Una ver­dad rodea­da de fal­se­da­des – Tomás Urzainqui

Si bien el hecho de la bata­lla de Orrea­ga ocu­rrió real­men­te, pron­to se inten­tó difu­mi­nar qué es lo que allí había pasa­do, quié­nes inter­vi­nie­ron y sobre todo qué con­se­cuen­cias tuvo. El hecho en sí y la exis­ten­cia de quie­nes com­ba­tie­ron están pro­ba­dos de un lado por los docu­men­tos con­ser­va­dos y, por otro, por los efec­tos que dicha bata­lla tra­jo con­si­go para las per­so­nas, que vivían en un radio de dos­cien­tos kiló­me­tros alre­de­dor de Orrea­ga: espe­cial­men­te la con­so­li­da­ción de la inde­pen­den­cia de los vas­co­nes fren­te a los fran­cos. El pri­mer docu­men­to del que se tie­ne noti­cia son los ana­les caro­lin­gios, redac­ta­dos por Éginhard bajo el rei­na­do de Luis el Pia­do­so, hijo de Car­lo­magno, don­de se reco­ge el ata­que ‑al regre­so de la expe­di­ción a His­pa­nia- que sufrió su ejér­ci­to, des­pués de haber derri­ba­do las mura­llas de Iru­ñea, duran­te el paso de los Piri­neos, a manos de los vascones.

Pie­rre Nar­baitz, al igual que los auto­res de otras muchas inves­ti­ga­cio­nes, mar­ca con cier­ta apro­xi­ma­ción el lugar de la bata­lla, «el esce­na­rio, o por lo menos como pun­to de ini­cio, la tra­di­cio­nal vía roma­na Bur­deos-Astor­ga, por enci­ma de Iba­ñe­ta, sin duda no lejos de Ben­tar­te». La mecá­ni­ca de la bata­lla se desa­rro­lla­ría con rapi­dez; así, mien­tras se pro­du­ce el agru­pa­mien­to del ejér­ci­to vas­cón en la cara sur del Txan­goa, per­mi­ten pasar a la mitad de la arma­da fran­ca, deján­do­se a con­ti­nua­ción caer des­ple­ga­dos lade­ra aba­jo por la ver­tien­te nor­te del Txan­goa sobre la cal­za­da, por don­de cir­cu­la­ba ya la reta­guar­dia fran­ca, for­ma­da por varios miles de sol­da­dos que, bati­dos con gran fuer­za sobre la estre­cha y alar­ga­da pla­ta­for­ma que for­ma la cal­za­da, corren a refu­giar­se lade­ra aba­jo fue­ra de la mis­ma, don­de son rema­ta­dos por el res­to del ejér­ci­to vas­cón que allí les espe­ra­ba embos­ca­do. Están sufi­cien­te­men­te docu­men­ta­das las tres suce­si­vas bata­llas de Orrea­ga, en 778, 812 y 824. A con­se­cuen­cia de esta últi­ma vic­to­ria nace dicho año el rei­no de los vas­co­nes o de Pam­plo­na con Eneko Aritza como pri­mer rey.

En cada épo­ca se ha uti­li­za­do la bata­lla de Orrea­ga, rela­cio­na­da con la «Leyen­da de Com­pos­te­la», para diver­sos fines polí­ti­cos. Sobre el hecho cier­to de una vic­to­ria de los vas­co­nes, se han super­pues­to rela­tos figu­ra­dos ‑a cual más fan­ta­sio­so, si cabe- que cons­ti­tu­yen cua­tro temas prin­ci­pa­les ‑San­tia­go, «La Chan­son de Roland», Cas­ti­lla seu­do­pro­ta­go­nis­ta y las calum­nias a los navarros‑, que con evi­den­te inten­cio­na­li­dad han ido negan­do la reali­dad polí­ti­ca y el dere­cho a exis­tir a la socie­dad cir­cum­pi­re­nai­ca que obje­ti­va­men­te no es fran­ce­sa ni española.

Pri­me­ro, San­tia­go. El arzo­bis­po de Com­pos­te­la pre­ten­día la pri­ma­cía sobre el de Tole­do, por ale­gar que San­tia­go ‑que jamás estu­vo en His­pa­nia- había sido el ini­cia­dor del san­tua­rio de Com­pos­te­la. El de Tole­do, Rodri­go Jimé­nez de Rada, dijo que dichas afir­ma­cio­nes no tie­nen «otro cré­di­to que el que se pue­de con­ce­der a los cuen­tos de las niñe­ras». Cesar Baro­nius (1538−1607) fun­da su crí­ti­ca a San­tia­go sobre el estu­dio de la «Leyen­da de Com­pos­te­la» y sobre una car­ta del Papa Ino­cen­cio I (401−417) don­de se ase­gu­ra­ba que Pedro y Pablo habían envia­do no a San­tia­go, sino a sie­te obis­pos para evan­ge­li­zar Espa­ña. En 1879 dicen que «se encuen­tra» el cuer­po de San­tia­go. Sin embar­go, el Papa León XIII no con­fir­ma úni­ca­men­te la sen­ten­cia del arzo­bis­po, la cual, según ella mis­ma, no habla más que de reli­quias «que, se dice son de San­tia­go el Mayor».

Segun­do, «La chan­son de Roland». Hay auto­res que adju­di­can dicho rela­to al Obis­po fran­cés de Iru­ñea Pedro de Andu­que (1083−1115) como pri­mer intere­sa­do en pro­mo­cio­nar Orrea­ga, con el tema del pia­do­so Roland trai­cio­na­do por Gane­lón rela­cio­nán­do­lo con la vía de pere­gri­na­je a San­tia­go. Sur­ge el mito lite­ra­rio de Car­lo­ma­go y de Rol­dán, derro­ta­do aho­ra por los musul­ma­nes. En la pri­me­ra redac­ción del tex­to toda­vía no se había inser­ta­do el retra­to con­tra­rio a los navarros.

Ter­ce­ro, el seu­do­pro­ta­go­nis­mo de Cas­ti­lla. El Papa Calix­to II (1119−1124) con­vo­ca una cru­za­da que le per­mi­te a su sobrino Alfon­so VII de Cas­ti­lla pro­cla­mar­se «empe­ra­dor». Para ello, según Tur­pín, Arzo­bis­po de Reims, en su rela­to lla­ma­do «Pro­to Tur­pín», Car­lo­ma­go, inci­ta­do por San­tia­go, mar­chó a con­quis­tar y libe­rar la tie­rra de musul­ma­nes. En este tiem­po algu­na cró­ni­ca expo­ne ya que las tro­pas de Car­lo­ma­go, en vez de haber sido derro­ta­das por los sarra­ce­nos ‑según la impos­tu­ra de la «Chan­son de Rol­dand»-, habrían sido derro­ta­das nada menos que por los cas­te­lla­nos que les habían impe­di­do regre­sar a su sue­lo. El rey de Cas­ti­lla, en la «Cró­ni­ca de Alfon­so VII», se decla­ra par­ti­da­rio de cum­plir el deseo de una supues­ta sobe­ra­nía espa­ño­la has­ta el río Ródano.

El cuar­to, las calum­nias a los nava­rros en el «Codex Calix­ti­nus». En el «Libro de los Mila­gros» se inclu­ye un pasa­je que cons­ti­tu­ye la urdim­bre de una igno­mi­nio­sa his­to­ria de Nafa­rroa a par­tir de una leyen­da impu­tada a Julio César. Esta ver­sión en los manus­cri­tos ante­rio­res no figu­ra. Se dice que los nava­rros son pro­duc­to de tres pobla­cio­nes dife­ren­tes: los nubia­nos, los irlan­de­ses ‑lla­ma­dos en el tex­to esco­ce­ses- y los cau­da­ti de Cor­nua­lles. Según el tex­to, estas pobla­cio­nes habrían expul­sa­do a los espa­ño­les de las regio­nes que les per­te­ne­cían. Que una tal asi­mi­la­ción de nava­rros a lepro­sos ten­ga su pla­za en el «Libro de los Mila­gros», a con­ti­nua­ción de la pri­me­ra ver­sión del «seu­do Tur­pín», tra­ta de suge­rir la pre­sen­cia bajo Car­lo­magno «del empe­ra­dor» de Espa­ña, el rey de Cas­ti­lla Alfon­so VII, para el cual los nava­rros eran sus enemi­gos, y la pre­sen­ta­ción de ellos como semi­sal­va­jes jus­ti­fi­ca la con­quis­ta de Cas­ti­lla bajo los colo­res de una apa­ren­te empre­sa civi­li­za­do­ra. Lo que resul­tó el pro­le­gó­meno de la con­quis­ta por Cas­ti­lla de la Nafa­rroa marí­ti­ma en 1.200, así como en 1.512 y en 1620 por los fran­ce­ses. En la pos­te­rior ver­sión del manus­cri­to de Ripoll el tenor gene­ral es la iden­ti­fi­ca­ción de nava­rros y gas­co­nes, com­pren­dien­do de esta for­ma a toda Vasconia.

Mani­pu­lar, a tra­vés de inten­cio­na­dos rela­tos fan­ta­sio­sos, el acto vic­to­rio­so de resis­ten­cia del pue­blo vas­cón al impe­ria­lis­mo fran­co se con­vier­te en una fuen­te de rela­tos lite­ra­rios de vela­da apo­lo­gía de las con­quis­tas. Así, la jus­ti­fi­ca­ción del expan­sio­nis­mo de Fran­cia y Espa­ña devie­ne des­de este ori­gen local intra­eu­ro­peo, por el efec­to domi­nó, en un ini­cio de las empre­sas colo­nia­les de las nacio­nes euro­peas en todo el mun­do: Por­tu­gal, Espa­ña, Holan­da, Ingla­te­rra, Fran­cia… El 15 de agos­to fue una bue­na opor­tu­ni­dad para acu­dir a Orrea­ga, siguien­do la con­vo­ca­to­ria de Etxa­ba­rren­goa Elkar­tea y Orrea­ga Fun­da­zioa, a los actos de la Cole­gia­ta, para dejar tes­ti­mo­nio de defen­sa y afir­ma­ción de la uni­dad, liber­tad y del eus­ka­ra, así como de la recu­pe­ra­ción de la sobe­ra­nía de esta socie­dad, en el lugar de la vic­to­ria vas­co­na que con­so­li­dó la inde­pen­den­cia de Nafa­rroa. Pro Liber­ta­te Nabarra.

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