Défi­cits y tram­pas: gober­nan­tes cul­pa­bles- Car­los Taibo

1. Cuan­do nues­tros gober­nan­tes, lejos de los micró­fo­nos, se refie­ren a las nume­ro­sas y dra­co­nia­nas medi­das de ajus­te que han des­ple­ga­do en el últi­mo año y medio sue­len echar mano casi siem­pre del mis­mo argu­men­to: un even­tual des­plo­me de ban­cos e ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras pro­vo­ca­ría un esce­na­rio de caos y de ausen­cia dra­má­ti­ca de expec­ta­ti­vas que haría que año­rá­se­mos una situa­ción como la pre­sen­te. El argu­men­to en cues­tión sue­le ver­se acom­pa­ña­do de otro de per­fil simi­lar: hay que hacer lo impo­si­ble para evi­tar un pro­gra­ma de res­ca­te de la UE, y ello aun cuan­do los debe­res con­si­guien­tes recuer­den pode­ro­sa­men­te a ese pro­gra­ma de rescate.

Impor­ta sub­ra­yar lo que hay por detrás de seme­jan­te tra­ma argu­men­tal: un mani­fies­to olvi­do de cómo esos mis­mos gober­nan­tes han tole­ra­do ‑mejor sería decir que han esti­mu­la­do- con­duc­tas eco­nó­mi­cas lamen­ta­bles que nos han situa­do al bor­de del pre­ci­pi­cio. Pri­me­ro nos colo­can jun­to a éste para des­pués con­tar­nos que no que­da más reme­dio que aca­tar unas medi­das de ajus­te que, por aña­di­du­ra, son más de lo mis­mo, esto es, rati­fi­can el acer­ca­mien­to al pre­ci­pi­cio. No sólo eso: ni siquie­ra han demos­tra­do su uti­li­dad en tér­mi­nos de las cla­ves men­ta­les que mane­ja la eco­no­mía domi­nan­te en un esce­na­rio en el que ‑sobran los datos para con­fir­mar­lo- nin­gu­na de las con­ce­sio­nes rea­li­za­das a la lógi­ca de los mer­ca­dos ha ser­vi­do para fre­nar un ápi­ce la codi­cia de éstos. 

Es ver­dad que en repe­ti­das oca­sio­nes había­mos pro­nos­ti­ca­do que todo esto iba a ocu­rrir. Debe­mos reco­no­cer, sin embar­go, que nun­ca pen­sa­mos que nues­tros gober­nan­tes iban a lle­gar tan lejos en su com­pli­ci­dad con obs­ce­nos intere­ses pri­va­dos. El hecho de que algu­nos de ellos, y bien que con pala­bras cau­te­lo­sas, se hayan atre­vi­do a reco­no­cer que la mayo­ría de las reglas del jue­go las deter­mi­nan esos intere­ses retra­ta fide­dig­na­men­te a dón­de hemos llegado.

2. Tie­ne su sen­ti­do exa­mi­nar tres de las mani­fes­ta­cio­nes pre­ci­sas de todo lo ante­rior. Vaya la pri­me­ra de ellas. Sema­nas atrás nues­tros perió­di­cos aco­gie­ron, a menu­do en los titu­la­res de por­ta­da, una noti­cia vana­men­te espe­ran­za­do­ra: los Gobier­nos de varios de los Esta­dos miem­bros de la Unión Euro­pea, y entre ellos el espa­ñol, habían deci­di­do pros­cri­bir, para defen­der a los ban­cos, deter­mi­na­do tipo de ope­ra­cio­nes de cor­tí­si­mo pla­zo que ine­quí­vo­ca­men­te escon­dían infu­ma­bles prác­ti­cas especulativas.

La rique­za de la noti­cia era doble. En pri­mer lugar, el lec­tor des­cu­bría que al alcan­ce de nues­tros diri­gen­tes esta­ba, en vir­tud de una deci­sión estric­ta­men­te legal, prohi­bir prác­ti­cas que habían daña­do de for­ma visi­ble el queha­cer coti­diano de las eco­no­mías de los paí­ses afec­ta­dos, y que con cer­te­za, y dicho sea de paso, habían acre­cen­ta­do los défi­cits públi­cos de aqué­llos. La pre­gun­ta esta­ba, enton­ces, ser­vi­da: ¿cómo es posi­ble que duran­te años se haya tran­si­gi­do, inopi­na­da­men­te, con esas prác­ti­cas? ¿Has­ta dón­de no habrá lle­ga­do la ido­la­tría dis­pen­sa­da al dios mer­ca­do que este últi­mo ha que­da­do, siem­pre, por enci­ma de lo que cabía enten­der que era el bien común? De la noche a la maña­na des­cu­bría­mos, para des­cré­di­to de quie­nes nos gobier­nan, que, fren­te al que ha sido su dis­cur­so mono­cor­de, sí era posi­ble ‑era fácil- esta­ble­cer reglas del jue­go que fre­na­sen la especulación.

Hay que pres­tar aten­ción, aun así, a otra cara de la cues­tión: tal y como los hechos se nos expli­ca­ban, los bene­fi­cia­rios prin­ci­pa­les de la medi­da adop­ta­da no eran sino los ban­cos. ¡Caram­ba! Aho­ra resul­ta que estos últi­mos nada tenían que ver con esas prác­ti­cas espe­cu­la­ti­vas que repen­ti­na­men­te se tra­ta­ba de com­ba­tir… Obli­ga­do está uno a cer­ti­fi­car lo que a estas altu­ras se anto­ja evi­den­te: nues­tros gober­nan­tes, que se han des­en­ten­di­do por com­ple­to de lo que suce­de al ciu­da­dano de a pie, siguen empe­ña­dos en res­ca­tar a los ban­cos del abis­mo en que ellos mis­mos, volun­ta­ria y gus­to­sa­men­te, nos han emplazado.

3. Res­ca­te­mos un segun­do hecho de inte­rés, que no pue­de ser otro que la deci­sión asu­mi­da por socia­lis­tas y popu­la­res en el sen­ti­do de refor­mar la Cons­ti­tu­ción para incluir en ella una men­ción expre­sa a lími­tes infran­quea­bles en lo que se refie­re al défi­cit de las dife­ren­tes admi­nis­tra­cio­nes públi­cas. Como sue­le ocu­rrir con estas cosas, a pri­me­ra vis­ta el cri­te­rio abra­za­do pare­ce muy razo­na­ble: qué mejor que alen­tar la aus­te­ri­dad y el equi­li­brio en esas admi­nis­tra­cio­nes. Pena es que, por detrás, todas las mise­rias exploten.

Por lo pron­to, se nos invi­ta a elu­dir cual­quier con­si­de­ra­ción sobre el entorno de la medi­da en cues­tión. ¿Para qué plan­tear una dis­cu­sión seria en lo que se refie­re a quién paga impues­tos entre noso­tros, al frau­de fis­cal o a la eva­po­ra­ción de recur­sos en exó­ti­cos paraí­sos? ¿Para qué for­mu­lar algu­na pre­gun­ta en lo rela­ti­vo a cuál es ‑cuál ha de ser- el des­tino de los recur­sos públi­cos en un lugar que, inde­le­ble­men­te las­tra­do por la corrup­ción y las obras faraó­ni­cas, se carac­te­ri­za por la ausen­cia de noti­cias que den cuen­ta de la aper­tu­ra de cau­sas lega­les con­tra quie­nes no han actua­do como debían?

Por detrás lo que más lla­ma la aten­ción es, con todo, el desig­nio de esqui­var cual­quier jui­cio rela­ti­vo a los hechos que han con­du­ci­do a una situa­ción muy deli­ca­da como resul­ta ser, al cabo, la pre­sen­te. Pien­so al res­pec­to en unas prác­ti­cas espe­cu­la­ti­vas que en el mejor de los casos son con­de­na­das retó­ri­ca­men­te, en una bur­bu­ja inmo­bi­lia­ria alen­ta­da por todos nues­tros gober­nan­tes, tirios y tro­ya­nos, o, en suma, en la tole­ran­cia sin lími­tes, cuan­do no el estí­mu­lo, con que esos mis­mos gober­nan­tes han obse­quia­do el nego­cio fácil y la inmo­ra­li­dad de las transacciones.

Nada de lo ante­rior tie­ne, con todo, el mis­mo relie­ve que corres­pon­de a un hecho prin­ci­pal: encu­bier­ta tras sus ínfu­las de salu­da­ble aus­te­ri­dad, la refor­ma cons­ti­tu­cio­nal que nos ocu­pa obe­de­ce al cris­ta­lino pro­pó­si­to de aco­me­ter impre­sen­ta­bles recor­tes en un gas­to social ya de por sí cla­ra­men­te por deba­jo del exis­ten­te en los miem­bros de la UE a los que deci­mos que­rer homo­lo­gar­nos, y de alen­tar, al tiem­po, nue­vas pri­va­ti­za­cio­nes. En su esen­cia lo que des­pun­ta es el desig­nio de garan­ti­zar que goza­rán de abso­lu­ta prio­ri­dad, en cuan­to al pago, las deu­das con­traí­das por las admi­nis­tra­cio­nes públi­cas con las ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras, de tal suer­te que si ello impli­ca ‑y lo impli­ca- redu­cir sen­si­ble­men­te el gas­to en sani­dad y en edu­ca­ción habrá que aca­tar sumi­sa­men­te esta con­se­cuen­cia. El esce­na­rio es dan­tes­co: lue­go de haber asis­ti­do en los últi­mos años a for­mi­da­bles ope­ra­cio­nes de inyec­ción de recur­sos públi­cos en el sis­te­ma finan­cie­ro, los bene­fi­cia­rios de esas ope­ra­cio­nes reci­ben, ade­más, garan­tías de que sus intere­ses segui­rán estan­do en pri­me­ra línea, y ello sin que cons­te que hayan aban­do­na­do las prác­ti­cas a las que nos tie­nen acos­tum­bra­dos. Y es que con­vie­ne agre­gar que son esas ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras las que muy a menu­do se ocul­tan tras esos igno­tos mer­ca­dos que en la pro­pa­gan­da ofi­cial nos esta­rían hacien­do tan­to daño.

En otras pala­bras, y para resu­mir lo que se ave­ci­na, quie­nes nos han empla­za­do en una cri­sis deli­ca­dí­si­ma se apres­tan a obte­ner bene­fi­cios adi­cio­na­les de la mano de la apli­ca­ción de las mis­mas rece­tas que nos han colo­ca­do en ese esce­na­rio. Curio­so es, por cier­to, que quie­nes tan remi­sos se han mos­tra­do de siem­pre a la hora de refor­mar una Cons­ti­tu­ción que no tuvie­ron la opor­tu­ni­dad de refren­dar la mayo­ría de quie­nes hoy dis­fru­tan del dere­cho a voto se mues­tren aho­ra dis­pues­tos a hacer­lo con tan­ta pri­sa y sigi­lo en pro­ve­cho, por aña­di­du­ra, de la fran­ca incor­po­ra­ción a la car­ta mag­na de una regla de oro que nace de una ideo­ló­gi­ca per­cep­ción de los hechos eco­nó­mi­cos. De poco con­sue­lo pare­ce al res­pec­to la cer­ti­fi­ca­ción de que son muchos los ámbi­tos en los que la Cons­ti­tu­ción no es obje­to de res­pe­to: a buen segu­ro que no será éste ‑el de los techos de défi­cit- uno de ellos.

4. No quie­ro dejar en el olvi­do una ter­ce­ra mani­fes­ta­ción de las mise­rias con­tem­po­rá­neas: la que se reve­la a tra­vés de las omni­pre­sen­tes decla­ra­cio­nes del minis­tro Blan­co. No acier­to a enten­der quié­nes han aupa­do a pues­tos de relie­ve a un per­so­na­je de seme­jan­te con­di­ción: cuan­do lo que se tra­ta es de enga­ñar a la ciu­da­da­nía lo suyo es que se pon­gan en fun­cio­na­mien­to las estra­te­gias más saga­ces des­ple­ga­das por las per­so­nas más inteligentes…

Blan­co nos cuen­ta el lunes que man­tie­ne en pie todas las pro­me­sas de fina­li­za­ción de las obras de nue­vas líneas de alta velo­ci­dad ferro­via­ria. Nues­tros gober­nan­tes lle­van dos dece­nios dila­pi­dan­do recur­sos faraó­ni­cos para per­tre­char un sis­te­ma de trans­por­te públi­co cla­ra­men­te vol­ca­do al ser­vi­cio de las capas pudien­tes de la socie­dad, y cla­ra­men­te enca­mi­na­do a redu­cir las posi­bi­li­da­des de trans­por­te al alcan­ce de todos los demás. Para esto, y al pare­cer, ha habi­do y hay recur­sos, como si las obras corres­pon­dien­tes nada tuvie­sen que ver con el cre­ci­mien­to espec­ta­cu­lar del défi­cit de unas y otras administraciones.

El mar­tes, en cam­bio, a Blan­co le toca lla­mar a capí­tu­lo para que esas admi­nis­tra­cio­nes asu­man dra­co­nia­nas estra­te­gias de recor­te del gas­to que en algo coin­ci­den, eso sí, con el pro­yec­to maes­tro defen­di­do el pri­mer día de la sema­na: su tra­duc­ción inme­dia­ta lo es, de nue­vo, en pro­ve­cho de reduc­cio­nes en lo que se refie­re al gas­to social, en fran­co detri­men­to, una vez más, de las posi­bi­li­da­des al alcan­ce de las cla­ses popu­la­res. Si alguien se pre­gun­ta que hay por detrás de la obse­sión de nues­tros gober­nan­tes por la alta velo­ci­dad ferro­via­ria, res­pon­de­ré rápi­da­men­te: el desig­nio de no fallar a un puña­do de gran­des empre­sas de la construcción.

5. Ten­go que vol­ver sobre algo de lo que he habla­do de mane­ra dema­sia­do rápi­da. Me refie­ro a la sin­gu­la­rí­si­ma y meta­fí­si­ca con­di­ción que corres­pon­de a los mer­ca­dos. Éstos se nos pre­sen­tan como nebu­lo­sas reali­da­des detrás de las cua­les no habría per­so­nas ni bene­fi­cia­rios. Se tra­ta­ría de una suer­te de extra­te­rres­tres que ope­ra­rían como virus por com­ple­to fue­ra de con­trol. Nada se podría hacer con­tra ellos por­que no pare­cen estar en nin­gún lugar y por­que, dada su aper­so­nal con­di­ción, en el hipo­té­ti­co caso de que la enfer­me­dad que pro­vo­can se tra­du­je­se en even­tua­les deli­tos nin­gu­na cau­sa legal podría abrirse.

Sal­ta a la vis­ta que todo lo ante­rior es una fic­ción intere­sa­da e inte­li­gen­te­men­te cons­trui­da. Detrás de los mer­ca­dos hay per­so­nas e ins­ti­tu­cio­nes de nom­bre cono­ci­do. Obli­ga­do pare­ce apor­tar una expli­ca­ción, urgen­te, de por qué con­duc­tas impre­sen­ta­bles como las asu­mi­das por esas per­so­nas e ins­ti­tu­cio­nes no han sido obje­to de per­se­cu­ción algu­na. Nos halla­mos al res­pec­to ante una de las secue­las ines­pe­ra­das de la des­re­gu­la­ción que lo ha mar­ca­do todo al calor de la glo­ba­li­za­ción capi­ta­lis­ta: si des­apa­re­cen las nor­mas regu­la­do­ras que en el pasa­do ‑vamos a supo­ner que fue así- esta­ble­cie­ron lími­tes en la acción de capi­ta­les y capi­ta­lis­tas, des­apa­re­ce el pro­pio fun­da­men­to de un ima­gi­na­ble deli­to. No es, por una vez, que los jue­ces no estén hacien­do su tra­ba­jo: es que no hay leyes en las cua­les fun­da­men­tar el encau­sa­mien­to legal de quie­nes moral­men­te no pue­den des­cri­bir­se sino como genui­nos delin­cuen­tes. Cla­ro que al efec­to es inevi­ta­ble atri­buir una res­pon­sa­bi­li­dad cen­tral, de nue­vo, a nues­tros gober­nan­tes, que son los que, al fin y al cabo, han dado alas a la des­re­gu­la­ción de la que hablamos.

6 corres­pon­de a los muy

co. Lo dejo para el final y le dedi­co bien poco espa­cio, pese a que, aca­so, es más impor­tan­te que todo lo ante­rior. Las dis­cu­sio­nes rela­ti­vas a la tra­ma de la cri­sis finan­cie­ra en cur­so, o a la res­pon­sa­bi­li­dad que al res­pec­to recae sobre nues­tros gober­nan­tes, arras­tran siem­pre una inquie­tan­te con­di­ción de cor­to pla­zo. Enfan­ga­dos como esta­mos en la mise­ria del día a día, no acer­ta­mos a ver más allá. Y esto nos suce­de a menu­do tam­bién ‑no lo olvi­de­mos- a quie­nes que­re­mos con­tes­tar radi­cal­men­te el orden existente.

Digá­mos­lo con rotun­di­dad: cual­quier aná­li­sis que merez­ca cré­di­to, y cual­quier pro­pues­ta alter­na­ti­va al des­or­den que pade­ce­mos, ade­más de colo­car en pri­mer plano, por lógi­ca, el desig­nio gene­ral de hacer fren­te a la explo­ta­ción y a la alie­na­ción, tie­ne por fuer­za que pres­tar aten­ción a tres dimen­sio­nes inex­cu­sa­bles. Hablo de las que hacen refe­ren­cia a las muje­res y su secu­lar pos­tra­ción, a los dere­chos de las gene­ra­cio­nes veni­de­ras –y a los de las otras espe­cies que nos acom­pa­ñan en el pla­ne­ta– y a los habi­tan­tes de los paí­ses del Sur. No vaya a ser que, sin con­tes­tar los cimien­tos de la mise­ria que rodea al cre­ci­mien­to, a la com­pe­ti­ti­vi­dad y a la pro­duc­ti­vi­dad, nos empe­ñe­mos en recons­truir nues­tros mal­tre­chos Esta­dos del bien­es­tar en fran­co olvi­do de todo lo demás.

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