El fias­co de Gas­co- Alva­ro Reizabal

La elec­ción de Odón Elor­za como alcal­de donos­tia­rra allá por el ya lejano 1991 fue una caram­bo­la de esas que sue­len dar­se como con­se­cuen­cia de los pac­tos post­elec­to­ra­les, por­que no era, ni mucho menos, la lis­ta mas vota­da, pero reci­bió los votos del PP y el PNV.

Así que no pue­de decir­se que la lle­ga­da fue­ra glo­rio­sa, aun­que hay que reco­no­cer que sí fue dura­de­ra, pues han hecho fal­ta ni más ni menos que vein­te años para des­pla­zar­le del sillón muni­ci­pal. Y por la for­ma en que se ha esce­ni­fi­ca­do la sali­da, todo pare­ce indi­car que con el paso de los años le había cogi­do el gus­to al car­go, pues de otra mane­ra no pue­de enten­der­se la pata­le­ta final.

Tras haber anun­cia­do en cam­pa­ña, inclu­so por escri­to, que no gober­na­ría si no era la lis­ta mas vota­da se encon­tró con la, para él, ines­pe­ra­da noti­cia de que había per­di­do por golea­da, y, nada menos, que bati­do por su con­trin­can­te de Bil­du. Las cosas así, rene­gó de sí mis­mo, para decir que lo de la lis­ta mas vota­da no incluía a la coalición.

Como ni así cola­ba, se ofre­ció para ejer­cer de líder de la opo­si­ción y al final tuvie­ron que sacar­le de la pol­tro­na los de su pro­pio par­ti­do, poco menos que arrastrándole.

Con­su­ma­da la fae­na, el ex pri­mer edil se dejó caer dicien­do que, como ya esta­ba fue­ra hacía lo que le daba la gana, y que ya no había que chu­par el culo a nadie, decla­ra­ción esta que, a sen­su con­tra­rio, dice bien a las cla­ras lo que, según sus pro­pias pala­bras, había esta­do hacien­do mien­tras esta­ba dentro.

Y en estas está­ba­mos cuan­do el PSOE tras des­pren­der­se de Odón lo hace tam­bién de los que le seguían en la lis­ta y pro­po­ne como can­di­da­to a la alcal­día al déci­mo: Ernes­to Gas­co. La ver­dad es que la juga­da deja en muy mal lugar a los que se van a ver obli­ga­dos a dimi­tir para que la inge­nie­ría elec­to­ral per­mi­ta que Ernes­to sea el nue­vo cabe­za de lis­ta. Pare­ce como que para su pro­pio par­ti­do todos los que iban del segun­do al noveno inclu­si­ve care­cie­sen de capa­ci­dad para pre­si­dir el con­sis­to­rio, que es como dar gato por liebre.

Pero es que, ade­más, el ele­gi­do no pare­ce ser la per­so­na más idó­nea para el come­ti­do. Recien­te­men­te le vi en una tele­vi­sión local en un deba­te cele­bra­do cono­ci­dos ya los resul­ta­dos y me pro­du­jo una des­agra­da­ble impre­sión com­pro­bar cómo su tác­ti­ca con­sis­tía en no dejar hablar a los demás o hacer­lo a la vez que ellos sin ser su turno, ejer­cien­do de des­agra­da­ble moscardón.

La agre­si­vi­dad y el no saber escu­char no son vir­tu­des para un polí­ti­co. Pero es que, ade­más en la carre­ra de Gas­co hay oscu­ras som­bras de nepo­tis­mo: Hace aho­ra dos años, sien­do Vice­con­se­je­ro de Trans­por­tes, nom­bró a su espo­so direc­tor de la Agen­cia Vas­ca de Meteo­ro­lo­gía, con­vir­tién­do­se así en su jefe, algo que ya había ocu­rri­do antes cuan­do Ernes­to era con­ce­jal de Tra­fi­co y máxi­mo res­pon­sa­ble de la com­pa­ñía del Tran­vía de Donos­tia en la que su mari­do tra­ba­ja­ba como cho­fer de auto­bús. Una prue­ba de la impor­tan­cia de lla­mar­se Ernes­to, que diría Oscar Wilde.

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