El PNV y los dere­chos huma­nos – Jesús Valencia

Los jel­ki­des no se anda­ban con remil­gos. Cuan­do en Eus­kal Herria se pro­du­cían vio­len­cias de dis­tin­to signo, el PNV se empleó a fon­do para com­ba­tir una de ellas. El 28 de octu­bre de 1978 con­vo­có la mani­fes­ta­ción de las palo­mas para des­le­gi­ti­mar a los «vio­len­tos». Dos años más tar­de, un sena­dor peneu­vis­ta urgía al Gobierno espa­ñol para que com­ba­tie­ra a ETA orga­ni­zan­do una gue­rri­lla de esta­do. ¡Pala­bras muy gruesas!

Con el paso del tiem­po, los jel­ki­des man­tu­vie­ron la mis­ma acti­tud beli­ge­ran­te pero ape­lan­do a los dere­chos huma­nos: había que ser acti­va­men­te into­le­ran­tes con quie­nes los trans­gre­die­ran. El par­ti­do que había apo­ya­do la inter­ven­ción yan­qui en Viet­nam acti­va­ba con­tra la izquier­da aber­tza­le los muchos recur­sos de que dis­po­nía. Mien­tras Atutxa repar­tía pelo­ta­zos, los batzo­kis dis­tri­buían a puña­dos el laci­to azul y los ayun­ta­mien­tos gober­na­dos por ellos exhi­bían men­sa­jes a favor de la paz. Urgie­ron a la socie­dad para que se unie­ra a la cru­za­da ¡Todos a la calle! El PNV con­vo­ca­ba con­ti­nua­men­te a sus bases para que par­ti­ci­pa­sen en pin­to­res­cas mani­fes­ta­cio­nes don­de se mez­cla­ban chu­rras con meri­nas. No impor­ta­ba la mez­co­lan­za, «todos a una con­tra Herri Bata­su­na». En aque­llos años de vio­len­cias múl­ti­ples, la filo­so­fía del par­ti­do fue rotun­da: no pode­mos que­dar­nos en la sim­ple pro­cla­ma­ción de dere­chos, tene­mos que actuar con­tra quie­nes los vul­ne­ran (evi­den­te­men­te, ETA).

Las cosas han cam­bia­do y la acti­tud jel­ki­de tam­bién. Aho­ra, por estos pagos, no se cono­ce más vio­len­cia que la del Esta­do que hoy detie­ne, maña­na tor­tu­ra y pasa­do maña­na encar­ce­la; apli­ca abu­si­va­men­te la pri­sión pre­ven­ti­va aun­que muchos dete­ni­dos recu­pe­ren su liber­tad años más tar­de sin impu­tación algu­na. La voz del PNV, ayer tro­nan­te, hoy se escu­cha modu­la­da y sua­ve; nada que ver con aque­llas sofla­mas que inci­ta­ban a la cris­pa­ción social. Las masi­vas razias con­tra los jóve­nes, el empe­ño espa­ñol por reven­tar el actual esfuer­zo de nor­ma­li­za­ción no mere­cen, a jui­cio de los jel­ki­des, nin­gu­na acti­va­ción de la socie­dad. Las bru­ta­les tor­tu­ras no recla­man el más lige­ro com­pro­mi­so de repu­dio. Sus con­fe­sa­das alian­zas con el PSOE (pron­to con el PP) le obli­gan a dejar el camino libre a la vio­len­cia del Esta­do. ¿Actua­ría Rubal­ca­ba con tan­ta impu­ni­dad si no tuvie­ra en Sabin Etxea a sus más incon­di­cio­na­les encubridores?

La ile­ga­li­za­ción de Sor­tu ha con­ta­do, una vez más, con la com­pli­ci­dad peneu­ví­ti­ca; se han limi­ta­do a pro­nun­ciar pala­bras hue­cas caren­tes de cual­quier com­pro­mi­so. Han elu­di­do acti­var a sus bases en con­tra del apartheid; un cúmu­lo de argu­men­tos fala­ces para no sumar­se a la defen­sa acti­va de los Dere­chos Civi­les y Polí­ti­cos. El vien­to, por aho­ra, no sopla a su favor. El inmo­vi­lis­mo del EBB no con­si­gue fre­nar el inte­rés que des­pier­ta el Acuer­do de Ger­ni­ka. Cada nue­va con­vo­ca­to­ria de éste nos ofre­ce gra­tas sor­pre­sas: jun­to a los ros­tros habi­tua­les van apa­re­cien­do caras nue­vas que se incor­po­ran a la mar­cha; volun­tad ciu­da­da­na de sal­va­guar­dar con­jun­ta­men­te nues­tros Dere­chos fren­te a los atro­pe­llos del Esta­do. Con el PNV o sin él, la marea de la dig­ni­dad sobe­ra­nis­ta avanza.

Fuen­te: gara

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