Pablo mia­més con­tra Pabli­to Mila­nés- Car­los Tena

Todo eso for­ma par­te de su juven­tud, una enfer­me­dad que se cura con el paso del tiem­po, el impla­ca­ble, ese que deja al cere­bro (don­de des­can­sa, pero no duer­me, la éti­ca) aban­do­na­do a su suerte.

A los 68 años, millo­nes de neu­ro­nas van dejan­do esta vida (si lo sabré yo), en tan­to el autor va renun­cian­do a todo aque­llo en lo que creyó.

El tiem­po, el implacable

No me refie­ro al amor. Pablo sabe mucho de eso. Sie­te u ocho matri­mo­nios son sufi­cien­tes para cono­cer el inmen­so baga­je sen­ti­men­tal del autor de joyas como “Yo pisa­ré las calles nue­va­men­te” (que ya son de nue­vo de los cara­bi­ne­ros de Pino­chet), ese tema que can­ta­ra feliz para Miche­lle Bache­let, otra sucia­lis­ta al esti­lo Zapa­te­ro, que rei­na­ra unos años en la tie­rra de Neru­da (genio que jamás renun­ció a sus idea­les) para, tras su fra­ca­so, dejar­se ganar por un fas­cis­ta como Piñe­ra o Cami­lo José Cela, que tan­to delei­ta a Pabli­to. Pre­fie­ro a Cami­lo Cienfuegos.

«Quien no vive como pien­sa, aca­ba pen­san­do como vive», dijo Gabriel Mar­cel, aun­que se cabreen los fans de San Igna­cio de Loyo­la. Pabli­to vivía como millo­nes de cuba­nos, pero los dere­chos de autor y su ínti­mo ami­go Teddy Bau­tis­ta, hoy pro­ce­sa­do por varios deli­tos, le iba entre­gan­do semes­tral­men­te en Madrid miles de pese­tas, hoy euros, don­de Mila­nés tie­ne sus cuen­tas corrien­tes, como dis­fru­ta en la capi­tal de su lujo­so piso situa­do a unos metros del que ocu­pa Sabi­na. Y lo merece.

El autor de la músi­ca de “Bur­gue­ses” y “Ten­go”, ambas de Nico­lás Gui­llén, fue ama­san­do una for­tu­na que sin duda le per­te­ne­ce por buen artis­ta. Olé sus can­cio­nes, su voz, sus poe­mas y su músi­ca. Lo malo es que una cri­sis ideo­ló­gi­ca siem­pre está acom­pa­ña­da de una per­so­nal, emo­cio­nal y artís­ti­ca, con lo que Pabli­to fue metién­do­se en un mula­dar don­de las musas no quie­ren vivir, don­de los ver­sos se lle­nan de heces, don­de la ins­pi­ra­ción se con­vier­te en ester­tor. Y ese vómi­to le cae enci­ma a la úni­ca nación que, como él mis­mo con­fe­só hace un par de años en el Male­cón, es “anti­ca­pi­ta­lis­ta”.

Y cómo no voy a defen­der su dere­cho a cri­ti­car a la Revo­lu­ción cuba­na. Lo que lamen­to es que esa crí­ti­ca no sea noble, ni rigu­ro­sa o siquie­ra amis­to­sa. No es más que el gri­to de rabia de alguien que no se sopor­ta a sí mis­mo vivien­do como jamás pen­só, lo que le ha lle­va­do a aca­bar pen­san­do como vive.

El autor de “Cuba va”, “Can­ción para Ánge­la Davis”, “Can­ción por la uni­dad lati­no­ame­ri­ca­na”, “El bre­ve espa­cio en que no está”, etc. y tan­tas otras, ha sufri­do el sín­dro­me que ata­có a su cole­ga vene­zo­la­na Sole­dad Bra­vo, hoy furi­bun­da enemi­ga de la revo­lu­ción boli­va­ria­na y estu­pen­da intér­pre­te feliz­men­te casa­da con un millo­na­rio escuá­li­do. Nada nue­vo bajo el sol.

Son pocos los artis­tas que des­de esta trin­che­ra renun­cian a un mun­do mejor posi­ble. Y aun­que la Revo­lu­ción ten­ga mil defec­tos, la pre­fie­ro a los regí­me­nes de EE.UU. o Espa­ña, en los que la vio­len­cia de toda ralea es común deno­mi­na­dor. Por­que sabe ser Re-Evo­lu­ción aun­que se le ata­que y se le blo­quee des­de hace más de medio siglo.

Hace 12 años escri­bí el libre­to que acom­pa­ña a un doble CD reco­pi­la­to­rio de Pablo. No me arre­pien­to de nin­gu­na de las líneas que allí dejé impre­sas. La últi­ma decía: “La belle­za no pue­de ser derro­ta­da”, alu­dien­do a aque­llas obras que supe­ran el paso del tiempo.

Me refe­ría tam­bién a la belle­za no solo de las obras de Pablo, sino de Sil­vio, de Igna­cio Villa, de Aute, de Len­non, de Bras­sens, de Fabri­zio de André, de Brel, de Pie­ran­ge­lo Ber­to­li, de Mugu­ru­za, de Lertxun­di, de Laboa, de Llach, del Zur­do, de Cop­pi­ni, de Moren­te, de Strum­mer, de Nico­la, Amaury y un lar­guí­si­mo etcétera.

Tam­bién un día cer­cano escri­bí: “El éxi­to de Pablo Mila­nés es inne­ga­ble. Lo que me resul­ta curio­so es que sus can­cio­nes se adap­tan per­fec­ta­men­te a esa mez­co­lan­za rít­mi­ca que los yan­quis lla­man sal­sa. Las de Sil­vio, sin embar­go, caben has­ta a rit­mo de rock and roll. Sin des­do­ro de aque­lla, pre­fie­ro lo últi­mo”. A Pablo le can­ta la gen­te madu­ra. A Sil­vio, los rape­ros y jóve­nes melenudos.

Sil­vio tam­bién cri­ti­ca los aspec­tos más dis­cu­ti­bles y mejo­ra­bles de la Revo­lu­ción cuba­na. Pero no lo hace con ren­cor o rabia, sino con cari­ño, rigor y comprensión.

Mas una cosa son las obras y otra los auto­res. En Cuba se quie­re y se admi­ra a Pabli­to, pero muchas per­so­nas se lamen­tan sobre sus últi­mas decla­ra­cio­nes, en las que la som­bra del ren­cor y la rabia no pue­den ocul­tar­se. Hoy Pablo Mila­nés man­tie­ne un com­ba­te con­tra Pabli­to Mia­més. Nin­guno de los dos sal­drá ganando.

La Hai­ne

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