¡Que vie­ne Bil­duuuu! – Fede de los Ríos

Me encon­tra­ba repan­tin­ga­do en el sillón en gayum­bos, con cha­que­ta de pija­ma (piya­ma se dice) y unas más que des­gas­ta­das pan­tu­flas con agu­je­ros hora­da­dos simé­tri­ca­men­te por ambos dos dedos gor­dos (orte­jos mayo­res los deno­mi­nan los enten­di­dos en dedos y otras extre­mi­da­des, que de todo tie­ne que haber en esta vida) con fal­ta o exce­so, nun­ca me acla­ro, de sue­ño por la resa­ca elec­to­ral, cuan­do apa­re­ció ella en tele­vi­sión y dijo: «es una tra­ge­dia que Bil­du sea segun­da fuer­za en el País Vas­co». Y me ale­gró el día ¿qué digo día? Lle­vo una sema­na que no que­po de gozo. Me sal­go tan­to de mí mis­mo que a veces me ten­go que lla­mar a voces para vol­ver a casa. Y es que Espe­ran­za Agui­rre es de esas muje­res que te faci­li­tan la vida en este ape­sa­dum­bra­do valle de lágri­mas en el que nos encon­tra­mos. Mira que son gene­ro­sos los del águi­la impe­rial tra­ves­ti­da en carro­ñe­ra gavio­ta. Ganan las elec­cio­nes en las Espa­ñas y, sin embar­go, siem­pre tie­nen un recuer­do para con los per­se­gui­dos. Y allí en la calle Géno­va, entre azu­les y roji­gual­das ban­de­ras, un gri­to al uní­sono des­ta­ca­ba. Era por Bildu.

Basa­goi­ti, el Dum­bo pos­mo­derno admi­ra­dor del Cid, Isa­bel (la cató­li­ca, no con­fun­dir­la con la Preys­ler ni con las con­ser­vas) y Don Pela­yo, y los til­da de «pre­his­tó­ri­cos que quie­ren lle­var a los vas­cos a la edad de pie­dra». No acla­ra el que gus­ta de hablar joven si se refie­re al Paleo­lí­ti­co o al Neo­lí­ti­co; «Bil­du nos devuel­ve a tiem­pos oscuros».

De repen­te los con­ta­mi­na­dos, los invi­si­bles, han toma­do cuer­po. Por­que una cosa es dejar­les pre­sen­tar­se a las elec­cio­nes y otra muy dife­ren­te que ocu­pen car­gos y diri­jan las cosa públi­ca (la res públi­ca, ¡la repú­bli­ca, vamos!) El escán­da­lo no se cir­cuns­cri­be a Basa­goi­ti y sus moder­nos; la preo­cu­pa­ción ate­na­za tam­bién el cora­zón de la otra dere­cha espa­ño­la (el PSE/​PSOE) y de la dere­cha vas­ca. Otros pos­mo­der­nos del copón aman­tes asi­mis­mo de las obras públicas.

Dicen que Bil­du es con­tra­ria a ellas. No es cier­to. Yo que conoz­co a algún que otro car­go ele­gi­do de Bil­du, pue­do dar mi pala­bra de vas­co (como Basa­goi­ti) de que no sola­men­te son muy par­ti­da­rios de ellas sino que, ade­más, lo son tam­bién de que sean rea­li­za­das por empre­sas públi­cas. De esa mane­ra nadie podrá decir, como aho­ra dicen las len­guas de doble filo pro­pias de men­tes retor­ci­das, que las obras rea­li­za­das con el dine­ro de todos enri­que­cen empre­sas pri­va­das de unos pocos.

Que lo de todos revier­ta en bene­fi­cio de todos qui­zás sea pro­pio de la pre­his­to­ria pero ¡oye! ni tan mal. Entre neo­lí­ti­co y neo­li­be­ral, neo­lí­ti­co sue­na bas­tan­te mejor.

Quie­ro ser asal­ta­do por una duda para que me aban­do­ne el pesi­mis­mo de la expe­rien­cia. ¿Serán capa­ces, aun­que sea por una vez, de apar­car sus mez­qui­nos intere­ses de cla­se y apos­tar por un avan­ce social en todos los órde­nes? ¿Podrán des­vin­cu­lar­se por un momen­to de las empre­sas spon­sor a las que rin­den plei­te­sía? Entre la como­di­dad y la liber­tad es difí­cil la elec­ción, tan difí­cil como entre los pri­vi­le­gios y la igual­dad. Pero bueno, espe­re­mos los des­creí­dos el ser sorprendidos.

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