50 años del Octu­bre negro de París

El gobierno fran­cés sigue, 50 años des­pués de los suce­sos, sin ofre­cer dis­cul­pas por el baño de san­gre en que ter­mi­nó una mani­fes­ta­ción de arge­li­nos en París. Peor aún: obs­ta­cu­li­za todo acto públi­co en su memoria.

17 de octu­bre de 1961. La Gue­rra en Arge­lia está en cur­so. En París, los arge­li­nos salen a calle para pro­tes­tar con­tra el toque de que­da. El Fren­te de Libe­ra­ción Nacio­nal arge­lino (FLN), enton­ces el enemi­go núme­ro uno del Esta­do fran­cés, es el con­vo­can­te de la mani­fes­ta­ción. Los mani­fes­tan­tes son per­se­gui­dos, la atmós­fe­ra se car­ga de ten­sión y una mani­fes­ta­ción pací­fi­ca ter­mi­na en un baño de sangre.

Mau­ri­ce Papon, a la sazón pre­fec­to de París, es el res­pon­sa­ble. Más de 11.000 arge­li­nos fue­ron trans­por­ta­dos en auto­bu­ses al Palais du Sport, don­de ori­gi­nal­men­te tenía que cele­brar­se un con­cier­to del can­tan­te Ray Char­les, e inter­na­dos al aire libre. Papon ‑en su día un alto fun­cio­na­rio del régi­men de Vichy que per­mi­tió la depor­ta­ción de judíos de Bur­deos– da la orden de abrir fue­go a las uni­da­des des­ple­ga­das de las Com­pag­nies Répu­bli­cai­nes de Sécu­ri­té (CRS). Unos 200 arge­li­nos murie­ron, muchos de ellos fue­ron arro­ja­dos aún con vida des­de el Pont Saint Michel al Sena. Los cadá­ve­res flo­ta­ron duran­te sema­nas en el río.

El grue­so de los medios de comu­ni­ca­ción fran­ce­ses mini­mi­za­ron la masa­cre o la silen­cia­ron por com­ple­to. Según la ver­sión ofi­cial, se pro­du­je­ron cho­ques entre la poli­cía y unos cuan­tos cri­mi­na­les. «El ori­gen de este dra­ma se encuen­tra en el terro­ris­mo isla­mis­ta», se pudo leer el 19 de octu­bre de 1961 en Le Mon­de. Los rora­ti­vas de izquier­das expre­sa­ron su indig­na­ción, la escri­to­ra Mar­gue­ri­te Duras com­pa­ró en el Fran­ce-Obser­va­teur del 9 de noviem­bre de 1961 los subur­bios de Nan­te­rre con el gue­to de Var­so­via, en alu­sión a la situa­ción de los 180.000 arge­li­nos que vivían en los gri­ses blo­ques de vivien­das de cemen­to de la peri­fe­ria y con fre­cuen­cia tra­ba­ja­ban como obre­ros sin cua­li­fi­ca­ción en Renault.

La memo­ria de la masacre

Didier Dae­ninckx vivía en esta épo­ca en Sei­ne-Saint-Denis, uno de los subur­bios pari­si­nos habi­ta­dos por gen­te de la Cabi­lia. Las ten­sio­nes entre los inmi­gran­tes y la poli­cía están a la orden del día. En una oca­sión –Didier tenía doce años– tuvo que ver como dis­pa­ra­ban a una veci­na, de la que todo el mun­do en el barrio sabía que sim­pa­ti­za­ba con el FLN. 20 años des­pués tomó Dae­ninckx los suce­sos del 17 de octu­bre de 1961 como base para una nove­la poli­cía­ca. En Meur­tres pour mémoi­re, el pro­fe­sor de ins­ti­tu­to Roger Thi­raud, un fran­cés ejem­plar con debi­li­dad por el cine fan­tás­ti­co, es ase­si­na­do un día por las fuer­zas espe­cia­les. Años des­pués su hijo Ber­nard inves­ti­ga la muer­te de su padre y es igual­men­te ase­si­na­do en la calle a ple­na luz del día. Inves­ti­gan­do el caso, el ins­pec­tor Cadin se ve arro­ja­do al lado más oscu­ro de la his­to­ria recien­te. Del año 1961 regre­sa a la épo­ca de la ocu­pa­ción ale­ma­na entre 1940 y 1944 y al cam­po de con­cen­tra­ción de Drancy. «Olví­de­lo», le acon­se­jan sus cole­gas, «a nadie le intere­sa vol­ver a ver deter­mi­na­dos fan­tas­mas.» Pero el comi­sa­rio sigue rebus­can­do en archi­vos, loca­li­za a poli­cías reti­ra­dos y se reúne con con­vic­tos de la épo­ca de Vichy.

De los fun­cio­na­rios que fue­ron acu­sa­dos de los suce­sos del 17 de octu­bre de 1961, nin­guno fue depu­ra­do ni asu­mió res­pon­sa­bi­li­da­des. La amnis­tía apro­ba­da poco des­pués del final de la gue­rra de Alge­ria en 1962 impi­dió un nue­vo pro­ce­so y expia­ción. No fue has­ta 1981, con Fra­nçois Mit­te­rrand como pre­si­den­te socia­lis­ta, que los hechos vol­vie­ron nue­va­men­te y de repen­te a la pales­tra: tes­ti­gos pre­sen­cia­les fue­ron entre­vis­ta­dos, las esce­nas de horror de aque­lla jor­na­da recons­trui­das para un film docu­men­tal. En este cli­ma apa­re­ció Meur­tres pour mémoi­re en 1984. Ape­nas hubo crí­ti­cas, pero el libro fue leí­do y su his­to­ria con­si­guió abrir­se paso. A tra­vés de esta bou­che à l´oreille, pro­fe­so­res e his­to­ria­do­res se acer­ca­ron al infierno a ori­llas del Sena. La nove­la reci­bió varios galar­do­nes y su ver­sión fil­ma­da se con­vir­tió en el pro­gra­ma más vis­to de tele­vi­sión en 1985.

Didier Dae­nickx se con­si­de­ra­ría más tar­de fun­da­dor de la nue­va Roman noir, cuyos auto­res se arre­dran a la hora de abrir las heri­das sutu­ra­das de la Repú­bli­ca –la cola­bo­ra­ción con los nazis o los terri­bles años de la Gue­rra de Arge­lia (1955−1962). A Dae­nickx le pre­gun­ta­ron en una oca­sión si se veía a sí mis­mo como un ecri­vain enga­gée (escri­tor com­pro­me­ti­do), a lo que res­pon­dió: «no que­ría sim­ple­men­te ser cóm­pli­ce del silen­cio.» Y citó a ren­glón segui­do a Jean-Paul Sar­tre: «¿De qué sir­ve saber algo si no se dice?» Des­de enton­ces cada vez más escri­to­res y direc­to­res bus­can expli­ca­cio­nes a la bru­ta­li­dad des­car­na­da de aque­lla noche de octu­bre en París. El aus­tría­co Michael Hane­ke hizo que en su film Caché (con Juliet­te Bino­che) el héroe se enfren­ta­se a su infan­cia, en la que hizo qui­tar­se de en medio rápi­da­men­te a un joven arge­liano. En el 2005 lle­gó a los cines Nuit noi­re 17 octo­bre 1961, una recrea­ción docu­men­tal de Alain Tas­ma, que se pro­yec­tó en fes­ti­va­les en los que fue pre­mia­da. Pare­ce como si ape­nas se pudie­ra hablar sobre la Fran­cia de hoy y sus con­flic­tos inter­nos sin ocu­par­se antes de este pasa­do: con el lado más oscu­ro de una Repú­bli­ca que pre­ten­de eri­gir­se en pala­dín de los dere­chos humanos.

A media­dos de los noven­ta la Band La Tor­due se dio a cono­cer con la can­ción «Paris, Oct. 61», cuya letra dice: «calles ensan­gren­ta­das, pero el orden es el orden. El Sena es her­mo­so, pero en el fon­do des­can­sa lo inhu­mano, lo olvi­da­do, un baño de san­gre. Los valien­tes poli­cías per­si­guen a estas ratas de sucia san­gre negra.» Pero el mun­do de la alta polí­ti­ca se mos­tró reser­va­do. En el 40° ani­ver­sa­rio de la masa­cre, el 17 de octu­bre de 2001, Ber­trand Dela­noë, el alcal­de socia­lis­ta de París, des­cu­brió una pla­ca con­me­mo­ra­ti­va en el Pont Saint-Michel. La cere­mo­nia que fue sabo­tea­da por la opo­si­ción con­ser­va­do­ra en el ayun­ta­mien­to de París. Cuan­do en el 2002 el rape­ro Hamé, hijo de un emi­gran­te arge­lino, acu­só al enton­ces minis­tro del Inte­rior Nico­las Sar­kozy de que su minis­te­rio no había con­si­de­ra­do nun­ca nece­sa­rio con­me­mo­rar a los «her­ma­nos» que fue­ron ase­si­na­dos el 17 de octu­bre por la poli­cía fran­ce­sa ni cas­ti­gar a los cul­pa­bles, vio cómo se ini­cia­ba un pro­ce­so de ocho años con­tra él. Sar­kozy le deman­dó por difa­ma­ción y amplió su cru­za­da con­tra otros rape­ros. Hamé fue final­men­te juz­ga­do inocente.

Una gene­ra­ción a la deriva

Tam­bién aho­ra, medio siglo des­pués de la masa­cre, Nico­las Sar­kozy no pue­de arti­cu­lar nin­gu­na pala­bra de arre­pen­ti­mien­to o dis­cul­pa. Como Pre­si­den­te, él pre­fie­re hablar más del glo­rio­so papel de Fran­cia en Libia que sobre un cri­men con­tra patrio­tas arge­li­nos. El 17 de octu­bre de 1961 no es nin­gu­na fecha en el calen­da­rio fran­cés. A Ben­ja­min Sto­ra, his­to­ria­dor y pro­fe­sor de ori­gen arge­lino, todo esto le resul­ta irri­tan­te. «Acor­dar­se de ello es para los hijos de los mani­fes­tan­tes una mane­ra de per­ma­ne­cer fie­les a sus padres, los padres de la inde­pen­den­cia… y a los idea­les de la Repú­bli­ca.» Liber­tad, igual­dad, fra­ter­ni­dad: de todo ello pare­ce la Fran­cia de hoy muy ale­ja­da, opi­na Dae­nickx, que tam­bién tra­ba­jó como asis­ten­te social.

Razón no le fal­ta. La situa­ción de los beurs, los hijos de emi­gran­tes nora­fri­ca­nos naci­dos en Fran­cia, es deso­la­do­ra. El 40 por cien­to de ellos care­ce de tra­ba­jo. «Una gene­ra­ción a la deri­va», cree Dae­nickx, edi­tor, entre otros, de la nove­la grá­fi­ca Octo­be Noir, que recons­tru­ye el día a día de los inmi­gran­tes en los bidon­vi­lles, los tris­tes barrios de la peri­fe­ria fran­ce­sa de los años sesen­ta. Esta his­to­ria expli­ca la tra­yec­to­ria de Vin­cent, un joven can­tan­te de rock que de hecho se lla­ma Moham­med, que toca la tar­de del 17 de octu­bre en el Varie­té Olym­pia y poco des­pués se ve arro­ja­do al torren­te de los mani­fes­tan­tes, vién­do­se de nue­vo en el «París de la gue­rra» y per­dien­do a su her­ma­na en los suce­sos. El dolor per­so­nal se mez­cla con la tra­ge­dia política.

El direc­tor Jac­ques Pani­jel recons­tru­yó a fina­les de 1961 algu­nas esce­nas de esta san­grien­ta noche de octu­bre con acto­res afi­cio­na­dos para su docu­men­tal Octo­bre à Paris, situa­do en el con­tex­to his­tó­ri­co de los crí­me­nes de esta­do. Cuan­do se iba a pro­yec­tar el metra­je en Can­nes, la sala fue eva­cua­da por la poli­cía en el últi­mo minu­to y las copias secues­tra­das. Sólo aho­ra, medio siglo des­pués, podrá pro­yec­tar­se esta obra por vez pri­me­ra en París.

Maxi Lein­kauf

Frei­tag, 23 de octu­bre de 2011

Tra­duc­ción para www​.sin​per​mi​so​.info: Àngel Ferrero

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