Cómo era el Esta­do moderno de Naba­rra- Aitzol Altuna

Las carac­te­rís­ti­cas gene­ra­les para hablar de un Esta­do moderno son:

  1. El Esta­do es inde­pen­dien­te, no exis­te un poder supe­rior a él den­tro de su juris­dic­ción: es soberano.
  2. Ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción polí­ti­ca: sepa­ra­ción del poder polí­ti­co del religioso.
  3. Des­per­so­na­li­za­ción del poder: el poder del Esta­do exis­te y se ejer­ce inde­pen­dien­te­men­te de quien lo haga en cada momento.
  4. For­ma­li­za­ción de ese poder: dere­chos y juris­dic­cio­nes que evi­tan la arbitrariedad.
  5. Inte­gra­ción del Esta­do en la socie­dad: es difí­cil dis­tin­guir el pue­blo de la institución.

1. El Esta­do es inde­pen­dien­te, no exis­te un poder supe­rior a él den­tro de su juris­dic­ción, es soberano.

El his­to­ria­dor ron­ka­lés B. Estor­nés Lasa en el libro “Lo que No nos ense­ña­ron” nume­ra los Jefes de Esta­do naba­rros agru­pa­dos en Casas Reales (inclu­so hoy, muchos Esta­dos euro­peos actua­les siguen este mode­lo de Estado):

Casa Pire­nai­ca: 17 reyes en 410 años.

Casa Cham­pa­ña: 3 reyes 40 años.

Casa Fran­cia: 6 reyes 75 años.

Casa Evreux: 3 reyes 92 años.

Casa Evreux-Ara­gón: 4 reyes 37 años.

Casa Foix-Albert: 5 reyes 131 años

TOTAL: 38 reyes y 776 años (824−1610) más otros 224 años ante­rio­res de duques y prín­ci­pes bas­ko­nes tam­bién inde­pen­dien­tes, lo que nos da 1000 años de Estado.

La pro­cla­ma­ción del rey des­de Eneko Aritza (824) se hacía con el rito de “alzar al rey”, don­de se decía: “Enton­ces derra­me su mone­da sobre las gen­tes has­ta 100 suel­dos y se ciña el mis­mo la espa­da, que es a seme­jan­za de cruz, en señal de que no se reco­no­ce supe­rior en la tierra”

2. Ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción polí­ti­ca: sepa­ra­ción del poder polí­ti­co del religioso.

En Naba­rra, pese a que el poder de la Igle­sia era enor­me, el poder polí­ti­co logró man­te­ner su inde­pen­den­cia gra­cias al Dere­cho Pire­nai­co. Duran­te la segun­da mitad del siglo XII, tan­to el rey Gar­cía Ramí­rez “el Res­tau­ra­dor”, como su hijo San­cho VI “el Sabio” y su nie­to San­cho VII “el Fuer­te”, fue­ron exco­mul­ga­dos repe­ti­da­men­te por los dife­ren­te papas, sin que eso hicie­ra mella en su sobe­ra­nía, es más, fue­ron los Infan­zo­nes Naba­rros los que se alza­ron y en un ejer­ci­cio prác­ti­co de poder, impu­sie­ron su rey a las bulas papa­les y su “poder espiritual”.

3. Des­per­so­na­li­za­ción del poder: el poder del Esta­do exis­te y se ejer­ce inde­pen­dien­te­men­te de quien lo haga en cada momento.

Tal y como resal­ta B. Estor­nés Lasa en el libro men­cio­na­do, el rey debe jurar los Fue­ros para ser admi­ti­do como tal por los natu­ra­les: “El Fue­ro con­tie­ne la par­te sus­tan­cial y per­ma­nen­te, que no cam­bia con el tiem­po ni las cir­cuns­tan­cias, como la defen­sa del ciu­da­dano con ins­ti­tu­cio­nes que les pro­te­gen ante las auto­ri­da­des arbitrarias”.

Tomás Urzain­qui recal­ca esta idea: “El jura­men­to de los reyes de Nava­rra de 1234 man­tie­ne viva la idea de que las cosas jura­das no eran con­ce­sio­nes o pri­vi­le­gios revo­ca­bles, sino que for­ma­ban par­te de la mis­ma Cons­ti­tu­ción polí­ti­ca del Rei­no. Las Leyes están por enci­ma del Rey”. El resu­men es el dicho naba­rro: “leyes antes que reyes”.

Gar­cía Ramí­rez era rey, según su hijo, por la “divi­na volun­ta­te et fide natu­ra­liun homi­num suoa­rum exhi­bi­ta”, tal y como argu­men­ta el pro­pio San­cho VI el Sabio y que que­dó reco­gi­do en el Lau­do Inter­na­cio­nal de Lon­dres lla­ma­do “Divi­sion of King­dons of Nava­rre and Spain” (1177).

Este Esta­do moderno tenía un entra­ma­do de fun­cio­na­ria­dos que, des­de los pri­me­ros tenen­tes del siglo X, fue evo­lu­cio­nan­do y se ade­lan­tó a los Esta­dos de su entorno con la Cáma­ra de Comp­tos. La Cáma­ra de Comp­tos fis­ca­li­za­ba el patri­mo­nio y las finan­zas públi­cas, al igual que un Tri­bu­nal de Cuen­tas moderno, se creó en 1258 y se refor­zó duran­te el rei­na­do de Car­los II de Naba­rra en 1365 (tres siglos antes que la Cas­ti­lla feu­dal), según reco­ge la his­to­ria­do­ra María Puy Hui­ci en su libro «La Cáma­ra de Comp­tos de Nava­rra entre 1328 y 1512». Tam­bién exis­tían tri­bu­na­les loca­les enca­be­za­dos por los alcal­des entre otras muchas figu­ras ins­ti­tu­cio­na­les que se fue­ron aña­dien­do o que fue­ron des­apa­re­cien­do según las nece­si­da­des de cada momen­to: el Con­se­jo Real, Caba­lle­ri­zo Mayor, Boti­ller, Con­des­ta­ble, Maris­cal, los Meri­nos, las Jun­tas Gene­ra­les en las dife­ren­tes tenen­cias o merin­da­des del Esta­do naba­rro, los Con­ce­jos Veci­na­les, las ante­igle­sias, la villas, las Her­man­da­des etc.

4. For­ma­li­za­ción de ese poder: dere­chos y juris­dic­cio­nes que evi­tan la arbitrariedad.

El Dere­cho Pire­nai­co es con­sue­tu­di­na­rio, es decir, la cos­tum­bre del pue­blo hecha ley o Fue­ro. Tomás Urzain­qui seña­la que en el axio­ma de las Jun­tas de Infan­zo­nes ‘‘pro liber­ta­te patria gens libe­ra sta­te’’ se reco­ge la cons­ti­tu­cio­na­li­za­ción del prin­ci­pio de que las liber­ta­des públi­cas y pri­va­das son impres­cin­di­bles para la liber­tad de la nación. En nin­gu­na otra monar­quía euro­pea habían logra­do los ‘‘esta­dos gene­ra­les’’ impo­ner a la Coro­na el jura­men­to de las leyes y la repa­ra­ción de agra­vios como requi­si­to pre­vio a la inves­ti­du­ra real. Si se com­pa­ra esto con lo que se hacía en Ingla­te­rra en 1258 se nota­rá la enor­me ven­ta­ja que tie­nen los nava­rros en su esfuer­zo para some­ter a los reyes al impe­rio de la Ley. En el Proemio del Fue­ro Redu­ci­do de 1528 y en el Preám­bu­lo del Fue­ro de Bear­ne de 1551 pro­mul­ga­do por Enri­que II de Nava­rra (“el san­güe­sino”), se per­ci­be el sen­ti­do repu­bli­cano de la elec­ción del rey, cuya figu­ra que­da supe­di­ta­da a las liber­ta­des (…) la vida polí­ti­ca del país se regía por un doble con­tra­to: uno entre el prín­ci­pe y su pue­blo, y otro entre el pue­blo y la asam­blea encar­ga­da de repre­sen­tar­le; en los dos casos la base del con­tra­to era el res­pe­to de las Leyes”.

Se tie­ne cons­tan­cia de la exis­ten­cia de Las Cor­tes des­de 1090, tal y como reco­gen los his­to­ria­do­res Moret o Man­ri­que, como en las reunio­nes de San­cho Ramí­rez en Huar­te; las Cor­tes se iban reu­nien­do cada dos años en dife­ren­tes pue­blos naba­rros y final­men­te en la cate­dral de Pam­plo­na. A dife­ren­cia de Cas­ti­lla[1], las Cor­tes Naba­rra estu­vie­ron en vigor con todo su poder y se reu­nie­ron mien­tras hubo rei­no con poder sobe­rano. En las Cor­tes de Naba­rra cada uno de los tres esta­men­tos tenía un voto y si no se lle­ga­ba a una­ni­mi­dad se vol­vía a votar has­ta dos veces más, enton­ces la ley que­da­ba recha­za­da. Se seguía el pro­ce­di­mien­to de la “insa­cu­la­ción” para los dele­ga­dos popu­la­res a las Cor­tes de Naba­rra, sacán­do­se 20 nom­bres en cada pue­blo, y, des­pués, a puer­ta cerra­da, ele­gían entre ellos a uno que era quien les representaba.

5. Inte­gra­ción del Esta­do en la socie­dad: es difí­cil dis­tin­guir el pue­blo de la institución.

Naba­rra, como pre­via­men­te el duca­do de Bas­ko­nia, era una Nación-Esta­do, una nación, la bas­ko­na, que sobre­vi­vió al impe­ria­lis­mo ger­má­ni­co (fran­co-visi­go­do) y musul­mán gra­cias a que se dio a sí mis­ma una estruc­tu­ra polí­ti­ca que le per­mi­tió defen­der­se de ellos: un Esta­do, para lo que tuvo que dejar todo el poder en la figu­ra de un cau­di­llo, con­de, prín­ci­pe y final­men­te rey que logró estruc­tu­rar un Esta­do moderno sobre el poder del pue­blo baskón.

Mien­tras que el sen­ti­mien­to étni­co ger­má­ni­co se sus­ten­ta­ba en los víncu­los per­so­na­les y gen­ti­li­cios con el jefe, que eran de índo­le pri­va­da, en el Dere­cho Pire­nai­co, el ape­la­ti­vo «bas­ko­nes» hace refe­ren­cia a un sen­ti­mien­to de pue­blo, a la per­te­nen­cia de todos y a la defen­sa de los intere­ses de la colec­ti­vi­dad. Este con­cep­to de pue­blo se desa­rro­lla, pues, en el ámbi­to del Dere­cho públi­co y el ger­má­ni­co en el Dere­cho privado.

San­cho III el Mayor (1005−35), tal y como reco­gen his­to­ria­do­res naba­rros como Iri­ba­rren y Kan­pion, dejó a su pri­mo­gé­ni­to “toda la pobla­ción eus­ka­ra”. El his­to­ria­dor espa­ñol Menén­dez Pidal es de la mis­ma opi­nión: “(San­cho el Mayor) qui­so uni­fi­car un gran rei­no nava­rro, pre­do­mi­nan­te­men­te vas­cón por su len­gua”. Ana­cle­to Ortue­ta (siglo XIX) sobre este gran rey Euro­peo dijo: “San­cho III el Mayor eli­gió sabia­men­te las fron­te­ras del Esta­do Vas­co, pues los lími­tes que dio a Nava­rra fue­ron los geo­grá­fi­cos natu­ra­les. Es el genio tute­lar de la nacio­na­li­dad vas­ca. Gra­cias a él vivi­mos como pueblo”.

En el Fue­ro Gene­ral de Naba­rra, en el siglo XII, épo­ca de San­cho VI el Sabio y San­cho VII el Fuer­te, figu­ra: ‘‘fue­ro que ha el rey de Nava­rra con todos sus nava­rros y los nava­rros con el Rey’’. Los esta­men­tos de las Cor­tes tie­nen cla­ra con­cien­cia de que actúan en nom­bre de ‘‘todo el pue­blo de Nava­rra’’ o de ‘‘todo el pue­blo del regno de Navarra’’.

En el libro “Nava­rra es una colo­nia espa­ño­la y fran­ce­sa” Jon Oria Oses (Edit. Min­tzoa Pág. 127 y 153) demues­tra lo suma­men­te avan­za­do que esta­ba para su tiem­po el rei­no de Naba­rra en cuan­to a dere­chos y sis­te­ma jurí­di­co antes de la inva­sión impe­ria­lis­ta fran­co-espa­ño­la con la ayu­da del Vati­cano: “Los ingle­ses, afin­ca­dos por siglos en la Gas­cu­ña (la roman­za­da Bas­ko­nia Con­ti­nen­tal) e imi­ta­do­res de nues­tro sis­te­ma legal y repre­sen­ta­ti­vo, lla­ma­rían a Nava­rra la cuna del “sis­te­ma jus­to”, legal y repre­sen­ta­ti­vo y comien­zo de la demo­cra­cia cons­ti­tu­cio­nal en Euro­pa” (…) “Nava­rra es con­si­de­ra­da por los anglo­sa­jo­nes como la cuna del par­la­men­ta­ris­mo y de la demo­cra­cia moderna”.


[1] Wiki­pe­dia: “En 1188 el rey leo­nés Alfon­so IX con­vo­có por pri­me­ra vez al pue­blo llano a par­ti­ci­par en las deci­sio­nes de la curia regia, mien­tras que el rey cas­te­llano Alfon­so VIII había per­mi­ti­do meses antes en Carrión de los Con­des la asis­ten­cia de los ciu­da­da­nos sin posi­bi­li­dad de voto. Tras el rei­na­do de los Reyes Cató­li­cos se empe­za­ron a deno­mi­nar Cor­tes de Castilla.

(…) Car­los I de Espa­ña y V de Ale­ma­nia (1516), la monar­quía de Espa­ña se con­vir­tió en una de las más impor­tan­tes de Euro­pa y des­de enton­ces el vali­mien­to y la auto­ri­dad de las Cor­tes (cas­te­lla­nas) comen­zó a decaer de un modo mani­fies­to y solo la revo­lu­ción de prin­ci­pios del siglo XIX hizo recu­pe­rar de esas Cor­tes (espa­ño­les para enton­ces) su per­di­da influen­cia. En 1707, a raíz de la supre­sión de las Cor­tes de Ara­gón, Cata­lu­ña, Valen­ciaMallor­ca (Coro­na de Ara­gón), las Cor­tes de Cas­ti­lla se con­vir­tie­ron en las Cor­tes Gene­ra­les al inte­grar a las des­apa­re­ci­das en una esta­tal basa­da en el mode­lo cas­te­llano”. Pero estas Cor­tes ape­nas se reu­nían, y sólo algu­nos reyes las con­vo­ca­ron pun­tual­men­te para reu­nir­se con las gran­des fami­lias nobi­lia­rias de Cas­ti­lla; así se con­vo­ca­ron sólo en 1621, 1646, 1657 y las con­jun­tas con la Coro­na de Ara­gón de 1789, don­de Car­los IV dero­gó por pri­me­ra vez la Ley Sáli­ca para que su nie­ta Isa­bel II fue­ra rei­na de Espa­ña, lo que mar­ca­rá el comien­zo de la Pri­me­ra Gue­rra Carlista.

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