El ideal socia­lis­ta nos acom­pa­ñó siem­pre a los cuba­nos- Ricar­do Alarcon

Pala­bras de Ricar­do Alar­cón de Que­sa­da en el acto por el 35 ani­ver­sa­rio de la Cons­ti­tu­ción Socia­lis­ta de la Repú­bli­ca de Cuba, en el Aula Mag­na de la Uni­ver­si­dad de La Haba­na, el 24 de febre­ro de 2011

Com­pa­trio­tas:

Fechas como esta obli­gan a la refle­xión y al com­pro­mi­so reno­va­do más que a la pura cele­bra­ción for­mal. El 24 de febre­ro nos recuer­da sobre todo la con­ti­nui­dad y con­fluen­cia de diver­sas gene­ra­cio­nes cuba­nas en la mis­ma lucha y la enor­me suma de sacri­fi­cios derro­cha­dos a lo lar­go del camino.

En 1895 se reini­ció el com­ba­te que jun­tó a los vete­ra­nos del 68 que habían libra­do la gue­rra más lar­ga y cruen­ta has­ta sufrir la humi­llan­te derro­ta del Zan­jón, con los jóve­nes que cre­cie­ron en aque­llos años de frus­tra­ción y asfi­xia. José Mar­tí con su genio y su pré­di­ca incan­sa­ble supo unir­los para la con­tien­da inevitable.

Sabe­mos como ter­mi­nó la eta­pa ini­cia­da un día como hoy. Des­em­bo­có en lo que Theo­do­re Roo­se­velt des­pec­ti­va­men­te bau­ti­zó como “repu­bli­qui­ta infer­nal” a cuyo pue­blo qui­so “hacer des­apa­re­cer de la faz de la tie­rra”. Fue nece­sa­rio reanu­dar la pelea, ya no fren­te a una monar­quía deca­den­te, sino con­tra un Impe­rio voraz que sur­gía pre­ci­sa­men­te tra­tan­do de apo­de­rar­se de nues­tro archipiélago.

Varias gene­ra­cio­nes supie­ron con­ti­nuar en el empe­ño y cono­cie­ron tam­bién de fra­ca­sos tan repe­ti­dos como dolo­ro­sos. Fue lar­go y áspe­ro el tra­yec­to has­ta que final­men­te alum­bró la vic­to­ria del Pri­me­ro de Enero. A par­tir de ella no cesa­ría tam­po­co nues­tra secu­lar brega.

Con la Cons­ti­tu­ción socia­lis­ta de 1976 cul­mi­nó la pri­me­ra eta­pa de la Revo­lu­ción que había triun­fa­do en 1959, poco más de déca­da y media antes. Su tex­to con­sa­gra­ría los sue­ños que los cuba­nos con­ver­tía­mos en reali­dad, las pro­fun­das trans­for­ma­cio­nes alcan­za­das en medio de la agre­sión cons­tan­te del Imperio.

Nun­ca antes se habían pro­du­ci­do en nues­tro Con­ti­nen­te cam­bios de tan hon­do cala­do en bene­fi­cio de las gran­des mayo­rías has­ta enton­ces exclui­das. Nun­ca antes pue­blo alguno tuvo que hacer algo seme­jan­te fren­te a la hos­ti­li­dad del país más pode­ro­so de todos los tiem­pos que esta­ba, enton­ces, en el cenit de su hege­mo­nía planetaria.

Hay dos cosas que qui­sie­ra sub­ra­yar ante este audi­to­rio don­de abun­dan los jóve­nes. El ideal socia­lis­ta, el empe­ño por crear en Cuba una socie­dad libre, fun­da­da en la jus­ti­cia y la soli­da­ri­dad huma­na nos acom­pa­ñó siem­pre a los cuba­nos. Así lo pro­cla­ma­ron aquí, en el Aula Mag­na, hace 55 años José Anto­nio, Fruc­tuo­so y sus com­pa­ñe­ros cuan­do anun­cia­ron en este día de 1956 la fun­da­ción del Direc­to­rio Revolucionario.

Ese ideal había esta­do con noso­tros des­de el 68 cuan­do nues­tros abue­los pro­cla­ma­ron que la Patria sería soli­da­ria y jus­ti­cie­ra, sería una, igual para todos, o no sería.

Lo otro que quie­ro remar­car, para que tam­po­co se olvi­de, es que a media­dos del siglo pasa­do, Esta­dos Uni­dos no atra­ve­sa­ba una cri­sis y no había nada pare­ci­do a la ban­ca­rro­ta del sis­te­ma que aho­ra se hace evi­den­te para todos.

En aque­llos años, cuan­do el Impe­ria­lis­mo domi­na­ba al mun­do fue que triun­fó la Revo­lu­ción y con ella Cuba se con­vir­tió final­men­te en una nación independiente.

El impe­ria­lis­mo hizo todo lo que pudo para tra­tar de impe­dir la vic­to­ria del movi­mien­to diri­gi­do por Fidel Cas­tro y como no lo con­si­guió puso toda su volun­tad, des­de el pri­mer día, en derro­tar a la revo­lu­ción triunfante.

Nues­tra obra ha sido una haza­ña heroi­ca. Hubo que resis­tir y luchar al tiem­po que se eli­mi­na­ba el anal­fa­be­tis­mo y la mise­ria, el lati­fun­dio y la incul­tu­ra y se impul­sa­ba el desa­rro­llo eco­nó­mi­co y social. Fue nece­sa­rio hacer­lo enca­ran­do la agre­sión eco­nó­mi­ca y el ais­la­mien­to diplo­má­ti­co, las cam­pa­ñas difa­ma­to­rias y la inva­sión mer­ce­na­ria y los sabo­ta­jes y el terrorismo.

Ha sido ya medio siglo de resis­ten­cia y crea­ción fren­te a un enemi­go que se ha pro­pues­to no sólo des­truir a la revo­lu­ción, sino ani­qui­lar al pue­blo que la sos­tie­ne. La gran ver­dad de ese enfren­ta­mien­to his­tó­ri­co es el carác­ter geno­ci­da de la agre­sión que se nos hace y su obje­ti­vo pro­fun­da­men­te anti­de­mo­crá­ti­co. No exa­ge­ro nada. Se tra­ta del geno­ci­dio más pro­lon­ga­do de la his­to­ria. Vol­va­mos a escu­char en sus pro­pias pala­bras cómo el enemi­go defi­nió el asun­to des­de el comien­zo: “La mayo­ría de los cuba­nos apo­yan a Cas­tro… el úni­co medio pre­vi­si­ble de res­tar­le apo­yo interno es a tra­vés del des­en­can­to y la insa­tis­fac­ción que sur­jan del males­tar eco­nó­mi­co y las difi­cul­ta­des mate­ria­les… debe­mos empren­der rápi­da­men­te todas las accio­nes posi­bles para debi­li­tar la vida eco­nó­mi­ca de Cuba… negar­le dine­ro y sumi­nis­tros… pro­vo­car el ham­bre, la deses­pe­ra­ción y derro­car a su gobierno.” Cau­sar ham­bre y sufri­mien­to a un pue­blo corres­pon­de exac­ta­men­te con la defi­ni­ción del cri­men de geno­ci­dio de las Con­ven­cio­nes de Gine­bra. Cas­ti­gar­lo así por­que la mayo­ría apo­ya a su gobierno es abo­rre­cer la demo­cra­cia e inten­tar impo­ner sobre el geno­ci­dio la tiranía.

Mien­tras ini­cia­ban su feroz gue­rra eco­nó­mi­ca con­tra todo un pue­blo, al mis­mo tiem­po el Impe­rio se afa­na­ba por divi­dir­lo y reclu­tar a algu­nos com­prán­do­los con dine­ro enve­ne­na­do. Así lo expli­ca­ron con todas las letras en el lla­ma­do Pro­gra­ma Cuba vigen­te hoy, inclu­so con el mis­mo nom­bre. Recor­de­mos lo que ellos defi­nie­ron como “la esen­cia” de su plan: “crea­ción den­tro de Cuba de una opo­si­ción ali­men­ta­da con asis­ten­cia finan­cie­ra clan­des­ti­na exter­na y desa­rro­llo de una inten­sa cam­pa­ña de pro­pa­gan­da en el exte­rior a favor de esa oposición.”

Los tex­tos que aca­bo de citar son el fun­da­men­to de una polí­ti­ca que comen­zó bajo la admi­nis­tra­ción Eisenho­wer y se man­tie­ne igual en la épo­ca de Obama.

Nada ha cam­bia­do des­de enton­ces. Los retos que hoy enca­ran nues­tros jóve­nes son los mis­mos que enfren­ta­mos noso­tros y quie­nes nos precedieron.

La Cons­ti­tu­ción de 1976 es con­se­cuen­cia de una his­to­ria de luchas en las que se fue for­jan­do nues­tro pue­blo y que tuvo des­de su ori­gen la bús­que­da de un pen­sa­mien­to pro­pio y un modo cubano de pen­sar del que debe­ría sur­gir una socie­dad dife­ren­te, que no fue­ra copia de nin­gu­na otra, con­ce­bi­da en fun­ción de los intere­ses y las aspi­ra­cio­nes de su pue­blo. Esta idea fue ger­mi­nan­do tra­ba­jo­sa­men­te des­de los pro­yec­tos ini­cia­les de Infan­te y de Vare­la has­ta alcan­zar pleno desa­rro­llo en las Cons­ti­tu­cio­nes mam­bi­sas que rigie­ron en medio de nues­tras gue­rras por la inde­pen­den­cia en los terri­to­rios libe­ra­dos. Guái­ma­ro, Bara­guá, Jima­gua­yú y La Yaya son expre­sio­nes del empe­ño por crear y sos­te­ner una ins­ti­tu­cio­na­li­dad ente­ra­men­te cuba­na inclu­so en las cir­cuns­tan­cias de una con­tien­da espe­cial­men­te feroz y destructora.

La inter­ven­ción yan­qui de 1898 inte­rrum­pió bru­tal­men­te nues­tra tra­di­ción cons­ti­tu­cio­na­lis­ta. Pero el pue­blo siguió bre­gan­do por la demo­cra­cia, no olvi­dó que esa había sido su fra­gua fun­da­do­ra y por res­ca­tar­la varias gene­ra­cio­nes repi­tie­ron proezas y sufrie­ron los peo­res mar­ti­rios. Fue­ron muchas las derro­tas y pocas y muy limi­ta­das las vic­to­rias. La Cons­ti­tu­ción de 1940 arran­ca­da por el pue­blo al ser­vil y des­pó­ti­co régi­men neo­co­lo­nial, tuvo efí­me­ra exis­ten­cia y esca­sos resultados.

La Revo­lu­ción de 1959 abo­lió la tute­la impe­rial y devol­vió al pue­blo su pro­ta­go­nis­mo. Todo lo que se ha hecho en esta isla des­de enton­ces ha teni­do en el pue­blo a su prin­ci­pal realizador.

La Cons­ti­tu­ción de 1976 no fue obra exclu­si­va de un gru­po de emi­nen­tes juris­tas. El pro­yec­to ini­cial fue obje­to de una muy amplia dis­cu­sión en la que par­ti­ci­pó la casi tota­li­dad de la pobla­ción duran­te el año 1975. Se le hicie­ron miles de modi­fi­ca­cio­nes y adi­cio­nes que cam­bia­ron la redac­ción de 60 artícu­los de la pro­pues­ta ori­gi­nal. El tex­to final­men­te fue some­ti­do a refe­ren­do el 15 de febre­ro del 76, en el que ejer­ció su dere­cho al voto el 98% de los elec­to­res, de los cua­les el 97,7% se pro­nun­ció a favor de su apro­ba­ción. Por pri­me­ra vez en nues­tra his­to­ria los jóve­nes entre 16 y 20 años, – 758 871 -, vota­ron en ese referendo.

Esa Cons­ti­tu­ción ha regi­do duran­te un perío­do his­tó­ri­ca­men­te bre­ve pero lleno de rea­li­za­cio­nes que cau­san jus­ti­fi­ca­da admi­ra­ción y res­pe­to pese a los erro­res y las defi­cien­cias que han esta­do pre­sen­tes en la nues­tra, como en cual­quier obra huma­na. Y la nues­tra, pre­ci­sa reite­rar­lo, se ha lle­va­do a cabo en cir­cuns­tan­cias de irre­pe­ti­ble hostilidad.

Con­me­mo­ra­mos su ani­ver­sa­rio 35 cuan­do las cuba­nas y los cuba­nos esta­mos una vez más envuel­tos en el deba­te abier­to y pro­fun­do. Cul­ti­ve­mos el diá­lo­go fran­co y demo­crá­ti­co como corres­pon­de a un pue­blo eman­ci­pa­do y cul­to. Bus­que­mos entre todos y con todos los mejo­res modos de afron­tar los ries­gos y difi­cul­ta­des que nos rodean.

Con­ti­nue­mos el camino que abrie­ron nues­tros abue­los y en el que per­se­ve­ra­ron nues­tros padres. Siga­mos en la sen­da de la Patria de her­man­dad y jus­ti­cia que con­ci­bió el Padre fun­da­dor y a cuya con­quis­ta nos con­vo­có un día como hoy el Maes­tro de todos los cuba­nos. Man­ten­ga­mos siem­pre pre­sen­te esa meta mien­tras hace­mos todo lo que ten­ga­mos que hacer para pre­ser­var lo esen­cial de nues­tro pro­yec­to, la Cuba posi­ble en el mun­do de hoy. Esa es la ruta para sal­var nues­tro socia­lis­mo, la úni­ca vía para ase­gu­rar la inde­pen­den­cia de la Patria. Que sea ese nues­tro com­pro­mi­so un día como hoy. Que sea esa nues­tra pro­me­sa ante nues­tra his­to­ria aquí jun­to a las ceni­zas de quien pri­me­ro nos ense­ñó a pen­sar en cubano.

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