[Libro] Colom­bia-UP, ¡“Ni un minu­to de silen­cio, toda una vida de combate”!

¡“Ni un minu­to de silen­cio, toda una vida de combate”!

Extrac­tos his­tó­ri­cos de la vida de la Unión Patrió­ti­ca de Colom­bia en un nue­vo libro “Unión Patrió­ti­ca, expe­dien­tes con­tra el olvi­do”, por Rober­to Romero

Lea todo el libro (435 pági­nas): es.scribd.com/doc/68373112/Libro-Memorias-en-Baja‑1

POR DICK EMANUELSSON

TEGUCIGALPA /​2011-10-11 /​Son 435 pági­nas lle­nas de tes­ti­mo­nios sobre la glo­rio­sa Unión Patrió­ti­ca (UP). Entre­vis­tas y rela­tos sobre la vida de un movi­mien­to polí­ti­co alter­na­ti­vo, com­ple­ta y rotun­da­men­te anta­gó­ni­co al sis­te­ma oli­gár­qui­co que deci­dió silen­ciar­lo físi­ca­men­te a tal gra­do que se habla por pri­me­ra vez, en Lati­noa­mé­ri­ca, de un “geno­ci­dio polí­ti­co”. Dicen por ahí que el perio­dis­ta no tie­ne que tomar par­te, que tie­ne que ser neu­tral pero yo digo que esas son expre­sio­nes hipó­cri­tas por­que no hay repor­te­ros o perio­dis­tas neu­tra­les. Sólo se per­mi­te la liber­tad de no ser­lo a quie­nes ejer­zan esta pro­fe­sión sien­do fun­cio­na­les a este sis­te­ma, pero somos muchos los tra­ba­ja­do­res que no acep­ta­mos amos ni cade­nas. Entre muje­res y hom­bres, los miles de colom­bia­nos que se afi­lia­ron a este movi­mien­to de izquier­da y die­ron sus vidas en la patrió­ti­ca tarea, me regre­san imá­ge­nes dolo­ro­sas de esa Colom­bia inol­vi­da­ble, la com­ba­ti­va y heroi­ca que sigue ponien­do el pecho con­tra la dic­ta­du­ra más anti­gua y san­grien­ta de las Américas.
EL LIBRO ESCRITO POR mi vie­jo ami­go y cama­ra­da, Rober­to Rome­ro, ex jefe de la redac­ción del sema­na­rio VOZ, será pre­sen­ta­do el 18 de octu­bre, refle­ja esos momen­tos más duros y com­pli­ca­dos en la his­to­ria de un movi­mien­to popu­lar que lle­gó a ser una alter­na­ti­va de poder en Colom­bia, domi­na­do y con­tro­la­do por la oli­gar­quía mili­ta­ris­ta y las Fuer­zas Militares.

Ber­nar­do Jara­mi­llo. Foto: Dick E.

Ten­go muchos recuer­dos de esos años, entre tan­tos hay uno que nun­ca voy a olvi­dar, que habla cuan­do Aída Abe­lla, que había asu­mi­do la pre­si­den­cia de la UP des­pués que fue­ra ase­si­na­do el 22 de mar­zo de 1990 el joven y caris­má­ti­co comu­nis­ta Ber­nar­do Jara­mi­llo, me dijo por telé­fono que ya no podían enviar más comu­ni­ca­dos por fax al exte­rior por­que Tele­com había cerra­do la línea por fal­ta de pagos. “Nos matan cama­ra­das todos los días y es por eso que nos hemos exce­di­do en la cuen­ta de Tele­com, tan­tos muer­tos y comu­ni­ca­dos y aho­ra nos silen­cian has­ta por el telé­fono”, decía la com­pa­ñe­ra con indig­na­ción y dolor. La Aso­cia­ción Jai­me Par­do Leal en Sue­cia y un avi­so en el dia­rio don­de tra­ba­ja­ba yo, resol­vie­ron el pago de la fac­tu­ra de Tele­com, la movi­li­za­ción en pos de la soli­da­ri­dad inter­na­cio­nal era y es tam­bién la par­te her­mo­sa de ese movi­mien­to político.
1988: EN LA SEDE DE LA UP las “sába­nas de papel” de la impre­so­ra mos­tra­ban una lis­ta que pare­cía inter­mi­na­ble, reco­rrer­la era encon­trar unos 500 – 600 nom­bres y ape­lli­dos. Eran las vic­ti­mas de la UP, el sal­do de san­gre de los dos pri­me­ros años, cifra que se mul­ti­pli­ca­ría varias veces más, con el correr de los días.
“No voto por la UP por que no quie­ro que mi ami­go sea otra víc­ti­ma de la gue­rra sucia por ser de esa estruc­tu­ra”, decía mucha gen­te que pre­fe­ría votar a los par­ti­dos tra­di­cio­na­les en vez de hacer­lo por (sus pro­pias con­vic­cio­nes) su ami­go, com­pa­ñe­ro de tra­ba­jo o el vecino. Pre­fe­rían que per­die­ra la elec­ción antes que asu­mir un car­go en las cor­po­ra­cio­nes públi­cas y así fir­mar su pro­pia sen­ten­cia de muer­te. Tal el mie­do que logra­ron ins­ta­lar en esa eta­pa glo­rio­sa de movi­li­za­ción del cam­po popu­lar colombiano.

Ase­si­na­dos cin­co miem­bros de la JUCO

EL CALIBRE Y CORAJE DE ESTOS COMPAÑEROS era y es fir­me, gran­de. En muy pocos casos se fue­ron al exi­lio, sólo algu­nos en ries­gos extre­mos como el de de Aída Abe­lla, que fue blan­co y víc­ti­ma de un roque­ta­zo en pleno cen­tro de Bogo­tá y los pro­pios com­pa­ñe­ros la hicie­ron mar­char hacia el exi­lio. Caso simi­lar el pade­ci­do por Joa­quín Pérez Bece­rra, de pro­fe­sión inge­nie­ro indus­trial del Valle del Cau­ca, con­ce­jal en el muni­ci­pio de Corin­to, que fue ame­na­za­do todo el tiem­po por los mili­ta­res de la 3ª Divi­sión del Ejér­ci­to por su tra­ba­jo polí­ti­co y cuya espo­sa fue secues­tra­da en su lugar. Ese fue otro caso extre­mo por lo cual la UP y el PCC se vie­ron obli­ga­dos a enviar­lo hacia “afue­ra” en 1994. Ayer fue pro­ce­sa­do en Bogo­tá por el mis­mo esta­do terro­ris­ta que lo empu­jó de su patria, por pre­si­dir una agen­cia de noti­cias alter­na­ti­va y ser “emba­ja­dor de las FARC en Euro­pa”, estig­ma­ti­za­ción que le tira­ron enci­ma pre­ten­dien­do jus­ti­fi­car la per­se­cu­ción. Resul­ta impres­cin­di­ble tener bien cla­ro que gue­rra sucia no impli­ca sola­men­te matar al opo­si­tor, sino que para dotar­la de for­ta­le­za tam­bién uti­li­zan los pode­res de esta­do y la debi­li­dad de otros esta­dos ape­lan­do a la gue­rra psi­co­ló­gi­ca, esla­bón de la cade­na de opro­bios, impu­ni­dad y genocidio.
ESTA MAÑANA LE DIJE A MIRIAN, mi espo­sa y cama­ró­gra­fa, que Hon­du­ras se está pare­cien­do cada día más a Colom­bia. Y el Fren­te Nacio­nal de Resis­ten­cia Popu­lar (FNRP) se pare­ce cada día más a la Unión Patrió­ti­ca. Duran­te la últi­ma sema­na han sido ase­si­na­dos tres cam­pe­si­nos orga­ni­za­dos en el Bajo Aguan. Y esta maña­na supi­mos que fue eje­cu­ta­do el cam­pe­sino, San­tos Sefe­rino Zela­ya, de 35 años de edad, per­te­ne­cien­te al asen­ta­mien­to rural “La Auro­ra”, una de las bases del Movi­mien­to Uni­fi­ca­do Cam­pe­sino del Aguan, MUCA. Dejó dos hijos de 8 y 10 años, ase­si­na­ron sus sue­ños y has­ta el futu­ro de esas cria­tu­ras. Otras 15 muje­res cam­pe­si­nas han sido secues­tra­das por los guar­dias arma­dos del hom­bre más pode­ro­so de Hon­du­ras, Miguel Facus­sé, terra­te­nien­te más fuer­te de este país.

Más viu­das y niños huér­fa­nos en el Bajo Aguán. Foto: Mirian Emanuelsson

Como en Colom­bia, en Hon­du­ras, entre el rei­no de impu­ni­dad y espan­to, hay hom­bres y muje­res valien­tes que no vaci­lan ante la muer­te, que tam­bién dicen, como han gri­ta­do los miles de mili­tan­tes de la Unión Patrió­ti­ca en los cemen­te­rios de Colom­bia cuan­do han ente­rra­do a sus cama­ra­das; ¡“NI UN MINUTO DE SILENCIO, TODA UNA VIDA DE COMBATE”!
Quie­nes hemos vivi­do ese horror y man­te­ne­mos fir­me la memo­ria, con angus­tia fren­te a los recuer­dos y el por-venir que esta­mos per­ci­bien­do en Hon­du­ras, nos suma­mos a esa con­sig­na y reafir­ma­mos que no exis­te la neu­tra­li­dad en el perio­dis­mo y eso es lo bueno. Somos inde­pen­dien­tes de poder alguno, por­que somos indó­mi­tos y no exis­te dine­ro para com­prar nues­tras con­cien­cias, pero por sobre todo somos tra­ba­ja­do­res que ren­di­mos cul­to a la memo­ria y la agi­ta­mos cuan­do se tra­ta de dete­ner crí­me­nes que se come­ten con­tra los pueblos.
Aba­jo un extrac­to del libre, la entre­vis­ta con Aída Abe­lla. — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — –

Aída Abe­lla;

Los altos man­dos hacían lis­tas de los con­de­na­dos a muer­te de la UP y se jac­ta­ban de ello

A

ída Abe­lla ha sido una de las más ague­rri­das diri­gen­tes sin­di­ca­les del país. Des­de muy joven, en el Minis­te­rio de Edu­ca­ción, se des­ta­có en la defen­sa de los intere­ses de los tra­ba­ja­do­res. Salió elec­ta como con­ce­jal de Bogo­tá en 1992 con una de las vota­cio­nes más altas de la izquier­da en la capi­tal. Fue ele­gi­da en 1990 a la Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te y en 1991, un con­gre­so de la UP, en ple­na gue­rra sucia, la esco­gió como pre­si­den­ta de la orga­ni­za­ción. Se mar­chó al exi­lio pocos días des­pués de sufrir un gra­ve aten­ta­do el 7 de mayo de 1996 cuan­do sica­rios inten­ta­ron lan­zar un roc­ket con­tra el carro en que se movi­li­za­ba. Des­de Euro­pa con­ti­núa su acti­vi­dad polí­ti­ca, fun­da­men­tal­men­te en defen­sa de los Derechos

Huma­nos. En junio de 2011 se le vio en varios míti­nes en Fran­cia con­tra la pre­sen­cia del ex pre­si­den­te Uri­be en la Escue­la de Inge­nie­ros de Metz, que logra­ron su renun­cia a una cáte­dra que regen­ta­ba allí. Estas son las pri­me­ras decla­ra­cio­nes en muchos años de la reco­no­ci­da diri­gen­te de la UP, quien tam­bién envió un video de salu­do al acto de per­dón del Esta­do por el cri­men del sena­dor Manuel Cepe­da, que tuvo lugar en el Salón Elíp­ti­co, con el Con­gre­so de la Repú­bli­ca en pleno, el 9 de agos­to de 2011.

“No tene­mos Esta­do de Sitio per­ma­nen­te, pero las ame­na­zas y ase­si­na­tos continúan”

Hable­mos de sus ini­cios en la vida polí­ti­ca. ¿Cuál era el pano­ra­ma polí­ti­co cuan­do nace el movi­mien­to y cómo lle­ga a la pre­si­den­cia de la Unión Patriótica?
–Siem­pre que me pre­gun­tan sobre algo rela­cio­na­do con la Unión Patrió­ti­ca, no pue­do dejar de ren­dir­le home­na­je a todos nues­tros com­pa­ñe­ros que caye­ron en el gran patí­bu­lo que se lla­ma Colom­bia. Son las pre­sen­cias ausen­tes que lle­nan nues­tros recuer­dos y nues­tra vida.
Cuan­do nació la UP en 1985, mi acti­vi­dad polí­ti­ca prin­ci­pal esta­ba diri­gi­da al movi­mien­to sin­di­cal. Ocu­pa­ba la Pre­si­den­cia de la Fede­ra­ción Nacio­nal de Tra­ba­ja­do­res del Esta­do FENALTRASE y la pre­si­den­cia del Sin­di­ca­to de Tra­ba­ja­do­res del Minis­te­rio de Edu­ca­ción Nacio­nal SINTRENAL, al cual me había vin­cu­la­do des­de 1971. Tam­bién hacía par­te del Comi­té Eje­cu­ti­vo de la Con­fe­de­ra­ción Sin­di­cal de Tra­ba­ja­do­res de Colom­bia CSTC.
En esa incan­sa­ble lucha por la paz, con refor­mas socia­les, que hicie­ran de Colom­bia una ver­da­de­ra demo­cra­cia, don­de se supere ese con­cep­to mez­quino de asi­mi­lar demo­cra­cia con el depó­si­to de votos un día cual­quie­ra, y como resul­ta­do de los acuer­dos fir­ma­dos en la Uri­be entre la insur­gen­cia y el gobierno, se crea en 1985 la Unión Patrió­ti­ca. Muchos sec­to­res popu­la­res se vin­cu­la­ron de for­ma entu­sias­ta para apo­yar este nove­do­so pro­yec­to de paz. Se veía como la espe­ran­za, como algo dife­ren­te, con per­so­nas que no habían esta­do en la polí­ti­ca tra­di­cio­nal, con lucha­do­res por cam­biar esa polí­ti­ca asfi­xian­te que se res­pi­ra­ba por todas par­tes y que se tra­du­cía en una alta abstención.
El mane­jo bipar­ti­dis­ta que se la daba a la polí­ti­ca des­de los tiem­pos de la supues­ta “inde­pen­den­cia” y que se acen­tuó en el perio­do del Fren­te Nacio­nal, había borra­do del mapa polí­ti­co colom­biano cual­quier par­ti­do o movi­mien­to polí­ti­co dife­ren­te al libe­ral y con­ser­va­dor, que en el fon­do eran lo mis­mo. La úni­ca dife­ren­cia era el color de su ban­de­ra, roja o azul. La incon­for­mi­dad no se podía mani­fes­tar pues el Esta­do de Sitio per­ma­nen­te o esta­do de excep­ción, la alta mili­ta­ri­za­ción, o las for­mas des­pó­ti­cas como se ejer­cía el poder, impe­dían demos­trar la inconformidad.
Las mani­fes­ta­cio­nes eran repri­mi­das, las huel­gas prohi­bi­das y decla­ra­das ile­ga­les, mien­tras cam­pea­ban los des­pi­dos injus­ti­fi­ca­dos, las deten­cio­nes arbi­tra­rias, los segui­mien­tos a la diri­gen­cia sin­di­cal y a los polí­ti­cos y mili­tan­tes de oposición.
Las ame­na­zas, que eran fre­cuen­tes, las inter­cep­cio­nes tele­fó­ni­cas, los alla­na­mien­tos de casas y ofi­ci­nas tam­bién hacían par­te de las prác­ti­cas del poder. Con el Esta­tu­to de Segu­ri­dad, en el gobierno de Tur­bay Aya­la, entre 1978 y 1982, se recru­de­ció la ola de alla­na­mien­tos. Los gen­dar­mes lle­ga­ban a las casas muy tem­prano, entre las 4 y 5 de la maña­na, blo­quea­ban las vías de acce­so a las vivien­das con camio­nes del Ejér­ci­to sin pla­cas, ves­ti­dos de civil, con rua­nas y deba­jo de ellas, las metra­lle­tas. Requi­sa­ban todo, has­ta las ollas. Se lle­va­ban lo que que­rían, libros, car­tas per­so­na­les, las cui­tas de los ena­mo­ra­dos, retra­tos de fami­lia, pasa­por­tes, dine­ro y has­ta las joyas. A las per­so­nas en Bogo­tá las con­du­cían a las caba­lle­ri­zas mili­ta­res de Usa­quén de la carre­ra 7 con calle 107. Los cuar­te­les se con­vir­tie­ron en cen­tros ile­ga­les y clan­des­ti­nos de reclu­sión don­de no eran extra­ñas las tor­tu­ras. Muchos murie­ron víc­ti­mas de estos pro­ce­di­mien­tos prohi­bi­dos por la ley.
Me acuer­do de Darío Aran­go, de Puer­to Berrío, Antio­quia. El 7 octu­bre de 1979, este diri­gen­te popu­lar, vice­pre­si­den­te del Con­ce­jo don­de había lle­ga­do por las lis­tas de la Unión Nacio­nal de Opo­si­ción, líder del sin­di­ca­to del río Mag­da­le­na, un hom­bre muy alto y cor­pu­len­to, mili­tan­te comu­nis­ta, lo mata­ron de esa manera.
En 2011 las cosas no han cam­bia­do. No tene­mos Esta­do de Sitio per­ma­nen­te, pues la Cons­ti­tu­ción de 1991 lo abo­lió. Aho­ra se ame­na­za y lue­go se ase­si­na sin fór­mu­la de jui­cio. En muchos de estos crí­me­nes están vin­cu­la­dos por omi­sión, cola­bo­ra­ción o eje­cu­ción direc­ta, miem­bros de las Fuer­zas Arma­das, que están ins­ti­tuí­das para pro­te­ger a los ciu­da­da­nos, con­vir­tién­do­se todas estas prác­ti­cas en evi­den­tes crí­me­nes de Estado.
Des­de siem­pre la polí­ti­ca y los car­gos de direc­ción de la admi­nis­tra­ción públi­ca se emplea­ron para el enri­que­ci­mien­to per­so­nal. Se lle­na­ron sus bol­si­llos y los de sus fami­lia­res, y por eso defien­den esta pan­to­mi­ma de “demo­cra­cia”, don­de el Esta­do está al ser­vi­cio, no solo de las cla­ses domi­nan­tes, sino tam­bién de los nue­vos ricos y sus sir­vien­tes. La corrup­ción se des­bor­da en todos los sec­to­res de la empre­sa pri­va­da y la admi­nis­tra­ción pública.
Había una fati­ga en la pobla­ción que espe­ra­ba ver gen­te nue­va en la polí­ti­ca, con opi­nio­nes dife­ren­tes. Los que ayu­da­mos de cer­ca en la pri­me­ra cam­pa­ña elec­to­ral de la Unión Patrió­ti­ca, bajo la con­duc­ción de Jai­me Par­do Leal, en 1986, sen­ti­mos esa gran olea­da fres­ca del pue­blo en los sin­di­ca­tos, barrios, sitios de tra­ba­jo, en las calles y plazas.
El día de las elec­cio­nes muchas per­so­nas, espe­cial­men­te jóve­nes, pedían las pape­le­tas de las lis­tas que enca­be­za­ban los coman­dan­tes gue­rri­lle­ros que hacían polí­ti­ca con las ban­de­ras de la UP tras los acuer­dos de cese al fue­go, tre­gua y paz, fir­ma­dos entre el gobierno de Betan­cur y las FARC. Gene­ral­men­te sus nom­bres eran dife­ren­tes en la vida real y cos­ta­ba tra­ba­jo con­ven­cer a los elec­to­res que se tra­ta­ba de los mis­mos com­pa­ñe­ros, sólo que para los comi­cios tenían que figu­rar como apa­re­cían en sus cédulas.
El 9 de diciem­bre de 1990 tie­nen lugar las elec­cio­nes para la Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te ANC. Ese día sali­mos ele­gi­dos con Alfre­do Vás­quez Carri­zo­sa, pre­si­den­te del Comi­té Per­ma­nen­te por la Defen­sa de los Dere­chos Huma­nos, en la lis­ta Por la Vida y los Dere­chos Huma­nos, la núme­ro 8. Una vez cul­mi­nó sus labo­res la ANC el 4 de julio de 1991, pro­mul­gan­do una nue­va Car­ta, se eli­gió la Asam­blea Nacio­nal Legis­la­ti­va, popu­lar­men­te lla­ma­da el Con­gre­si­to, del cual hice par­te. El 14 y 15 de diciem­bre de 1991 se reali­zó el con­gre­so extra­or­di­na­rio de la UP. Allí me esco­gie­ron como pre­si­den­ta del movimiento.

“En ple­nas deli­be­ra­cio­nes de la Cons­ti­tu­yen­te, lla­ma­da a ser un nue­vo pac­to de paz, a dia­rio ase­si­na­ban mili­tan­tes de la UP”

Usted salió elec­ta para la Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te en 1990, cin­co años des­pués del naci­mien­to de la UP, sin embar­go mien­tras se desa­rro­lla­ban las deli­be­ra­cio­nes en esa ins­ti­tu­ción, que debe­ría lle­var al país a un tra­ta­do de paz, con­ti­nua­ba la matanza.
–Las actas de la Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te ANC y las de la Asam­blea Nacio­nal Legis­la­ti­va, el Con­gre­si­to, que fun­cio­nó unos meses des­pués de fir­ma­da la Cons­ti­tu­ción en julio de 1991, están rega­das con la san­gre de nues­tros com­pa­ñe­ros. Los cien­tos de ase­si­na­tos fue­ron denun­cia­dos, gene­ral­men­te al comien­zo de las sesio­nes. Duran­te este perio­do se con­ti­núa con el geno­ci­dio. Un día des­pués de ins­ta­la­da la ANC, el 5 de febre­ro de 1991, encuen­tran la muer­te a manos de uni­da­des del Bata­llón Gra­na­da, los humil­des tra­ba­ja­do­res Este­ban Coro­na­do y su hijo Car­los López, en Barran­ca­ber­me­ja. Dete­ni­dos y ven­da­dos, fue­ron con­du­ci­dos a un carro del Ejér­ci­to. Pos­te­rior­men­te sus cuer­pos apa­re­cie­ron aba­lea­dos y la ver­sión de los dia­rios loca­les era la de siem­pre: se tra­ta­ba de gue­rri­lle­ros muer­tos en com­ba­te. Y la últi­ma denun­cia, el ase­si­na­to de Juan Car­los Álva­rez, en Sego­via, Antio­quia, el 19 de noviem­bre de 1991, mine­ro y diri­gen­te de la UP en esa región, cap­tu­ra­do al salir de su turno de tra­ba­jo a las 5 de la maña­na y horas más tar­de encon­tra­do su cadá­ver con sig­nos de tor­tu­ra e impac­tos de bala en la cabe­za. Hay que ano­tar que varios gene­ra­les asis­tían dia­ria­men­te a las deli­be­ra­cio­nes de la ANC, lo que para mí era un hecho com­ple­ta­men­te irre­gu­lar que denun­cia­ba per­ma­nen­te­men­te en las sesio­nes, por­que se per­ci­bía como una coac­ción, pero siguie­ron cam­pan­tes. Se situa­ban en el ala dere­cha de la pre­si­den­cia de la cor­po­ra­ción. Cono­cían de pri­me­ra mano las denun­cias públi­cas que hacía­mos, pero no se les daba nada. En ple­nas deli­be­ra­cio­nes de la Cons­ti­tu­yen­te, lla­ma­da a ser un nue­vo pac­to de paz entre los colom­bia­nos, ase­si­na­ban a nues­tros mili­tan­tes de la UP día a día.
En esos cin­co años trans­cu­rri­dos des­de la fun­da­ción de la UP a la ins­ta­la­ción de la ANC, el movi­mien­to había sido víc­ti­ma de matan­zas selec­ti­vas, masa­cres de la peor bar­ba­rie como la de Sego­via, en Antio­quia, el 11 noviem­bre de 1988, que dejó 43 muer­tos y dece­nas de heri­dos, la de Piña­li­to, en el Meta, en junio de 1988, des­apa­ri­cio­nes y ame­na­zas en todas las regio­nes del país. En 1986 comien­za la apli­ca­ción del ope­ra­ti­vo mili­tar cono­ci­do como El Bai­le Rojo, diri­gi­do con­tra los con­gre­sis­tas de la UP recién ele­gi­dos. El 30 de agos­to de 1986 ase­si­nan a Leo­nar­do Posa­da, elec­to Repre­sen­tan­te a la Cáma­ra por el pue­blo de Barran­ca­ber­me­ja y dos días des­pués, el 1 de sep­tiem­bre, cae víc­ti­ma de los sica­rios el Sena­dor Pedro Nel Jimé­nez en la puer­ta del cole­gio de su hija en Villa­vi­cen­cio, quien pre­sen­ció la muer­te de su padre. Eran los pri­me­ros con­gre­sis­tas de la UP sacri­fi­ca­dos. Esto con­ci­tó la pro­tes­ta nacio­nal y me acuer­do que comen­zó a corear­se una con­sig­na crea­da espon­tá­nea­men­te por el pue­blo y que pren­dió en todo el país: Sí señor, cómo no, el gobierno lo mató, y que sin­te­ti­za­ba lo que cada uno de noso­tros sen­tía ante el exter­mi­nio. El men­sa­je era cla­ro: los ele­gi­dos debe­rán morir por el solo hecho de per­te­ne­cer a la UP. En esos momen­tos cun­día la preo­cu­pa­ción en el común de las gen­tes que se fue dilu­yen­do ante los crí­me­nes que no daban tre­gua. La socie­dad, y eso es lo que que­rían los enemi­gos de las liber­ta­des demo­crá­ti­cas, comen­za­ba peli­gro­sa­men­te a acos­tum­brar­se a la muer­te como en las peo­res épo­cas de La Violencia.

El terro­ris­mo de Esta­do expli­ca el geno­ci­dio con­tra la UP

¿Cómo expli­car seme­jan­te situa­ción de vio­len­cia sis­te­má­ti­ca con­tra una nue­va alter­na­ti­va polí­ti­ca que nacie­ra de unos acuer­dos de paz?
–El terro­ris­mo de Esta­do que se le apli­có a la Unión Patrió­ti­ca, ape­nas ésta nació, fru­to de un acuer­do de paz entre el gobierno de Betan­cur y las FARC en 1984, se denun­ció des­de el pri­mer momen­to. Bas­ta con mirar los comu­ni­ca­dos de la UP. Por ejem­plo, uno de enero de 1986 ano­ta­ba: “El deba­te elec­to­ral para reno­var las cor­po­ra­cio­nes públi­cas y ele­gir Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca, se rea­li­za en medio de gran­des res­tric­cio­nes que limi­tan los dere­chos y garan­tías de las fuer­zas demo­crá­ti­cas y par­ti­cu­lar­men­te de la Unión Patrió­ti­ca. Al ampa­ro del Esta­do de Sitio, el mili­ta­ris­mo hos­ti­ga y mon­ta pro­vo­ca­cio­nes en las regio­nes de influen­cia de nues­tra orga­ni­za­ción, crean­do un cli­ma de ten­sio­nes diri­gi­do a impo­ner la sus­pen­sión de los comi­cios allí don­de la UP y otros movi­mien­tos no tra­di­cio­na­les pue­den obte­ner resul­ta­dos favorables.”
Enton­ces, la prác­ti­ca sis­te­má­ti­ca del terro­ris­mo de Esta­do expli­ca el geno­ci­dio con­tra la UP. La oli­gar­quía domi­nan­te puso en prác­ti­ca estric­ta­men­te las con­cep­cio­nes de la Doc­tri­na de la Segu­ri­dad Nacio­nal y del “enemi­go interno”, dise­ña­das en la Escue­la de las Amé­ri­cas y en el Coman­do Sur de EE.UU. Las mis­mas que apli­ca­ron todas las dic­ta­du­ras del Cono Sur. En Colom­bia no era nece­sa­ria una dic­ta­du­ra. Han adap­ta­do la “demo­cra­cia” de tal mane­ra que come­ten crí­me­nes peo­res que en los regí­me­nes des­pó­ti­cos, a nom­bre de ella. No ten­go nin­gu­na infor­ma­ción que dé cuen­ta que en la épo­ca de Pino­chet se hubie­ra uti­li­za­do la moto­sie­rra para el des­cuar­ti­za­mien­to de per­so­nas, hor­nos cre­ma­to­rios o el lan­za­mien­to de per­so­nas vivas o muer­tas a ríos infes­ta­dos de cai­ma­nes, para citar algu­nos casos tene­bro­sos de lo que ha pasa­do y sigue suce­dien­do en Colom­bia. En todo este aná­li­sis de lo que pasó con la Unión Patrió­ti­ca no se pue­de dejar de lado el estu­dio de docu­men­tos como los de San­ta Fe 1, 2 y 3, que fue­ron manua­les per­fec­tos para con­so­li­dar el pro­yec­to con­tra­in­sur­gen­te en Colom­bia y que lle­nó de san­gre, terror y lágri­mas todos los rin­co­nes del país.
Des­de un prin­ci­pio todos sabía­mos que el terro­ris­mo de Esta­do esta­ba ope­ran­do, que detrás de las masa­cres, des­apa­ri­cio­nes, ase­si­na­tos, ame­na­zas y des­pla­za­mien­tos for­za­dos, esta­ban, como aún lo están, las fuer­zas mili­ta­res, los terra­te­nien­tes, la bur­gue­sía, los polí­ti­cos libe­ra­les y con­ser­va­do­res, pero en las dimen­sio­nes que se han cono­ci­do por las reve­la­cio­nes de los jefes para­mi­li­ta­res, jamás.
Sin embar­go, el país no logró impe­dir este baño de san­gre con su movi­li­za­ción y protesta
–Creía­mos que había reser­vas demo­crá­ti­cas capa­ces de dete­ner este baño de san­gre. Creía­mos que las gigan­tes­cas movi­li­za­cio­nes que se daban fren­te a los ase­si­na­tos, ten­drían algu­na reper­cu­sión. Nos equi­vo­ca­mos. Eso suce­de en las demo­cra­cias de ver­dad, don­de las mani­fes­ta­cio­nes de los ciu­da­da­nos tie­nen efec­tos casi inme­dia­tos en la con­duc­ción de las polí­ti­cas de los gober­nan­tes. Esta­mos fren­te a la bur­gue­sía más ase­si­na de Amé­ri­ca Lati­na, capaz de des­apa­re­cer físi­ca­men­te al adver­sa­rio polí­ti­co para con­ser­var sus pri­vi­le­gios. Con­vir­tie­ron a Colom­bia en un patí­bu­lo, don­de se eje­cu­ta la pena de muer­te en cual­quier par­te, en una ofi­ci­na de una Asam­blea Depar­ta­men­tal, en la casa, en un bus inter­ur­bano, en un res­tau­ran­te, en la igle­sia, en el camino vere­dal, en la carre­te­ra, en la sede sin­di­cal o polí­ti­ca, a la entra­da de un cole­gio, en la escue­la don­de se dic­ta cla­se, en la uni­ver­si­dad, en la fin­qui­ta, en la calle, a ple­na luz del día o en la som­bras de la noche. No hay sitio veda­do. Se nos olvi­dó que la vio­len­cia que ha sacu­di­do a Lati­noa­mé­ri­ca tie­ne sus raí­ces pro­fun­das des­de la con­quis­ta, don­de la polí­ti­ca y la reli­gión se impu­sie­ron a san­gre y fue­go, cuan­do las cho­zas de los indios fue­ron saquea­das con una cruz en la mano. Com­pro­ba­mos que la cúpu­la de la Igle­sia Cató­li- ca colom­bia­na, una de las más retró­gra­das del con­ti­nen­te, siem­pre ha esta­do al lado del poder. Al igual que en Argen­ti­na, guar­dó un sepul­cral silen­cio ante el geno­ci­dio de la izquier­da. Nin­gún pro­nun­cia­mien­to. Sus igle­sias no abrie­ron las puer­tas a los per­se­gui­dos como en Chi­le, en la épo­ca de Pino­chet; por el con­tra­rio, se nega­ron a cele­brar entie­rros como lo pedían algu­nas fami­lias. Todos recor­da­mos el com­por­ta­mien­to de Mon­se­ñor Pimien­to, en Mani­za­les, cuan­do la fami­lia de Ber­nar­do Jara­mi­llo rogó una misa en su entie­rro. Se nega­ron. Pode­mos hablar de una cier­ta com­pla­cen­cia que con­tra­di­ce los prin­ci­pios cristianos.

La izquier­da deja sola a la Unión Patriótica

¿Y qué pasó con el res­to de la izquier­da fren­te al geno­ci­dio de la UP?
– Dolo­ro­sa­men­te tuvi­mos que pre­sen­ciar la entre­ga del M‑19 y su asi­mi­la­ción al esta­ble­ci­mien­to. Para sobre­vi­vir dobla­ron las rodi­llas, se entre­ga­ron al poder como si aquí no hubie­ra pasa­do nada y fren­te al peor geno­ci­dio polí­ti­co en la his­to­ria del continente.
Ever Bus­ta­men­te, otro­ra des­ta­ca­do jefe de ese movi­mien­to, me lo dijo en una reu­nión del Con­se­jo Nacio­nal Elec­to­ral en 1991: “No que­re­mos tran­si­tar el camino de la Unión Patrió­ti­ca, por eso no somos oposición”.
Y Nava­rro Wolff lo con­fir­mó en un encuen­tro que tuve con él, como lo hici­mos con todos los par­ti­dos que con­ta­ban con miem­bros ele­gi­dos a la Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te. Está­ba­mos hacién­do­le cam­pa­ña al cam­bio del capí­tu­lo de la fuer­za públi­ca para la nue­va Cons­ti­tu­ción, sobre­to­do en la defi­ni­ción de los deli­tos mili­ta­res. Su res­pues­ta fue con­tun­den­te: “Toda­vía nos ven con el morral en la espal­da; el capí­tu­lo de la fuer­za públi­ca no se toca”. Tenían acuer­dos con el Ejér­ci­to; en las vota­cio­nes se vio per­fec­ta­men­te. Sin embar­go, les mata­ron gen­te. Sus mili­tan­tes me bus­ca­ban para que yo hicie­ra las denun­cias, pues los encum­bra­dos no abrían su boca al res­pec­to. No solo habían per­di­do las cha­rre­te­ras sino tam­bién la dignidad.
Como lo afir­mó el colum­nis­ta Cami­lo Gon­zá­lez Pos­so, en El Tiem­po, el 18 de sep­tiem­bre de 2007, “el uso ile­gal y arbi­tra­rio de las armas ha sido par­te de la his­to­ria de Colom­bia des­de siem­pre, y des­de el siglo XIX ha ser­vi­do para el ejer­ci­cio del poder. La mitad del siglo XX trans­cu­rrió en medio de un régi­men de Esta­do de Sitio y la defen­sa del orden se hizo ‘com­bi­nan­do todas las for­mas de lucha’, a veces con chu­la­vi­tas, otras con pája­ros o mer­ce­na­rios de varios uni­for­mes. La gue­rra fría edu­có en tor­tu­ra y des­apa­ri­ción y en alian­zas con toda suer­te de mafias, nar­cos, paras y la lla­ma­da ley de fuga. Y ese entre­na­mien­to en la com­bi­na­ción de for­mas de lucha para la defen­sa de pode­res regio­na­les, loca­les y nacio­na­les, tuvo su expre­sión mayor, en el cru­ce de siglos, con la expan­sión del para­mi­li­ta­ris­mo, que sigue vivo aun­que en cri­sis irreversible”.
Lo ante­rior, aña­di­ría, finan­cia­do con los impues­tos de los colom­bia­nos o a tra­vés del bole­teo, como se lo impu­sie­ron a los gran­des y peque­ños pro­pie­ta­rios, a los gran­des y peque­ños comer­cian­tes. Has­ta las tien­das de los pue­blos, en muchas regio­nes, fue­ron obli­ga­das a coti­zar men­sual­men­te a los escua­dro­nes de la muer­te, so pena del des­tie­rro o el ase­si­na­to. El geno­ci­dio se hubie­ra podi­do evi­tar si hubié­se­mos teni­do ver­da­de­ros demó­cra­tas en la con­duc­ción del Esta­do. Tuvi­mos Pre­si­den­tes, algu­nos asus­ta­di­zos, otros con sen­ti­mien­tos de cul­pa, dan­do pésa­mes tele­fó­ni­ca­men­te ante los ase­si­na­tos o los aten­ta­dos, y otros, como par­te inte­gran­te del fas­cis­mo ordi­na­rio, con cara de demó­cra­tas. Por eso con­ti­núa el geno­ci­dio. Esta sema­na, cuan­do se me hace esta entre­vis­ta, el 7 de junio del 2011, fue ase­si­na­da Ana Fabri­cia Cór­do­ba, en Mede­llín, sobre­vi­vien­te de la UP que lide­ra­ba una orga­ni­za­ción que lucha­ba por la tie­rra de los des­pla­za­dos. Había denun­cia­do a sus enemi­gos, a quie­nes la iban a matar. No reci­bió nin­gu­na pro­tec­ción y si la hubie­se reci­bi­do de par­te del Esta­do, tam­po­co le hubie­ra sal­va­do su vida: los escol­tas del DAS son la pan­ta­lla para matar más rápi­do. Se vol­vió impor­tan­te el día de su muer­te. Antes había per­di­do a su mari­do y a dos hijos, tam­bién ase­si­na­dos; los que que­dan, están ame­na­za­dos. Es el exter­mi­nio de toda una familia.
Pero el Esta­do siem­pre adu­cía que esta­ba toman­do las medi­das nece­sa­rias para pro­te­ger a los diri­gen­tes de la UP
–Varios de los sobre­vi­vien­tes nos sal­va­mos por­que no lle­vá­ba­mos en las escol­tas agen­tes del DAS o de la Poli­cía. Nos acom­pa­ña­ban hom­bres y muje­res de la UP que arries­ga­ban la vida con noso­tros. Cuan­do deci­dí salir del país, el 9 de mayo de 1996, una de las pode­ro­sas razo­nes para dejar la patria fue la escol­ta impues­ta por la Poli­cía. Des­pués del aten­ta­do que sufrí cuan­do me diri­gía a la sede de la UP, sen­tí que mori­ría por cul­pa de ellos.
Estas supues­tas pro­tec­cio­nes por par­te del Esta­do se con­vir­tie­ron en las escol­tas­se­gui­mien­tos. Tenían los datos exac­tos de los des­pla­za­mien­tos, de las ruti­nas de tra­ba­jo, de las casas de los fami­lia­res, de los cole­gios de los hijos, del sitio de mer­ca­do, del gara­je don­de se arre­gla­ba el carro, de la pelu­que­ría, del ami­go, que eran trans­mi­ti­dos a los jefes de la “inte­li­gen­cia militar”.
Se hicie­ron lis­tas en el Minis­te­rio de Defen­sa de los con­de­na­dos a muer­te y se envia­ban a todas las bri­ga­das mili­ta­res. Los man­dos cas­tren­ses se jac­ta­ban de ello y has­ta las mos­tra­ban en los actos socia­les, don­de se codea­ban con la alta socie­dad. El gene­ral Iván Rami­rez Quin­te­ro, coman­dan­te de la Pri­me­ra Divi­sión, en la Cos­ta Atlán­ti­ca, la car­ga­ba en su bol­si­llo. Entre los ase­si­na­dos figu­ra­ba Luis Meza Alman­za, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad del Atlán­ti­co. Eso expli­ca por qué mili­tan­tes ame­na­za­dos que se des­pla­za­ban a sitios dis­tan­tes, fue­ron ulti­ma­dos a los pocos días.
¿Cómo era el com­por­ta­mien­to de los medios, de la pren­sa, fren­te al geno­ci­dio con­tra la UP?
–Los geno­ci­dios no son espon­tá­neos, no apa­re­cen por­que sí. Se pla­ni­fi­can estric­ta­men­te y siem­pre está detrás la mano del Esta­do. Pre­pa­ra­ban a la pobla­ción para que se resig­na­ra ante los crí­me­nes y para ello uti­li­za­ban los medios de comu­ni­ca­ción, los colum­nis­tas, que jue­gan un papel espe­cial. No hay sino que leer algu­nos de los artícu­los de Car­los Lem­mos Sim­monds, de Panes­so Roble­do, de Artu­ro Abe­lla, de Enri­que San­tos, entre otros, seña­lan­do, des­ca­li­fi­can­do y has­ta jus­ti­fi­can­do los ase­si­na­tos. Edi­to­ria­les de Nue­va Fron­te­ra, El Tiem­po, publi­ca­cio­nes de las Fuer­zas Arma­das, El Colom­biano y otros perió­di­cos y revis­tas nacio­na­les como loca­les, dan tes­ti­mo­nio de ello. Ni qué decir de la radio, espe­cial­men­te RCN y CARACOL, al ser­vi­cio del establecimiento.
Algu­nos perio­dis­tas tuvie­ron que dejar for­za­da­men­te sus pues­tos por­que no se ple­ga­ron a cam­biar las infor­ma­cio­nes que tenían sobre los auto­res de las matan­zas. Otros no publi­ca­ban las noti­cias por­que les pare­ce­rían dema­sia­do peli­gro­sas en esa auto­cen­su­ra del mie­do. Eso ocu­rrió, por ejem­plo, cuan­do la situa­ción de vio­len­cia se pro­fun­di­zó en Ura­bá. En la dia­go­nal San Jor­ge, de Apar­ta­dó, varios diri­gen­tes sin­di­ca­les y miem­bros de la UP, fue­ron baja­dos de un bus, deca­pi­ta­dos a mache­te y sus cabe­zas pues­tas en esta­cas en la carre­te­ra por don­de pasa­ba el res­to de autos que trans­por­ta­ban a los obre­ros de las fin­cas bana­ne­ras. El más bár­ba­ro escar­mien­to, acom­pa­ña­do de la adver­ten­cia de que corre­rían igual suer­te quie­nes per­ma­ne­cie­ran en los sin­di­ca­tos o en las filas de la UP. Tam­bién se le escon­día a la opi­nión hechos como el ase­si­na­to de sin­di­ca­lis­tas en algu­na fin­ca bana­ne­ra y cuyas cabe­zas eran envia­das al casino mien­tras los tra­ba­ja­do­res almor­za­ban. O cuan­do en San Pedro de Ura­bá fue­ron ase­si­na­dos varios mili­tan­tes de la UP en la pla­za del pue­blo y juga­ron fút­bol con sus crá­neos. Sola­men­te se pudo sacar a la luz públi­ca algo simi­lar, un domin­go sin noti­cias cuan­do algún perio­dis­ta lla­mó para saber si tenía­mos novedades.
Le mani­fes­té que sí, pero que lo haría en direc­to sobre esas maca­bras prác­ti­cas del para­mi­li­ta­ris­mo. Al otro día nos ati­bo­rra­ron de ame­na­zas, pero sir­vió para dete­ner, en par­te, esas ruti­nas de la muerte.
La impu­ni­dad y el sobre­sal­to del gene­ral Bedoya
La cade­na de crí­me­nes tam­bién encon­tra­ba alien­to en la impu­ni­dad pues rara vez había dete­ni­dos y menos condenados…
–Para el geno­ci­dio de la UP se esta­ble­ció todo un esque­ma de impu­ni­dad. La jus­ti­cia penal mili­tar era uno de ellos, aún con los cam­bios pre­sen­ta­dos. Toda­vía exis­ten tri­bu­na­les cas­tren­ses mon­ta­dos para garan­ti­zar que los crí­me­nes ofi­cia­les no ten­gan cas­ti­go. Pero si se lle­gan a ade­lan­tar los pro­ce­sos, los fis­ca­les que se atre­ven a tocar las estruc­tu­ras mili­ta­res, sus ser­vi­cios secre­tos o sus meca­nis­mos encu­bier­tos, es decir, los para­mi­li­ta­res, son some­ti­dos al escar­nio públi­co como enemi­gos de la socie­dad, ase­si­na­dos o desterrados.
Vie­ne a mi men­te, no recuer­do la fecha exac­ta pero si los per­so­na­jes, un caso que nos ocu­rrió en 1995. Fui­mos a mani­fes­tar­le al minis­tro del Inte­rior, Hora­cio Ser­pa, que a muchos mili­tan­tes y diri­gen­tes de la UP los seguían ase­si­nan­do las Fuer­zas Armadas.
Nos pro­pu­so, enton­ces, tener un encuen­tro con los coman­dan­tes. Noso­tros acep­ta­mos sin vaci­lar un ins­tan­te. Ese día nos encon­tra­mos, en una sala bellí­si­ma del Pala­cio Lié­vano, en el segun­do piso del edi­fi­cio don­de des­pa­cha­ba Ser­pa, con el gene­ral, Harold Bedo­ya, coman­dan­te del Ejér­ci­to, el almi­ran­te Hol­dan Del­ga­do, de la Arma­da, el gene­ral Mon­te­ne­gro, de la Poli­cía Nacio­nal, y otro mili­tar que al pare­cer era inte­gran­te de la Pro­cu­ra­du­ría ante las fuer­zas mili­ta­res. El úni­co que fal­tó fue el de la Fuer­za Aérea. El minis­tro pre­si­día la reu­nión. A su dere­cha bri­lla­ban los uni­for­mes y a su izquier­da, está­ba­mos los diri­gen­tes del Par­ti­do Comu­nis­ta y de la Unión Patrió­ti­ca, Álva­ro Vás­quez, el sena­dor Her­nán Mot­ta y yo. Allí se les reafir­mó que tenía­mos muchos tes­ti­mo­nios de com­pa­ñe­ros y ami­gos que lle­va­ban a pen­sar de la com­pli­ci­dad de las fuer­zas mili­ta­res en los crí­me­nes con­tra la UP. Nos refe­ri­mos a las ame­na­zas con­tra nues­tros mili­tan­tes y del Par­ti­do Comu­nis­ta, pro­ve­nien­tes de ele­men­tos del Ejér­ci­to, Poli­cía y cuer­pos de segu­ri­dad y que el refu­gio de los ase­si­nos eran varios cuar­te­les en dife­ren­tes luga­res del país. Denun­cia­mos que des­pués del regis­tro, en ope­ra­ti­vos cas­tren­ses a vivien­das y luga­res de tra­ba­jo de nues­tros par­ti­da­rios, lle­ga­ban los sica­rios a con­su­mar los ase­si­na­tos. Tam­bién narra­mos cómo las bri­ga­das mili­ta­res eran visi­ta­das por reco­no­ci­dos jefes para­mi­li­ta­res, que cita­mos con nom­bres pro­pios, en las regio­nes mar­ti­ri­za­das por la violencia.
El pri­me­ro en res­pon­der fue el gene­ral Harold Bedo­ya. Sobre­sal­ta­do, con sus gran­des ojos cla­ros desor­bi­ta­dos, comen­zó a gri­tar –has­ta los perio­dis­tas que se ubi­ca ban en el pri­mer piso del edi­fi­cio escu­cha­ron su ele­va­do tono – que venía a una reu­nión y no a que se le irres­pe­ta­ra, y que por con­si­guien­te se reti­ra­ba. Salió enfu­re­ci­do tiran­do la puer­ta del des­pa­cho. Ser­pa tomó la pala­bra para decir que había con­vo­ca­do la reu­nión bus­can­do limar aspe­re­zas, pero veía que no era posi­ble y la reu­nión se aca­bó. La jerar­quía mili­tar no resis­tía el más míni­mo deba­te. Era cons­cien­te que sus ope­ra­ti­vos, dise­ña­dos des­de la cúpu­la, se conocían.
Nos van a matar a todos, me dijo Miller cuan­do le reve­lé la Ope­ra­ción Gol­pe de Gracia
Sabe­mos que usted fue la pri­me­ra per­so­na que cono­ció los deta­lles de la lla­ma­da Ope­ra­ción Gol­pe de Gra­cia, diri­gi­da con­tra la UP, ¿cómo fue esa historia?
–En efec­to, noso­tros poseía­mos, por dife­ren­tes fuen­tes, una infor­ma­ción veraz muy gran­de e irre­fu­ta­ble. Per­so­nal­men­te reci­bí, a media­dos de 1993, el anó­ni­mo que lle­gó a la UP sobre la Ope­ra­ción Gol­pe de Gra­cia. En tér­mi­nos gene­ra­les, en una hoja escri­ta a máqui­na, alguien nos hacía cono­cer que la cúpu­la mili­tar de la épo­ca se había reu­ni­do (esta­ban los nom­bres y ape­lli­dos), para dis­cu­tir dos opcio­nes: si se abrían pro­ce­sos judi­cia­les ama­ña­dos para lle­var a la diri­gen­cia de la UP a la cár­cel o si seguían con el plan de exter­mi­nio con­tra la direc­ción nacio­nal y los coman­dos depar­ta­men­ta­les. Pri­mó la segunda.
De inme­dia­to pre­pa­ra­mos una car­ta a las orga­ni­za­cio­nes de Dere­chos Huma­nos del mun­do como Amnis­tía Inter­na­cio­nal, Human Rights Watch, FIDH, entre otras, trans­cri­bien­do la gra­ve ame­na­za que pesa­ba sobre todos noso­tros. Salí a la sede del Par­ti­do Comu­nis­ta y allí encon­tré a Miller Cha­cón, el secre­ta­rio nacio­nal de orga­ni­za­ción del PCC, que había reem­pla­za­do a Teó­fi­lo Fore­ro, ase­si­na­do jun­to con su espo­sa y dos diri­gen­tes más el 27 de febre­ro de 1989 en Bogo­tá. Le entre­gué el anó­ni­mo que leyó con cui­da­do. Era un hom­bre muy tran­qui­lo, pero obser­vé que su preo­cu­pa­ción lo per­tur­bó. “Nos van a matar a todos”, expre­só sin rodeos. Ese fin de sema­na se reu­nió la direc­ción del Par­ti­do para tomar las medi­das de pro­tec­ción. Miller, un estu­dio­so de la polí­ti­ca, fun­cio­na­rio de toda la vida, el orga­ni­za­dor, que desea­ba poner a todo el mun­do a sal­vo, fue el pri­me­ro en caer víc­ti­ma de este plan, el 25 de noviem­bre de 1993, en una calle al sur de Bogo­tá. Lue­go ven­dría el ase­si­na­to de Manuel Cepe­da, casi nue­ve meses des­pués, el 9 de agos­to de 1994.
Había­mos visi­ta­do varias veces al fla­man­te minis­tro de Defen­sa del pre­si­den­te César Gavi­ria, Rafael Par­do Rue­da, para denun­ciar estos pla­nes. En su des­pa­cho estu­vi­mos con Álva­ro Vás­quez, Manuel Cepe­da y Her­nán Mot­ta, entre otros. Jamás se inmu­ta­ba ante las gra­ví­si­mas denun­cias y pare­cía que los muros del des­pa­cho eran más sus­cep­ti­bles fren­te a lo que decía­mos. Su fra­se pre­fe­ri­da, al menos en nues­tras reunio­nes, era, “no les creo, prue­bas, prue­bas”. Siem­pre me impre­sio­nó que ni siquie­ra nos mira­ra. Sus ojos per­ma­ne­cían cla­va­dos en la mesa y con un bolí­gra­fo en la mano. Esa frial­dad y des­hu­ma­ni­za­ción ante hechos tan serios, me lle­va­ron a recon­fir­mar que todo esta­ba calculado.
¿Pero toda esta ola de aten­ta­dos obe­de­cía real­men­te a una polí­ti­ca de Estado?
–El esta­ble­ci­mien­to esta­ba adver­ti­do, des­de los pri­me­ros ase­si­na­tos, que las fuer­zas mili­ta­res se encon­tra­ban seria­men­te impli­ca­das. Des­de hace muchos años pien­so que los gra­ves hechos vio­la­to­rios de los Dere­chos Huma­nos, como las des­apa­ri­cio­nes for­za­das, los ase­si­na­tos cali­fi­ca­dos en tér­mi­nos disi­mu­la­do­res como “eje­cu­cio­nes suma­rias” y últi­ma­men­te los mal lla­ma­dos “fal­sos posi­ti­vos”, son crí­me­nes come­ti­dos por las Fuer­zas Ar madas. Nadie super­vi­sa las ense­ñan­zas que se le impar­ten a los mili­ta­res y los méto­dos que uti­li­zan. A los jóve­nes reclu­tas se les dan tra­tos inhu­ma­nos y degra­dan­tes, inclu­so muchas veces se les tor­tu­ra o se les mal­tra­ta por medio de pali­zas, levan­tar­se súbi­ta­men­te a altas horas de la noche; se les obli­ga a bañar­se con agua hela­da en la madru­ga­da; se les hace lim­piar el sue­lo del cuar­tel con su cuer­po y ropa moja­da; se les par­ten made­ros en su cuer­po o se les que­ma; se les obli­ga a vol­ver­se infor­man­te de su pro­pia fami­lia; se les ense­ña y con­mi­na a robar, ase­si­nar, empe­zan­do por los men­di­gos, las pros­ti­tu­tas, y el que se opon­ga a estas con­duc­tas den­tro de la tro­pa, es lle­va­do a la muer­te. Tes­ti­mo­nios dolo­ro­sí­si­mos de muje­res que reci­bie­ron a sus hijos en cajas fune­ra­rias y si inten­ta­ban abrir­las, reci­bían las peo­res ame­na­zas. Siem­pre que­da­ron con la incer­ti­dum­bre de no poder dar­le una últi­ma mira­da al hijo ama­do. Algu­nas veces les decían que eran suicidios.
De esto no se esca­pa ni el Bata­llón Guar­dia Pre­si­den­cial. Reci­bí a varias muje­res que me con­ta­ron horro­res cuan­do tenía un asien­to en el Con­ce­jo de Bogo­tá por la UP. Les obli­ga­ban a los jóve­nes bachi­lle­res a extor­sio­nar los bares cer­ca­nos al Bata­llón Guar­dia Pre­si­den­cial. Jóve­nes que que­rían deser­tar, des­apa­re­cer, se nega­ban a ser atra­ca­do­res ofi­cia­les y repar­tir­se entre ellos los dine­ros reco­gi­dos. Jóve­nes que reta­ban a sus padres a esco­ger entre tener un hijo atra­ca­dor o desertor.
Las prác­ti­cas crue­les prohi­bi­das por la Cons­ti­tu­ción de 1991 con­ti­núan en los cuar­te­les. Los sub­ofi­cia­les y ofi­cia­les se ensa­ñan con­tra los reclu­tas por­que con ellos hicie­ron lo mis­mo y deben seguir apli­cán­do­lo para for­mar a quie­nes van a inte­grar pos­te­rior­men­te las filas de sica­rios, de delin­cuen­tes, de para­mi­li­ta­res. Es la licen­cia ins­ti­tu­cio­nal para matar. Es la for­ma­ción dis­tor­sio­na­da que se hace con los dine­ros de todos los colom­bia­nos. Están lis­tos cuan­do sal­gan de los cuar­te­les para ins­truir en téc­ni­cas sal­va­jes, inhu­ma­nas. Están entre­na­dos para des­apa­re­cer sin dejar ras­tros. Es lo más pare­ci­do a una fábri­ca de cri­mi­na­les en serie. Lo iró­ni­co es que se dic­tan a menu­do cla­ses por el res­pe­to de los Dere­chos Huma­nos por par­te de per­so­nas muy pro­fe­sio­na­les, cur­sos que de nada sir­ven en la prác­ti­ca. Sólo les repre­sen­ta a ellos la dis­cul­pa de que han hecho talle­res que mues­tran en los estra­dos inter­na­cio­na­les y para con­se­guir recur­sos a nom­bre de los dere­chos que piso­tean a cada ins­tan­te. Estas son las con­se­cuen­cias de la ofi­cia­li­dad gra­dua­da en la fatí­di­ca Escue­la de las Amé­ri­cas y las otras que la han reem­pla­za­do en los EE.UU.
Estan­do en ple­na Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te, en abril de 1991, el gene­ral Luis Eduar­do Roca Mai­chel, coman­dan­te gene­ral de las Fuer­zas Arma­das san­cio­nó la Direc­ti­va No. 200−05÷91 median­te la cual se esta­ble­cían y orga­ni­za­ban redes de inte­li­gen­cia. En su nume­ral 1, se reco­no­ce que en ello se siguen “reco­men­da­cio­nes que hizo la comi­sión de ase­so­res de las Fuer­zas Mili­ta­res de los Esta­dos Uni­dos”. Dichas redes y par­ti­cu­lar­men­te la Red 07 de Inte­li­gen­cia de la Arma­da Nacio­nal, se cons­ti­tu­ye­ron prác­ti­ca­men­te como una pode­ro­sa estruc­tu­ra para­mi­li­tar que per­pe­tró nume­ro­sos crí­me­nes de lesa huma­ni­dad, cuyos auto­res fue­ron ade­más pro­te­gi­dos por las estruc­tu­ras ins­ti­tu­cio­na­les de impu­ni­dad, como seña­la el libro Deu­da con la huma­ni­dad, para­mi­li­ta­ris­mo de Esta­do en Colom­bia 1988 – 2003, publi­ca­do por el Cen­tro de Inves­ti­ga­ción y Edu­ca­ción Popu­lar Cinep. El len­gua­je de la gue­rra se ha impues­to y en ese len­gua­je los civi­les nos con­ver­ti­mos en obje­ti­vos mili­ta­res como nos lo hacían saber en nume­ro­sas ame­na­zas los paramilitares.

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