EEUU abrió en Libia una Caja de Pan­do­ra – Juan Gabriel Tokatlian

La nue­va gue­rra que empren­dió la OTAN en Libia, con el aval de la reso­lu­ción 1973 del Con­se­jo de Segu­ri­dad de la ONU, ofre­ce otro nue­vo mal pre­ce­den­te . En vez de ceñir­se al prin­ci­pio de la Res­pon­sa­bi­li­dad de Pro­te­ger – esto es, la inter­ven­ción por moti­vos huma­ni­ta­rios – la acción empren­di­da se trans­for­mó en un hecho irres­pon­sa­ble que incre­men­tó el núme­ro de víctimas.

Mien­tras el uso de la fuer­za se jus­ti­fi­có para evi­tar un geno­ci­dio que nun­ca ocu­rrió, lo cier­to es que se optó por el des­plie­gue externo para favo­re­cer a un ban­do den­tro de un con­flic­to interno . En vez de ate­ner­se al man­da­to de la ONU con­sis­ten­te en esta­ble­cer una zona de res­tric­ción aérea, la acción mili­tar se orien­tó a for­zar el “cam­bio de régi­men”. Aun­que tam­po­co esta­ba con­tem­pla­do en la reso­lu­ción 1973, las fuer­zas de la OTAN deci­die­ron efec­tuar ata­ques ten­dien­tes a eli­mi­nar a Mua­mar el Gadafi.

Aho­ra bien, a todos esos equí­vo­cos Esta­dos Uni­dos aca­bó de sumar uno de poten­cia­les efec­tos inquie­tan­tes para Amé­ri­ca Latina.

Washing­ton deci­dió refe­rir­se a los rebel­des anti-Gada­fi – el lla­ma­do Con­se­jo Nacio­nal de Tran­si­ción (CNT) – como el gobierno “legí­ti­mo”. Esto modi­fi­ca una tra­di­ción jurí­di­ca esta­dou­ni­den­se y pro­du­ce difi­cul­ta­des serias en el terreno del dere­cho inter­na­cio­nal . En efec­to, Washing­ton ha reco­no­ci­do nue­vos esta­dos pero no gru­pos arma­dos que no poseen un con­trol pleno sobre la tota­li­dad del terri­to­rio de un país. Espo­rá­di­ca­men­te Esta­dos Uni­dos apor­ta a una solu­ción polí­ti­ca nego­cia­da en la que ope­ra un ban­do arma­do, pero Hillary Clin­ton fue más allá al reco­no­cer a un gru­po insurgente.

Apa­ren­te­men­te, la secre­ta­ria de Esta­do pro­ce­dió sin un cate­gó­ri­co fun­da­men­to de la con­se­je­ría legal de su Depar­ta­men­to. Sin embar­go, las impli­ca­cio­nes de ese reco­no­ci­mien­to pue­den deri­var en un dolor de cabe­za para la región.

Por años Lati­noa­mé­ri­ca acom­pa­ñó a Colom­bia en el recha­zo al esta­do de beli­ge­ran­cia bus­ca­do por las Fuer­zas Arma­das Revo­lu­cio­na­rias de Colom­bia (FARC); para quie­nes su influen­cia o con­trol en cier­tas zonas limi­ta­das por un lar­go perío­do de tiem­po los ava­la para reci­bir ese esta­tus. Más aún, Amé­ri­ca del Sur logró el ingre­so de Colom­bia al Con­se­jo de Defen­sa Sud­ame­ri­cano lue­go que el pre­si­den­te Álva­ro Uri­be obtu­vie­ra la garan­tía de que sólo serían reco­no­ci­das, en sus pala­bras, “las fuer­zas ins­ti­tu­cio­na­les con­sa­gra­das por la Cons­ti­tu­ción de cada uno de los paí­ses signatarios”.

La deter­mi­na­ción de Esta­dos Uni­dos res­pec­to al CNT abre una Caja de Pan­do­ra . Se dirá que lo del reco­no­ci­mien­to no sería apli­ca­ble a Colom­bia pues se tra­ta de un “país ami­go”. Pero lo cier­to es que la pala­bra de Washing­ton no debe lla­mar a una con­fian­za cie­ga: Libia fue el “ejem­plo” a seguir des­pués de des­man­te­lar su pro­gra­ma de armas de des­truc­ción masi­va en 2003 y al cabo de sie­te años fue obje­to de una gue­rra. Pero a su vez otros paí­ses pue­den imi­tar a Esta­dos Uni­dos como ya ocu­rre con la doc­tri­na del “ata­que preventivo”.

En pocas pala­bras, el mane­jo del caso libio refle­ja, una vez más, que Washing­ton tien­de a con­ver­tir­se en una fuen­te de des­or­den e incer­ti­dum­bre en la bús­que­da de su pro­pia segu­ri­dad y en aras de sal­va­guar­dar exclu­si­va­men­te sus intere­ses nacionales.

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