En el verano de 2008, el facilitador sudafricano Brian Currin recibía en su casa de Pretoria una misiva firmada por ETA que le conminaba a abandonar cualquier labor relacionada con el conflicto político vasco. En una entrevista posterior, en un reportaje sobre su persona, el propio Currin manifestaba que la carta le produjo perplejidad, aunque no parálisis. Tomó contacto con la izquierda abertzale en Euskal Herria, que le aseguró no tener noticia alguna sobre esa posición de ETA. Después se le hizo saber que la carta era falsa, y finalmente llegó a recibir una nueva comunicación con en el anagrama de ETA, esta vez para reconocerle sus buenos oficios.
El reportaje difundido hace algunos meses por un medio catalán hacía referencia a dos posibles hipótesis para explicar lo ocurrido. Fuentes españolas apuntaban a que la carta podría haber sido obra del «sector intransigente» de ETA, opuesto a un eventual proceso de paz, mientras que otras fuentes señalaban a los servicios de inteligencia españoles, los únicos que podían haber averiguado la residencia real de Currin y haber falsificado con visos de verosimilitud un texto de la organización armada. El hecho cierto es que la misiva fue desmentida por la propia ETA.
Nada nuevo, imputaciones falsas, asesinatos presentados como suicidios encubiertos por los media del régimen, posiblemente estemos ante el último intento a la desesperada por parar la marcha de Euskal Herria de paz con libertad, autodeterminación y derecho a decidir, paz para una política al servicio de las trabajadoras y los trabajadores, contra el capital.