Indig­na­dos fami­lia­res por mani­pu­la­ción polí­ti­ca de la muer­te de Juan Wil­fre­do Soto – Cubadebate

Juan Wilfredo Soto García

Tal como denun­ció la Nota Infor­ma­ti­va del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, la muer­te por cau­sas natu­ra­les de Juan Wil­fre­do Soto Gar­cía, un ciu­da­dano cubano radi­ca­do en Villa Cla­ra, con­ti­núa sien­do obje­to de mani­pu­la­ción por par­te de las trans­na­cio­na­les de la desinformación.

Según rela­ta Rosa Soto Gar­cía, her­ma­na del falle­ci­do, este pade­cía varias enfer­me­da­des, entre ellas gota, hiper­ten­sión arte­rial, migra­ña y cre­ci­mien­to del cora­zón, razón por la cual reci­bía aten­ción médi­ca des­de hacía muchos años, reco­no­cien­do que Juan Wil­fre­do lle­va­ba una vida muy des­or­de­na­da y no cum­plía las indi­ca­cio­nes de los galenos.

Eso de que lo gol­pea­ron es una gran men­ti­ra. No tenía nin­gu­na mar­ca de gol­pea­du­ra, todo es un inven­to de la pro­pa­gan­da con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria. Esta­mos muy doli­dos con esta cam­pa­ña que se ha for­ma­do,cau­san­te de un gran dolor en la fami­lia“, dijo al tiem­po que agra­de­ció la aten­ción médi­ca recibida.

“Fíje­se si esta­mos indig­na­dos, que el día del entie­rro, al hijo de mi her­mano, de solo 14 años, le dio tan­to asco la pos­tu­ra de los ‘disi­den­tes’, que les pidió que se fue­ran del cemen­te­rio“, ase­gu­ra Rosa.

Made­lín Soto, la sobri­na de Wil­fre­do, y a quien este con­si­de­ra­ba como a una hija, tam­bién mos­tró su sor­pre­sa por la manio­bra orques­ta­da. “Fui a ver­lo al hos­pi­tal y no obser­vé nin­gu­na señal de vio­len­cia. Ade­más, si le hubie­ran dado tan solo un ara­ña­zo, de segu­ro él me lo hubie­ra dicho por­que yo era de su ente­ra confianza”.

El estu­dian­te de dere­cho Yas­mil Pérez Rodrí­guez, espo­so de Made­lín, quien lo con­du­jo al hos­pi­tal, ase­gu­ró que el vier­nes 6, la hija de Wil­fre­do acu­dió a su casa deses­pe­ra­da, para que acom­pa­ña­ra a su papá al médi­co. “Cuan­do lle­gué tenía sudo­ra­cio­nes, no se sen­tía los pies, e inclu­so tuvi­mos que bajar­lo del cuar­to piso en un sillón de rue­das. Una vez en la con­sul­ta del Arnal­do Mili­án, fue obje­to de varios aná­li­sis, reci­bien­do medi­ca­men­tos de todo tipo, sin que hubie­ra una res­pues­ta favo­ra­ble de su orga­nis­mo. Ante su empeo­ra­mien­to, lo remi­tie­ron a la sala de tera­pia, don­de per­ma­ne­ció ingre­sa­do has­ta su deceso”.

Agre­gó Yas­mil que estu­vo con el tío de su espo­sa des­de las 9:00 a.m. del vier­nes has­ta el otro día. Tuvo opor­tu­ni­dad sufi­cien­te para con­ver­sar con él, lle­var­lo al baño, des­ves­tir­lo y nun­ca obser­vó el más míni­mo sín­to­ma de vio­len­cia en su cuer­po, y “si fue­ra ver­dad lo que dice esa gen­te, de segu­ro él se lo hubie­ra con­ta­do por­que entre ellos dos no había secretos”.

El día de los hechos rela­cio­na­dos con la supues­ta gol­pea­du­ra, Juan Wil­fre­do esta­ba, como de cos­tum­bre, des­de horas muy tem­pra­nas en áreas del Par­que Vidal, según cuen­tan varios tes­ti­gos, entre ellos un gru­po de tra­ba­ja­do­res por cuen­ta pro­pia dedi­ca­dos a la ven­ta de flo­res en el lugar, ade­más de otros obre­ros que labo­ran en la zona, quie­nes acce­die­ron a narrar los acon­te­ci­mien­tos ocu­rri­dos el día 5, en los cua­les estu­vo invo­lu­cra­do el fallecido.

Jor­ge Álva­rez Cabre­ra, ven­de­dor de flo­res, rela­tó que cer­ca de las 9:00 a.m., escu­chó a una per­so­na gri­tan­do con­sig­nas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias y vio que era Wil­fre­do, a quien cono­cía por su habi­tual pre­sen­cia en el lugar.

Obser­vé cuan­do dos agen­tes del orden públi­co, uno de ellos mujer, lo con­du­je­ron a la patru­lla, sin que hubie­ra el más míni­mo for­ce­jeo, e inclu­so, él mon­tó por sí mis­mo“. Recuer­da que al poco rato lo vio nue­va­men­te en el Par­que, y que Wil­fre­do has­ta fue a pedir­le “can­de­la”, a lo que le con­tes­tó que no fumaba.

Ama­do Gómez Rodrí­guez, quien tam­bién labo­ra como flo­re­ro, ase­gu­ró que ese día Wil­fre­do mos­tra­ba un aspec­to nor­mal, con su acos­tum­bra­da for­ta­le­za, sin sig­nos de la supues­ta “pali­za”, como refie­ren los enemi­gos de la Revolución.

Un rato más tar­de se le vio entrar a un esta­ble­ci­mien­to gas­tro­nó­mi­co en los bajos del hotel San­ta Cla­ra Libre, don­de meren­dó, según cuen­tan el depen­dien­te y el lun­che­ro del establecimiento.

Los serios pro­ble­mas de salud de Juan Wil­fre­do Soto no comen­za­ron ese día, sino mucho antes, de acuer­do con los cri­te­rios del doc­tor Nes­tor Vega Alon­so, espe­cia­lis­ta de Pri­mer Gra­do en Medi­ci­na Inter­na, quien des­de el 2008 aten­día con fre­cuen­cia al paciente.

Recor­dó que ese año Wil­fre­do ingre­só en la sala Medi­ci­na C aque­ja­do de un ede­ma gene­ra­li­za­do y de pre­sión arte­rial ele­va­da. Lue­go, al pro­fun­di­zar el estu­dio, le detec­ta­ron una car­dio­pa­tía dila­ta­da, algo muy gra­ve, ade­más de la enfer­me­dad de la gota y dia­be­tes melli­tus, todo lo cual daba un pro­nós­ti­co reser­va­do de vida.

Pre­ci­só que varias veces acu­dió a su con­sul­ta con cua­dros de dis­fun­ción ven­tri­cu­lar e hiper­ten­sión arte­rial, así como cifras muy altas de tri­gli­cé­ri­dos, una de las cau­sas más fre­cuen­tes de la pan­crea­ti­tis, enfer­me­dad que a la pos­tre pro­vo­có su muerte.

De acuer­do con los cri­te­rios del médi­co foren­se que reali­zó la autop­sia, doc­tor Ricar­do Rodrí­guez Jor­ge, con más de 14 años de expe­rien­cia en la espe­cia­li­dad, la cau­sa de falle­ci­mien­to fue una pan­crea­ti­tis agu­da, con focos hemo­rrá­gi­cos a nivel de cola y cuer­po pan­creá­ti­cos, y pro­duc­to de las pato­lo­gías ante­rio­res se alte­ra­ron todos los pará­me­tros por descompensación.

Acla­ró el espe­cia­lis­ta que en la necrop­sia no se apre­cia­ron sig­nos de vio­len­cia a nivel externo, interno, ni en los pla­nos ante­rior o pos­te­rior. En cuan­to al crá­neo y cue­llo, eran nor­ma­les, y el tórax pre­sen­ta­ba pul­mo­nes típi­cos de un fuma­dor, con un cora­zón aumen­ta­do de volumen.

Res­pec­to a la ver­sión de la con­tra­rre­vo­lu­ción de que la supues­ta gol­pi­za pudo ser el deto­nan­te de la pan­crea­ti­tis, ase­gu­ró que resul­ta impo­si­ble, y des­ta­có que un trau­ma, para que lle­gue al pán­creas, tie­ne que ser visi­ble. Como se ha reco­no­ci­do por el per­so­nal médi­co y la pro­pia fami­lia, Juan Wil­fre­do no pre­sen­ta­ba la más míni­ma mues­tra de contusión.

Ante tan­tas evi­den­cias irre­ba­ti­bles, cabría pre­gun­tar­se cómo es posi­ble con­ti­nuar min­tien­do. ¿Aca­so no bas­ta el aval de la Revo­lu­ción de más de cin­co déca­das sin un solo tor­tu­ra­do, des­apa­re­ci­do o asesinado?

Cuba des­pre­cia la mentira.

(Toma­do del dia­rio Granma)

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