La desaparición de la lucha armada de nuestro horizonte parece abrir paso a un nuevo escenario en el que resultará más eficaz la acción política de los soberanistas. Convendría que no nos precipitáramos esperando resultados inmediatos. Lo importante de este acontecimiento es la posibilidad de que se consiga la determinación de una estrategia que favorezca la máxima implicación del conjunto de los soberanistas en el quehacer político, dirigido a lo que tendrían que ser nuestros objetivos de mayor alcance.
Es posible que las expectativas que tienen muchos no sean llenadas de manera inmediata. La desaparición del enfrentamiento frontal con España –lucha armada- no obedece únicamente a la actuación policial, sino primordialmente a la desafección existente en nuestra colectividad nacional navarra con respecto a una práctica que se ha revelado ineficaz y que suscita un fuerte recelo por sus implicaciones humanas y sociales en general. Sin que se pueda rechazar absolutamente, es claro que no existe justificación para su utilización salvo en casos límite. A este respecto, convendrá recordar a quienes acusan a los navarros de utilizarla, de que el uso de la violencia constituye la mayor prerrogativa que se atribuye un Estado –desde luego el español-. La legitimidad de su utilización será paralela a la que tenga cualquier Estado para ordenar una sociedad. A los españoles en general –y en mayor medida a su intelectualidad y gobernantes- será necesario recordarles que ellos han dado por buena de hecho la actuación violenta del Estado franquista y aceptado que los defensores de tal Estado formen parte del actual sistema parlamentario.
Desde la perspectiva de los soberanistas navarros se tiene claro que la razón del conflicto que nos enfrenta con España, es resultado de la negativa española a reconocer nuestra realidad nacional. No es un hecho de hoy, pero resulta obligado reafirmar esta perspectiva ante la negativa española a reconocer su existencia. Esta simple actitud constituye la muestra más acabada de la imposición española, porque supone la negativa a admitir el derecho individual a decidir la colectividad nacional que corresponde al ser humano. Es más grave la actitud española cuando viene precedida de una práctica de imposición histórica, que ha afectado a tantos territorios a nivel mundial a los que se obligó a formar parte del Imperio español a lo largo del los últimos 500 años. Entre los Pueblos sometidos a este Imperio viene siendo reconocido de manera universal el territorio del antiguo Estado de Navarra; territorio que siempre ha manifestado resistencia a ser asimilado.
En el momento presente España siente el agobio de una crisis nacional a la que pone fondo la crisis económica mundial. El fracaso nacional que se percibe se traduce en la reafirmación de todos los vicios que caracterizan históricamente la identidad española. Siempre ha estado marcada por el acomplejamiento ante otros imperios más exitosos. Ha intentado ocultar su sentimiento de inferioridad en la altivez y este rasgo último vuelve a intensificarse, cuando el actual imperio –de dimensiones peninsulares- es cuestionado por las aspiraciones nacionales de navarros y catalanes. Esta altivez se manifiesta en el momento presente en los planteamientos de los grupos políticos españoles con mayor peso social. No obstante es alimentada por la multitud de profesionales de la información a la que suministran materia los intelectuales orgánicos, reconvertidos a los ideales de la España tradicional de la que el Franquismo constituye la muestra más acabada y reciente.
El desarrollo de la lucha armada durante los últimos decenios ha permitido a la ideología española presentarse como una colectividad agredida hacia el exterior. Hacia dentro de la propia sociedad española le ha suministrado solidaridad frente a la brutalidad vasca. Los españoles han universalizado la imagen del nacionalista vasco violento. La pertinacia de quienes han insistido en proseguir con la lucha armada ha facilitado las cosas a España. España ha contado con el apoyo del entorno europeo y va resultar muy difícil conseguir la modificación de esta perspectiva en un plazo inmediato. Convendría que no se plantearan exigencias desmesuradas desde las filas soberanistas navarras. En definitiva la renuncia de E.T.A. a su práctica tradicional representa su fracaso como organización. Los españoles pretenden que este paso se convierta en una derrota extrapolable al conjunto del soberanismo navarro. No es posible olvidar que –más allá de la derrota de la organización armada- el objetivo final español lo constituye la desaparición del soberanismo en cuanto tal.
España busca la derrota de esta corriente y sus dirigentes tienen conciencia de la victoria parcial que están a punto de alcanzar. De ahí el interés que muestran en que aparezcan vencedores y vencidos. No insisten en la paz, sino en la rendición. En ningún momento se plantean los españoles la posibilidad de hacer concesiones y resulta posible que mantengan su política de represión seguida hasta el momento, como el modo más eficaz de desmantelar cualquier estrategia soberanista. Por lo demás, la intervención de instancias internacionales que trabajan para conseguir un acuerdo, no van más allá de la desaparición de las actuales tensiones y establecimiento de un marco de relaciones políticas como los que se denominan democráticos.
En este marco en que se le concede a España la competencia de organización electoral y parlamentaria, resulta difícil que el soberanismo pueda conseguir sus reivindicaciones. Por otra parte, es obligado atender los problemas derivados de la existencia de presos políticos, que con el pretexto de la actuación violenta han permitido a España golpear con dureza al soberanismo ¡Aquí se encuentra el principal escollo y objetivo a salvar y conseguir por parte de los navarros! España va a jugar con esta baza y enconar cualquier tipo de negociación. Los esfuerzos por alcanzar la liberación de los presos y desaparición de responsabilidades pueden agotar la capacidad de lucha de los soberanistas. Se puede entender las resistencias hacia una solución de amnistía –dada la gravedad de muchas de las acciones armadas- en todo caso se impone la exigencia de superación de los agravios. En definitiva en el origen de toda esta violencia se encuentra la responsabilidad española por haber impuesto su dominación y represión a Navarra. En el caso de que se pretenda establecer cuantitativamente los sufrimientos es claro que los navarros son y han sido las víctimas principales ¡Poco importa! España pretenderá abrumarnos con la esperanza de conseguir nuestro desánimo y rendición.
La intervención de instancias internacionales con experiencia en la resolución de conflictos representa una baza que a la larga puede reconducir la situación, pero desde esas instancias se plantearán igualmente exigencias que parecerán frenar nuestras aspiraciones. Lo cierto es que a corto y medio plazo los esfuerzos a realizar en el campo soberanista son muy considerables. Es obligado la revisión de actuaciones pasadas y el esfuerzo por conseguir puntos de acuerdo que faciliten el planteamiento de una estrategia adecuada. Siempre será necesario no dar pasos en falsos y evitar precipitaciones con la mirada puesta en el triunfo futuro.