah duran­te cin­co días, ali­men­tan pre­sa­gios bien fun­da­dos de un rebro­te de gue­rra civil.

A la ins­tan­cia que fun­ge como gobierno le fal­ta caris­ma y lide­raz­go real, y prue­ba de ello son sus difi­cul­ta­des para legi­ti­mar un gabi­ne­te repre­sen­ta­ti­vo de todos los sec­to­res de Libia, y su inca­pa­ci­dad para lograr el desar­me y la recon­ci­lia­ción, dos propósitos

peren­to­rios.

Obser­va­do­res acha­can la poca con­fian­za que ofre­ce la diri­gen­cia del CNT al hecho de que algu­nos de sus miem­bros trai­cio­na­ron antes a El Gada­fi o pasa­ron de ser acé­rri­mos enemi­gos de poten­cias occi­den­ta­les a laca­yos que implo­ra­ron los bom­bar­deos aéreos de la OTAN.

Docu­men­tos de inte­li­gen­cia de Esta­dos Uni­dos y otros halla­dos en Trí­po­li tras la entra­da de los suble­va­dos, apor­ta­ron luces sobre la per­te­nen­cia de algu­nos jefes mili­ta­res insur­gen­tes al Gru­po Islá­mi­co de Com­ba­tien­tes Libios (LIFG, por sus siglas en inglés), crea­do en 1990.

Los mis­mos que salu­da­ron la agre­sión mili­tar del blo­que atlán­ti­co, la cual duran­te casi sie­te meses lan­zó más de nue­ve mil 600 bom­bar­deos aéreos con­tra obje­ti­vos mili­ta­res y civi­les, son seña­la­dos de haber teni­do nexos con la red Al-Qae­da en Afga­nis­tán, Irak y otros países.

Ello expli­ca por­qué el CNT, dada la renun­cia anun­cia­da de su pri­mer minis­tro de fac­to Mah­moud Jibril, optó por la figu­ra apa­ren­te­men­te neu­tra y con­ci­lia­do­ra del empre­sa­rio y aca­dé­mi­co Abdul Rahim El-Keib para enca­be­zar el Eje­cu­ti­vo de tran­si­ción has­ta las

elec­cio­nes.

Ana­lis­tas creen que su fal­ta de nexos con el gobierno ante­rior, a dife­ren­cia de Jalil y Jibril, y su arrai­go a Trí­po­li (la capi­tal), hacen a El-Keib útil para equi­li­brar el apo­yo al lide­raz­go del CNT por par­te de los libios de Bengha­zi, cuna de la rebelión.

No obs­tan­te, val­ga recor­dar que El-Keib se for­mó, vivió y tra­ba­jó duran­te déca­das en Esta­dos Uni­dos, fue pro­fe­sor en uni­ver­si­da­des nor­te­ame­ri­ca­nas y de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, y con­tri­bu­yó con su dine­ro a finan­ciar la insu­rrec­ción con­tra El Gadafi.

El CNT pre­ten­de una admi­nis­tra­ción capaz de con­du­cir el país a elec­cio­nes en la pri­me­ra mitad de 2012 para una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te que redac­te la Car­ta Mag­na y coor­di­ne el desar­me de civi­les, exmi­li­ta­res y exinsurgentes.

Pero la pola­ri­za­ción en su seno para ele­gir al pri­mer minis­tro, con 26 de los 51 votos posi­bles, fue una señal ine­quí­vo­ca de que entre los suble­va­dos pre­va­le­cen mar­ca­dos antagonismos.

Y ocu­rre que, ade­más de las dudas sobre el ori­gen, filia­ción polí­ti­ca, pro­bi­dad, ideo­lo­gía y cre­do de los que aho­ra admi­nis­tran Libia, pesa mucho su cre­di­bi­li­dad daña­da por las argu­cias que idea­ron y pro­pa­ga­ron con ayu­da de Occi­den­te para jus­ti­fi­car el levantamiento.

Al mar­gen de algún exce­so que come­tie­ra El Gada­fi, los alza­dos y la OTAN ‑con el infaus­to aval de la Liga Ára­be- dije­ron preo­cu­par­se por civi­les bru­tal­men­te repri­mi­dos por mili­ta­res y supues­tos mer­ce­na­rios sub­saha­ria­nos, argu­men­tos aho­ra usa­dos en una fran­ca lim­pie­za racial.

La mal­dad atri­bui­da al régi­men inclu­yó el repar­to de Via­gra a sol­da­dos para vio­lar a muje­res, algo que la inte­li­gen­cia de Washing­ton lue­go pro­bó era fal­so, aun­que fue pro­pa­ga­do con vehe­men­cia por el fis­cal jefe de la Cor­te Penal Inter­na­cio­nal, Luis Moreno Ocampo.

Como bola de nie­ve rodan­te, los pre­tex­tos para que la ONU auto­ri­za­ra la zona de exclu­sión aérea, el sumi­nis­tro de armas a insu­rrec­tos bajo facha­da de ayu­da no letal, su entre­na­mien­to y finan­cia­mien­to, ampli­fi­ca­ron un cli­ma de odio y difi­den­cia que se

res­pi­ra por doquier.

No son pocos quie­nes insis­ten en que podría reanu­dar­se la gue­rra, en tan­to lea­les a El Gada­fi, mili­cias tri­ba­les y ex insur­gen­tes nega­dos a des­ar­mar­se pro­ta­go­ni­zan esca­ra­mu­zas espo­rá­di­cas en Trí­po­li, Bengha­zi, Mis­ra­tah, Zin­tan u otra pla­za en bus­ca de pro­ta­go­nis­mo y poder.

Tiro­teos en calles de la capi­tal libia, moti­nes vio­len­tos en pri­sio­nes o pro­tes­tas de ex sol­da­dos y ex insur­gen­tes arma­dos con fusi­les para recla­mar el pago de sala­rios atra­sa­dos y una estruc­tu­ra mili­tar que los aco­ja, son algu­nos de los ejem­plos más recientes.

La pro­pia pren­sa occi­den­tal rese­ñó duran­te la insu­rrec­ción nume­ro­sos casos de arres­tos arbi­tra­rios, tor­tu­ras y eje­cu­cio­nes extra­ju­di­cia­les de lea­les a El Gada­fi por par­te de los suble­va­dos, y hoy admi­te una inci­pien­te insur­gen­cia tri­bal con­tra las nue­vas autoridades.

A nadie esca­pa la reali­dad de que el pro­pó­si­to de cohe­sio­nar a los libios en torno al CNT es tan invia­ble como anta­gó­ni­cos son los intere­ses de la pobla­ción, sobre todo los lea­les al anti­guo líder que sufrie­ron los bom­bar­deos de la OTAN y los abu­sos de los alzados.

Libios entre­vis­ta­dos por Pren­sa Lati­na en Egip­to admi­tie­ron lo com­ple­jo de armo­ni­zar su socie­dad, toman­do en cuen­ta que con­ver­gen tri­bus, etnias, nóma­das del desier­to, afri­ca­nos sub­saha­ria­nos, isla­mis­tas, lai­cos, judíos, libe­ra­les, por demás, detrac­to­res o fie­les a El Gadafi.

El pro­pio alza­mien­to demos­tró que son posi­bles alian­zas coyun­tu­ra­les, aun­que la comu­nión en el afán de ani­qui­lar al anti­guo líder requi­rió ocho meses de beli­ge­ran­cia y la devas­ta­do­ra agre­sión de la OTAN. El Gada­fi fue ase­si­na­do dos meses des­pués de caer Trípoli.

A lar­go pla­zo, sin embar­go, que­da cada vez más cla­ro que esas con­cer­ta­cio­nes son poco sos­te­ni­bles y de dura­ción efí­me­ra, lo cual ele­va sobre­ma­ne­ra la pro­ba­bi­li­dad de más violencia.

Por ejem­plo, en Mis­ra­tah, tie­rra del occi­den­te libio de don­de pro­ce­día la bri­ga­da que cap­tu­ró y mató a El Gada­fi en Sir­te, nume­ro­sos con­se­jos, comi­tés y mili­cias loca­les riñen entre sí y dis­po­nen a su anto­jo órde­nes de arres­tos para líde­res de otros grupos.

Varios tes­ti­mo­nios refie­ren que muchas de esas estruc­tu­ras y sus jefes se nie­gan a legi­ti­mar al CNT como el nue­vo régi­men, aumen­tan­do la duda sobre quién debe gober­nar Libia, pese a que Washing­ton, la Unión Euro­pea y la ONU se apre­su­ra­ron a dar el espal­da­ra­zo a los rebeldes.

Un aná­li­sis del gru­po de inte­li­gen­cia glo­bal Strat­for lan­zó una ver­dad lapi­da­ria al afir­mar: “La carac­te­rís­ti­ca de la nue­va Libia es alta­men­te incier­ta, pero lo que está cla­ro es que el CNT no toma­rá fácil­men­te el con­trol que El Gada­fi dejó”.

Qui­zás ello jus­ti­fi­que el escep­ti­cis­mo y pesi­mis­mo de quie­nes hacen un aná­li­sis meticu­loso del país nora­fri­cano y vati­ci­nan sin repa­ros que los ver­da­de­ros desas­tres están aún por llegar.

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