Demo­cra­cia per­ma­nen­te – Anto­nio Alva­rez Solís

La gran lumi­na­ria elec­to­ral que ha supues­to Bil­du en el fir­ma­men­to polí­ti­co vas­co obli­ga a refle­xio­nar seria­men­te sobre este suce­so autén­ti­ca­men­te popu­lar. Bil­du ha supues­to un sono­ro asal­to al cerra­do recin­to de los par­ti­dos exis­ten­tes. Más de tres­cien­tos mil elec­to­res sur­gie­ron prác­ti­ca­men­te de la nada para comen­zar una lar­ga y com­pac­ta mar­cha en el pano­ra­ma de Eus­kal Herria.

Pero la vic­to­ria aún no ha sido logra­da. Hay una serie de com­po­nen­tes en esta gran des­car­ga popu­lar que nece­si­tan ser iden­ti­fi­ca­dos a fin de man­te­ner la pode­ro­sa explo­sión democrática.

En pri­mer lugar esta­mos ante algo que no es un par­ti­do polí­ti­co en su acep­ción tra­di­cio­nal, tam­po­co es una alian­za de cara a la suma de fuer­zas con el obje­to de ocu­par unos esca­ños, ni mucho menos pue­de juz­gar­se como un acuer­do tem­po­ral para opo­ner­se a for­ma­cio­nes disol­ven­tes de la moral colec­ti­va. Bil­du es otra cosa dis­tin­ta a las rese­ña­das, pero ¿qué es realmente?

En el len­gua­je tra­di­cio­nal usa­do por la cien­cia polí­ti­ca Bil­du se defi­ni­ría como una coa­li­ción en su tri­ple sen­ti­do de con­fe­de­ra­ción, de liga, de unión sobre la mar­cha y para la mar­cha. Con­fe­de­ra­ción por­que sus com­po­nen­tes man­tie­nen la per­so­na­li­dad sin­gu­lar de cada uno, pues­ta a con­tri­bu­ción de la acción común. Liga por cuan­to ope­ra como una lla­ma­da para algo tan defi­ni­do y pro­fun­do como es lograr una libe­ra­ción res­pec­to al mar­co apo­li­lla­do de una mecá­ni­ca polí­ti­ca obso­le­ta. Bil­du es, en defi­ni­ti­va, una unión fren­te a algo para lograr liber­tad y autenticidad.

Aho­ra bien, que Bil­du cons­ti­tu­ya una coa­li­ción quie­re decir que cada hora ha de dar sen­ti­do a la mis­ma, estar lle­na de con­te­ni­do social y de acción públi­ca para lograr no sólo la fina­li­dad fun­da­men­tal que ha lla­ma­do a reu­nión sino para man­te­ner su pro­pia cohe­sión. O lo que es igual, Bil­du es una coa­li­ción que pro­du­ce demo­cra­cia y esa pro­duc­ción demo­crá­ti­ca ha de ser con­ti­nua o corre­rá el peli­gro de evaporación.

Tene­mos, pues, entre las manos un sig­ni­fi­ca­do esen­cial y radi­cal­men­te valio­so que expli­ca a Bil­du: la con­ti­nua­da acción demo­crá­ti­ca. Podría­mos inclu­so decir que entre Bil­du y los par­ti­dos que ramo­nean por el ámbi­to públi­co con­tro­la­dos por sus apa­ra­tos hay una dife­ren­cia fun­da­men­tal: los par­ti­dos cono­ci­dos se deno­mi­nan par­ti­dos demo­crá­ti­cos o lo son en cier­tos esca­sos casos y Bil­du no es sola­men­te un par­ti­do demo­crá­ti­co sino una demo­cra­cia en su más esen­cial realidad.

Bil­du está cons­ti­tui­do por una masa de ciu­da­da­nos sin otro obje­ti­vo o con­di­cio­na­mien­to que la adhe­sión pro­fun­da al movi­mien­to demo­crá­ti­co como movi­mien­to con­ti­nuo reac­ti­va­dor enér­gi­co de lo que filo­ló­gi­ca­men­te sig­ni­fi­ca la democracia.

La coa­li­ción está con­ce­bi­da para usar la calle como con­te­ne­do­ra de sobe­ra­nía per­ma­nen­te. Bil­du pre­ten­de con­tri­buir al par­to de una nue­va y ple­na con­cep­ción demo­crá­ti­ca de la exis­ten­cia, empe­zan­do por la recu­pe­ra­ción del sobe­ra­nis­mo para el mun­do civil y, en este caso con­cre­to, para el mun­do vasco.

Pero ¿cómo abor­dar esa tarea gigan­tes­ca de ins­ta­lar lo ter­mi­nan­te­men­te nue­vo en un esce­na­rio que ha sido dise­ña­do y refor­za­do para una repre­sen­ta­ción polí­ti­ca escle­ro­sa­da y con tan múl­ti­ple ancla­je de intere­ses? Pare­ce que la res­pues­ta es obvia: mer­ced a un ejer­ci­cio demo­crá­ti­co exten­so y constante.

¿Y quié­nes han de ser los pro­ta­go­nis­tas de ese ejer­ci­cio vita­li­za­dor y garan­te de la con­ti­nui­dad? Pues los mis­mos que han deter­mi­na­do en poco más que unas horas la gran coa­li­ción, es decir, la ciu­da­da­nía emer­gen­te y reple­ta de vigor.

Y ahí empie­za la for­ma de ejer­ci­cio apro­pia­do para que la coa­li­ción de Bil­du se con­vier­ta en máqui­na de gobierno, lo per­mi­tan o no los amo­ja­ma­dos par­ti­dos exis­ten­tes. Bil­du ha de estar en acción cons­tan­te o en las ins­ti­tu­cio­nes a las que ha teni­do acce­so median­te el fer­vor popu­lar o median­te el recur­so cons­tan­te a la con­sul­ta ciu­da­da­na hecha a los elec­to­res median­te asam­bleas urba­nas, la con­so­li­da­ción de la pre­sen­cia de los barrios jun­to a los elec­tos o las reunio­nes sec­to­ria­les en don­de se plan­teen las cues­tio­nes, a lo que sue­le deno­mi­nar­se acción direc­ta. De todas esas asam­bleas, per­fec­ta­men­te per­mi­ti­das por la ley, como están per­mi­ti­das las aso­cia­cio­nes de veci­nos o las citas sin­di­ca­les, ha de sur­gir en cada momen­to una revi­ta­li­za­ción de la demo­cra­cia directa.

Bil­du pre­ci­sa ampliar su coa­li­ción per­ma­nen­te­men­te. Es más, resul­ta­ría un arma pode­ro­sa para su cre­ci­mien­to polí­ti­co que una serie de sedes reco­gie­sen todos los días la pre­sen­cia de ciu­da­da­nos que deba­tie­sen medi­das posi­bles, expu­sie­sen nece­si­da­des sin aten­ción y fomen­ta­sen el con­tac­to humano para recre­cer la nue­va for­ma de pro­ta­go­ni­zar la política.

La demo­cra­cia dele­ga­da con­lle­va una corrup­ción y una inope­ran­cia cre­cien­tes. El nefas­to espec­tácu­lo que ofre­cen en estas jor­na­das post­elec­to­ra­les la mayo­ría de los par­ti­dos a fin de repar­tir­se el poder ins­ti­tu­cio­nal cons­ti­tu­ye un espec­tácu­lo inju­rio­so para el común de los ciu­da­da­nos. Ofen­de el mer­ca­di­llo. El gobierno vivo han de man­te­ner­lo quie­nes tie­nen entre sus manos la sobe­ra­nía de ele­gir o repu­diar. La demo­cra­cia o es per­ma­nen­te como máqui­na de elec­ción y deci­sión o es sim­ple­men­te una eti­que­ta que fija la pro­pie­dad sobre unos deter­mi­na­dos esca­ños en las dife­ren­tes instituciones.

Bil­du tie­ne, pues, ante sí, una tarea de repo­li­ti­za­ción real y coti­dia­na de la socie­dad. Una tarea fati­go­sa, pero de un valor hermoso.

Ya no se tra­ta de que un par­ti­do nue­vo se haya uni­do al jue­go de la oca que es el que hoy entre­tie­ne a tan­tos polí­ti­cos espe­cia­li­za­dos en abrir pozos ante los adver­sa­rios o prac­ti­car raros sal­tos sobre casi­llas que se sobre­vue­lan sin el menor res­pe­to por los prin­ci­pios ni remo­ción algu­na de conciencia.

Qui­zá el ámbi­to de actua­ción más apro­pia­do para los elec­tos de Bil­du sea la calle, esa gran ins­ti­tu­ción per­ma­nen­te de la que se ha des­alo­ja­do a los que tie­nen la pala­bra nece­sa­ria sobre el bien común. El ágo­ra, el ágo­ra ¿o aca­so es pre­ci­so olvi­dar la vie­ja raíz demo­crá­ti­ca del siglo de Pericles?

Hay en Bil­du una exi­gen­cia natal de pul­cri­tud, de lim­pie­za moral, de res­pe­to exqui­si­to por la liber­tad, de amor a lo popu­lar ya sea con­si­de­ra­do como nece­si­dad bási­ca ya como mol­de ade­cua­do para la crea­ción en la igual­dad y la fra­ter­ni­dad. Esto obli­ga a limi­tar el alcan­ce del prag­ma­tis­mo en lo que se refie­re a con­fluen­cias o alian­zas de conveniencia.

No se pue­de recha­zar, esto es cier­to, un movi­mien­to que ayu­de a des­bro­zar el camino, pero sin cir­cu­lar por él si se ha de dejar la piel en las zarzas.

Bil­du tie­ne entre las manos un depó­si­to amplio y pro­fun­do de com­pro­mi­sos con lo que ha de ser la socie­dad vas­ca no úni­ca­men­te en la legis­la­tu­ra sino de cara a un futu­ro que no ha hecho más que empe­zar nue­va­men­te, tras res­ca­tar la vie­ja heren­cia, mer­ced a la deci­sión de una masa ingen­te de ciudadanos.

Ganar esca­ños ins­ti­tu­cio­na­les es nece­sa­rio, pero hay que dis­tin­guir con acui­dad lo que son esca­ños y lo que son asien­tos. Hay que ayu­dar a que el río corra ágil por el nue­vo cau­ce, pero al mis­mo tiem­po hay que vigi­lar seco por la ribera.

De vez en cuan­do pres­cin­do de los serios tex­tos doc­tri­na­les para echar mano de una fábu­la o tex­to popu­lar que resu­ma fácil­men­te la sabi­du­ría que bus­co. Por ejem­plo, qué más alec­cio­na­dor que la fic­ción del fabu­lis­ta. «Bebien­do un perro en el Nilo/​al mis­mo tiem­po corría./ “Bebe quie­to” le decía/​un tai­ma­do cocodrilo/​Res­pon­dió el perro, prudente:/“Dañoso es beber y andar/​pero ¿es sano el aguardar/​a que me cla­ves el diente?”».

Qui­zá con la agu­de­za de Sama­nie­go podía haber­me aho­rra­do todo el dis­cur­so ante­rior, mas hay cosas que nece­si­tan una cier­ta solem­ni­dad inte­lec­tual para man­te­ner el res­pe­to públi­co. Qui­zá con la fábu­la hubie­ra bas­ta­do a Bil­du. Lo demás es ser­món y sahumerio.

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