Fren­te al bipar­ti­dis­mo en Hon­du­ras – FNRP

La Asam­blea Nacio­nal de Fren­te Nacio­nal de Resis­ten­cia Popu­lar ha dado paso a una inten­sa espe­cu­la­ción de par­te de las fuer­zas más reac­cio­na­rias del país, las que no han podi­do evi­tar sus comen­ta­rios; y a base de men­ti­ras, unos, y medias ver­da­des los otros, todos se han vis­to obli­ga­dos a hablar del futu­ro del Fren­te, y su inci­den­cia en la vida nacio­nal. Ni siquie­ra los más ses­ga­dos escri­to­res de la dere­cha, se atre­ven a repe­tir la his­to­ria de los “cua­tro vagos”.

Algu­nos inclu­so se atre­ven, en pri­va­do, a pro­po­ner ideas auda­ces para fre­nar el ímpe­tu de unas bases que como nun­ca mues­tran su espí­ri­tu revolucionario.
Ni ellos, ni noso­tros, duda­mos sobre la dimen­sión abru­ma­do­ra de la resis­ten­cia como fuer­za polí­ti­ca en el país; lo más peli­gro­so para la dere­cha es que este gru­po de gen­te se desa­rro­lla his­tó­ri­ca­men­te en un mar­co dis­tin­to, y aun­que aún no explo­ta todos su poten­cial de pen­sa­mien­to, es de lejos más capaz de gene­rar ideas, pen­sa­mien­to, crí­ti­cas y deba­tes que toda la dere­cha jun­ta. Los otro­ra escri­to­res nota­bles de las dere­chas, se han con­ver­ti­do en bufo­nes de las cla­ses domi­nan­tes, y se dedi­can a con­tar his­to­rias épi­cas de ladro­nes y ase­si­nos, y a crí­ti­ca y des­men­tir la cru­da bes­tia­li­dad de sus seño­res feudales.

Aun­que el fren­te sigue enfren­tan­do pro­ble­mas de defi­ni­ción, su avan­ce se ace­le­ra cada vez más, y el paso que impo­ne la dere­cha en el cam­po de la vir­tual des­truc­ción de todo ves­ti­gio de jus­ti­cia que que­da en el país, en enfren­ta­do a una resis­ten­cia cada vez más poli­ti­za­da y menos mani­pu­la­ble. Sin lugar a dudas, las bases siguen un com­por­ta­mien­to dia­lec­ti­co, a pesar de la cons­tan­te agre­sión del régi­men. Las duras crí­ti­cas a una direc­ción caren­te de movi­li­dad, pro­vie­nen nor­mal­men­te de sec­to­res pro­gre­sis­tas que no se hacen a la idea de tra­ba­jar en con­jun­to con los gre­mios; en ello pode­mos encon­trar con­tra­dic­cio­nes de cla­se muy notorias.

Inclu­so antes del gol­pe de esta­do, era fácil pre­ver que la polí­ti­ca adop­ta­da por la admi­nis­tra­ción Zela­ya esta­ba dan­do una enor­me ener­gía a las cla­ses des­po­seí­das y vul­ne­ra­bles del país. La izquier­da, por otro lado, a pesar de su reza­go teó­ri­co, repun­tó y fue capaz de con­so­li­dar pro­yec­tos de lar­go pla­zo que sobre­pa­san la déca­da; solo una cosa no se pudo lograr en esa déca­da: la uni­dad. Sin embar­go, los movi­mien­tos popu­la­res logran sos­te­ner la enor­me car­ga de cons­truir un órgano popu­lar que resis­tie­ra el emba­te impe­rial, y has­ta de nues­tras pro­pias contradicciones.

Los par­ti­dos polí­ti­cos enfren­tan aho­ra mis­mo un momen­to que nun­ca con­si­de­ra­ron seria­men­te; su reem­pla­zo en el ima­gi­na­rio colec­ti­vo. De hecho, muchos líde­res se resis­ten a con­ce­bir al Fren­te como el refe­ren­te polí­ti­co; lo pre­fie­ren “neu­tral”, para, según ellos man­te­ner el asun­to del poder en medio de todo ese anda­mia­je cadu­co e inser­vi­ble con el que ini­cia­mos el siglo XXI, y que colap­sa con el gol­pe de Esta­do. El pue­blo hon­du­re­ño no lucha con­tra el gol­pe para regre­sar al bipar­ti­dis­mo, lucha para recu­pe­rar la demo­cra­cia den­tro un refe­ren­te polí­ti­co suyo., que muchos no lo entien­dan y pre­ten­dan enca­si­llar al pue­blo por otros cien años, es otro tema.

En gene­ral, pode­mos decir que somos mucho más de lo que la dere­cha local admi­te, pero nece­si­ta­mos dedi­car nues­tra aten­ción a la volun­tad del pue­blo. No pode­mos des­cui­dar nin­gún flan­co, espe­cial­men­te aque­llos en los que somos defi­ni­ti­va­men­te supe­rio­res a nues­tros adver­sa­rios; si lle­ga­mos has­ta acá, es por­que pode­mos gene­rar con­tra­dic­cio­nes que pro­du­cen desa­rro­llo; esta es una for­ta­le­za que debe­mos res­pe­tar, y cul­ti­var; es muy impro­ba­ble que a esta altu­ra los polí­ti­cos de ofi­cio bus­quen enfren­tar­nos en este cam­po. Nues­tro pro­ble­ma está en trans­mi­tir de mane­ra dige­ri­ble lo que pro­du­ci­mos a las bases, más allá de los cua­dros. Sene­ca sos­te­nía que el que sabía pero no podía comu­ni­car su cono­ci­mien­to, se con­ver­tía en igno­ran­te, este es un asun­to que debe­mos resolver.

El fenó­meno de la resis­ten­cia no es casual, como no lo fue el gol­pe de esta­do; y la corre­la­ción de fuer­zas con que nos encon­tra­mos hoy, es pro­duc­to de la lucha de cla­ses, por lo que el estu­dio de esta, y la incor­po­ra­ción de la mis­ma al deba­te es muy impor­tan­te. Muchos con­cep­tos requie­ren de una eva­lua­ción minu­cio­sa, dado el cam­bio cons­tan­te en las rela­cio­nes pro­duc­ti­vas que se gene­ran a raíz de la for­ma caó­ti­ca en que se desa­rro­lla el mode­lo neo­li­be­ral. La ena­je­na­ción del tra­ba­jo, por ejem­plo, debe enten­der­se, al menos entre los cua­dros, muy bien, pues la rela­ción que sur­ge de este pro­ce­so nos indi­ca quien es quien en el pro­ce­so. Para el caso, un maes­tro, se dedi­ca fun­da­men­tal­men­te a repro­du­cir las con­di­cio­nes de exis­ten­cia del sis­te­ma capi­ta­lis­ta; su tra­ba­jo se encuen­tra en la super­es­truc­tu­ra domi­nan­te, pero no es nues­tro adver­sa­rio de cla­se, la ena­je­na­ción de su tra­ba­jo no se cal­cu­la por medio de méto­dos rela­cio­na­dos con la plus­va­lía. Los maes­tros, a fina­les del siglo XIX, y bue­na par­te del XX, for­ma­ban par­te de una cla­se pri­vi­le­gia­da por el cono­ci­mien­to, lo que los lle­va­ba a repro­du­cir una y otra vez los patro­nes de con­duc­ta de la bur­gue­sía, sin embar­go, no eran due­ños de medios de pro­duc­ción. Qué decir de los sin­di­ca­tos que en la tra­di­ción revo­lu­cio­na­ria esta­ban dedi­ca­dos a orga­ni­zar a los obre­ros, pasan aho­ra a ser una mino­ría orga­ni­za­da en medio de un mar de des­em­plea­dos, y sub­em­plea­dos por cuen­ta pro­pia, micro­em­pre­sa­rios e inclu­so empre­sa­rios, que aho­ra suman la mayo­ría del proletariado.

Cla­ro que el estu­dio de la lucha de cla­ses, y las cate­go­rías aso­cia­das a ella, nos lle­va­ran a poner aten­ción al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio median­te el cual se cam­bian las socie­da­des. Esto no es un tema fácil, y debe abor­dar­se con serie­dad en el deba­te de las ideas, al que tan­to temen nues­tros adver­sa­rios de la dere­cha. El fren­te es ape­nas el comien­zo de un orga­nis­mo que debe con­ver­tir­se en un ente con vida pro­pia, iden­ti­dad cla­ra de sus miem­bros, una lucha ideo­ló­gi­ca­men­te sos­te­ni­da. Por el momen­to, la idea de que el fren­te debe ser un cumu­lo de micro iden­ti­da­des, ale­ja a este de las masas en rebe­lión; estas mues­tran mucha mayor madu­rez, e impo­nen sus cri­te­rios y se aso­cian con el lide­raz­go que amal­ga­ma este momen­to de la lucha.

El aná­li­sis del papel de las orga­ni­za­cio­nes y sus fines, es tam­bién nece­sa­rio, y no debe enfo­car­se capri­cho­sa­men­te. Si vemos de cer­ca los pro­ble­mas de géne­ro, nos damos cuen­ta que los mis­mos están arrai­ga­dos entre noso­tros mis­mos, exis­te machis­mo entre los resis­ten­tes, pero eso no nos hace menos revo­lu­cio­na­rios; segu­ra­men­te las com­pa­ñe­ras femi­nis­tas, segui­rán en una lucha con­tra estos males aun des­pués de refun­da­da la patria. Qué decir de los com­pa­ñe­ros de los gru­pos LGTB, quie­nes han apor­ta­do un núme­ro de víc­ti­mas tre­men­do, tam­bién libran una bata­lla de prin­ci­pios e ideas, que ten­drá con­ti­nui­dad den­tro y fue­ra del fren­te. En con­clu­sión, no son nues­tros intere­ses de gru­po, ni nues­tras luchas orga­ni­za­das sec­to­rial­men­te las que le dan vida al pro­ce­so de refundación.

Se han pro­du­ci­do agrias crí­ti­cas a los par­ti­dos polí­ti­cos de par­te de algu­nas “ten­den­cias”, movi­das más por la coyun­tu­ra que por el aná­li­sis dia­lec­ti­co serio; enton­ces vamos de regre­so al aná­li­sis de la lucha de cla­ses, encon­tra­mos con­cep­tos cla­ros, que nos indi­can que los par­ti­dos polí­ti­cos son ins­ti­tu­cio­nes emi­nen­te­men­te cla­sis­tas, y el pro­ble­ma radi­ca en que las bases no cuen­tan con ese tipo de orga­ni­za­ción, y que el Fren­te Nacio­nal de Resis­ten­cia Popu­lar es el des­ti­na­ta­rio natu­ral para ese rol. El bipar­ti­dis­mo, clá­si­co en algún momen­to de la his­to­ria de todos los paí­ses lati­no­ame­ri­ca­nos, no es un pro­ble­ma sur­gi­do de la nada, es par­te de la super­es­truc­tu­ra bur­gue­sa, que noso­tros pre­ten­de­mos cambiar.

Cuan­do entra­mos al reduc­cio­nis­mo, y cate­go­ri­za­mos nues­tras ideas entre refun­da­cion­ci­tos y elec­to­re­ras, nos enca­si­lla­mos en una dis­cu­sión que aún no com­pren­de­mos muy bien. Vea­mos un par de ejem­plos his­tó­ri­cos sobre la natu­ra­le­za cla­sis­ta de los par­ti­dos polí­ti­cos: duran­te la dic­ta­du­ra de Carias, se ata­có al pue­blo que se decla­ra­ba libe­ral; sin embar­go, sus diri­gen­tes pre­va­le­cían como los agen­tes que com­par­tían el rue­do polí­ti­co de la bur­gue­sía; el par­ti­do nacio­nal exis­tía, pero, a pesar de 16 años de carí­si­mo, el par­ti­do libe­ral no dejo de exis­tir, al con­tra­rio, fun­cio­na­ba como un argu­men­to de exis­ten­cia para el nacionalismo.

En la épo­ca que va des­de 1957 has­ta 1980, se suce­den gobier­nos, libe­ra­les, nacio­na­lis­tas y mili­ta­res, los par­ti­dos no solo se sos­tie­nen, sino cre­cen, for­ta­le­cen la super­es­truc­tu­ra nece­sa­ria para sos­te­ner los regí­me­nes mili­ta­res, y has­ta dan lugar a la crea­ción de “par­ti­dos emer­gen­tes”, y pro­mue­ven cam­bios cos­mé­ti­cos, que a la lar­ga tie­ne con­se­cuen­cias poco posi­ti­vas para el pro­ce­so de libe­ra­ción del país. El dic­ta­dor López Are­llano, ultra­con­ser­va­dor en la déca­da de los sesen­ta, cam­bia de care­ta en los 70, apo­ya­do por ideó­lo­gos y polí­ti­cos que déca­das des­pués entre­ga­rían la sobe­ra­nía nacio­nal, una y otra vez, has­ta el pun­to que com­pa­ñe­ros de la épo­ca des­fi­lan ondean­do la ban­de­ra de la hoz y el mar­ti­llo. Los auto­res fue­ron los mis­mos, y res­pon­dían a los intere­ses de cla­se que jus­ti­fi­can su existencia.

Debe­mos con­ve­nir que el carác­ter de cla­se de los par­ti­dos son los que defi­nen su posi­ción fren­te a la reali­dad, y, en con­se­cuen­cia, el pue­blo, en su pro­ce­so de libe­ra­ción debe orga­ni­zar­se en un par­ti­do polí­ti­co pro­pio. Diga­mos que la expe­rien­cia nos demues­tra que hay dema­sia­dos intere­ses para moti­var los diri­gen­tes de una u otra ten­den­cia a acep­tar esto. De hecho, al ampa­ro del bipar­ti­dis­mos han sur­gi­do muchas orga­ni­za­cio­nes que se mue­ren antes de abrir los ojos; otras no pue­den exis­tir si les cor­tan el cor­dón umbi­li­cal que los une al sistema.

En ese sen­ti­do, diría­mos que la idea de for­ma­ción de un par­ti­do de mane­ra for­mal, crea­ría muchí­si­mos pro­ble­mas, y aten­ta­ría con­tra la esta­bi­li­dad de lo que se ha logra­do has­ta aho­ra. Sin embar­go, segui­mos sin con­tes­tar pre­gun­tas que requie­ren res­pues­tas con­tun­den­tes de par­te de las diri­gen­cias. Cuan­do orga­ni­za­mos núcleos de direc­ción en todo el país, ¿lo hace­mos en nom­bre del Fren­te o de una orga­ni­za­ción en par­ti­cu­lar?; ¿Cómo expli­ca­mos que el fren­te ten­ga posi­cio­nes inex­pli­ca­bles en las encues­tas que nos han pre­sen­ta­do? Cuan­do le hacen la pre­gun­ta a un miem­bro cual­quie­ra de la resis­ten­cia: ¿Cuál es su filia­ción polí­ti­ca?, ¿qué res­pon­de? A esta pre­gun­ta no pue­de con­tes­tar: soy obre­ro, soy maes­tro, soy mujer, soy indí­ge­na, etc. Sí pue­de decir: soy libe­ral ‑aun­que le pon­ga la cuña “vamos a hacer lo que diga Mel”- o soy Uni­fi­ca­ción Demo­crá­ti­ca, sin que nin­gu­na de las dos repre­sen­te su con­di­ción de cla­se. [1]

Lue­go lle­ga el pro­ble­ma esen­cial sobre la natu­ra­le­za de nues­tra lucha, y otra vez nos apa­re­ce la lucha de cla­ses. Tome­mos el caso de los com­pa­ñe­ros indí­ge­nas y negros, y la visión euro cen­tris­ta de la revo­lu­ción; la libe­ra­ción de los pue­blos ori­gi­na­rios es un pro­ce­so dia­lec­ti­co obli­ga­do en la agen­da que nos ha deja­do la con­quis­ta y su pro­ce­so de acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria; sin embar­go, esto no libe­ra al res­to de nues­tras orga­ni­za­cio­nes. Con­se­cuen­te­men­te, debe­mos pre­su­mir que la lucha sec­to­rial es una nece­si­dad his­tó­ri­ca en todas las socie­da­des; la libe­ra­ción es un pro­ce­so emi­nen­te­men­te polí­ti­co y de clase.

Este es un tema de estu­dio muy impor­tan­te que no se pue­de mane­jar en un solo ensa­yo, pero que sí pue­de deba­tir­se para cons­truir las ideas del poder que tan­to hemos ven­ti­la­do. Al final, el poder popu­lar, los con­cep­tos de aba­jo hacia arri­ba, y otros se fun­da­men­tan en el mis­mo ori­gen, por lo que el enten­di­mien­to de este resul­ta impostergable.

Por aho­ra la cla­se domi­nan­te sabe que exis­te un opues­to, ya implan­ta­do en el ima­gi­na­rio del otro­ra clien­te del show polí­ti­co, y habrá de inten­si­fi­car su agre­si­vi­dad; antes ello nues­tro camino es evi­den­te: for­ta­le­cer ese refe­ren­te polí­ti­co que ya es par­te de la coti­dia­nei­dad de pue­blo en lucha: la resis­ten­cia popu­lar; una esperanza.

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