Poli­cías con­tra el Cons­ti­tu­cio­nal, el sín­to­ma de un Esta­do des­ca­be­za­do – Ramón Sola

Una de las pie­dras de bóve­da de cual­quier sis­te­ma demo­crá­ti­co media­na­men­te nor­mal es que los cuer­pos poli­cia­les se encar­gan de cum­plir y hacer cum­plir la ley (que ésta sea jus­ta e injus­ta es otro deba­te). Pero no está cla­ro que un prin­ci­pio tan de cajón rija hoy día en el Esta­do espa­ñol. Este perió­di­co repro­du­cía ayer las decla­ra­cio­nes del jefe de la Poli­cía Muni­ci­pal de Iru­ñea, Simón San­ta­ma­ria, afir­man­do que «el Esta­do no ha cum­pli­do» y que la lega­li­za­ción de Bil­du «ha sido un error». En cual­quier país de este entorno, San­ta­ma­ría habría sido des­ti­tui­do al momen­to y sus res­pon­sa­bles polí­ti­cos debe­rían dar algu­nas expli- cacio­nes por su nom­bra­mien­to; en el Esta­do espa­ñol, por con­tra, sus fra­ses ni siquie­ra serán noti­cia. Pero la pre­gun­ta que­da sobre la mesa: ¿Qué Esta­do es ése en que has­ta el man­do de una poli­cía local se sitúa a sí mis­mo por enci­ma de su máxi­mo tribunal?

Qui­zás alguien crea que se tra­ta de una excep­ción. Pues no. El mis­mo domin­go, otros dos por­ta­vo­ces poli­cia­les cen­su­ra­ron al TC y, por ende, al Gobierno espa­ñol por no vetar a Bil­du. El secre­ta­rio de orga­ni­za­ción de la Con­fe­de­ra­ción Espa­ño­la de Poli­cía (CEP), Loren­zo Nebre­da, ligó pri­me­ro con ETA la mani­fes­ta­ción cele­bra­da el sába­do en Donos­tia por los dere­chos civi­les y exi­gió des­pués que Bil­du no esté en las elec­cio­nes del 20‑N por­que antes «alguien pon­ga algo de cor­du­ra ante esta situa­ción». Por su par­te, el pre­si­den­te del Sin­di­ca­to Pro­fe­sio­nal de Poli­cía (SPP), José Angel Fuen­tes, afir­mó que «el Gobierno ten­drá que asu­mir su res­pon­sa­bi­li­dad ante la reite­ra­ción de mani­fes­ta­cio­nes». Poli­cías que dan las órde­nes a gobier­nos. El mun­do al revés.

Pero San­ta­ma­ría, Nebre­da, Fuen­tes y toda su lar­ga tro­pa ten­drán res­pues­ta fácil si algún supe­rior polí­ti­co, como sería lógi­co, les lla­ma a su des­pa­cho. Al fin y al cabo, sólo horas antes el por­ta­voz del Gobierno espa­ñol, José Blan­co, había afir­ma­do por enési­ma vez que Bil­du «está sien­do vigi­la­do» y que «en el momen­to que no se cum­pla con la ley, se le some­te­rá a ella». Gaso­li­na para que gru­púscu­los como Manos Lim­pias corran a pren­der fue­go; poco des­pués tras­la­da­ba a la Fis­ca­lía 54 «prue­bas», para que ata- que ya a la coa­li­ción y a sus 314.000 votantes.

Así las cosas, son los diri­gen­tes del PSE quie­nes tie­nen que sacar la man­gue­ra. Des­de su reti­ro vaca­cio­nal, Patxi López salía a esce­na ayer en «El País» para dejar cla­ro que no se cues­tio­na la lega­li­dad de Bil­du, «sino su acti­tud». Y para indi­car a las víc­ti­mas de ETA, a las que muchos apro­ve­cha­te­guis inten­tan con­ver­tir en pun­tas de lan­za con­tra Bil­du, que «lo que hay en las ins­ti­tu­cio­nes es una coa­li­ción legal, ava­la­da por el Cons­ti­tu­cio­nal; no debe­ría­mos con­fun­dir los tér­mi­nos». Su sus­ti­tu­ta, Isa­bel Celaá, tam­bién había apa­re­ci­do algo apu­ra­da en «El Dia­rio Vas­co»: «Sé que el PP está plan­tean­do la posi­bi­li­dad de ile­ga­li­zar­los, pero yo no quie­ro poner­me de nin­gu­na mane­ra en esa tesitura».

Ni siquie­ra Alfre­do Pérez Rubal­ca­ba cami­na con sol­tu­ra por esa cuer­da flo­ja. Mien­tras inten­ta pre­sio­nar a Bil­du un día sí y otro tam­bién, pre­ci­sa al mis­mo tiem­po que sólo quie­re decir que la actua­ción de la coa­li­ción «no me gus­ta» pero que acep­ta que la deci­sión del TC «abre otra fase». Sin embar­go, estos mati­ces pocas veces lle­gan a los titu­la­res en Madrid, con muchos medios ultras ávi­dos de leña para reavi­var hogue­ras que se van apa­gan­do, con un PP en bus­ca de con­tra­dic­cio­nes que explo­tar para lle­gar a La Mon­cloa, y con poli­cías que advier­ten barra libre has­ta para cues­tio­nar las leyes, sus leyes.

El epi­so­dio es un sín­to­ma más del des­con­trol exis­ten­te en el Esta­do espa­ñol a la hora de afron­tar los nue­vos tiem­pos en Eus­kal Herria. Es el des­con­cier­to lógi­co tras años de irres­pon­sa­bi­li­dad en los dis­cur­sos polí­ti­cos, de ter­gi­ver­sa­ción en los medios, de impu­ni­dad en los cuar­te­les, las comi­sa­rías y las cár­ce­les, de incohe­ren­cias e injus­ti­cias en los tri­bu­na­les. Resul­ta deso­la­dor que a estas altu­ras el can­di­da­to del PSOE em- pie­ce a inten­tar hacer peda­go­gía entre la mis­ma opi­nión públi­ca embru­te­ci­da duran­te años, y que aún esté por la pri­me­ra lec­ción: «Hay independentistas».

Pero es lo que hay. Un Esta­do divi­di­do y des­ca­be­za­do que, para­dó­ji­ca­men­te, ame­na­za con con­ver­tir­se en un pro­ble­ma para los vas­cos, que no saben si su nece­sa­rio inter­lo­cu­tor futu­ro vivi­rá en La Mon­cloa o si ten­drá que con­sul­tar pri­me­ro a algún sar­gen­to chusquero.

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