Euro demo­cra­cia o demo­cra­cia popular

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Isi­dro ESNAOLA Economista

La posi­ble con­vo­ca­to­ria de un refe­rén­dum en Gre­cia ha eclip­sa­do el res­to de noti­cias de la sema­na. Final­men­te, no se cele­bra­rá y todo pare­ce haber sido una manio­bra de Papan­dreu para meter a la opo­si­ción en el Gobierno y com­par­tir el cos­te polí­ti­co de los recor­tes. Lo más intere­san­te han sido las reac­cio­nes de los líde­res euro­peos que con sus ame­na­zas, vela­das unas veces y explí­ci­tas otras, han mos­tra­do el abso­lu­to des­pre­cio que sien­ten por la democracia.

De todas for­mas, a pesar de que siguen salien­do en tele­vi­sión y hacien­do reunio­nes inter­na­cio­na­les, ellos tam­po­co man­dan gran cosa; los que ver­da­de­ra­men­te gobier­nan Euro­pa son los ban­cos que man­tie­nen intac­to su poder para crear y des­truir dine­ro a con­ve­nien­cia. Mien­tras no se limi­te ese poder, nos segui­rán vol­vien­do locos con mucha pala­bre­ría y con­cep­tos como swaps, CDS y otros que vayan inven­tan­do, que lo úni­co que sir­ven es para esti­rar y com­pri­mir la can­ti­dad de dine­ro en cir­cu­la­ción y coar­tar cual­quier dis­cu­sión sobre eco­no­mía. La famo­sa tasa Tobin de la que siguen hablan­do en las reunio­nes del G‑20 no es más que un señue­lo para guar­dar las apa­rien­cias, dar la impre­sión de que se está hacien­do algo que es muy cos­to­so y com­pli­ca­do, y dejar intac­to ese poder que tie­nen los bancos.

Los islan­de­ses han sido los úni­cos euro­peos que han plan­ta­do cara a los ban­cos y a su gobierno y han con­se­gui­do recu­pe­rar el con­trol sobre sus vidas y sus asun­tos. Todo empe­zó ade­más de una mane­ra poco heroi­ca, hace aho­ra tres años apro­xi­ma­da­men­te, cuan­do Hör­dur Tor­fa­son se plan­tó delan­te del Par­la­men­to con un micró­fono e invi­tó a la gen­te a que habla­ra. Recu­pe­rar la pala­bra fue el pri­mer paso. Pron­to empe­za­ron a reu­nir­se los sába­dos, a orga­ni­zar míti­nes y mani­fes­ta­cio­nes así como cace­ro­la­das ‑de don­de cogió su nom­bre kit­chen­wa­re revo­lu­tion- para pedir la dimi­sión del Gobierno. Final­men­te, el Gobierno dimi­tió. A pesar de ello, los islan­de­ses con­ti­nua­ron orga­ni­za­dos y vigi­lan­tes velan­do por sus intere­ses. Y así, pos­te­rior­men­te han con­se­gui­do revo­car dos acuer­dos que el nue­vo Gobierno había nego­cia­do con los acree­do­res y que con­si­de­ra­ban lesi­vos para el pue­blo de Islandia.

No se para­ron ahí. Des­pués de tum­bar al Gobierno, se plan­tea­ron un nue­vo reto: cam­biar la Cons­ti­tu­ción. Aque­llas movi­li­za­cio­nes per­mi­tie­ron que la gen­te se orga­ni­za­ra en redes que cul­mi­na­ron en la cons­ti­tu­ción de un Foro Nacio­nal, que a su vez, orga­ni­zó una Asam­blea Cons­ti­tu­cio­nal con el fin de intro­du­cir en la Cons­ti­tu­ción los cam­bios nece­sa­rios para que lo suce­di­do no vol­vie­ra a ocu­rrir. Los tra­ba­jos de esa asam­blea fue­ron acep­ta­dos por el Par­la­men­to, que pro­mo­vió la crea­ción de un Con­se­jo Cons­ti­tu­cio­nal for­ma­do por 25 ciu­da­da­nos y ciu­da­da­nas de a pie para redac­ta­ran el borra­dor de una nue­va Cons­ti­tu­ción sobre la base de los tra­ba­jos y apor­ta­cio­nes reci­bi­das has­ta enton­ces. Y en esa tarea están.

La cla­ri­vi­den­cia del pue­blo de Islan­dia resul­ta lla­ma­ti­va. El pro­ble­ma no era tan­to y no era solo el Gobierno, sino el sis­te­ma polí­ti­co y eco­nó­mi­co que había pro­vo­ca­do aque­lla cri­sis sin pre­ce­den­tes en su his­to­ria. Y apro­ve­chan­do la diná­mi­ca gene­ra­da por las pro­tes­tas con­tra el Gobierno, se orga­ni­za­ron para cam­biar el sis­te­ma en su con­jun­to impul­san­do un pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te par­ti­ci­pa­ti­vo y democrático.

La cla­ri­dad en los obje­ti­vos per­se­gui­dos que han demos­tra­do los islan­de­ses duran­te estos tres años con­tras­ta con la dis­per­sión y ambi­güe­dad que ha carac­te­ri­za­do al movi­mien­to de los indig­na­dos o del 15‑M que vuel­ven a mover­se coin­ci­dien­do con el ini­cio de una nue­va cam­pa­ña elec­to­ral. Ese movi­mien­to ha logra­do movi­li­zar a mucha gen­te, ha lan­za­do un dis­cur­so muy crí­ti­co con­tra el sis­te­ma polí­ti­co y eco­nó­mi­co, ha uti­li­za­do lemas atrac­ti­vos e ima­gi­na­ti­vos y ha con­se­gui­do colo­car­se en el cen­tro de la vida social y polí­ti­ca duran­te algún tiem­po. Sin embar­go, con­ti­núa sin estar cla­ro, por lo menos para mí, cuá­les son los obje­ti­vos que pre­ten­den conseguir.

A lo mejor, las y los par­ti­ci­pan­tes en ese movi­mien­to tam­po­co lo tie­nen cla­ro. Es posi­ble que algu­nos sí lo ten­ga cla­ro, pero no lo tras­mi­ten así. En cual­quier caso, da la sen­sa­ción de que esa acti­tud y esos dis­cur­sos anti­sis­te­ma resul­tan atrac­ti­vos en su inma­cu­la­da pure­za y no se pue­den estro­pear con pro­pues­tas prác­ti­cas y obje­ti­vos con­cre­tos que obli­gan a rela­ti­vi­zar los prin­ci­pios y mol­dear los dis­cur­sos, a ensu­ciar­se a fin de cuen­tas, en la lucha política.

Pero, des­de el momen­to en el que se entra en la are­na polí­ti­ca, hay que man­char­se de una u otra mane­ra, por­que al final lo que se haga o deje de hacer sí tie­ne efec­tos prác­ti­cos. El movi­mien­to no exi­gió cla­ra­men­te la dimi­sión del Gobierno como hicie­ron los habi­tan­tes de Islan­dia, tal vez, por aque­llo de que entre el Gobierno de Zapa­te­ro y un posi­ble Gobierno del PP, el pri­me­ro era el menor de los males. Si ese movi­mien­to hubie­ra opta­do por exi­gir la dimi­sión del Gobierno, es posi­ble que el actual Gobierno fue­ra ya del PP pero, en ese caso, ese nue­vo Gobierno esta­ría con­di­cio­na­do por la pre­sión popu­lar que había obli­ga­do a dimi­tir al ante­rior y no ten­dría las manos libres para hacer lo que quisiera.

Eso no se hizo y aho­ra el PP, que sí tie­ne muy cla­ro cuá­les son los intere­ses que defien­de, no dirá gran cosa duran­te la cam­pa­ña elec­to­ral y lle­ga­rá al Gobierno por sus pro­pios medios y posi­ble­men­te con una hol­ga­da mayo­ría. A par­tir de ahí podrá desa­rro­llar su pro­gra­ma sin las ata­du­ras que hubie­ra supues­to la exis­ten­cia de un movi­mien­to popu­lar amplio y con algu­na vic­to­ria a sus espaldas.

Los anti­sis­te­ma puros, los radi­ca­les inso­bor­na­bles y los izquier­dis­tas cohe­ren­tes que han par­ti­ci­pa­do en ese movi­mien­to no han que­ri­do o no han sabi­do dotar­lo de un pro­gra­ma míni­mo que cana­li­za­ra toda esa ener­gía social hacia la con­se­cu­ción del algún obje­ti­vo gene­ral. De esa mane­ra, al no diri­gir su acción hacia el logro de una meta con­cre­ta, no ha for­ta­le­ci­do la posi­ción del Gobierno, sino todo lo con­tra­rio, han soca­va­do toda­vía más su ya esca­sa auto­ri­dad y han hecho el cal­do gor­do a las hues­tes del Tea Party, camu­fla­das aho­ra den­tro de las filas del PP. Para­do­jas de la vida.

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