¿Cómo evi­tar el pro­lon­ga­do letar­go de la eco­no­mía? – Joseph E. Stiglitz

En este dilu­vio de malas noti­cias eco­nó­mi­cas, el úni­co pen­sa­mien­to recon­for­tan­te es que las cosas podrían haber sido peo­res: el con­jun­to de las tres agen­cias cla­si­fi­ca­do­ras habrían podi­do bajar la nota a los EE.UU., las Bol­sas podrían haber caí­do más aún y los EE.UU. podrían haber caí­do en el default de su deuda.

La opi­nión gene­ral es que toda­vía exis­te, en este nue­vo epi­so­dio de la Gran Rece­sión el ele­va­do ries­go de que las cosas empeo­ren, sin que los gobier­nos encuen­tren un ins­tru­men­to efi­caz. El pri­mer pun­to es cer­te­ro, pero el segun­do no lo es.

Duran­te la cri­sis ‑y aún antes- los eco­no­mis­tas key­ne­sia­nos plan­tea­ron una cohe­ren­te inter­pre­ta­ción de los acon­te­ci­mien­tos. Antes de la cri­sis, y en gran medi­da en los EE.UU., la eco­no­mía mun­dial se halla­ba sos­te­ni­da por una bur­bu­ja. La explo­sión de la bur­bu­ja dejó un exce­den­te de endeu­da­mien­to e inmo­bi­lia­rio. El con­su­mo se man­ten­drá bajo y en ambos lados del Atlán­ti­co la aus­te­ri­dad garan­ti­za que no será el Esta­do quién lle­ne el vacío. No es sor­pren­den­te, por lo tan­to, que en estas con­di­cio­nes las empre­sas ‑aún las que tie­nen acce­so a los capi­ta­les- se resis­tan a invertir.

Es cier­to que quie­nes se preo­cu­pa­ron por la fal­ta de ins­tru­men­tos polí­ti­cos, en par­te tie­nen razón. La mala polí­ti­ca mone­ta­ria que nos ha sumer­gi­do en el cena­gal no está en con­di­cio­nes de auxi­liar­nos. Pero si logra­mos cal­mar a los hal­co­nes de la infla­ción de la Reser­va Fede­ral, un ter­cer perío­do de fle­xi­bi­li­za­ción cuan­ti­ta­ti­va sería toda­vía menos efi­caz que el pre­ce­den­te. El que más con­tri­bu­yó pro­ba­ble­men­te a gene­rar bur­bu­jas en los mer­ca­dos emer­gen­tes, sin relan­zar sin embar­go los prés­ta­mos ni las inver­sio­nes en los EE.UU.

El anun­cio rea­li­za­do por la Reser­va Fede­ral de que man­ten­dría sus tasas tes­ti­go a un nivel cer­cano a cero duran­te los dos años pró­xi­mos reve­la mani­fies­ta­men­te su deses­pe­ra­ción ante las difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas. Por lo tan­to aun­que esa medi­da con­si­ga poner lími­tes, por lo menos tem­po­ral­men­te, a la caí­da de los pre­cios de las accio­nes, no echa­rá las bases de la recu­pe­ra­ción: no son las ele­va­das tasas de inte­rés las que impi­den reflo­tar la economía.

Las gran­des empre­sas regur­gi­tan liqui­dez, pero los ban­cos no otor­gan prés­ta­mos a las empre­sas media­nas y peque­ñas que en toda eco­no­mía son fuen­te de crea­ción de empleos. La FED y el Teso­ro han fra­ca­sa­do lamen­ta­ble­men­te en la revi­go­ri­za­ción de ese tipo de prés­ta­mos, que serían mucho más efi­ca­ces para reac­ti­var la eco­no­mía que el man­te­ni­mien­to de bajas tasas de inte­rés has­ta 2015.

Por lo tan­to la ver­da­de­ra solu­ción, al menos en lo con­cer­nien­te a paí­ses como los EE.UU., pres­tar a bajas tasas de inte­rés es sen­ci­lla: uti­li­zar el dine­ro para pro­ce­der a inver­sio­nes alta­men­te ren­ta­bles. Eso reac­ti­va­ría el cre­ci­mien­to y gene­ra­ría ingre­sos fis­ca­les, redu­cien­do de ese modo la rela­ción entre la deu­da y el pro­duc­to bru­to interno (PBI) y mejo­ran­do la sus­ten­ta­bi­li­dad de la deuda.

Aun con las con­di­cio­nes pre­su­pues­ta­rias que cono­ce­mos, reorien­tar los gas­tos y los impues­tos hacia el cre­ci­mien­to ‑redu­cien­do las reten­cio­nes sala­ria­les y aumen­tán­do­les los impues­tos a los ricos, pero baján­do­les tam­bién los impues­tos a las empre­sas que invier­ten y aumen­tán­do­se­los a las que no lo hacen, per­mi­ti­ría mejo­rar la sus­ten­ta­bi­li­dad de la deuda.

Las polí­ti­cas actua­les se resis­ten sin embar­go a enca­rar esas solu­cio­nes. Los mer­ca­dos saben que la ola de bajos impues­tos y de feti­chis­mo que cir­cu­la actual­men­te por el Atlán­ti­co nor­te sig­ni­fi­ca que no exis­te dis­po­ni­ble nin­gún ins­tru­men­to: la polí­ti­ca mone­ta­ria no fun­cio­na­rá, la polí­ti­ca pre­su­pues­ta­ria está tra­ba­da, el cre­ci­mien­to decli­na­rá y el mejo­ra­mien­to de los défi­cit (resul­ta­do de la aus­te­ri­dad) será decepcionante.

Pero, como lo mues­tra la degra­da­ción anun­cia­da por Stan­dard and Poors (S&P), tam­bién los mer­ca­dos tie­nen su agen­da polí­ti­ca. Nin­gún eco­no­mis­ta se con­ten­ta­ría con tomar en con­si­de­ra­ción solo la colum­na deu­do­ra del balan­ce. Es sin embar­go lo que ha hecho S&P. Más reve­la­dor es aún el hecho de que los EE.UU. regu­lan su deu­da en dóla­res y que son ellos los que con­tro­lan la emi­sión de bille­tes. No hay por lo tan­to nin­gún ries­go de default excep­to en el tipo de pan­to­mi­ma polí­ti­ca que nos aca­ba de brin­dar S&P.

Los mer­ca­dos se equi­vo­can a menu­do, pero el balan­ce de las agen­cias de cali­fi­ca­ción no ins­pi­ran con­fian­za, en todo caso no se jus­ti­fi­ca cier­ta­men­te que se sus­ti­tu­ya la opi­nión con­ver­gen­te de millo­nes de per­so­nas por el cri­te­rio de un puña­do de “tec­nó­lo­gos” que tra­ba­jan para una fir­ma cuya con­duc­ción y moti­va­cio­nes son pro­ble­má­ti­cos. Los diri­gen­tes euro­peos tie­nen razón cuan­do aca­ban de pedir que no hay que fiar­se dema­sia­do de las cali­fi­ca­cio­nes de esas agencias.

Euro­pa y Esta­dos Uni­dos se hallan actual­men­te enfren­ta­dos a excep­cio­na­les difi­cul­ta­des polí­ti­cas. Es difí­cil opi­nar sobre cual de las situa­cio­nes es peor: la pará­li­sis esta­dou­ni­den­se o la tam­ba­lean­te estruc­tu­ra polí­ti­ca euro­pea. Los diri­gen­tes euro­peos han toma­do medi­das deci­si­vas pero los acon­te­ci­mien­tos van más rápi­do aún que sus rati­fi­ca­cio­nes y su pues­ta en marcha.

En Euro­pa la rela­ción entre la deu­da y el PBI es más baja que en los EE.UU.; si tuvie­ra igual­men­te un ade­cua­do pre­su­pues­to común, Euro­pa esta­ría en mejo­res con­di­cio­nes que los EE.UU.

El otro pro­ble­ma de Euro­pa es que hay dema­sia­da gen­te que pien­sa que la aus­te­ri­dad pre­su­pues­ta­ria es la res­pues­ta ade­cua­da. Recor­de­mos sin embar­go que antes de la cri­sis Espa­ña e Irlan­da regis­tra­ban exce­den­tes y una débil rela­ción entre deuda/​PBI. Aumen­tar la aus­te­ri­dad no ten­drá otro resul­ta­do que des­ace­le­rar el cre­ci­mien­to de Euro­pa y acre­cen­tar los pro­ble­mas presupuestarios.

Los res­pon­sa­bles euro­peos no advir­tie­ron sino aho­ra que Gre­cia y los demás paí­ses alcan­za­dos por la cri­sis nece­si­ta­ban cre­cer y que la aus­te­ri­dad no es el camino.

Todo lo ante­rior acre­cien­ta la pro­ba­bi­li­dad de que el Atlán­ti­co nor­te sufra una rece­sión de doble vacío, pero tam­po­co hay nada mági­co en el núme­ro cero. La tasa de cre­ci­mien­to crí­ti­ca es aque­lla a par­tir de la cual deja de ahon­dar­se el défi­cit labo­ral. El pro­ble­ma es que la actual tasa de cre­ci­mien­to de Euro­pa y de los EE.UU. que está alre­de­dor del 1% es menos de la mitad de lo que se nece­si­ta­ría para lograrlo.

A comien­zos de la rece­sión, escu­cha­mos muchas ama­bles pala­bras acer­ca de que había­mos apren­di­do lec­cio­nes de la Gran Depre­sión y del pro­lon­ga­do letar­go japo­nés. Aho­ra sabe­mos que no había­mos apren­di­do nada. El plan de reac­ti­va­ción esta­dou­ni­den­se es dema­sia­do modes­to, poco dura­ble y mal concebido.

No se ha obli­ga­do a los ban­cos a vol­ver a pres­tar. Nues­tros diri­gen­tes han inten­ta­do camu­flar las debi­li­da­des de la eco­no­mía, temien­do tal vez que hablan­do fran­ca­men­te se corría el ries­go de des­truir total­men­te una con­fian­za ya dema­sia­do frá­gil. Pero la par­ti­da ya está perdida.

Aho­ra la ampli­tud del pro­ble­ma ha sali­do a la luz y ha sur­gi­do una nue­va cer­te­za: la cer­te­za de que cua­les­quie­ra que sean las medi­das que se adop­ten, las cosas van a empo­rar. Un pro­lon­ga­do letar­go pare­ce ser de aho­ra en más el esce­na­rio más optimista.

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