Arre­ba­tar el poder a los dio­ses- Sabino Cua­dra Lasarte

La fra­se que ante­ce­de, más o menos tex­tual, fue uti­li­za­da por Oskar Matu­te en el mitin de Bil­du, en el BEC de Bara­kal­do. Su pro­me­tei­co con­te­ni­do me hizo recor­dar la segun­da estro­fa de la Inter­na­cio­nal, ésa que dice que «ni en dio­ses, reyes, ni tri­bu­nos está el supre­mo sal­va­dor; noso­tros mis­mos reali­ce­mos el esfuer­zo redentor».

Hay que arre­ba­tar el poder a los dio­ses. A los dio­ses del capi­tal, el petró­leo y el cemen­to; a los de la toga, la sota­na y el birre­te; a los dio­ses de la gue­rra, el orden mun­dial y la segu­ri­dad ciu­da­da­na; a la san­ta tri­ni­dad del patriar­ca­do, la fami­lia y la doble jor­na­da; a los dio­ses impe­ria­les y sus patrias impuesta…

La tarea es ardua, pero todo se anda­rá. ¡Al tiempo!

Hay mucho dios des­ver­gon­za­do suel­to por este mun­do pre­di­can­do amo­res, pobre­zas y humil­da­des y prac­ti­can­do crue­les inqui­si­cio­nes, pode­res abso­lu­tos y ver­da­des eter­nas. Lo de los reyes y sus monar­quías, esa espe­cie para­si­ta­ria y ata­puer­ca­na, es algo igual de obs­ceno. ¿Quién no que­rría cono­cer sus decla­ra­cio­nes de ren­ta, pro­pie­da­des inmo­bi­lia­rias y la lis­ta de sus inver­sio­nes en fon­dos apá­tri­das pres­tos a cis­car­se en sus más sagra­das banderas?

Los cien­tos de con­cen­tra­cio­nes, acam­pa­das y asam­bleas que han reco­rri­do de pun­ta a pun­ta la piel de toro, han pues­to de mani­fies­to, en gran medi­da, su har­taz­go por los tri­bu­nos. Por toda esa plé­ya­de de polí­ti­cos, man­da­ta­rios, líde­res, gober­nan­tes y esta­dis­tas que han hecho de lo públi­co un mer­ca­do de pri­vi­le­gios e influen­cias en el que todo vale, empe­zan­do por la men­ti­ra y el enga­ño, pasan­do por el suel­da­zo y el die­tón y ter­mi­nan­do en la rica cesan­tía y la jubi­la­ción principesca.

Har­taz­go de una demo­cra­cia vacía y de un poder sobre­di­men­sio­na­da­men­te satu­ra­do de sátra­pas y vivi­do­res. Una vez más, y ya van varias (movi­das anti­glo­ba­li­za­ción, foros socia­les, mani­fes­ta­cio­nes anti-gue­rra, huel­gas gene­ra­les…) la socie­dad, y en pri­mer lugar la juven­tud, ha demos­tra­do que es posi­ble plan­tar cara a los dio­ses del capi­tal, la men­ti­ra, el impe­rio y la gue­rra. No es la socie­dad la que no está a la altu­ra de las cir­cuns­tan­cias, sino su cas­ta dirigente.

Casi siem­pre que aque­lla ha vis­to la posi­bi­li­dad de afir­mar­se y expre­sar de for­ma direc­ta su rebel­día e indig­na­ción, lo ha hecho. Casi siem­pre que ha habi­do espa­cios y diná­mi­cas que han per­mi­ti­do su par­ti­ci­pa­ción y pro­ta­go­nis­mo direc­to, la gen­te ha res­pon­di­do. No sobran razo­nes ni ganas; fal­tan espa­cios y llamadas.

En Eus­kal Herria, a la par que se rea­li­za­ban las acam­pa­das, miles de per­so­nas lucha­ban en un fren­te para­le­lo por recor­tar el poder de los tri­bu­nos ven­de­do­res de paces hue­cas, tor­tu­ras reales y demo­cra­cias de excep­ción. La explo­sión de Bil­du ha supues­to, en bue­na medi­da, la recu­pe­ra­ción de un espa­cio del que una bue­na par­te de la socie­dad había sido exclui­da con malas artes lega­les y tahu­ra­das jurisprudenciales.

Con dife­ren­cia, el mayor frau­de elec­to­ral exis­ten­te en Eus­kal Herria era la expul­sión del mapa polí­ti­co de esas más de tres­cien­tas mil volun­ta­des expre­sa­das en torno a Bildu.

Aún con todo, su lega­li­za­ción in extre­mis no debe con­fun­dir­se, ni mucho menos, con la con­quis­ta de una situa­ción de nor­ma­li­dad demo­crá­ti­ca. Que­da mucho aún por des­bro­zar: ile­ga­li­za­cio­nes, malos tra­tos y tor­tu­ras, inhu­ma­na polí­ti­ca car­ce­la­ria… O sea, la actual vio­len­cia real­men­te existente.

Por otro lado, si bien es cier­to que Bil­du ha per­mi­ti­do devol­ver a sus legí­ti­mos pro­pie­ta­rios el poder de voto arre­ba­ta­do por gobier­nos poli­cia­les, la demo­cra­cia, tal como se ha plan­tea­do en muchas asam­bleas y acam­pa­das, va bas­tan­te más allá del mero poder votar y tie­ne tam­bién que ver con la lucha con­tra la par­ti­to­cra­cia, la defen­sa de las lis­tas abier­tas, la prác­ti­ca demo­crá­ti­ca de la con­sul­ta y el refe­rén­dum, la acti­va­ción de la par­ti­ci­pa­ción popu­lar en el fun­cio­na­mien­to ins­ti­tu­cio­nal, etc…

Al mono­po­lio tram­po­so del poder se une hoy la apro­pia­ción indi­vi­dual y par­ti­da­ria de sus pre­ben­das. La exten­sión gene­ra­li­za­da de la corrup­ción por las ins­ti­tu­cio­nes, el ami­guis­mo en las adju­di­ca­cio­nes, la explo­sión buro­crá­ti­co-admi­nis­tra­ti­va a fin de dar nom­bra­mien­to, suel­do y die­tas a afi­nes y alle­ga­dos, los suel­dos de infar­to de elec­tos y desig­na­dos, la pom­pa y el boa­to de los actos ofi­cia­les…, son algo vivi­do como un insul­to por la ciudadanía.

En la medi­da en que el esta­do se hace cada vez más fuer­te y la cla­se polí­ti­ca se con­vier­te en una cas­ta, la demo­cra­cia se hace cada vez más débil, las liber­ta­des y dere­chos son de peor cali­dad y la decen­cia es expul­sa­da del ámbi­to institucional.

Las pasa­das elec­cio­nes han supues­to la posi­bi­li­dad de oxi­ge­nar el fun­cio­na­mien­to de bue­na par­te de las ins­ti­tu­cio­nes (sobre todo los ayun­ta­mien­tos) y recor­tar drás­ti­ca­men­te la galác­ti­ca dis­tan­cia exis­ten­te entre éstas y las gen­tes a las que dicen repre­sen­tar. Fren­te al man­dar man­dan­do de buró­cra­tas y tri­bu­nos hay que rei­vin­di­car el man­dar obe­de­cien­do defen­di­do por los zapatistas.

La demo­cra­ti­za­ción pro­fun­da ins­ti­tu­cio­nal, la par­ti­ci­pa­ción popu­lar (ple­nos, comi­sio­nes, dere­chos de con­sul­ta y refe­rén­dum,..) y la rege­ne­ra­ción polí­ti­ca inter­na (suel­dos, die­tas, asig­na­cio­nes a gru­pos,..) debe­rían estar hoy en los pri­me­ros luga­res de las prio­ri­da­des polí­ti­cas. Y es que, si pen­sa­mos que es posi­ble lle­var a la prác­ti­ca un pro­gra­ma real­men­te popu­lar sin meter a fon­do el bis­tu­rí en el sta­tus y modus viven­di de los car­gos elec­tos y par­ti­dos y en el fun­cio­na­mien­to ins­ti­tu­cio­nal, come­te­re­mos un gra­ve error, por­que, al final, tal como mues­tran cien­tos de his­to­rias, la iner­cia y corrup­te­las intrín­se­cas al sis­te­ma ter­mi­nan devo­ran­do pro­gra­mas y bue­nas intenciones.

Duran­te las pasa­das elec­cio­nes dos boca­na­das de aire fres­co han irrum­pi­do en el pano­ra­ma polí­ti­co. La pri­me­ra ha sido la recu­pe­ra­ción de un espa­cio polí­ti­co sobe­ra­nis­ta y de izquier­das antes secues­tra­do, expre­sa­do en la irrup­ción de Bil­du. La segun­da, mani­fes­ta­da a tra­vés de las acam­pa­das y asam­bleas, ha evi­den­cia­do el has­tío de bue­na par­te de la pobla­ción ‑sobre todo juve­nil- por el sis­te­ma polí­ti­co-social exis­ten­te. La pro­fun­di­za­ción de ambos fenó­me­nos es el reto de los pró­xi­mos meses. Teme­ro­sos de ello, los dio­ses rece­lan, los reyes se inquie­tan, los tri­bu­nos tiemblan.

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