La lan­za­de­ra de Gal­da­kao – Mikel Arizaleta

Dos días des­pués de su inau­gu­ra­ción, el ser­vi­cio de lan­za­de­ra que iba a unir Gal­da­kao con la esta­ción de metro de Etxe­ba­rri sigue sus­pen­di­do por orden de la Dipu­tación. Los veci­nos de la loca­li­dad viz­caí­na piden hoy que los res­pon­sa­bles de la ins­ti­tu­ción foral y de Metro Bil­bao lle­guen a un acuer­do para que se res­ta­blez­ca cuan­to antes el reco­rri­do de los autobuses.

Los enten­di­dos des­cri­ben la cómi­ca situa­ción como una pelea barrio­ba­je­ra entre el PSOE del Metro y el PNV de Diputación.

Harald Mar­tens­tein me leyó el mani­fies­to polí­ti­co, que aca­ba­ba de redactar.

“Si antes de las elec­cio­nes se dice que, si nos votáis, vamos a coger a todos los pollos, que andan suel­tos por la calle, y pin­tar sus picos, ese par­ti­do, si gana, debe comen­zar de inme­dia­to a pillar y pin­tar­los. Pue­de pare­cer algo sin sen­ti­do, pue­de pare­cer una ton­te­ría, pero no: es demo­cra­cia en acción, cum­pli­mien­to de de pala­bra pro­me­ti­da. Si otro dice: “Votad­nos e intro­du­ci­re­mos el comu­nis­mo”, ese par­ti­do, en caso de vic­to­ria, debe ini­ciar sin tar­dan­za la recons­truc­ción del comu­nis­mo. Pero si, tras las vota­cio­nes, en lugar de ins­tau­rar el comu­nis­mo comien­za a cazar los pollos, que corre­tean libres por la calle, yo me pre­gun­ta­ré, ¿pero quién es éste, a qué vie­ne eso?

Dos. Cuan­do la situa­ción es mala, el gobierno debe decir que “la situa­ción es mala”. En el caso de que el gobierno no qui­sie­ra hablar sobre deter­mi­na­das cosas, debie­ra emi­tir un comu­ni­ca­do del siguien­te tenor: “Con­si­de­ra­mos inte­li­gen­te no hablar de momen­to sobre deter­mi­na­das cosas”. Si algo no saben, deben decir: “No sé”. De un gobierno así uno se fía.

Ter­ce­ro. El gobierno debe dar a enten­der que no se con­si­de­ra ni inte­li­gen­te ni ton­to. Por­que uno per­ci­be y se da más cuen­ta de lo que se cree.

Cuar­to. Cuan­do se le pre­gun­ta algo al gobierno éste debe res­pon­der de mane­ra nor­mal, como los demás.

Quin­to. Los miem­bros del gobierno deben tener ami­gos y ami­gas, deben enten­der­se bien y estar agus­to con ellos. Pero si un ami­go o ami­ga va y les pre­gun­ta si con ayu­da de una nue­va ley le pue­den hacer un favor, los miem­bros del gobierno deben res­pon­der­le cla­ra­men­te: “No”.

Seis. Si algo fun­cio­na dejar, no hay por qué cam­biar. El gobierno debe intro­du­cir cam­bios y refor­mas cuan­do algo no mar­cha. En lo demás manos fue­ra. Si la cosa va más o menos bien es mejor no intervenir.

Sie­te. El gobierno nun­ca debe hacer o no hacer algo para que se le aplau­da o para obte­ner votos. Debe hacer si lo con­si­de­ra jus­to y nece­sa­rio. Si hace algo erró­neo para aplau­so fácil, antes o des­pués se verá que hizo mal. Si hace algo jus­to y es cas­ti­ga­do por ello, el tiem­po demos­tra­rá que hizo bien.

Ocho. No hay por qué que com­pli­car siem­pre las cosas ni, tam­po­co, por qué hacer todo más sen­ci­llo y más fácil, ni todo más rápi­do. Con­ti­nua­men­te se inven­tan cosas nue­vas que supues­ta­men­te aho­rran tiem­po, por ejem­plo el lava­pla­tos. ¡Si cuan­do los lava­ba a mano dis­po­nía de más tiem­po que hoy! ¿Qué quie­ro decir con esto? No sé. Pero sé que no hay por qué com­pli­car todo.

Nue­ve. El gobierno nun­ca debe pro­me­ter que la cosa va a ir mejor. Ni tam­po­co debe inten­tar­lo. El 65% de los inten­tos por mejo­rar fra­ca­san. Debe con­cen­trar­se en no empeo­rar. Al final debe poder decir: “No hemos per­ju­di­ca­do al país. No hemos hecho mal a nadie, ni hemos roto nada; mirad, entre­ga­mos el país más o menos asea­do”. De este gobierno se guar­da­rá un gra­to recuerdo.

Diez. Jamás debe espe­rar uno que el gobierno sea mejor que él”.

Y pen­sé que con un gobierno así la lan­za­de­ra de Gal­da­kao sería ser­vi­cio y no pelea

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