La cri­sis finan­cie­ra expli­ca­da de mane­ra sen­ci­lla – Mikel Arizaleta

Hei­di es la pro­pie­ta­ria de un bar en Ber­lín, que ha com­pra­do con un prés­ta­mo ban­ca­rio. Como es natu­ral, quie­re aumen­tar las ven­tas, y deci­de per­mi­tir que sus clien­tes, la mayo­ría de los cua­les son alcohó­li­cos en paro, beban hoy y paguen otro día. Va ano­tan­do en un cua­derno todo lo que con­su­men cada uno de sus clien­tes. Esta es una mane­ra como otra cual­quie­ra de con­ce­der­les préstamos.

Nota: Pero en reali­dad, no le entra en caja nin­gún dine­ro físico.

Muy pron­to, gra­cias al boca a boca, el bar de Hei­di se empie­za a lle­nar de más clientes.

Como sus clien­tes no tie­nen que pagar al ins­tan­te, Hei­di deci­de aumen­tar los bene­fi­cios subien­do el pre­cio de la cer­ve­za y del vino, que son las bebi­das que sus clien­tes con­su­men en mayor can­ti­dad. El mar­gen de bene­fi­cios aumen­ta vertiginosamente.


Nota: Pero en reali­dad, es un mar­gen de bene­fi­cios vir­tual, fic­ti­cio; la caja sigue estan­do vacía de ingre­sos contantes.

Un emplea­do del ban­co más cer­cano, muy empren­de­dor, y que tra­ba­ja de direc­tor en la sec­ción de ser­vi­cio al clien­te, se da cuen­ta de que las deu­das de los clien­tes del bar son acti­vos de alto valor, y deci­de aumen­tar la can­ti­dad del prés­ta­mo a Hei­di. El emplea­do del ban­co no ve nin­gu­na razón para preo­cu­par­se, ya que el prés­ta­mo ban­ca­rio tie­ne como base para su devo­lu­ción las deu­das de los clien­tes del bar.

Nota: ¿Vais pillan­do la dimen­sión del cas­ti­llo de naipes?
En las ofi­ci­nas del ban­co los direc­ti­vos con­vier­ten estos acti­vos ban­ca­rios en «bebi­da-bonos», «alco-bonos» y «vomi­ta-bonos» ban­ca­rios. Estos bonos pasan a comer­cia­li­zar­se y a cam­biar de manos en el mer­ca­do finan­cie­ro inter­na­cio­nal. Nadie com­pren­de en reali­dad qué sig­ni­fi­can los nom­bres tan raros de esos bonos; tam­po­co entien­den qué garan­tía tie­nen estos bonos, ni siquie­ra si tie­nen algu­na garan­tía o no. Pero como los pre­cios siguen subien­do cons­tan­te­men­te, el valor de los bonos sube tam­bién constantemente.


Nota: El cas­ti­llo de nai­pes cre­ce y cre­ce y no para de cre­cer, pero todo es un came­lo; no hay detrás soli­dez mone­ta­ria que lo sus­ten­te. Todo son «bonos», es decir, pape­li­tos que «repre­sen­tan» tener valor siem­pre y cuan­do el cas­ti­llo de nai­pes se sostenga.

Sin embar­go, aun­que los pre­cios siguen subien­do, un día un ase­sor de ries­gos finan­cie­ros que tra­ba­ja en el mis­mo ban­co (ase­sor al que, por cier­to, des­pi­den pron­to a cau­sa de su pesi­mis­mo) deci­de que ha lle­ga­do el momen­to de deman­dar a Hei­di el pago de su prés­ta­mo ban­ca­rio; y Hei­di, a su vez, exi­ge a sus clien­tes el pago de las deu­das con­traí­das con el bar.

Pero, cla­ro está, los clien­tes no pue­den pagar las deudas.


Nota: ¡¡¡Por­que siguen sin tener ni un cén­ti­mo!!! Han podi­do beber cada día en el bar por­que «se com­pro­me­tían» a pagar sus deu­das, pero el dine­ro físi­co no existe.

Hei­di no pue­de devol­ver sus prés­ta­mos ban­ca­rios y entra en bancarrota.


Nota: Y Hei­di pier­de el bar.

Los «bebi­da-bonos» y los «alco-bonos» sufren una caí­da de un 95% de su valor. Los «vomi­to-bonos» van lige­ra­men­te mejor, ya que sólo caen un 80%.

Las com­pa­ñías que pro­veen al bar de Hei­di, que le die­ron lar­gos pla­zos para los pagos y que tam­bién adqui­rie­ron bonos cuan­do su pre­cio empe­zó a subir, se encuen­tran en una situa­ción iné­di­ta. El pro­vee­dor de vinos entra en ban­ca­rro­ta, y el pro­vee­dor de cer­ve­za tie­ne que ven­der el nego­cio a otra com­pa­ñía de la competencia.


Nota: Por­que los pro­vee­do­res de vinos y cer­ve­zas tam­bién le fia­ban a Hei­di, cre­yen­do que esta­ban segu­ros de que cobra­rían con cre­ces al cabo del tiem­po. Como no han podi­do cobrar dado que el dine­ro no exis­te, la deu­da de Hei­di se los ha comi­do a ellos.

El gobierno inter­vie­ne para sal­var al ban­co, tras con­ver­sa­cio­nes entre el pre­si­den­te del gobierno y los líde­res de los otros par­ti­dos políticos.

Para poder finan­ciar el res­ca­te del ban­co, el gobierno intro­du­ce un nue­vo impues­to muy ele­va­do que paga­rán los abs­te­mios.


Nota: Que es lo que de ver­dad ha pasa­do. Con los impues­tos de los ciu­da­da­nos ino­cen­tes, los gobier­nos han tapa­do el agu­je­ro finan­cie­ro crea­do por la estu­pi­dez de los bancos.

 
¡Por fin! ¡Una expli­ca­ción que entiendo!

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