[email protected]. vasc@s, medi­das car­ce­la­rias de excepción

Las con­di­cio­nes repre­si­vas que sufren los pre­sos polí­ti­cos vas­cos en las cár­ce­les espa­ño­las y fran­ce­sas reper­cu­ten de mane­ra direc­ta en su esta­do de salud. En la actua­li­dad, uno de cada cua­tro pre­sos está enfer­mo y el 6% está muy gra­ve. Ade­más, los tras­tor­nos sico­ló­gi­cos van en aumen­to. La dis­per­sión, el ais­la­mien­to, las pre­sio­nes o los impe­di­men­tos para comu­ni­car­se con la fami­lia y ami­gos son algu­nas de las medi­das repre­si­vas que los esta­dos fran­cés y espa­ñol apli­can a los pre­sos polí­ti­cos vas­cos. Unas medi­das que son más gra­ves, si cabe, en el caso de las pre­sas y pre­sos que pade­cen algu­na enfer­me­dad físi­ca o síqui­ca ‑o ambas-. Según el últi­mo infor­me rea­li­za­do por la aso­cia­ción Jai­ki Hadi, dedi­ca­da a pres­tar asis­ten­cia a cual­quier per­so­na que haya sufri­do, o esté sufrien­do, la vio­len­cia política‑, el 25% de los pre­sos polí­ti­cos vas­cos está enfer­mo, y el 6% está muy grave.

Ade­más de denun­ciar la polí­ti­ca car­ce­la­ria de ambos esta­dos, el infor­me deta­lla la situa­ción de diez pre­sos que sufren enfer­me­da­des gra­ves [véa­se la par­te infe­rior de este repor­ta­je] en esta­do muy avan­za­do: cán­cer, sida, tras­torno esqui­zoa­fec­ti­vo… Algu­nos estos males ya no tie­nen cura debi­do a que los diag­nós­ti­cos han sido tar­díos, y los pos­te­rio­res con­tro­les y segui­mien­tos no se rea­li­zan con la fre­cuen­cia y las con­di­cio­nes que se pre­ci­san por los impe­di­men­tos y «excu­sas absur­das» de los res­pon­sa­bles de las ins­ti­tu­cio­nes penitenciarias.

Según el artícu­lo 92 del Códi­go Penal espa­ñol, las per­so­nas encar­ce­la­das con enfer­me­da­des gra­ves tie­nen dere­cho a reco­brar la liber­tad y vivir en un ambien­te ade­cua­do con el obje­ti­vo de evi­tar su empeo­ra­mien­to. «No debe­mos olvi­dar que ha sido la cár­cel la que ha pro­vo­ca­do muchos de estos casos», advier­ten des­de la cita­da aso­cia­ción. A pesar de todo, una vez tras otra se les nie­ga la liber­tad con­di­cio­nal y en otros casos se les nie­ga el acer­ca­mien­to. Jai­ki Hadi con­si­de­ra que con las penas actua­les ‑has­ta 30 y 40 años‑, se apli­ca de fac­to la pena de muerte.

La aso­cia­ción ha enu­me­ra­do los cin­co pila­res de la polí­ti­ca peni­ten­cia­ria que aca­rrean tales con­se­cuen­cias: régi­men car­ce­la­rio más estric­to ‑pri­mer grado‑, dis­per­sión, inter­ven­ción de todo tipo de comu­ni­ca­cio­nes ‑sean físi­cas o escritas‑, ais­la­mien­to y con­de­nas a «cade­na perpetua».

Todas y todos los pre­sos polí­ti­cos vas­cos han sufri­do, y sufren, algu­na de estas medi­das y pagan sus con­se­cuen­cias. Los núme­ros así lo demues­tran. En la actua­li­dad, hay más de 700. De ellos, 112 pade­cen enfer­me­da­des físi­cas ‑20 en el Esta­do fran­cés y 92 en el Esta­do espa­ñol- y 40 reci­ben asis­ten­cia sico­ló­gi­ca ‑5 en las cár­ce­les fran­ce­sas y 35 en las españolas-.

No obs­tan­te, una sicó­lo­ga de Jai­ki Hadi aler­ta de que la lis­ta es «muy varia­ble» y que el núme­ro real de enfer­mos es mucho mayor. «Detec­tar todos los casos es muy difí­cil», aña­de, a la vez que ase­gu­ra que cada vez son más los males sico­ló­gi­cos: cua­dros depre­si­vos, para­noias, deli­rios, esqui­zo­fre­nia, ansie­dad, bro­tes sicó­ti­cos, estrés pos­trau­má­ti­co como con­se­cuen­cia de las torturas…

Che­queos con pre­sen­cia policial

Otro de los fac­to­res rele­van­tes en la asis­ten­cia sani­ta­ria que reci­ben es la prohi­bi­ción de reci­bir la visi­ta de un médi­co de con­fian­za. Aun­que la pro­pia nor­ma­ti­va car­ce­la­ria con­tem­pla este dere­cho ‑con cier­tas condiciones‑, los pre­sos vas­cos están des­am­pa­ra­dos. Así, sólo médi­cos y enfer­me­ros de las cár­ce­les están auto­ri­za­dos para hacer las revi­sio­nes. Inclu­so, los cen­tros peni­ten­cia­rios se reser­van el dere­cho de mos­trar los infor­mes médi­cos al pre­so, a sus fami­lia­res o a los médi­cos de con­fian­za. La sicó­lo­ga expli­ca que, ante esta res­tric­ción, «los pre­sos se sien­ten inse­gu­ros y des­con­fían de que lo rece­ta­do sea lo que real­men­te necesitan».

Sólo unos pocos sicó­lo­gos tie­nen auto­ri­za­ción para aten­der a los pre­sos y pre­sas en la mis­ma cár­cel. Jai­ki Hadi recuer­da que las con­di­cio­nes en las que se lle­van a cabo esas revi­sio­nes son «lamen­ta­bles». Ade­más de rea­li­zar­las ante la super­vi­sión del sicó­lo­go de la pri­sión, se desa­rro­llan en las cabi­nas de visi­tas y tie­nen prohi­bi­do comu­ni­car­se en eus­ka­ra. Por lo tan­to, se vio­la, una vez más, el dere­cho a una asis­ten­cia sani­ta­ria con­fi­den­cial y segu­ra. La situa­ción actual es cada vez peor por­que, tal y como expli­ca una sicó­lo­ga que atien­de a los pre­sos, casi la tota­li­dad de las asis­ten­cias de los pro­fe­sio­na­les exter­nos están sien­do prohibidas.

Lamen­ta­bles son tam­bién las con­di­cio­nes de los tras­la­dos de los pre­sos a los hos­pi­ta­les cuan­do, tras una lar­ga espe­ra, han de rea­li­zar algu­na prue­ba, como fue, entre otros tan­tos, el caso de Lau­ra Rie­ri. A pesar de estar en su sex­to mes de ges­ta­ción con un «emba­ra­zo de ries­go», via­jó en una fur­go­ne­ta poli­cial en lugar de hacer­lo en una ambu­lan­cia medi­ca­li­za­da. Pre­ci­sa­men­te, la inti­mi­dad se redu­ce aún más en el caso de las pre­sas que han de pasar por una con­sul­ta gine­co­ló­gi­ca. Mien­tras la pre­sa Idoia Mar­tí­nez daba a luz, man­tu­vie­ron abier­tas las puer­tas del pari­to­rio para que los agen­tes pudie­ran «cus­to­diar» la sala.

Los casos que ocu­pan estas pági­nas son sólo la pun­ta de un gran ice­berg. «Es hora de sacar todo a la luz, antes de que sea dema­sia­do tar­de», advier­te Jai­ki Hadi.

La hora de acti­var todas las alarmas

Jai­ki Hadi con­si­de­ra que todos estos casos son el resul­ta­do de situa­cio­nes crue­les y gra­ves a las que las auto­ri­da­des espa­ño­las y fran­ce­sas tie­nen some­ti­dos a los más de 700 pre­sos polí­ti­cos vas­cos. Vis­ta la situa­ción, ha con­si­de­ra­do nece­sa­rio acti­var todas las alar­mas. Las secue­las sico­ló­gi­cas son tan devas­ta­do­ras que, des­de 1985, ocho pre­sos se han sui­ci­da­do en sus res­pec­ti­vas cel­das. «¿Qué es lo que ocu­rre para que, per­so­nas que esta­ban equi­li­bra­das, tomen una deter­mi­na­ción tan extre­ma?», se pre­gun­ta una sicó­lo­ga de la aso­cia­ción. Y res­pon­de que el úni­co res­pon­sa­ble es este sis­te­ma peni­ten­cia­rio «por­que el dete­rio­ro sico­ló­gi­co no vie­ne por sí solo». En otros casos, ha sido la «deja­dez» de la polí­ti­ca car­ce­la­ria la que «ha deja­do morir» a cin­co pri­sio­ne­ros, tam­bién des­de 1985. Tres de ellos son Jose­ba Asen­sio, falle­ci­do ese mis­mo año de tubercu­losis en Herre­ra de la Man­cha; Pello Mari­ñe­la­re­na, que murió a cau­sa del sida en Fres­nes en 1993; y Rober­to Sainz Olmos, que sufrió un infar­to en la cár­cel de Aran­juez en 2006.

La de Sainz fue la últi­ma muer­te acae­ci­da en esas cir­cuns­tan­cias, aun­que Jai­ki Hadi recuer­da que hay otra «lis­ta negra», la que con­for­man los pre­sos que son pues­tos en liber­tad des­pués de enfer­mar en pri­sión, «es decir, que los libe­ran para dejar­los morir en casa». De los ocho casos detec­ta­dos des­de 1986, todos falle­cie­ron a los pocos meses de ser excarcelados.

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