El VI Con­gre­so: Notas sobre la demo­cra­cia socia­lis­ta – Darío Macha­do Rodríguez

Hace pocos días ter­mi­na­ron las sesio­nes del VI Con­gre­so del Par­ti­do Comu­nis­ta de Cuba, ha deja­do un cre­cien­te opti­mis­mo cau­te­lo­so en las gran­des mayo­rías ciu­da­da­nas que res­pon­die­ron una vez más a la con­vo­ca­to­ria de los comu­nis­tas cuba­nos, rati­fi­can­do de ese modo, no solo la con­fian­za en el papel que pue­de jugar la orga­ni­za­ción polí­ti­ca en las trans­for­ma­cio­nes impres­cin­di­bles en la socie­dad cuba­na en un mun­do cam­bia­do y cam­bian­te, sino con­fir­man­do el tum­bo socia­lis­ta de la socie­dad cubana.

La par­ti­ci­pa­ción popu­lar en el aná­li­sis de los Linea­mien­tos de la Polí­ti­ca Eco­nó­mi­ca y Social del Par­ti­do y la Revo­lu­ción no obe­de­ce a un impul­so iner­cial, no fue una par­ti­ci­pa­ción for­mal, cons­ti­tu­yó la expre­sión de lo más impor­tan­te que ha cam­bia­do en Cuba con la revo­lu­ción de 1959: la cul­tu­ra del pue­blo, la con­cien­cia alcan­za­da por una socie­dad que sitúa los pro­ble­mas en su jus­to lugar, con­fía en sus pro­pias fuer­zas y sabe que solo con­ser­van­do la uni­dad, Cuba pue­de man­te­ner las prin­ci­pa­les con­quis­tas alcan­za­das por el pueblo.

Pero la pro­pia uni­dad es solo una pre­mi­sa, del mis­mo modo que los Linea­mien­tos por más que son expre­sión del pen­sa­mien­to crí­ti­co de la socie­dad cuba­na sobre los cam­bios nece­sa­rios, si no se rea­li­zan que­dan solo en un docu­men­to más. Se nece­si­ta un sis­te­ma eco­nó­mi­co via­ble, efi­cien­te, pro­pio, un tra­je a la medi­da de nues­tro país, de sus con­di­cio­nes y pre­mi­sas, de sus nece­si­da­des, aspi­ra­cio­nes, cos­tum­bres, prin­ci­pios polí­ti­cos, his­to­ria y cultura.

El mar­co del deba­te popu­lar tam­bién fue cla­ra­men­te enten­di­do por el pue­blo: este no es sino el prin­ci­pio de una serie de otras trans­for­ma­cio­nes que con­ti­nua­rán en lo eco­nó­mi­co, pero que tam­bién toca­rán aspec­tos tras­cen­den­ta­les de la orga­ni­za­ción jurí­di­ca y polí­ti­ca del país.

Un con­gre­so muy esperado

El VI con­gre­so del Par­ti­do Comu­nis­ta de Cuba ha sido qui­zá el con­gre­so más espe­ra­do por las gran­des mayo­rías ciu­da­da­nas del país acos­tum­bra­das a su rea­li­za­ción regu­lar y dadas las cir­cuns­tan­cias par­ti­cu­la­res en que ha teni­do lugar. Por su tras­cen­den­cia, el VI con­gre­so emu­la en impor­tan­cia con el pri­me­ro en 1975 y el cuar­to en 1991.

Cuan­do como ocu­rre en Cuba por cir­cuns­tan­cias his­tó­ri­cas y polí­ti­cas exis­te un úni­co par­ti­do polí­ti­co, este solo pue­de cons­ti­tuir­se y actuar como una ins­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca si inclu­ye den­tro de su con­cep­ción estra­té­gi­ca y mane­jo tác­ti­co a toda la ciu­da­da­nía, garan­te en últi­ma ins­tan­cia de la lucha con­tra el opor­tu­nis­mo de todo tipo.

En efec­to, si es el úni­co par­ti­do y por dere­cho cons­ti­tu­cio­nal­men­te codi­fi­ca­do fuer­za rec­to­ra supe­rior de la socie­dad cuba­na, habrá casos de per­so­nas que quie­ran per­te­ne­cer a él para ser­vir­se de su pres­ti­gio y man­da­to cons­ti­tu­cio­nal y no pre­ci­sa­men­te para pres­ti­giar­lo con su con­duc­ta y entrega.

Los repe­ti­dos momen­tos de con­sul­ta popu­lar aus­pi­cia­dos por el par­ti­do para reha­cer y con­so­li­dar el con­sen­so no han sido todos igua­les, no han teni­do la mis­ma cali­dad, ni la mis­ma impor­tan­cia y tras­cen­den­cia; seña­lo como los más des­ta­ca­dos el deba­te del ante­pro­yec­to de Cons­ti­tu­ción de la Repú­bli­ca de Cuba, el de los docu­men­tos del pri­mer con­gre­so del par­ti­do, el que dis­cu­tió el Lla­ma­mien­to al IV con­gre­so, los par­la­men­tos obre­ros en 1991 y el que aca­ba de rea­li­zar­se sobre los Linea­mien­tos de la Polí­ti­ca Eco­nó­mi­ca y Social del Par­ti­do y la Revo­lu­ción, recien­te­men­te apro­ba­dos por el VI Con­gre­so con el masi­vo e indis­cu­ti­ble aval de una millo­na­ria par­ti­ci­pa­ción ciudadana.

Vale recor­dar que el pro­yec­to de estos linea­mien­tos fue ela­bo­ra­do tenien­do en cuen­ta los resul­ta­dos de una muy amplia y enri­que­ce­do­ra dis­cu­sión del tex­to del dis­cur­so del Pre­si­den­te Raúl Cas­tro el 26 de Julio de 2007 en el que reco­no­ció la nece­si­dad de cam­bios estruc­tu­ra­les en la socie­dad cubana.

La ausen­cia en los medios

Las vir­tu­des de aquel deba­te pre­pa­ra­to­rio del más recien­te, sin embar­go, fue­ron opa­ca­das por la inexis­ten­cia de los con­te­ni­dos de ese pro­ce­so de dis­cu­sión en los medios de comu­ni­ca­ción del país. Salio tan poco de ese deba­te que lo divul­ga­do solo sir­vió para des­ta­car la ausencia.

Al publi­car­se los linea­mien­tos para el segun­do pro­ce­so de aná­li­sis por el pue­blo se tuvo algu­na infor­ma­ción ya media­da y resu­mi­da por los redac­to­res del docu­men­to, pero se per­dió el efec­to edu­ca­ti­vo, la fun­ción escla­re­ce­do­ra y el fija­dor que habría pro­por­cio­na­do como sal­do la divul­ga­ción opor­tu­na de los pun­tos de vis­ta del pueblo.

En el Infor­me Cen­tral al VI Con­gre­so se rati­fi­ca­ron los acuer­dos del par­ti­do sobre la polí­ti­ca infor­ma­ti­va, uno de esos docu­men­tos que fue­ron a dor­mir el sue­ño eterno de las gave­tas. El reco­no­ci­mien­to del gra­ve error que sig­ni­fi­ca no apro­ve­char las enor­mes poten­cia­li­da­des de los medios de comu­ni­ca­ción cuba­nos para enri­que­cer la sub­je­ti­vi­dad ciu­da­da­na con el tra­ta­mien­to abier­to de los pro­ble­mas es el pri­mer paso para rectificarlos.

Obvia­men­te, no será sen­ci­llo. Entre las pode­ro­sas fuer­zas inter­nas que es pre­ci­so desa­fiar para con­ti­nuar la obra revo­lu­cio­na­ria está la de los intere­ses espu­rios y el opor­tu­nis­mo que impi­den la nece­sa­ria trans­pa­ren­cia en el cono­ci­mien­to de lo más impor­tan­te del acon­te­cer social. El pri­mer secre­ta­rio del comi­té cen­tral del par­ti­do quien había rati­fi­ca­do en la clau­su­ra del sex­to perío­do de sesio­nes de de la sép­ti­ma legis­la­tu­ra de la Asam­blea Nacio­nal del Poder Popu­lar ser un defen­sor a ultran­za de aca­bar con el secre­tis­mo, lo expre­só así en el infor­me central:

“En la con­se­cu­ción de este empe­ño la pren­sa cuba­na, en sus dife­ren­tes for­ma­tos, está lla­ma­da a jugar un papel deci­si­vo con el escla­re­ci­mien­to y difu­sión obje­ti­va, cons­tan­te y crí­ti­ca de la mar­cha de la actua­li­za­ción del Mode­lo Eco­nó­mi­co, de modo que con artícu­los y tra­ba­jos saga­ces y con­cre­tos, en un len­gua­je acce­si­ble para todos, se vaya fomen­tan­do en el país una cul­tu­ra sobre estos temas.

“En este fren­te se requie­re tam­bién dejar atrás, defi­ni­ti­va­men­te, el hábi­to del triun­fa­lis­mo, la estri­den­cia y el for­ma­lis­mo al abor­dar la actua­li­dad nacio­nal y gene­rar mate­ria­les escri­tos y pro­gra­mas de tele­vi­sión y radio, que por su con­te­ni­do y esti­lo cap­tu­ren la aten­ción y esti­mu­len el deba­te en la opi­nión públi­ca, lo que supo­ne ele­var la pro­fe­sio­na­li­dad y los cono­ci­mien­tos de nues­tros perio­dis­tas; si bien es cier­to que, a pesar de los acuer­dos adop­ta­dos por el Par­ti­do sobre la polí­ti­ca infor­ma­ti­va, en la mayo­ría de las veces ellos no cuen­tan con el acce­so opor­tuno a la infor­ma­ción ni el con­tac­to fre­cuen­te con los cua­dros y espe­cia­lis­tas res­pon­sa­bi­li­za­dos de las temá­ti­cas en cues­tión. La suma de estos fac­to­res expli­ca la difu­sión, en no pocas oca­sio­nes, de mate­ria­les abu­rri­dos, impro­vi­sa­dos y superficiales.

“No menos impor­tan­te será el apor­te que nues­tros medios de difu­sión masi­va deben pro­pi­ciar a favor de la cul­tu­ra nacio­nal y de la recu­pe­ra­ción de valo­res cívi­cos en la sociedad.”

Lo cier­to es que la pren­sa cuba­na está toda­vía lejos de refle­jar el país real y no está a la altu­ra de la cul­tu­ra alcan­za­da por el pue­blo, en par­ti­cu­lar de su cul­tu­ra polí­ti­ca. El que no se tra­ten sufi­cien­te­men­te los pro­ble­mas del país en los medios no sig­ni­fi­ca que no se tra­ten, se tra­tan por la pobla­ción en su acti­vi­dad comu­ni­ca­ti­va coti­dia­na y no pocas veces a par­tir de infor­ma­cio­nes impre­ci­sas y defor­ma­das en el pro­ce­so de comunicación.

Par­te inse­pa­ra­ble de este nue­vo pro­ce­so de rec­ti­fi­ca­ción de la revo­lu­ción cuba­na es el pro­pó­si­to de lograr un ejer­ci­cio perio­dís­ti­co y comu­ni­ca­cio­nal en gene­ral a tra­vés de los medios que cons­ti­tu­ya un ele­men­to demo­cra­ti­za­dor de la vida del país al poner de modo direc­to en cono­ci­mien­to de la ciu­da­da­nía, sin pater­na­lis­mos esté­ri­les y defor­man­tes, la infor­ma­ción a la que tie­ne pleno dere­cho, lo que enri­que­ce­rá su sub­je­ti­vi­dad y hará más efi­cien­te su participación.

El par­ti­do de todos los cubanos

No es con­di­ción de la tran­si­ción socia­lis­ta la exis­ten­cia de un solo par­ti­do polí­ti­co, como tam­po­co lo es la exis­ten­cia de varios. Lo que sí es con­di­ción sine qua non es la demo­cra­cia y la par­ti­ci­pa­ción, que se reali­ce la volun­tad del pue­blo, que el pue­blo sea suje­to polí­ti­co y que siem­pre se tra­ba­je para el pueblo.

El deba­te de los linea­mien­tos con­fir­mó un prin­ci­pio orga­ni­za­ti­vo, ideo­ló­gi­co y polí­ti­co para el tra­ba­jo del par­ti­do de todos los cuba­nos: si tene­mos un solo par­ti­do este es el par­ti­do de sus mili­tan­tes y de los demás ciu­da­da­nos, es el par­ti­do de todo el pue­blo. Si alguien con­tra­rio a la ideo­lo­gía y los prin­ci­pios polí­ti­cos del par­ti­do y de la revo­lu­ción socia­lis­ta emi­te su cri­te­rio con ple­na liber­tad en la con­vo­ca­to­ria del par­ti­do, no podría ser más demo­crá­ti­co el pro­ce­so, por­que ofre­ce el espa­cio para todas las opi­nio­nes, las revo­lu­cio­na­rias y socia­lis­tas que han sido mayo­ri­ta­rias en Cuba des­de 1959 y para las que no lo son. En el Infor­me Cen­tral al VI Con­gre­so Raúl Cas­tro puso el ejem­plo de 45 opi­nio­nes libre­men­te expues­tas en los deba­tes, enca­mi­na­das a per­mi­tir la con­cen­tra­ción de la pro­pie­dad, o sea a reba­sar la fron­te­ra socia­lis­ta de la ini­cia­ti­va privada.

Sería impo­si­ble pen­sar en una socie­dad jus­ta y soli­da­ria, si la lógi­ca de su repro­duc­ción eco­nó­mi­ca es la de acu­mu­lar indi­vi­dual­men­te de mane­ra ili­mi­ta­da capi­tal y poder. Los defen­so­res de la ideo­lo­gía capi­ta­lis­ta alu­den que el socia­lis­mo es un fra­ca­so inevi­ta­ble, pre­ci­sa­men­te por­que no da rien­da suel­ta al enri­que­ci­mien­to indi­vi­dual a cos­ta del tra­ba­jo de otros, pero la cul­tu­ra política

posi­bi­li­ta a las gran­des mayo­rías en Cuba cono­cer bien y repre­sen­tar­se con sufi­cien­te cla­ri­dad las con­se­cuen­cias de no tener lími­tes a la pro­pie­dad pri­va­da. Por eso no pri­ma­ron esos cri­te­rios que fue­ron ais­la­dos y mino­ri­ta­rios, sino que fue­ron mayo­ría abru­ma­do­ra los diri­gi­dos a la nece­sa­ria e impos­ter­ga­ble trans­for­ma­ción estruc­tu­ral de la eco­no­mía y la socie­dad cuba­na den­tro de los prin­ci­pios socialistas.

Pero lo fun­da­men­tal des­de el ángu­lo del tra­ba­jo polí­ti­co del par­ti­do y de la nece­si­dad de un cam­bio pro­fun­do de men­ta­li­dad es lo expre­sa­do por Raúl Cas­tro: “…aun­que como ten­den­cia exis­tió en gene­ral com­pren­sión y apo­yo al con­te­ni­do de los linea­mien­tos, no hubo una­ni­mi­dad ni mucho menos y eso era pre­ci­sa­men­te lo que nece­si­tá­ba­mos, si de ver­dad pre­ten­día­mos una con­sul­ta demo­crá­ti­ca y seria con el pueblo.”

Una­ni­mi­dad y fal­sa unanimidad

La una­ni­mi­dad no es impo­si­ble, pue­de pro­du­cir­se por un deter­mi­na­do lap­so de tiem­po, en situa­cio­nes espe­cí­fi­cas y sobre aspec­tos con­cre­tos de la vida social, pero la una­ni­mi­dad no es coti­dia­na ni per­ma­nen­te, es coyun­tu­ral, excepcional.

Lo que es coti­diano es la dife­ren­cia de opi­nio­nes y el con­flic­to. Uno de los aspec­tos del impres­cin­di­ble cam­bio de men­ta­li­dad radi­ca en ello pre­ci­sa­men­te: en reco­no­cer las dife­ren­cias, el disen­so, la diver­si­dad de opi­nio­nes y el con­flic­to, por lo que se requie­re des­te­rrar el triun­fa­lis­mo, la bucó­li­ca men­ta­li­dad del aco­mo­da­mien­to y la iner­cia buro­crá­ti­ca, la into­le­ran­cia ante el cri­te­rio dife­ren­te, inclu­so el radi­cal­men­te opues­to, y apren­der a dia­lo­gar, a solu­cio­nar las dife­ren­cias y los con­flic­tos median­te la nego­cia­ción que impli­ca reco­no­cer­nos igua­les y no supe­rio­res a los demás, en ello pre­ci­sa­men­te radi­ca la demo­cra­cia socia­lis­ta, que en modo alguno pone en peli­gro la uni­dad polí­ti­ca ni la dis­ci­pli­na ni impli­ca hacer con­ce­sio­nes de prin­ci­pio. Ade­más, todo cuan­to se ate o des­ate en la socie­dad cuba­na tie­ne que regir­se por la cons­ti­tu­ción socia­lis­ta del país y por las leyes de la Repú­bli­ca y el par­ti­do debe ser el garan­te de eso, tal es pre­ci­sa­men­te su papel fun­da­men­tal como fuer­za rectora
supe­rior de la socie­dad cubana.

Quien no esté pre­pa­ra­do para ese impos­ter­ga­ble cam­bio de men­ta­li­dad esta­rá ‑como sue­le decir un ami­go- “para­do por don­de no pasa la gua­gua”. Las cons­truc­ción de un Esta­do socia­lis­ta de dere­cho exi­ge un enfo­que dife­ren­te de la rela­ción indi­vi­duo – sociedad.

Los pasos en esa direc­ción ya se han ini­cia­do bajo la orien­ta­ción de rea­li­zar las modi­fi­ca­cio­nes reque­ri­das en el plano legal para acom­pa­ñar la rec­ti­fi­ca­ción en el mode­lo eco­nó­mi­co, las que jun­to con las reque­ri­das en los méto­dos y esti­lo de tra­ba­jo polí­ti­co, per­mi­ti­rán avan­zar en la nece­sa­ria arti­cu­la­ción efi­cien­te de las cua­tro acti­vi­da­des fun­da­men­ta­les en la tran­si­ción socia­lis­ta: la socio­eco­nó­mi­ca, la orga­ni­za­ti­va, la jurí­di­ca nor­ma­ti­va y la ideo­ló­gi­ca política.

Esta arti­cu­la­ción den­tro de su natu­ral diná­mi­ca debe ser lo más armó­ni­ca posi­ble y des­de que el socia­lis­mo es una socie­dad que se cons­tru­ye cons­cien­te­men­te, cons­ti­tu­ye tarea del suje­to polí­ti­co velar por via­bi­li­zar la pron­ta adop­ción de los cam­bios que se requie­ran en cada momen­to, así como pre­ver­los en la medi­da de lo posi­ble. Eso y no otra cosa sig­ni­fi­ca el lla­ma­do del Pre­si­den­te cubano a “estar aler­tas, poner los pies y los oídos sobre la tierra.”

Sin temor a los cam­bios ni a las palabras

Solo quien no sea genui­na­men­te revo­lu­cio­na­rio pue­de temer a los cam­bios y a las pala­bras. La cons­truc­ción de un Esta­do socia­lis­ta de dere­cho es el corre­la­to polí­ti­co – jurí­di­co natu­ral de los cam­bios socio­eco­nó­mi­cos que entra­ñan el reco­no­ci­mien­to al papel del mer­ca­do y los cam­bios corres­pon­dien­tes en las carac­te­rís­ti­cas de las rela­cio­nes indi­vi­duo – socie­dad. “El Esta­do ‑dijo Raúl Cas­tro el 18 de diciem­bre de 2010- regu­la sus rela­cio­nes con el indi­vi­duo, pero el Esta­do no se tie­ne que meter en nada que sea pre­ten­der regu­lar las rela­cio­nes entre dos individuos…”.

Esa es pre­ci­sa­men­te la tarea del Sub­gru­po Jurí­di­co de la Comi­sión Per­ma­nen­te de Imple­men­ta­ción y desa­rro­llo, el cual, expli­ca Raúl Cas­tro en el Infor­me Cen­tral, “coor­di­na­rá con los orga­nis­mos corres­pon­dien­tes, en estric­to ape­go a la ins­ti­tu­cio­na­li­dad, las modi­fi­ca­cio­nes reque­ri­das en el plano legal para acom­pa­ñar la actua­li­za­ción del Mode­lo Eco­nó­mi­co y Social, sim­pli­fi­can­do y armo­ni­zan­do el con­te­ni­do de cien­tos de reso­lu­cio­nes minis­te­ria­les, acuer­dos del Gobierno, decre­tos-leyes y leyes y con­se­cuen­te­men­te pro­po­ner, en su debi­do momen­to, la intro­duc­ción de los ajus­tes per­ti­nen­tes en la pro­pia Cons­ti­tu­ción de la República.”

La rela­ción de lo ante­rior con el ciu­da­dano como indi­vi­duo se evi­den­cia en el párra­fo siguien­te: “Sin espe­rar a tener­lo todo ela­bo­ra­do, se encuen­tran en fase avan­za­da las nor­ma­ti­vas jurí­di­cas aso­cia­das a la com­pra­ven­ta de vivien­das y de auto­mó­vi­les, la modi­fi­ca­ción del Decre­to-Ley 259 para ampliar los lími­tes de tie­rra ocio­sa a entre­gar en usu­fruc­to a aque­llos pro­duc­to­res agro­pe­cua­rios con resul­ta­dos des­ta­ca­dos, así como el otor­ga­mien­to de cré­di­tos a los tra­ba­ja­do­res por cuen­ta pro­pia y a la pobla­ción en general.”

El inter­cam­bio de mer­can­cías y la psi­co­lo­gía de inter­cam­bio de equi­va­len­tes que el pri­me­ro repro­du­ce en la socie­dad exi­ge el pleno reco­no­ci­mien­to de la pro­pie­dad per­so­nal, sin que esta se con­vier­ta en capi­tal, en pro­pie­dad pri­va­da de medios de pro­duc­ción o ser­vi­cios y de explo­ta­ción del tra­ba­jo ajeno amplián­do­se al pun­to de pre­do­mi­nar sobre la social, por­que ese sería el momen­to de infle­xión que impe­di­ría embri­dar al mer­ca­do y man­te­ner el nece­sa­rio blin­da­je fren­te a la pre­sión osmó­ti­ca del capi­ta­lis­mo cir­cun­dan­te, que solo afec­ta­ría irre­me­dia­ble­men­te el sano des­en­vol­vi­mien­to de la socie­dad en tran­si­ción socia­lis­ta, gene­ran­do nue­va­men­te su frac­tu­ra pro­fun­da segui­da por su absor­ción y con ello la pér­di­da de la inde­pen­den­cia, de la jus­ti­cia social con­quis­ta­das y de la capa­ci­dad de cons­truir un pro­yec­to pro­pio de nación.

Es tam­bién la razón por la que no pue­de hablar­se de socia­lis­mo sin un nue­vo con­cep­to de bien­es­tar que edu­que a las per­so­nas en el con­su­mo salu­da­ble, la soli­da­ri­dad, el equi­li­brio interno de la socie­dad y de esta con la natu­ra­le­za, con el medio ambien­te. Lo ante­rior rela­ta el papel impres­cin­di­ble de la edu­ca­ción, de los valo­res, de la éti­ca en la socie­dad en tran­si­ción al socia­lis­mo, de la ideo­lo­gía socia­lis­ta como cora­za cul­tu­ral fren­te al aco­so cons­tan­te de la ideo­lo­gía capi­ta­lis­ta, con sus armas psi­co­ló­gi­cas, con la ten­ta­ción con­su­mis­ta, con el indi­vi­dua­lis­mo y su enga­ño­sa liber­tad, aho­ra con­tan­do ade­más con un sus­tra­to más favo­ra­ble en la socie­dad cuba­na al abrir­se un espa­cio mayor a las rela­cio­nes mercantiles.

Ese con­cep­to de bien­es­tar no sig­ni­fi­ca ni mucho menos que el dis­fru­te de todos los bie­nes que la socie­dad pro­du­ce sea igua­li­ta­rio, sino que se refie­re esen­cial­men­te al recha­zo del con­su­mis­mo y del egoís­mo. La socie­dad en tran­si­ción socia­lis­ta tie­ne que reco­no­cer el dere­cho (des­igual como todo dere­cho) de per­so­nas con dife­ren­tes cua­li­da­des, aspi­ra­cio­nes y dife­ren­tes apor­tes a la socie­dad a reci­bir de esta bene­fi­cios indi­vi­dua­les en pro­por­ción corres­pon­dien­te a su apor­te, lo cual impli­ca que los lími­tes a la pro­pie­dad indi­vi­dual, per­so­nal, no pue­den ser deli­nea­dos buro­crá­ti­ca­men­te, sino que solo pue­den estar defi­ni­dos por el con­sen­so con par­ti­ci­pa­ción de todos los ciu­da­da­nos acti­vos, siem­pre bajo un prin­ci­pio socia­lis­ta: es moral todo lo que se reci­be como resul­ta­do del tra­ba­jo hones­to, del apor­te del ciu­da­dano a la sociedad.

En la tran­si­ción socia­lis­ta es moral reci­bir más si se apor­ta más. Lo que resul­ta no solo éti­ca­men­te inad­mi­si­ble, sino tam­bién eco­nó­mi­ca­men­te invia­ble es que no se corres­pon­da el apor­te con lo que el ciu­da­dano reci­be, sea por enci­ma o por debajo.

Por tal razón, quie­nes tie­nen mayor capa­ci­dad, mayo­res res­pon­sa­bi­li­da­des y rea­li­zan un tra­ba­jo de mayor com­ple­ji­dad y reque­ri­do de mayo­res cono­ci­mien­tos, habi­li­da­des y expe­rien­cia no pue­den dife­ren­ciar­se de los res­tan­tes miem­bros del colec­ti­vo por una remu­ne­ra­ción exigua, buro­crá­ti­ca­men­te defi­ni­da y muy por deba­jo de la impor­tan­cia y valor real de sus apor­tes, lo que solo ha traí­do des­mo­ra­li­za­ción y debi­li­ta­mien­to de la con­cien­cia de la res­pon­sa­bi­li­dad indi­vi­dual, ade­más de des­es­ti­mu­lar la ini­cia­ti­va y el deseo de avan­zar y desa­rro­llar­se y no solo por razo­nes pura­men­te pecu­nia­rias, sino y prin­ci­pal­men­te éticas.

El cam­bio de men­ta­li­dad exi­ge igual­men­te un tra­to indi­vi­dual más cons­cien­te de los dere­chos de par­ti­ci­pa­ción de la ciu­da­da­nía en todos los ámbi­tos socia­les, eco­nó­mi­cos, polí­ti­cos y cul­tu­ra­les y con­se­cuen­te­men­te el recha­zo a la visión auto­ri­ta­ria y dog­má­ti­ca que par­te de ade­lan­tar que todo lo que se diga o pos­tu­le tie­ne que ser “natu­ral­men­te” enten­di­do y acep­ta­do por el ciudadano.

El mer­ca­do tie­ne aún un papel posi­ti­vo que jugar en el pro­ce­so social, y en mi cri­te­rio lo ten­drá por mucho tiem­po. Será un papel orde­na­dor con el que se iden­ti­fi­ca la pre­va­le­cien­te psi­co­lo­gía de inter­cam­bio de equi­va­len­tes. En efec­to, en el socia­lis­mo se pro­du­cen mer­can­cías, aun­que éstas tie­nen un signo dife­ren­te, están esen­cial­men­te mar­ca­das por el plan y exis­ten en el mar­co de una super­es­truc­tu­ra socia­lis­ta vigi­lan­te. El inter­cam­bio de equi­va­len­tes que entra­ña la rela­ción mer­can­til es aún nece­sa­rio y lo será por mucho tiem­po, él está en los fun­da­men­tos de la exis­ten­cia del Esta­do más allá de la nece­sa­ria defen­sa de la sobe­ra­nía y del espa­cio nacio­nal en el que existe.

La socie­dad en tran­si­ción socia­lis­ta es una socie­dad don­de los méri­tos jue­gan un deci­si­vo papel, pero en lo tocan­te a la dis­tri­bu­ción del pro­duc­to social, como tam­po­co en muchos otros aspec­tos, estos no pue­den depen­der de deci­sio­nes arbi­tra­rias de per­so­nas que con­si­de­ren qué es meri­to­rio y qué no lo es y en fun­ción de ello otor­gar recom­pen­sas. El tra­ba­jo y los resul­ta­dos del tra­ba­jo tie­nen una dimen­sión que tras­pa­sa su sig­ni­fi­ca­do estric­ta­men­te eco­nó­mi­co, tie­nen una dimen­sión moral. Quien ten­ga mejo­res resul­ta­dos por­que pre­vió mejor, orga­ni­zó mejor, pla­ni­fi­có mejor y tra­ba­jó mejor, debe ser recom­pen­sa­do por el fun­cio­na­mien­to nor­mal del meta­bo­lis­mo socio­eco­nó­mi­co de la socie­dad en tran­si­ción socia­lis­ta al mar­gen de los cri­te­rios que cual­quier pue­da tener al respecto.

Pero no pue­de reco­no­cer­se el mer­ca­do y no tener un corre­la­to jurí­di­co en el dere­cho al incre­men­to de la pro­pie­dad per­so­nal, siem­pre que esta sea el pro­duc­to del tra­ba­jo efi­cien­te y hones­to, rea­li­za­do en el mar­co de las leyes vigen­tes y acep­ta­do por el con­sen­so popular.

Lo que está ocu­rrien­do en el país es una pro­fun­da y nece­sa­ria refor­ma que es revo­lu­cio­na­ria por su con­te­ni­do y pro­yec­cio­nes, por­que está diri­gi­da a man­te­ner el rum­bo socia­lis­ta, a sepa­rar­se de la iner­cia capitalista.

Disen­so, cam­bio, refor­ma, con­flic­to, mer­ca­do, Esta­do de dere­cho, etc., son pala­bras que den­tro de un len­gua­je, una cul­tu­ra polí­ti­ca y una ideo­lo­gía socia­lis­tas como lo es la de la revo­lu­ción cuba­na cobran un sig­ni­fi­ca­do pro­pio total­men­te dife­ren­te al que sue­len adju­di­car­le los medios de pren­sa al ser­vi­cio de las trans­na­cio­na­les y que pre­dis­po­nen a no pocos cor­tos de vis­ta a recha­zar los tér­mi­nos y dejár­se­los como pro­pie­dad pri­va­da a la ideo­lo­gía capitalista.

El VI con­gre­so y la uni­dad nacional

La cons­truc­ción del socia­lis­mo en Cuba no tie­ne lugar en con­di­cio­nes “de labo­ra­to­rio”, o de acep­ta­ción por par­te del pri­mer mun­do capi­ta­lis­ta desa­rro­lla­do y de los pode­res hege­mo­nis­tas nor­te­cén­tri­cos del dere­cho del pue­blo cubano a tener y man­te­ner el sis­te­ma polí­ti­co de su pre­fe­ren­cia, plas­ma­do en su cons­ti­tu­ción. Lo que ocu­rre es todo lo con­tra­rio, medio siglo de tran­si­ción socia­lis­ta en Cuba ha sido tam­bién la his­to­ria de repe­ti­dos ata­ques pro­pa­gan­dís­ti­cos, psi­co­ló­gi­cos, polí­ti­cos, diplo­má­ti­cos, mili­ta­res, sabo­ta­jes, aten­ta­dos y una geno­ci­da y con­ti­nua­da gue­rra eco­nó­mi­ca que ha pesa­do cons­tan­te­men­te como freno colo­sal a la rea­li­za­ción de las poten­cia­li­da­des de desa­rro­llo socio­eco­nó­mi­co del país. El solo hecho de man­te­ner el rum­bo socia­lis­ta en un mun­do pre­do­mi­nan­te­men­te capi­ta­lis­ta es ya una tarea que solo pue­de asu­mir un pue­blo digno y culto.

La uni­dad de la nación es y será la garan­tía de poder enfren­tar con todos y para el bien de todos esos enor­mes desa­fíos exter­nos, pero tam­bién las pode­ro­sas fuer­zas inter­nas que encar­nan los que no tie­nen inte­rés, deseos ni capa­ci­dad para asu­mir las trans­for­ma­cio­nes impostergables.

“Esta­mos con­ven­ci­dos ‑expre­só Raúl Cas­tro- de que lo úni­co que pue­de hacer fra­ca­sar a la Revo­lu­ción y el socia­lis­mo en Cuba, ponien­do en ries­go el futu­ro de la nación, es nues­tra inca­pa­ci­dad para supe­rar los erro­res que hemos come­ti­do duran­te más de 50 años y los nue­vos en que pudié­ra­mos incurrir.”

Cla­ro que todos los intere­sa­dos en el colap­so de la revo­lu­ción socia­lis­ta cuba­na qui­sie­ran que Cuba die­ra la bata­lla ideo­ló­gi­ca y polí­ti­ca en su terreno y con sus reglas, las mis­mas que no sue­len cum­plir, impo­nien­do como rase­ro a la socie­dad cuba­na un mode­lo puro, idí­li­co, de demo­cra­cia que natu­ral­men­te nadie podrá jamás satisfacer.

La defen­sa de la obra revo­lu­cio­na­ria es un deber para con quie­nes han entre­ga­do gene­ro­sa­men­te sus vidas y para con noso­tros mis­mos, con todo el pue­blo, que ha afron­ta­do los peli­gros, las pri­va­cio­nes, la esca­sez, ha pasa­do por todas las prue­bas y se ha gana­do todos los dere­chos, a la vez que ha for­ta­le­ci­do su con­cien­cia crí­ti­ca, su cul­tu­ra polí­ti­ca, su capa­ci­dad de vencer.

El VI con­gre­so del Par­ti­do Comu­nis­ta de Cuba, fru­to genuino de la par­ti­ci­pa­ción demo­crá­ti­ca de la ciu­da­da­nía, que logró recons­truir el con­sen­so en la socie­dad cuba­na, for­ta­le­cer la uni­dad en la diver­si­dad y abrir una pers­pec­ti­va de tra­ba­jo y de lucha por el futu­ro que bien vale la pena asu­mir; con­vo­ca a todos a tra­ba­jar por los obje­ti­vos pro­pues­tos, y espe­cial­men­te a la juven­tud que podráen­con­trar un lugar para fun­dir sus pro­yec­tos indi­vi­dua­les de vida con las fina­li­da­des de la socie­dad en su con­jun­to. Es la fuer­za del con­sen­so, la fuer­za de la demo­cra­cia socialista.

Bookmark and Share

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *