¡ Que vuel­ven los rusos, ase­re…¡ (o como regre­sar a por petró­leo cubano)- Car­los Tena

No recuer­do si fue en Boye­ros o más cer­ca del esplén­di­do y lar­go tra­mo de Paseo (ambas, impor­tan­tes vías de trán­si­to en La Haba­na), pero Lui­si­to, com­pa­ñe­ro de tra­ba­jo, fre­nó brus­ca­men­te, hacién­do­se a un lado, para no atro­pe­llar a una oron­da ciu­da­da­na de aspec­to nada cubano, que se había colo­ca­do casi en mitad de la calle, tal vez para com­pro­bar que en la isla más soli­da­ria y pací­fi­ca del glo­bo un con­duc­tor con pla­zas libres en el carro (coche), sube a su vehícu­lo a un/​a vian­dan­te, sin nin­gún tipo de rece­lo o desconfianza.

Pasa­do el sus­to y ante la son­ri­sa abier­ta de la mujer (que resul­tó ser rusa, casa­da y resi­den­te en la capi­tal), ambos le recri­mi­na­mos con cier­ta sua­vi­dad, pero con ges­to serio, esa peli­gro­sa for­ma de pedir que “alguien te dé bote­lla”, que es como se dice en la tie­rra de Mar­tí cuan­do se habla del auto-stop urbano, tema que es casi impo­si­ble se pro­duz­ca en una ciu­dad espa­ño­la o fran­ce­sa, habi­da cuen­ta de que los ciu­da­da­nos euro­peos están moral­men­te con­ven­ci­dos de que una per­so­na que se halla en ple­na carre­te­ra o soli­ci­ta la ayu­da de alguien con coche, es un ase­sino en poten­cia, un vio­la­dor, rate­ro o cuan­do menos, dro­ga­dic­to. Deduc­cio­nes inhe­ren­tes a la tran­qui­li­dad que pro­du­ce vivir en democracia.

Pue­de que a par­tir de 2012 vea­mos más rusos/​as pasean­do por las calles de las capi­ta­les cuba­nas. Ya es vox popu­li que Rusia ha mos­tra­do un inte­rés enor­me en el sec­tor petro­le­ro de la isla, tras el recien­te anun­cio de que la empre­sa pri­va­da Lukoil estu­dia la posi­bi­li­dad de cons­truir refi­ne­rías en las cos­tas de la Mayor de las Antillas.

Se oye en las calles: “¡Oye, ase­re, que vuel­ven los rusos…¡”, ade­más de otras fra­ses que hacen refe­ren­cia al regre­so de téc­ni­cos, inge­nie­ros e inves­ti­ga­do­res de aque­lla nación, rela­cio­na­dos con la indus­tria del petró­leo. Los cuba­nos saben bro­mear a cual­quier hora, con cual­quier tema, inclu­so con las caren­cias habi­tua­les que acos­tum­bran a pasar, sin que por ello tiem­blen los cimien­tos de su sis­te­ma polí­ti­co, mer­ced a la com­pren­sión, sere­ni­dad y buen humor de esta socie­dad ancla­da en una soli­da­ri­dad tan enor­me como su paci­fis­mo. Resol­ver, es un ver­bo tan repe­ti­do como com­par­tir o respetar.

En la espa­ño­la, ancla­da en un neo fran­quis­mo Made In PPSOE, tan enor­me como la des­in­for­ma­ción, los ver­bos que se pro­nun­cian en las calles, bares y pla­zas, sue­len alu­dir a las nece­si­da­des fisio­ló­gi­cas más urgen­tes, y los des­ti­na­ta­rios acos­tum­bran a encon­trar­se en el Cie­lo, la Igle­sia o el gobierno. Sobre todo aho­ra que nadie pue­de fumar, mien­tras se pala­dea un Ribe­ra del Duero.

No se han hecho espe­rar los “cuen­tos” (chis­tes) acer­ca del nue­vo des­em­bar­co ruso en tie­rras cuba­nas, que en esta oca­sión lle­gan con tec­no­lo­gía pun­ta, como la que ofre­ce la com­pa­ñía Naf­ta-Sin­tez, que está a pun­to de fir­mar un acuer­do para inves­ti­gar las pers­pec­ti­vas de depu­rar el petró­leo y los deri­va­dos cuba­nos de com­bi­na­cio­nes sul­fu­ro­sas, lo que per­mi­ti­rá aumen­tar el empleo de las mate­rias pri­mas nacio­na­les. Por si fue­ra poco, se estu­dian diver­sos pro­yec­tos de coope­ra­ción ruso-cuba­na en la cons­truc­ción de bar­cos, inclui­da la fabri­ca­ción de pla­ta­for­mas flo­tan­tes para la pros­pec­ción y la extrac­ción de cru­do y gas en el fon­do marítimo.

Yuri Andreiev, exper­to ruso en temas ener­gé­ti­cos, dele­ga­do de otra com­pa­ñía rusa como es la JCS Zaru­bezh­neft, decla­ró la enor­me satis­fac­ción de las auto­ri­da­des de aquel país, tras la fir­ma con la esta­tal Cuba­pe­tró­leo (Cupet) de un con­ve­nio, que esta­ble­ce la recu­pe­ra­ción de reser­vas secun­da­rias en el vie­jo yaci­mien­to de Boca de Jaru­co, en el nores­te de La Habana.

Item más, esa últi­ma empre­sa, hace ya más de dos años, rubri­có con esa mis­ma homó­lo­ga cuba­na, cua­tro acuer­dos para bus­car y explo­tar petró­leo en dos blo­ques en tie­rra y otros dos en aguas some­ras, al este del polo turís­ti­co de Vara­de­ro, situa­do como se sabe a unos 140 kiló­me­tros al este de La Haba­na, los cua­les «ya están en eje­cu­ción».

Estos con­ve­nios, fir­ma­dos a todo ries­go y por 25 años, fue­ron los pri­me­ros que Cuba acor­dó con Rusia, tras la desin­te­gra­ción en 1991 de la Unión Sovié­ti­ca, prin­ci­pal alia­do eco­nó­mi­co de la isla duran­te tres déca­das. De acuer­do con el ase­sor del Minis­te­rio de la Indus­tria Bási­ca, Manuel Marre­ro, Rusia podría con­ver­tir­se en el prin­ci­pal socio petro­le­ro de la isla tras la nego­cia­ción con un con­sor­cio que inte­gran las cin­co prin­ci­pa­les petro­le­ras rusas.

Pero no es eso todo. Ade­más de las cita­das, otras empre­sas rusas como Gaz­promRos­neft Oil C están intere­sa­das en tra­ba­jar en 15 luga­res estra­té­gi­cos, en aguas pro­fun­das de la ZEE con­tro­la­da por Cuba, don­de exper­tos inter­na­cio­na­les cal­cu­lan un poten­cial de 21.000 millo­nes de barri­les de crudo.

La isla hue­le a petró­leo por los cua­tro pun­tos car­di­na­les. En la zona cuba­na del Gol­fo de Méxi­co hay lotes con­tra­ta­dos por la cor­po­ra­ción his­pano-argen­ti­na Rep­sol-YPF, por la india ONGC-Videsh, la norue­ga Sta­toil-Hydro, la bra­si­le­ña Petro­bras, Petro Viet­nam (de aquel país asiá­ti­co), la mala­ya Petro­nas y la vene­zo­la­na PDVSA.

Sin embar­go, exis­te un pode­ro­so obs­tácu­lo para que los pro­yec­tos y acuer­dos se cum­plan en bre­ve pla­zo y en su tota­li­dad. ¿La cau­sa de ese escep­ti­cis­mo? El blo­queo y embar­go del gobierno de Barak Oba­ma, que impi­de a todas esas com­pa­ñías emplear navíos, téc­ni­ca o pla­ta­for­mas cons­trui­das con más del 10% de com­po­nen­tes esta­dou­ni­den­ses, sean metá­li­cos, infor­má­ti­cos, plás­ti­cos o de cual­quier otra índo­le. El caso es hun­dir la Revo­lu­ción. Vano inten­to en el que lle­van más de 50 años.

Una vez más, el gobierno USA prac­ti­ca el inno­ble arte de la ame­na­za, impi­dien­do, coar­tan­do y chan­ta­jean­do a sus pro­pios socios y her­ma­nos polí­ti­cos, en nom­bre de unas medi­das con­de­na­das en Nacio­nes Uni­das por más de 187 nacio­nes. Podrían regre­sar los rusos a Cuba, pero lo malo es que entre ellos no vie­ne nin­gún Lenin.

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