La Razón de Esta­do, un «prag­ma­tis­mo» abso­lu­ta­men­te equi­vo­ca­do- Nes­tor Kohan

Nés­tor Kohan – La Hai­ne  Lo que pasó con Joa­quín Pérez tie­ne un nom­bre pre­ci­so: “Razón de Esta­do”. Siem­pre invo­ca­da a la hora de hacer con­ce­sio­nes a los enemi­gos his­tó­ri­cos

Los hechos

Ya se cono­cen. Lo extra­di­ta­ron rápi­da­men­te. Sin mayo­res trá­mi­tes y sin dudar­lo un segundo.

Toda nues­tra soli­da­ri­dad para el perio­dis­ta y com­pa­ñe­ro Joa­quín Pérez Bece­rra. Le espe­ran momen­tos muy duros. La bur­gue­sía colom­bia­na, mafio­sa y corrup­ta, y sus ami­gos del nor­te que diri­gen esa mafia, no per­do­nan ni tie­nen cle­men­cia. Inte­rro­ga­to­rios, tor­tu­ra, veja­cio­nes, mon­ta­jes, sen­ten­cias pre­anun­cia­das reñi­das con la ley, cár­cel, aislamiento.

Pri­me­ra reacción

Sor­pre­sa, indig­na­ción, asco, odio, tris­te­za. Muchas preguntas.

Segun­da reacción

Ana­li­zar razo­nes y objetivos.

¿Qué bus­ca el gobierno de Colombia?

Con esta nue­va ope­ra­ción, el gobierno de San­tos se mues­tra tal cual es: la con­ti­nui­dad abso­lu­ta del gobierno de Uri­be (mal que le pese a más de un inge­nuo que cree que San­tos es una ino­cen­te cape­ru­ci­ta y no quien bom­bar­deó Ecua­dor y, en tan­to jefe del Minis­te­rio de Defen­sa en tiem­pos de Uri­be, el res­pon­sa­ble de miles de cadá­ve­res en fosas comunes).

¿Qué per­si­gue? Un tri­ple objetivo:

(a) Gene­rar mie­do. La pre­gun­ta obvia que todo el mun­do comien­za a hacer­se (algu­nos ya lo han escri­to, otros sólo lo han pen­sa­do en voz baja) es la siguien­te: ¿Quién es el pró­xi­mo? Si alguien que tie­ne pasa­por­te sue­co y vive hace déca­das en Sue­cia (“paraí­so” ima­gi­na­rio de la social­de­mo­cra­cia, país “civi­li­za­do” y plu­ra­lis­ta bien ale­ja­do del Ter­cer Mun­do) ter­mi­na apre­sa­do como un ani­ma­li­to por estas bes­tias sedien­tas de san­gre… ¿qué que­da para los que vivi­mos en Amé­ri­ca Lati­na don­de la vigi­lan­cia, las ame­na­zas, la repre­sión y la muer­te están a la vuel­ta de la esquina?

(b) Gol­pear a toda la disi­den­cia. Ya no solo con­tra la insur­gen­cia comu­nis­ta en sus fuer­zas direc­tas —secre­ta­ria­do, blo­ques, fren­tes y com­ba­tien­tes de las FARC-EP o mili­tan­tes del Par­ti­do Comu­nis­ta Clan­des­tino, fuer­zas del ELN, etc. — ), sino con­tra el aba­ni­co ente­ro de la disi­den­cia, inclu­yen­do has­ta al más ale­ja­do inte­lec­tual aun­que viva al otro lado del pla­ne­ta y que se haya ani­ma­do a escri­bir dos líneas aler­tan­do sobre las vio­la­cio­nes a los dere­chos huma­nos, las fosas comu­nes con miles y miles de cadá­ve­res tira­dos como ani­ma­les, sin tum­ba, sin iden­ti­fi­ca­ción, tor­tu­ra­dos con las manos ata­das y veja­dos, o que haya denun­cia­do los víncu­los del gobierno de Colom­bia y de sus prin­ci­pa­les ins­ti­tu­cio­nes con el nar­co­trá­fi­co, los para­mi­li­ta­res, la eco­no­mía sucia y la delincuencia.

Allí, en esa per­se­cu­ción glo­bal de la disi­den­cia, se ins­cri­ben des­de las ridí­cu­las cau­sas judi­cia­les con­tra la sena­do­ra Pie­dad Cór­do­ba (que según ten­go enten­di­do no anda con un fusil al hom­bro sino pre­di­can­do la paz y lla­man­do al diá­lo­go), has­ta el jui­cio con­tra el perio­dis­ta chi­leno Manuel Ola­te (cuyo peca­do más atre­vi­do fue… hacer un repor­ta­je); des­de las ame­na­zas públi­cas de muer­te con­tra los cineas­tas que se ani­man a opri­mir PLAY en un pro­yec­tor en fes­ti­va­les de cine para ver un docu­men­tal has­ta la per­se­cu­ción de unos jóve­nes nór­di­cos, no recuer­do si dane­ses o norue­gos, que se ani­ma­ron a impri­mir unas cami­se­tas con el logo de la insur­gen­cia colom­bia­na (¿las cami­se­tas con la ima­gen del Che y su boi­na o las del sub Mar­cos con su pipa son cool, pero las reme­ras con sím­bo­los de las FARC-EP son «terro­ris­tas»?).

Los ejem­plos son muchí­si­mos. Impo­si­ble recor­dar­los todos. Pero siem­pre tie­nen el mis­mo tenor. Mira­dos en con­jun­to son ridícu­los, gro­tes­cos, biza­rros, irra­cio­na­les y pro­fun­da­men­te reac­cio­na­rios. Así es el régi­men colom­biano, mal lla­ma­do “demo­crá­ti­co”.

© Impe­dir la soli­da­ri­dad inter­na­cio­nal. Que la disi­den­cia colom­bia­na se sien­ta ais­la­da y soli­ta. Que nadie en el mun­do —inclu­so vivien­do en Euro­pa— se ani­me a decir ni “mu” por mie­do a ser vigi­la­do, per­se­gui­do, demo­ni­za­do y lle­ga­do el caso extre­mo extra­di­ta­do. Que todo el mun­do se calle. Que has­ta el últi­mo curio­so mire sumi­sa­men­te para aba­jo y ten­ga las manos en la espal­da. Que haya silen­cio, mucho silen­cio, para que con­ti­núen los nego­cios y los ase­si­na­tos. Y si alguien se ani­ma a disen­tir, supon­ga­mos el Papa de la Igle­sia Cató­li­ca Apos­tó­li­ca Roma­na o el secre­ta­rio gene­ral de la ONU, Riki Mar­tin o Sha­ki­ra, Calle 13 o Cala­ma­ro, pue­de lle­gar a apa­re­cer en los compu­tado­res mági­cos de Raúl Reyes…

Eso es Colom­bia hoy y eso ha sido duran­te las últi­mas déca­das. No es nove­dad. Es indig­nan­te, gene­ra ganas de vomi­tar, pero no es novedad.

¿Y el Gobierno de Venezuela?

¿Cuál es la nove­dad enton­ces de la extra­di­ción del perio­dis­ta Joa­quín Pérez Bece­rra? Lo que nos par­tió al medio es lo que ha hecho el gobierno de Venezuela.

Tam­po­co es una nove­dad abso­lu­ta, por­que hubo ante­ce­den­tes en los últi­mos tiempos.

Pero este caso ya es escan­da­lo­so. Un bochorno. Supera todos los lími­tes. En estos dos días me han escri­to muchí­si­mos ami­gos vene­zo­la­nos o que viven en Vene­zue­la. Todas las car­tas, los emails y las comu­ni­ca­cio­nes empie­zan igual: “estoy tris­tí­si­mo”, “no entien­do nada” y muchas otras fra­ses similares.

¿Por qué pasó esto? Inten­te­mos ir más allá de la anéc­do­ta pun­tual, que en pocos meses, cuan­do Esta­dos Uni­dos inva­da un nue­vo país y ase­si­ne a otras 100.000 per­so­nas, explo­te otra cen­tral nuclear o haya un terre­mo­to, pocos recordarán.

¿Cómo expli­car lo inex­pli­ca­ble, al menos para quie­nes defen­de­mos el pro­ce­so boli­va­riano y con­si­de­ra­mos al pre­si­den­te Hugo Cha­vez un com­pa­ñe­ro boli­va­riano y uno de los prin­ci­pa­les líde­res polí­ti­cos de la revo­lu­ción lati­no­ame­ri­ca­na de nues­tros días?

Lo que pasó tie­ne un nom­bre pre­ci­so: “Razón de Esta­do”. El pre­do­mi­nio impia­do­so de supues­tos “intere­ses geo­es­tra­té­gi­cos” que el común de la gen­te, supues­ta­men­te, no com­pren­de, pero que habría que pri­vi­le­giar, aun vio­lan­do los prin­ci­pios revo­lu­cio­na­rios y soli­da­rios más elementales.

¡La “Razón de Esta­do”! Mons­truo can­ce­ro­so que todo lo devora.

Siem­pre invo­ca­da a la hora de hacer con­ce­sio­nes a los enemi­gos his­tó­ri­cos, pac­tos inmun­dos con los ver­du­gos, renun­cia a las ban­de­ras más que­ri­das y entra­ña­bles de los pue­blos, aque­llas mis­mas que en Vene­zue­la han per­mi­ti­do derro­tar un gol­pe de esta­do, a la CIA y a toda la dere­cha escuá­li­da duran­te más de una década.

Que la “Razón de Esta­do” hue­le a mate­ria fecal, pocas nari­ces lo pon­drían en dis­cu­sión. Sin embar­go muchos la defien­den por­que pien­san y creen, inge­nua­men­te, que es rea­lis­ta, prag­má­ti­ca y —esto sería lo que el común de la gen­te no enten­de­ría por dejar­se lle­var por sus pasio­nes — , a la lar­ga sir­ve a la cau­sa revolucionaria.

¿Es así? Sos­pe­cha­mos que no. Cada vez que un pro­ce­so de tran­si­ción hacia una socie­dad dife­ren­te, no capi­ta­lis­ta, que inten­ta rea­li­zar cam­bios socia­les en pro­fun­di­dad, comen­zó a pri­vi­le­giar la “Razón de Esta­do”… las cosas salie­ron mal, muy mal, pésimas.

Si les das la mano, se toman el codo”, dice un refrán popu­lar. Si le con­ce­des 10%, los enemi­gos van por el 50% y una vez que lo con­si­guen van por el 100%. Entre­gar al gobierno de Colom­bia a este perio­dis­ta… no sólo va con­tra la éti­ca revo­lu­cio­na­ria, no sólo rom­pe las nor­mas míni­mas del ideal boli­va­riano y el inter­na­cio­na­lis­mo socia­lis­ta, ade­más cons­ti­tu­ye un gra­ví­si­mo error polí­ti­co y estra­té­gi­co. El com­pa­ñe­ro Hugo Chá­vez y el pro­ce­so que él enca­be­za que­dan enor­me­men­te debi­li­ta­dos. El enemi­go sabe que aho­ra pue­de ir por más. Si se dobló la mano, aho­ra pue­den que­brar el codo.

Recuer­do en 1986 al coman­dan­te san­di­nis­ta Tomás Bor­ge —por enton­ces rebo­san­te de pres­ti­gio entre muchos jóve­nes— decla­ran­do ante una revis­ta argen­ti­na “Vamos a civi­li­zar a la bur­gue­sía”. ¿Sí? ¿En serio? Poqui­to tiem­po des­pués, en 1990, la bur­gue­sía nica­ra­güen­se ter­mi­nó de “civi­li­zar” a la revo­lu­ción san­di­nis­ta original.

El coman­dan­te Hugo Chá­vez no va a “civi­li­zar” al para­mi­li­ta­ris­mo colom­biano de esta mane­ra o nego­cian­do con sus enemi­gos his­tó­ri­cos (aun­que se lo reco­mien­de algún que otro ami­go pres­ti­gio­so que en otras déca­das supo enca­be­zar la revo­lu­ción lati­no­ame­ri­ca­na). De eso no cabe duda.

Oja­lá se revi­se con urgen­cia esta polí­ti­ca de “Razón de Esta­do” no sólo por­que gol­pea pro­fun­da­men­te la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria y boli­va­ria­na de nues­tros pue­blos, no sólo por­que man­cha la éti­ca de la revo­lu­ción, no sólo por­que hace estra­gos en la cre­di­bi­li­dad popu­lar, no sólo por­que trans­for­ma la ban­de­ra roja del socia­lis­mo y el comu­nis­mo en un tra­po opa­co y gris, sino por­que ade­más es inefi­caz. No es rea­lis­ta. No es prag­má­ti­ca. No sir­ve más que para lle­var­nos al fra­ca­so. Y eso no es lo que bus­ca­mos, ¿no es cierto?

La Hai­ne

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