Soma­li­lan­dia: la excep­ción del cuerno de Áfri­ca- Txen­te Rekondo

El 18 de mayo de 1991 Soma­li­lan­dia decla­ró su inde­pen­den­cia, hace aho­ra algo más de vein­te años. Des­de enton­ces su lucha por encau­zar un pro­yec­to sobe­rano y lograr el reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal ha teni­do su cara y su cruz. Y a pesar de que algu­nos la cali­fi­can como el oasis del Cuerno de Áfri­ca, la mal lla­ma­da comu­ni­dad inter­na­cio­nal no ha reco­no­ci­do su situación.

Aque­lla decla­ra­ción de inde­pen­den­cia ha per­mi­ti­do que el pue­blo de este país pusie­ra en mar­cha un pro­yec­to que ha traí­do con­si­go la for­ma­ción de gobier­nos esta­bles en una región aso­la­da por la ines­ta­bi­li­dad y un sis­te­ma de legi­ti­mi­dad muy impor­tan­te, en cla­ro con­tras­te sobre todo con la situa­ción que se vive en la veci­na Soma­lia. Muchos ana­lis­tas han seña­la­do que la reali­dad de Soma­li­lan­dia, con sus defec­tos y acier­tos, pue­de con­ver­tir­se en un ejem­plo de cara a los colap­sos esta­ta­les o los lla­ma­dos esta­dos-falli­dos en otros luga­res del mun­do, y a día de hoy es una reali­dad sobe­ra­na, a pesar de su no reco­no­ci­mien­to internacional.

Esta reali­dad cono­ce dife­ren­tes tér­mi­nos: “cua­si esta­dos no reco­no­ci­dos”, “esta­do den­tro de esta­dos”, “esta­dos de facto”…y la mayo­ría de los casos com­par­te algu­nos ele­men­tos bási­cos. Una direc­ción polí­ti­ca con apo­yo popu­lar; una capa­ci­dad de gober­nar a una pobla­ción deter­mi­na­da; con­tro­lar el terri­to­rio; tener la capa­ci­dad de enta­blar rela­cio­nes con otros esta­dos; logra­ra un amplio reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal de su soberanía…

Trans­nis­tria, Ose­tia del Sur, Abja­sia, Nagorno-Kara­baj o Soma­li­lan­dia entre otros cum­ple todas las con­di­cio­nes excep­to la últi­ma. La comu­ni­dad inter­na­cio­nal en su mayor par­te recha­zan el reco­no­ci­mien­to de esas reali­da­des sobe­ra­nas. La hipo­cre­sía o doble rase­ro se pone ade­más de mani­fies­to cuan­do sí son reco­no­ci­dos esta­dos que no con­tro­lan su terri­to­rio, que no logran dotar de los ser­vi­cios bási­cos a su pobla­ción ni de man­te­ner una gober­na­bi­li­dad estable.

Los argu­men­tos que defien­den los detrac­to­res del reco­no­ci­mien­to de Soma­li­lan­dia se vuel­ven con­tra ellos cuan­do se les recuer­da los casos de Eri­trea (alte­ra­ción de fron­te­ras en el con­ti­nen­te afri­cano) o de Eslo­ve­nia y Croa­cia (en Euro­pa) por poner algún ejem­plo. Algu­nos esta­dos se afe­rran ade­más al deba­te en torno al suje­to de deci­sión, y pre­ten­den que en el caso de Soma­li­lan­dia la pobla­ción de Soma­lia tam­bién par­ti­ci­pe en la deci­sión final. Algo que no tuvie­ron en cuen­ta cuan­do se des­mem­bró la anti­guo Yugoslavia.

Soma­li­lan­dia lle­va tiem­po desa­rro­llan­do las lla­ma­das “cua­tro R”. Por un lado la recon­ci­lia­ción, don­de ha veni­do jugan­do un papel cla­ve el sis­te­ma de los con­se­jos de ancia­nos (Guur­ti), que ha sabi­do com­pa­gi­nar una espe­cie de alian­za entre “tra­di­ción y moder­ni­dad”. Por otro lado está la recons­truc­ción, don­de una con­ju­ga­ción de segu­ri­dad, des­cen­tra­li­za­ción, apor­ta­cio­nes eco­nó­mi­cas de la diás­po­ra han per­mi­ti­do un cam­bio sus­tan­cial en estos vein­te años. Tam­bién es cla­ve la reli­gión, en un país mayo­ri­ta­ria­men­te musul­mán, y don­de las cofra­días sufíes han desem­pe­ña­do un papel muy impor­tan­te, y que ha impe­di­do que se desa­rro­llen al mis­mo tiem­po ten­den­cias jiha­dis­tas o de un isla­mis­mo más radi­cal, y don­de se mira tam­bién con aten­ción al mode­lo tur­co. Y final­men­te el reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal, la gran cruz que per­si­gue al país, y que a pesar de con­tra con las sim­pa­tías de algu­nos esta­dos afri­ca­nos (Sudá­fri­ca, Ruan­da o Kenia), son más los que se opo­nen (Egip­to, Sudán, Ara­bia Saudita…).

Soma­li­lan­dia reúne los cri­te­rios obje­ti­vos para ser reco­no­ci­do como un esta­do sobe­rano: tie­ne una pobla­ción per­ma­nen­te (asen­ta­da ade­más con la vuel­ta de des­pla­za­dos y refu­gia­dos; un terri­to­rio defi­ni­do (con cla­ra refe­ren­cia a l pro­tec­to­ra­do bri­tá­ni­co de Soma­li­lan­dia); un gobierno con una auto­ri­dad polí­ti­ca orga­ni­za­da y que es capaz de dotar de segu­ri­dad al país y hacer fren­te a los pro­ble­mas de la pira­te­ría o del jiha­dis­mo trans­na­cio­nal; capa­ci­dad de enta­blar rela­cio­nes con otros esta­dos, y a pesar de los obs­tácu­los que debe supe­rar, el país man­tie­ne misio­nes diplo­má­ti­cas ene dife­ren­tes pun­tos del mundo.

Todo un aba­ni­co de excu­sas se expo­ne para fre­nar el reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal. Des­de los que “pre­fie­ren una Soma­lia uni­da, has­ta los que con­di­cio­nan cual­quier acuer­do “al pro­ce­so de paz soma­lí”, pasan­do por aque­llos que sos­tie­ne que “debe ser la Unión Afri­ca­na la que deter­mi­ne si es o no un esta­do inde­pen­dien­te”. Como se pue­de obser­var todas ellas son razo­nes polí­ti­cas y no basa­das en cues­tio­nes de lega­li­dad. El temor de muchos esta­dos a que se abra una espe­cia de caja de Pan­do­ra que rede­fi­na y arti­cu­le una reali­dad inter­na­cio­nal más acor­de con las volun­ta­des de los pue­blos y nacio­nes del mun­do sir­ve de freno para el reco­no­ci­mien­to de nue­vos estados.

Soma­li­lan­dia, en un ejer­ci­cio demo­crá­ti­co ha apro­ba­do en dos oca­sio­nes su inde­pen­den­cia de mane­ra for­mal. Tras la decla­ra­ción de 1991, en 1993 el sis­te­ma tra­di­cio­nal basa­do en la estruc­tu­ra de cla­nes apro­bó la inde­pen­den­cia, y pos­te­rior­men­te en 2001 el 97% de la pobla­ción hizo lo pro­pio en un refe­rén­dum. En la últi­ma déca­da ha ela­bo­ra­do ade­más una cons­ti­tu­ción, ha cele­bra­do elec­cio­nes par­la­men­ta­rias, muni­ci­pa­les y presidenciales.

Los cam­bios sus­tan­cia­les tam­bién se han suce­di­do en este país y han abar­ca­do dife­ren­tes sec­to­res: la acti­vi­dad comer­cial, la res­tau­ra­ción de las infra­es­truc­tu­ras, sis­te­mas de tele­co­mu­ni­ca­cio­nes, el sec­tor ser­vi­cios o el de las tran­sac­cio­nes finan­cie­ras han dota­do a la nue­va reali­dad un empu­je des­co­no­ci­do en la región.

El resur­gir eco­nó­mi­co no ha sido sen­ci­llo, pero el país sigue basan­do buen apar­te d el mis­mo en la impor­tan­cia que ha teni­do el pas­to­reo y el comer­cio de gana­do, a pesar de las tra­bas y boi­cots de Ara­bia Sau­di­ta en oca­sio­nes, o de la ausen­cia de inver­sio­nes direc­tas extran­je­ras. Sin duda las impor­tan­tes reme­sas eco­nó­mi­cas envia­das por la diás­po­ra tam­bién han con­tri­bui­do a esos cam­bios, como lo ha hecho el comer­cio de sus puer­tos y el desa­rro­llo inci­pien­te del sec­tor ser­vi­cios y de la manufactura.

Para­le­la­men­te, esa esta­bi­li­dad y auge eco­nó­mi­co han pro­pi­cia­do un desa­rro­llo social des­co­no­ci­do en la zona. La vuel­ta de des­pla­za­dos y refu­gia­dos, el auge de las ciu­da­des y del seden­ta­ris­mo, una red de ser­vi­cios socia­les (edu­ca­ción y salud) que toda­vía tie­ne mucho por desa­rro­llar y obs­tácu­los que supe­rar (peso del sec­tor pri­va­do en mate­ria sani­ta­ria y, cos­tes, menor pre­sen­cia de muje­res o des­equi­li­brio cam­po-ciu­dad en el educativo).

Entre los obs­tácu­los que afron­ta ade­más está el del con­su­mo del qaad (tam­bién cono­ci­do como khat, qaat o chat) y que con­di­cio­na la eco­no­mía de muchas fami­lias y en cier­ta medi­da difi­cul­ta el desa­rro­llo social. Pero sin duda uno de lo mayo­res pro­ble­mas resi­de en el no reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal (que tie­ne con­se­cuen­cias nega­ti­vas de cala­do, pues fre­na el desa­rro­llo de impor­tan­tes sec­to­res, como el petue­lo o gas, así como el acce­so a fon­dos finan­cie­ros internacionales).

Soma­li­lan­dia ha mos­tra­do al mun­do que su mode­lo es la antí­te­sis del colap­so de Soma­lia, que recha­za por dife­ren­tes razo­nes una fór­mu­la uni­ta­ria con el país vecino y a pesar de todo la mal lla­mad comu­ni­dad inter­na­cio­nal sigue negan­do su reco­no­ci­mien­to (algo en lo que coin­ci­den con los isla­mis­tas soma­líes de Al-Sha­baad). Este país a pesar de todo, sigue repre­sen­tan­do un mode­lo atí­pi­co en el Cuerno de Áfri­ca, y con su pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción, desa­rro­llo eco­nó­mi­co y esta­bi­li­dad podría ser un mode­lo a seguir en esa com­ple­ja región.

Como dice un pres­ti­gio­so ana­lis­ta local, “en los últi­mos años hemos logra­do lle­var ade­lan­te un pro­ce­so de recon­ci­lia­ción, des­mo­vi­li­za­ción y res­tau­ra­ción de la ley y el orden. Nues­tra capi­tal es un cen­tro comer­cial de carác­ter inter­na­cio­nal y hemos sabi­do fre­nar ame­na­zas laten­tes como la pira­te­ría y el jiha­dis­mo trans­na­cio­nal”. Y a pesar de todo la comu­ni­dad inter­na­cio­nal pre­fie­re mirar para otro lado.

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