La degra­da­ción físi­ca y moral de Car­los Ote­ro – JM Alvarez

  • Car­los Ote­ro fue un famo­so pre­sen­ta­dor de la tele­vi­sión cuba­na, que optó por trai­cio­nar a su país de ori­gen. Trai­cio­nar, sí. Una cosa es emi­grar en bús­que­da de mejo­ras eco­nó­mi­cas que un país del Ter­cer Mun­do- que no explo­ta a otros paí­ses y ade­más sufre un blo­queo- no pue­de dar, y otra, muy dis­tin­ta, intro­du­cir­se en el mun­di­llo mafio­so, decla­rar­se exi­lia­do, ganar­se sim­pa­tías de mane­ra fari­sai­ca, y alcan­zar así “cotas más altas”, como con­du­cir un pro­gra­ma tele­vi­si­vo de un canal basu­ra de Mia­mi. Ote­ro no emi­gró, ven­dió su dig­ni­dad por un puña­do de dólares.

Pero lle­gó la cri­sis, los nive­les de audien­cia baja­ron y, como todo en el capi­ta­lis­mo, si no gene­ras dine­ro eres arro­ja­do a la exclu­sión social, que fue lo que a él le ha suce­di­do. Inca­paz de bus­car la equi­va­len­cia a cau­sa de su cobar­día, se lamen­ta de su situa­ción, dan­do una de cal y algo más de are­na, lla­man­do a la explo­ta­ción, “liber­tad de expre­sión muy fuer­te” y echan­do la cul­pa en par­te, al hecho de haber­se olvi­da­do de la fami­lia. Hace tiem­po, Ote­ro dijo en Mia­mi que en Cuba año­ra­ba la liber­tad de papel del capi­ta­lis­mo. Hoy, hecho un gui­ña­po, su degra­da­ción físi­ca y moral cons­ti­tu­ye un ejem­plo para los ilu­sos que aún creen en las “bon­da­des” de un sis­te­ma ago­ni­zan­te. Esto decla­ró, recien­te­men­te, el susodicho:

«Hace apro­xi­ma­da­men­te un mes que no sal­go en cáma­ra… me aden­tré tan­to en mi tra­ba­jo que era total­men­te opues­to a lo que venía hacien­do por más de 30 años allá en Cuba y me fui olvi­dan­do de muchas cosas que no tuve el tiem­po de valo­rar y de pro­ce­sar (…) yo vine a este país para dar­le un futu­ro mejor a mis hijos… vine bus­can­do liber­tad y nue­vas aspi­ra­cio­nes en mi vida (…) me cen­tré tan­to en el pro­ce­so de con­si­de­rar­me un exi­lia­do y dejar un hijo atrás (…) tie­nes que luchar con muchas cosas (…) yo venía de una TV muy tran­qui­la y aquí me encon­tré con una liber­tad de expre­sión muy fuer­te (…) caí en una depre­sión (…) me sen­tí muy mal y muy solo (…) estu­ve en una cama tira­do tres días, sin pro­bar ali­men­to, llo­ran­do (…) esto es algo que le ha suce­di­do a muchí­si­mas per­so­nas (…) no voy a decir­te que pen­sé en el sui­ci­dio, por­que soy muy cobar­de para tomar esa decisión…

Sus decla­ra­cio­nes, dan­do vuel­tas y más vuel­tas, para elu­dir el cen­tro del pro­ble­ma, que no es otro sino la degra­da­ción que pro­vo­ca el capi­ta­lis­mo en los seres huma­nos, pue­den cau­sar lás­ti­ma pero tam­bién repug­nan­cia. Sin pre­ten­der­lo, Car­los Ote­ro, refuer­za nues­tra con­vic­ción en la nece­sa­ria supera­ción del capi­ta­lis­mo por el socialismo.

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