Gre­cia o la impo­si­bi­li­dad del euro- José Gar­cía Montalvo

Hace casi medio año mi ami­ga Pau­li­na Bea­to orga­ni­zó una cena de eco­no­mis­tas que había­mos esta­do cola­bo­ran­do con la Secre­ta­ría Gene­ral Ibe­ro­ame­ri­ca­na. Duran­te la sobre­me­sa habla­mos de los pro­ble­mas de Gre­cia y estu­vi­mos espe­cu­lan­do sobre alter­na­ti­vas. Recuer­do que en un momen­to dado se me ocu­rrió plan­tear una situa­ción abso­lu­ta­men­te impro­ba­ble: que Gre­cia salie­ra del euro. Mi argu­men­to se basa­ba en el ejem­plo argen­tino: la eli­mi­na­ción de la dola­ri­za­ción había pro­du­ci­do una impor­tan­te deva­lua­ción, aumen­tan­do la com­pe­ti­ti­vi­dad y favo­re­cien­do el cre­ci­mien­to. Rápi­da­men­te uno de los con­ter­tu­lios argu­men­tó que la deu­da grie­ga esta­ba deno­mi­na­da en euros y, por tan­to, esa opción impli­ca­ría una explo­sión de la deu­da. Pero ¿y si se pro­po­ne una qui­ta simul­tá­nea­men­te? Argen­ti­na tomó las dos deci­sio­nes y des­de 2002 ha cre­ci­do un 70%. La cosa que­dó aquí, pues el tema era dema­sia­do espe­cu­la­ti­vo como para dedi­car­le más tiem­po. Hace unos días lo que era cien­cia fic­ción empe­zó a tomar for­ma a par­tir de rumo­res y declaraciones.

A estas altu­ras pare­ce cla­ro que el pri­mer res­ca­te grie­go era sim­ple­men­te una manio­bra para ganar tiem­po, aun­que no esta­ba cla­ro con qué obje­ti­vo. Si la idea era espe­rar a que Gre­cia cre­cie­ra y supe­ra­ra sus pro­ble­mas espon­tá­nea­men­te, las con­di­cio­nes dra­co­nia­nas del res­ca­te hacían esta sali­da muy impro­ba­ble, como así se ha demos­tra­do. El calen­da­rio de reduc­ción del défi­cit se ha incum­pli­do pues, de entra­da, era poco rea­lis­ta pen­sar en una reduc­ción del 15,4% al 9,4% en 2010. Las refor­mas y las pri­va­ti­za­cio­nes avan­zan a rit­mo más len­to del pre­vis­to y la opo­si­ción popu­lar a estas medi­das es muy fuer­te. Con un tipo de cam­bio fijo, la úni­ca opción para ganar com­pe­ti­ti­vi­dad es una deva­lua­ción inter­na que, dadas las res­tric­cio­nes pre­su­pues­ta­rias, ten­dría que ser dra­má­ti­ca para favo­re­cer el cre­ci­mien­to de la economía.

En la reu­nión de minis­tros de Eco­no­mía del Euro­gru­po, que comien­za el pró­xi­mo lunes en Bru­se­las, se podrían bara­jar tres opcio­nes. Con toda segu­ri­dad se habla­rá de una posi­ble rees­truc­tu­ra­ción de la deu­da que impli­ca­rá un alar­ga­mien­to de los pla­zos de los prés­ta­mos, una reba­ja del tipo de inte­rés y/​o nue­vos prés­ta­mos. Esta pri­me­ra opción ya hace tiem­po que está des­con­ta­da por los mer­ca­dos y no ten­dría un gran cos­te en tér­mi­nos de su impac­to sobre los mis­mos. Pero ¿qué bene­fi­cios com­por­ta­ría? Si las nue­vas con­di­cio­nes fue­ran tam­bién dra­co­nia­nas, Gre­cia no cre­ce­ría en bas­tan­te tiem­po. Inclu­so si con­si­guie­ra cre­cer, ten­dría que gene­rar unos supe­rá­vit pre­su­pues­ta­rios enor­mes para alcan­zar los obje­ti­vos, lo que es alta­men­te impro­ba­ble. Por tan­to, Gre­cia se vería abo­ca­da a suce­si­vas rees­truc­tu­ra­cio­nes has­ta la solu­ción defi­ni­ti­va, que ten­dría que ser una de las otras dos opciones.

La segun­da opción sería una rees­truc­tu­ra­ción que supu­sie­ra una qui­ta. Esta alter­na­ti­va podría pro­vo­car lo que algu­nos deno­mi­nan “momen­to Leh­man”, o una dis­rup­ción finan­cie­ra que cau­sa­ra un efec­to domi­nó en el sis­te­ma ban­ca­rio euro­peo. Por cier­to, que ade­más de los ban­cos fran­ce­ses y ale­ma­nes, uno de los más per­ju­di­ca­dos sería el BCE, que ha esta­do com­pran­do deu­da grie­ga has­ta con­ver­tir­se en su mayor pres­ta­mis­ta. Algu­nas esti­ma­cio­nes sitúan la pér­di­da del BCE en unos 30.000 millo­nes de euros si la qui­ta alcan­za­ra el 50%. Qui­zás por eso, Tri­chet se opo­ne con tan­ta vehe­men­cia a esta opción. Para evi­tar las con­se­cuen­cias de esta dis­rup­ción sería nece­sa­rio apli­car la estra­te­gia uti­li­za­da por Esta­dos Uni­dos des­pués de Leh­man: reca­pi­ta­li­zar rápi­da­men­te los ban­cos más afec­ta­dos y faci­li­tar fon­dos a aque­llos que no ten­gan acce­so a los mer­ca­dos monetarios.

Pero pues­tos a hacer una qui­ta, ¿por qué no dar un paso más y que Gre­cia sal­ga del euro? Esta sería la ter­ce­ra opción, y la más dra­má­ti­ca. Pro­vo­ca­ría un momen­to Leh­man, un páni­co ban­ca­rio y un pro­ble­ma prác­ti­co: la rein­tro­duc­ción de una mone­da grie­ga. Pero qui­zás el gol­pe más fuer­te se pro­du­ci­ría en el orgu­llo euro­peo con el reco­no­ci­mien­to del fra­ca­so del euro.

Los pro­ble­mas actua­les de la zona euro son polí­ti­cos, por mucho que la pre­dic­ción de la deu­da grie­ga sea el 159% del PIB en 2012. Japón tie­ne fácil acce­so a los mer­ca­dos de cré­di­to a pesar de una deu­da supe­rior al 200% del PIB y man­te­ni­da duran­te muchos años. Los eco­no­mis­tas no nos pone­mos de acuer­do en muchas cosas pero tene­mos algu­nas cosas cla­ras: una unión mone­ta­ria sin coor­di­na­ción fis­cal supo­ne nave­gar en el Tita­nic espe­ran­do a cho­car con el ice­berg. La gran ven­ta­ja de los paí­ses más débi­les del euro, que con­si­guie­ron endeu­dar­se a unos tipos de inte­rés muy bajos gra­cias a la cre­di­bi­li­dad de Ale­ma­nia, se ha trans­for­ma­do en una gran mal­di­ción ante la fal­ta de dis­ci­pli­na fiscal.

Pero los paí­ses euro­peos se resis­ten a ceder sobe­ra­nía fis­cal. Muy al con­tra­rio, a la menor con­tra­rie­dad pre­fie­ren menos Euro­pa a más. La polí­ti­ca y los intere­ses nacio­na­les lo domi­nan todo. Unas elec­cio­nes regio­na­les en Ale­ma­nia retra­san una deci­sión. Unas elec­cio­nes en Fin­lan­dia ponen en cues­tión un res­ca­te. Ingla­te­rra se opo­ne a un nue­vo res­ca­te grie­go pero si fue­ra Irlan­da haría la vis­ta gor­da. Los socios de coa­li­ción de Mer­kel se opo­nen a más res­ca­tes. El espec­tácu­lo de Fran­cia y Dina­mar­ca con sus inten­tos de rever­tir el tra­ta­do de Schen­gen por pro­ble­mas pun­tua­les es una mues­tra más de has­ta qué pun­to domi­nan los intere­ses nacionales.

Se ha demos­tra­do que lími­tes al défi­cit esta­ble­ci­dos por los pac­tos no son sufi­cien­tes. Sin cesión efec­ti­va de sobe­ra­nía fis­cal el euro no tie­ne futu­ro. Por tan­to la rup­tu­ra de la zona euro no sería más que el reco­no­ci­mien­to de una reali­dad: los paí­ses euro­peos no quie­ren más Europa.

José Gar­cía Mon­tal­vo es Cate­drá­ti­co de Eco­no­mía en la Uni­ver­si­tat Pom­peu Fabra

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