La gue­rra anti­nar­co es un inven­to para limi­tar las liber­ta­des: La Jornada

Noam Chomsky afir­ma que la gue­rra con­tra las dro­gas fue inven­ta­da para supri­mir ten­den­cias demo­crá­ti­cas en Esta­dos Uni­dos y emplea­da para jus­ti­fi­car las inter­ven­cio­nes y con­trol de ame­na­zas al poder impe­rial en el extranjero.

En entre­vis­tas y escri­tos a lo lar­go de los años recien­tes, el inte­lec­tual disi­den­te más des­ta­ca­do de Esta­dos Uni­dos ha reite­ra­do que esa gue­rra siem­pre ha teni­do otros obje­ti­vos, dis­tin­tos a los ofi­cial­men­te pronunciados.

Afir­ma que man­tie­ne la mis­ma ópti­ca sobre el tema que ofre­ció en entre­vis­ta a La Jor­na­da en la ciu­dad de Méxi­co, duran­te el fes­te­jo del 25 ani­ver­sa­rio de este perió­di­co, cuan­do afirmó:

“La gue­rra con­tra la dro­ga, que des­ga­rra a varios paí­ses de Amé­ri­ca Lati­na, entre los que se encuen­tra Méxi­co, tie­ne vie­jos ante­ce­den­tes. Revi­ta­li­za­da por Nixon, fue un esfuer­zo por supe­rar los efec­tos de la gue­rra de Viet­nam en Esta­dos Unidos.

“La gue­rra (de Viet­nam) fue un fac­tor que lle­vó a una impor­tan­te revo­lu­ción cul­tu­ral en los 60, la cual civi­li­zó al país: dere­chos de la mujer, dere­chos civi­les, o sea, demo­cra­ti­zó el terri­to­rio, ate­rro­ri­zan­do a las eli­tes. La últi­ma cosa que desea­ban era la demo­cra­cia, los dere­chos de la pobla­ción, etcé­te­ra, así que lan­za­ron una enor­me con­tra­ofen­si­va. Par­te de ella fue la gue­rra con­tra las drogas.

“Ésta fue dise­ña­da para tras­la­dar la con­cep­ción de la gue­rra de Viet­nam, de lo que noso­tros les está­ba­mos hacien­do a los viet­na­mi­tas, a lo que ellos nos esta­ban hacien­do a noso­tros. El gran tema a fina­les de los 60 en los medios, inclu­so los libe­ra­les, fue que la gue­rra de Viet­nam fue una gue­rra con­tra Esta­dos Uni­dos. Los viet­na­mi­tas esta­ban des­tru­yen­do a nues­tro país con dro­gas. Fue un mito fabri­ca­do por los medios en las pelí­cu­las y la pren­sa. Se inven­tó la his­to­ria de un ejér­ci­to lleno de sol­da­dos adic­tos a las dro­gas que al regre­sar se con­ver­ti­rían en delin­cuen­tes y ate­rro­ri­za­rían a nues­tras ciu­da­des. Sí, había uso de dro­gas entre los mili­ta­res, pero no era muy dife­ren­te al que exis­tía en otros sec­to­res de la socie­dad. Fue un mito fabri­ca­do. De eso se tra­ta­ba la gue­rra con­tra las dro­gas. Así se cam­bió la con­cep­ción de la gue­rra de Viet­nam a una en la que noso­tros éra­mos las víctimas.

“Eso enca­jó muy bien con las cam­pa­ñas en favor de la ley y el orden. Se decía que nues­tras ciu­da­des se des­ga­rra­ban por el movi­mien­to anti­bé­li­co y los rebel­des cul­tu­ra­les, y que por eso tenía­mos que impo­ner la ley y el orden. Allí cabía la gue­rra con­tra la droga.

“Reagan la amplió de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va. En los pri­me­ros años de su admi­nis­tra­ción se inten­si­fi­có la cam­pa­ña, acu­san­do a los comu­nis­tas de pro­mo­ver el con­su­mo de drogas.

“A prin­ci­pios de los 80… fue cuan­do la tasa de encar­ce­la­mien­to se incre­men­tó de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va, en gran par­te con pre­sos negros. Aho­ra el núme­ro de pri­sio­ne­ros per cápi­ta es el más alto en el mun­do. Sin embar­go, la tasa de cri­mi­na­li­dad es casi igual que en otros paí­ses. Es un con­trol sobre par­te de la pobla­ción. Es un asun­to de clase.

La gue­rra con­tra las dro­gas, como otras polí­ti­cas, pro­mo­vi­das tan­to por libe­ra­les como por con­ser­va­do­res, es un inten­to por con­tro­lar la demo­cra­ti­za­ción de fuer­zas socia­les, concluyó.

Chomsky abun­dó sobre estos pun­tos en su ponen­cia en la UNAM, don­de agre­gó más sobre las dimen­sio­nes inter­na­cio­na­les de la gue­rra anti­nar­co de Esta­dos Uni­dos. Afir­mó que al inter­ve­nir para con­tro­lar polí­ti­ca­men­te cier­tas regio­nes del mun­do, inclu­yen­do Amé­ri­ca Lati­na, “el pre­tex­to es la ‘gue­rra con­tra las dro­gas’, pero es difí­cil tomar eso muy en serio, aun si acep­tá­ra­mos la extra­or­di­na­ria supo­si­ción de que Esta­dos Uni­dos tie­ne dere­cho a enca­be­zar una ‘gue­rra’ en tie­rras extranjeras.

“Los estu­dios lle­va­dos a cabo por el gobierno esta­du­ni­den­se, y otras inves­ti­ga­cio­nes, han mos­tra­do que la for­ma más efec­ti­va y menos cos­to­sa de con­tro­lar el uso de dro­gas es la pre­ven­ción, el tra­ta­mien­to y la edu­ca­ción. Han mos­tra­do ade­más que los méto­dos más cos­to­sos y menos efi­ca­ces son las ope­ra­cio­nes fue­ra del pro­pio país, tales como las fumi­ga­cio­nes y la per­se­cu­ción vio­len­ta. El hecho de que se pri­vi­le­gien con­sis­ten­te­men­te los méto­dos menos efi­ca­ces y más cos­to­sos sobre los mejo­res es sufi­cien­te para mos­trar­nos que los obje­ti­vos de la ‘gue­rra con­tra las dro­gas’ no son los que se anuncian.

“Para deter­mi­nar los obje­ti­vos reales, pode­mos adop­tar el prin­ci­pio jurí­di­co de que las con­se­cuen­cias pre­vi­si­bles cons­ti­tu­yen prue­ba de la inten­ción. Y las con­se­cuen­cias no son oscu­ras: sub­ya­ce en los pro­gra­mas una con­tra­in­sur­gen­cia en el extran­je­ro y una for­ma de ‘lim­pie­za social’ en lo interno, envian­do enor­mes núme­ros de per­so­nas ’super­fluas’, casi todas hom­bres negros, a las peni­ten­cia­rías, fenó­meno que con­du­jo ya a la tasa de encar­ce­la­mien­to más alta del mun­do, por mucho, des­de que se ini­cia­ron los pro­gra­mas, hace 40 años”.

En sus ensa­yos, por ejem­plo en su libro Hopes and pros­pects (Espe­ran­zas y reali­da­des), Chomsky escri­bió que sería impo­si­ble pen­sar que Esta­dos Uni­dos acep­ta­ría cual­quier intro­mi­sión de otro país u orga­ni­za­ción inter­na­cio­nal para con­tro­lar el con­su­mo y pro­duc­ción de estu­pe­fa­cien­tes en su pro­pio terri­to­rio. La idea de que extran­je­ros deben inter­fe­rir con la pro­duc­ción y dis­tri­bu­ción de sus­tan­cias leta­les (en Esta­dos Uni­dos) es ple­na­men­te impen­sa­ble. El hecho de que la jus­ti­fi­ca­ción para los pro­gra­mas anti­nar­có­ti­cos en el extran­je­ro es acep­ta­do como plau­si­ble, has­ta con­si­de­ra­do como algo que vale la pena dis­cu­tir, es otra ilus­tra­ción de las pro­fun­das raí­ces de la men­ta­li­dad impe­rial en la cul­tu­ra occidental.

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