“El Che soña­ba con una Amé­ri­ca lati­na integrada”

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Entre­vis­ta a Pom­bo Ville­gas Tama­yo, com­pa­ñe­ro de ruta de Ernes­to Guevara

Resu­men Latinoamericano/​Página12 - De la savia que com­po­nía la esen­cia del hom­bre nue­vo bebió Pom­bo duran­te las tres cam­pa­ñas que com­par­tió con Gue­va­ra: en la Sie­rra Maes­tra, el Con­go y Boli­via. Dice que per­ci­be un “inte­rés dis­tin­to” por la figu­ra del Che en la Argentina.

Cuan­do reva­lo­ri­za el con­cep­to de ins­truc­ción gue­rri­lle­ra del que habla­ba el Che, Harry Ville­gas Tama­yo hace inevi­ta­ble la com­pa­ra­ción con los ejér­ci­tos que com­ba­tió. Por ins­truc­ción entien­de “no ser anal­fa­be­to” más que saber mane­jar un arma sofis­ti­ca­da. De esa savia que com­po­nía la esen­cia del hom­bre nue­vo bebió duran­te las tres cam­pa­ñas que com­par­tió con Gue­va­ra: en la Sie­rra Maes­tra, el Con­go y Boli­via. Pom­bo, el mote por el que se cono­ce a este cubano de 71 años, cáli­do y locuaz como la mayo­ría de los cuba­nos, es ade­más un sen­ci­llo gene­ral de bri­ga­da con­de­co­ra­do como héroe de la Revo­lu­ción. Aca­ba de hacer su cuar­to via­je a la Argen­ti­na y duran­te media hora de su com­pri­mi­da agen­da que repar­tió entre Rosa­rio y Bue­nos Aires, reci­bió a Página/​12 en la resi­den­cia del emba­ja­dor Jor­ge Lama­drid Mascaró.

–¿Cuál es la impre­sión que se lle­va de esta visi­ta don­de par­ti­ci­pó en nue­vos home­na­jes al Che por su natalicio?

–Me voy satis­fe­cho. He vis­to en los jóve­nes argen­ti­nos, en la pobla­ción argen­ti­na en gene­ral, un inte­rés por el Che dis­tin­to. Y no un inte­rés sola­men­te inte­lec­tual, sino más bien un inte­rés por cono­cer su obra, su vida, y eso es un ali­cien­te. Yo siem­pre había vis­to que a uste­des el Che les que­da­ba un poco dis­tan­te. Pero en esta opor­tu­ni­dad vi que es más argen­tino y uste­des lo van sin­tien­do más impor­tan­te, como la figu­ra uni­ver­sal que es.

–Los manua­les de his­to­ria, la biblio­gra­fía ofi­cial han omi­ti­do ense­ñar la ver­da­de­ra dimen­sión del Che. Varias gene­ra­cio­nes se for­ma­ron sin leer una sola línea ni pala­bra sobre él…

–Qui­zás jus­ta­men­te sean ésas las razo­nes y la dife­ren­cia que yo he ido notan­do en cuan­to a cómo se pro­yec­ta la figu­ra del Che en la Argen­ti­na. Pien­so que cuan­do habla­mos de él esta­mos hablan­do de la Revo­lu­ción Cuba­na y tam­bién de Bel­grano. Lo he vis­to en esta opor­tu­ni­dad, por­que no me había inte­rio­ri­za­do antes con todo el deta­lle con que lo hice aho­ra, cuan­do fui al Monu­men­to a la Ban­de­ra en Rosa­rio. El soña­ba con una Amé­ri­ca lati­na inte­gra­da, como una gran nación. Ese pen­sa­mien­to que está en Bolí­var, en su car­ta de Jamai­ca y está en Martí.

–¿Qué opi­nión tie­ne de toda la ico­no­gra­fía vin­cu­la­da con el Che, esa espe­cie de cul­to en reme­ras, lla­ve­ros y foto­gra­fías que tam­bién exis­te con un sen­ti­do comercial?

–No nos gus­ta. Aho­ra hay que ser obje­ti­vo. El mun­do don­de vivi­mos es un mun­do neta­men­te comer­cial, en don­de todo sim­bo­li­za mer­can­cía, ¿me entien­de? El mun­do atra­vie­sa una cri­sis, no sólo cli­má­ti­ca y eco­nó­mi­ca, sino una cri­sis moral. No pue­de uno negar que tra­ten de comer­cia­li­zar con el Che. Por­que hubo un momen­to en que sur­gió como una figu­ra de mucha fuer­za, fun­da­men­tal­men­te en Euro­pa, y por lo tan­to les empe­zó a inte­re­sar. Usted sabe cómo es la moda. La gen­te sigue la moda de los euro­peos. Yo per­so­nal­men­te pien­so que debe­ría­mos ubi­car­lo en su mag­ni­tud moral, en su mag­ni­tud revo­lu­cio­na­ria. Que la gen­te se pre­gun­te: ¿Y éste quién es? Y que se cues­tio­nen por el Che. Si eso los lle­va a tra­tar de cono­cer el inte­rior del Che, esta­re­mos ganando.

–¿La bús­que­da del hom­bre nue­vo del que habla­ba Guevara?

–Tra­tar de bus­car­lo, sí. Yo pien­so que qui­zá no lle­gue­mos al hom­bre nue­vo, pero sí debe­mos tra­tar de bus­car­lo de for­ma media­ta, un hom­bre dis­tin­to. Un hom­bre con más valo­res, con más auto­es­ti­ma, un hom­bre que res­pe­te como ser humano que es. Eso gra­dual­men­te lo ire­mos alcanzando.

–¿Es posi­ble en el sis­te­ma capi­ta­lis­ta esti­mu­lar moral­men­te a alguien para desa­rro­llar aquel pen­sa­mien­to? ¿Cómo sería en la producción?

–Los meca­nis­mos del capi­ta­lis­mo son otros, bus­can crear otros valo­res, como en el tra­ba­jo. Fun­da­men­tal­men­te con el desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co en los sis­te­mas de pro­duc­ción y cada vez están más pen­dien­tes de des­pla­zar al hom­bre y crear la máqui­na. Ya tú has vis­to que en la gue­rra, que es una de las vías don­de los nue­vos expe­ri­men­tos se emplean, se está uti­li­zan­do amplia­men­te el robot. Todos los avio­nes sin pilo­to se diri­gen a dis­tan­cia y muchos de ellos se diri­gen des­de Washing­ton. Vamos a tener que luchar un poco más para crear una con­cien­cia en la gen­te. La lucha va a ser por pre­ser­var la huma­ni­dad, por pre­ser­var el pla­ne­ta Tie­rra. Algo que no entien­den los capi­ta­lis­tas, que no entien­den las trans­na­cio­na­les, inde­pen­dien­te­men­te de toda la mano que nos está dan­do la pro­pia natu­ra­le­za, con todos estos cata­clis­mos y la defor­ma­ción abso­lu­ta que hay del cli­ma. Va a ser muy com­ple­jo que se pue­dan uti­li­zar los valo­res del Che en el sis­te­ma capitalista.

–Usted dijo en varios repor­ta­jes que el Che era más que un gue­rri­lle­ro tira tiros. ¿A qué se refiere?

–La gen­te con­si­de­ra que el gue­rri­lle­ro es un tira tiros, pero el Che con­si­de­ra que el gue­rri­lle­ro no es un tira tiros, que es un trans­for­ma­dor social, que tie­ne un obje­ti­vo estra­té­gi­co a alcan­zar: que es el poder revo­lu­cio­na­rio para refor­mar la socie­dad. Enton­ces no es un tira tiros y, par­tien­do de ese con­cep­to, con­si­de­ra­ba que en las con­di­cio­nes de Cuba, el ejér­ci­to rebel­de lo pri­me­ro que debía dar era la ins­truc­ción. Por­que no es fac­ti­ble que quien lucha en la gue­rri­lla no ten­ga ins­truc­ción, sea anal­fa­be­to. Ahí empie­za real­men­te el pro­ce­so de alfa­be­ti­za­ción en Cuba. Con los soldados.

–¿Es cons­cien­te de que en Boli­via escri­bie­ron con el Che una pági­na de la épi­ca revolucionaria?

–Todo eso es cir­cuns­tan­cial, todo eso es casuís­ti­co, coyun­tu­ral. Nues­tro pri­mer obje­ti­vo era con­ti­nuar la Revo­lu­ción. ¿Por qué? Por­que no habían muer­to las razo­nes. Murió el Che, pero las razo­nes por las cua­les comen­za­mos esa lucha no habían des­apa­re­ci­do. Están ahí, son las mis­mas. Hoy en Boli­via se ha pro­du­ci­do un cam­bio con Evo, que está en un pro­ce­so evo­lu­ti­vo, de for­ma­ción, que hay que ver en dón­de cul­mi­na. Avan­za en una línea ascen­den­te posi­ti­va don­de las cla­ses humil­des van par­ti­ci­pan­do cada vez más de modo direc­to en el gobierno, en el pro­ce­so de direc­ción, en don­de por pri­me­ra vez en la his­to­ria los pue­blos ori­gi­na­rios tie­nen una repre­sen­ta­ción y hay que decir que Boli­via es un país plurinacional.

–¿Cómo es posi­ble enten­der la éti­ca revo­lu­cio­na­ria en el com­ba­te y el res­pe­to por el enemi­go que uste­des prac­ti­ca­ron, si en las gue­rras de este tiem­po se bom­bar­dean civi­les todo el tiem­po o se foto­gra­fían sin pudor pri­sio­ne­ros des­nu­dos e inermes?

–Esa éti­ca for­ma par­te de nues­tra con­cep­ción. A noso­tros nos edu­ca­ron en no mal­tra­tar a nin­gún pri­sio­ne­ro, a res­pe­tar­los dig­na­men­te. A los ofi­cia­les les man­te­nía­mos su arma cor­ta. Nos dio muy bue­nos resul­ta­dos. Noso­tros tomá­ba­mos a los sol­da­dos pri­sio­ne­ros y se los man­dá­ba­mos al otro pun­to que íba­mos a ata­car. Les dába­mos un buen tra­ta­mien­to y ellos lle­ga­ban antes que noso­tros. Y lo pri­me­ro que decían era que no les había­mos dado ni una bofe­ta­da. Que los había­mos res­pe­ta­do, que les había­mos dado comi­da, que los había­mos cura­do. Enton­ces eso iba liman­do la capa­ci­dad de resis­ten­cia de los sol­da­dos y les qui­ta­ba el temor a caer pri­sio­ne­ros. Era una estra­te­gia que aplicábamos.

–¿Una estra­te­gia que en la era de la gue­rra tec­no­ló­gi­ca domi­na­da por los Esta­dos Uni­dos y la OTAN pare­ce inconcebible?

–Hoy ya no vamos al enfren­ta­mien­to tec­no­ló­gi­co con los nor­te­ame­ri­ca­nos. Tene­mos nues­tros avio­nes, nues­tros cohe­tes, los hemos moder­ni­za­do y ade­más vamos siguien­do qué es lo que hay en el mun­do. Pero no pen­sa­mos hacer una gue­rra aérea con ellos por­que sería impo­si­ble. Con la can­ti­dad de avio­nes que con­ta­mos no pode­mos desa­rro­llar un com­ba­te fron­tal con­tra la avia­ción nor­te­ame­ri­ca­na por­que nos des­tru­yen en tres días. Enton­ces tene­mos que pen­sar con habi­li­dad. El muer­de y huye. Cómo le apli­ca­mos los prin­ci­pios de la gue­rra irre­gu­lar a esta gue­rra y los com­bi­na­mos con los prin­ci­pios de la gue­rra moder­na. No ten­dría­mos en prin­ci­pio una divi­sión de 200 tan­ques, pero podría­mos tener un peque­ñi­to gru­po de cin­co tan­ques y con ese peque­ñi­to gru­po tirar­le a un carro blin­da­do y escon­der­nos. Tene­mos que luchar tam­bién con­tra los medios de loca­li­za­ción moder­nos. Saber cuán­do se usa el láser y que es débil a las pan­ta­llas ver­des. Enton­ces tene­mos que crear pan­ta­llas ver­des. Cosas de esa natu­ra­le­za. O el pro­ble­ma del calor, los cohe­tes que bus­can el calor, como hacer­le maque­tas fal­sas para que tiren y fallen, como crear­les focos de calor. De esta for­ma hay que ir apro­ve­chan­do y apli­can­do la inte­li­gen­cia. No hay nadie en el mun­do, ni los rusos –que tie­nen un desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co igual – , que pue­da desa­rro­llar esa gue­rra fron­tal con­tra el pode­río de los norteamericanos.

–¿En 52 años de revo­lu­ción nun­ca pudie­ron bajar la guardia?

–Hay un prin­ci­pio mar­xis­ta que dice: aquel que olvi­da la defen­sa no sobre­vi­ve a la gue­rra. Y otro que seña­la: una revo­lu­ción vale cuan­do es capaz de defen­der­se. Esas cosas para noso­tros son vita­les. Vemos que tene­mos un enemi­go ahí cer­qui­ta. Sabe­mos que ellos van a dar un zar­pa­zo cuan­do crean que están en con­di­cio­nes favo­ra­bles y noso­tros tene­mos que pre­pa­rar­nos. Para que pien­sen que si nos agre­den les va a cos­tar caro. Y que si ponen un pie en la tie­rra no salen.

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