El Kit del sui­ci­dio ya está en ven­ta- Car­los Tena

Hace tan sólo unos días, Fra­nçois Fillon, pri­mer minis­tro fran­cés, duran­te la cele­bra­ción de un foro un foro inter­na­cio­nal, mos­tró una más que con­ser­va­do­ra pos­tu­ra cuan­do se dis­cu­tía la lega­li­za­ción de la euta­na­sia*, que en el país vecino for­ma par­te toda­vía de un pro­yec­to de ley. Actual­men­te, el gobierno galo man­tie­ne al res­pec­to lo que en tér­mi­nos lega­les se cono­ce como la defen­sa del desa­rro­llo de la aten­ción con palia­ti­vos, eufe­mis­mo que rubri­ca el recha­zo de un tra­ta­mien­to agre­si­vo, como se acos­tum­bra a pro­por­cio­nar a los enfer­mos ter­mi­na­les en sus últi­mas sema­nas de vida, man­te­ni­da a base de poten­tes dro­gas que impi­den la muer­te dig­na de pacien­te, o coar­tan su liber­tad a la hora de deci­dir cuán­do quie­re que lle­gue su últi­mo momento.

El Pri­mer Minis­tro se opo­ne así a la lega­li­za­ción de la euta­na­sia, cuyo pro­yec­to de ley fue apro­ba­do por la Comi­sión de Asun­tos Socia­les en el Sena­do para un futu­ro examen. Lo pre­su­mi­ble es que tal pro­pues­ta sea apro­ba­da, dado que en ambas cáma­ras exis­te una gran mayo­ría adver­sa a tal fina­li­dad. El pro­pio Fillon, expre­só su opo­si­ción a la euta­na­sia en un artícu­lo que se publi­có en el dia­rio Le Mon­de.

«La cues­tión es si la socie­dad es capaz de legis­lar el dere­cho de matar. Creo que este lími­te no deben ser cru­za­do», ase­gu­ró de for­ma tajan­te el Pre­mier, quien se apre­su­ró a pre­ci­sar que en este deba­te, sin embar­go, nin­gu­na con­vic­ción es indig­nan­te. Más ade­lan­te afir­ma­ba que el pro­ble­ma “…debe ser abor­da­do, tenien­do en cuen­ta los esfuer­zos rea­li­za­dos des­de 2008”, cuan­do Nico­las Sar­kozy hizo de la euta­na­sia un obje­ti­vo a enca­rar antes de las pró­xi­mas elec­cio­nes. El pri­mer minis­tro con­cluía: “Per­so­nal­men­te, estoy en con­tra de la lega­li­za­ción de la ayu­da acti­va a morir, esa no es mi idea del res­pe­to por la vida huma­na y los valo­res que sub­ya­cen en nues­tra socie­dad». Por si fue­ra poco, el minis­tro de Salud, Xavier Ber­trand, tam­bién dijo que no es favo­ra­ble a la euta­na­sia. Una bue­na par­te de la socie­dad fran­ce­sa no opi­na lo mismo.

El caso de la ciu­da­da­na Chan­tal Sébi­re (enfer­ma ter­mi­nal de cán­cer), a la que se negó el dere­cho al sui­ci­dio asis­ti­do (una muer­te dig­na), cuyo cadá­ver apa­re­ció en cir­cuns­tan­cias dra­má­ti­cas (se sos­pe­cha que se arro­jó a un canal cer­cano a su domi­ci­lio), dis­pa­ra­ron las pro­tes­tas de pacien­tes y fami­lia­res afec­ta­dos por casos simi­la­res, obli­ga­dos a tener que sopor­tar con impo­ten­cia el sufri­mien­to de sus seres que­ri­dos, mien­tras estos recla­man su final inme­dia­to, sin dolor y con ple­na conciencia.

La muer­te de Chan­tal ha reavi­va­do el deba­te sobre tan deli­ca­do tema, mien­tras una aso­cia­ción de la veci­na sui­za, el Ins­ti­tu­to Dig­ni­tas, ofre­ce una solu­ción sen­ci­lla y prác­ti­ca: el «kit» de la eutanasia.

A pocos kiló­me­tros de París, una per­so­na aque­ja­da de un mal incu­ra­ble, cuyo tra­ta­mien­to sería agre­si­vo y tan solo dila­ta­ría un final espe­ra­do y sin reme­dio, pue­de enca­rar tal momen­to en ple­na luci­dez y sin dolor alguno.

Cual­quier ciu­da­dano (debe apor­tar docu­men­ta­ción médi­ca que cons­ta­te su incu­ra­bi­li­dad) pue­de adqui­rir ese paque­te o kit, que cons­ta de: una ampo­lla de helio y una bol­sa de plás­ti­co, cuyo cos­to es de 300 fran­cos sui­zos, algo menos de 190 euros. En la prác­ti­ca, el enfer­mo se colo­ca la bol­sa en la cabe­za y abre reci­pien­te que libe­ra el gas. La muer­te es rápi­da, indo­lo­ra, sin dejar ras­tro, de acuer­do con tes­ti­mo­nios de fami­lia­res que han opta­do por esa solu­ción a sus males. En un minu­to, la per­so­na pier­de la con­cien­cia y su cora­zón deja de latir.

Un final dul­ce y volun­ta­rio que ha pues­to en jaque al mun­do civi­li­za­do, don­de al pare­cer resul­ta más gra­ti­fi­can­te dejar que millo­nes de per­so­nas, en esta­do ter­mi­nal, sufran por mucho más tiem­po la angus­tia de su pró­xi­mo final, mien­tras su cuer­po se lle­na de dro­gas poten­tí­si­mas que anu­lan inclu­so su capa­ci­dad de racio­ci­nio, some­tien­do a las fami­lias a un mar­ti­rio tan inú­til como sádico.

Jamás se ha cerra­do esta polé­mi­ca lar­ga y com­pli­ca­da, en la que la liber­tad del indi­vi­duo ante su pro­pia muer­te ha de tomar el papel pri­mor­dial. Un nue­vo camino hacia la otra vida es lo que real­men­te pro­po­ne la Aso­cia­ción Dig­ni­tas, que des­de hace varios años, lucha por lega­li­zar la muer­te pro­gra­ma­da, el sui­ci­dio asis­ti­do, que has­ta el momen­to han ele­gi­do más de 400 personas.

Los aspec­tos pura­men­te comer­cia­les del asun­to no dejan de estre­me­cer inclu­so a quie­nes adquie­ren el kit de la muer­te. Sin embar­go, dece­nas de colec­ti­vos que luchan a favor de una muer­te dig­na, com­pren­den y jus­ti­fi­can la exis­ten­cia de Dig­ni­tas, con­si­de­ran­do que 300 euros es un pre­cio al alcan­ce de millo­nes de personas.

Si me piden mi opi­nión per­so­nal, diré que com­pren­do y defien­do a quie­nes, aque­ja­dos de enfer­me­da­des incu­ra­bles y dolo­ro­sas, optan por esa for­ma de aban­do­nar el mun­do de los vivos. Resul­ta más cómo­do, eco­nó­mi­co y lim­pio que una inci­ne­ra­ción. Lo pen­sa­ré, si la Par­ca me anun­cia su lle­ga­da en for­ma de un mal sin remedio.

Nota.- Ofi­cial­men­te, la euta­na­sia está prohi­bi­da, pero no ofi­cial­men­te, como los Paí­ses Bajos y el Esta­do de Ore­gon, en los Esta­dos Uni­dos. Sui­za tole­ra el sui­ci­dio asis­ti­do. En ese país, un médi­co pue­de admi­nis­trar a un enfer­mo ter­mi­nal que desee morir una dosis letal de un medi­ca­men­to que ingie­re volun­ta­ria­men­te el pro­pio enfermo.

El 1º de abril de 2002, Holan­da se con­vier­te en el pri­mer país del mun­do en lega­li­zar la euta­na­sia. La ley exi­me al médi­co de pro­ce­sos lega­les si res­pe­ta cier­tos «cri­te­rios con minu­cio­si­dad». Bél­gi­ca hizo lo pro­pio en sep­tiem­bre de 2002.

En Ita­lia, la euta­na­sia está prohi­bi­da, pero la Cons­ti­tu­ción reco­no­ce el dere­cho a recha­zar cui­da­dos médicos.

En Fran­cia, la Ley Leo­net­ti de 22 de abril de 2005 ins­tau­ró el dere­cho a «dejar morir», pero no per­mi­te a los médi­cos que prac­ti­quen la eutanasia.

En Gran Bre­ta­ña, la euta­na­sia está prohi­bi­da. Des­de 2002, la jus­ti­cia auto­ri­za la inte­rrup­ción de tra­ta­mien­tos médi­cos en deter­mi­na­dos casos.

En Ale­ma­nia y Aus­tria se admi­te la euta­na­sia pasi­va, como el hecho de des­co­nec­tar una máqui­na; lo que no es ile­gal si el pacien­te da su consentimiento.

En Espa­ña, la euta­na­sia no está auto­ri­za­da, pero la ley reco­no­ce el dere­cho de los enfer­mos a recha­zar cui­da­dos médi­cos. El gobierno de Zapa­te­ro anun­ció en que des­es­ti­ma legis­lar sobre esta cuestión.

En Por­tu­gal, la euta­na­sia y el sui­ci­dio asis­ti­do están con­si­de­ra­dos por el códi­go penal como homicidios.

En Norue­ga, un médi­co pue­de deci­dir no tra­tar a un pacien­te ter­mi­nal a peti­ción de éste o, si el enfer­mo no pue­de hacer­lo, a peti­ción de sus familiares.

En Dina­mar­ca, des­de fina­les de 1992, se pue­de hacer un «tes­ta­men­to vital» que los médi­cos deben respetar.

En Sue­cia se auto­ri­za la asis­ten­cia médi­ca al suicidio.

En Hun­gría y en la Repú­bli­ca Che­ca, los enfer­mos ter­mi­na­les pue­den recha­zar sus tratamientos.

En Gre­cia y en Ruma­nía la euta­na­sia o la asis­ten­cia al sui­ci­dio pue­den penar­se con has­ta sie­te años de prisión.

Bos­nia, Croa­cia y Ser­bia la con­si­de­ran un homicidio.

En Polo­nia se cas­ti­ga con penas de entre tres y cin­co años de cár­cel, aun­que en «casos excep­cio­na­les» el tri­bu­nal pue­de apli­car un ate­nuan­te a la pena, inclu­so anu­lar la condena.

En Irlan­da, la euta­na­sia como tal no apa­re­ce en la ley, pero toda for­ma de asis­ten­cia a la muer­te o al sui­ci­dio es ile­gal y con­de­na­ble has­ta con 14 años de prisión.

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