Dere­chos de las pri­me­ras nacio­nes – Ale­jan­dro Nadal

Mien­tras las eco­no­mías capi­ta­lis­tas en el mun­do se apres­tan a enfren­tar el cuar­to año de cri­sis eco­nó­mi­ca y finan­cie­ra, los pue­blos indí­ge­nas y los miem­bros de las pri­me­ras nacio­nes for­ta­le­cen su volun­tad de seguir su pro­pio camino de desa­rro­llo. Se con­so­li­dan nue­vas alian­zas y se robus­te­cen víncu­los comu­ni­ta­rios que per­mi­ti­rán afian­zar el recha­zo al con­su­me­ris­mo sin sen­ti­do de las eco­no­mías capi­ta­lis­tas. Estos pue­blos y sus comu­ni­da­des pue­den ence­rrar lec­cio­nes impor­tan­tes para el desa­rro­llo de rela­cio­nes armó­ni­cas de lar­go pla­zo entre los seres huma­nos y el medio ambiente.

Pero la super­vi­ven­cia de los pue­blos indí­ge­nas y las pri­me­ras nacio­nes no ha sido un pro­ce­so fácil. La vio­len­cia y el geno­ci­dio han sido el prin­ci­pal ins­tru­men­to del poder colo­nial y de la aven­tu­ra capi­ta­lis­ta para des­truir­les. Hoy toda­vía la vio­len­cia se des­en­ca­de­na cada vez que gobier­nos y cor­po­ra­cio­nes nece­si­tan hacer a un lado a comu­ni­da­des y pue­blos asen­ta­dos en terri­to­rios con valio­sos recur­sos natu­ra­les. Eso suce­de en miles de casos, des­de los yano­ma­ne en Ama­zo­nia, has­ta los adi­va­si en la India, pasan­do por las coa­li­cio­nes de pri­me­ros pue­blos de Cana­dá que luchan con­tra la indus­tria que pre­ten­de explo­tar los gigan­tes­cos yaci­mien­tos de are­nas bitu­mi­no­sas. En Méxi­co, la lar­ga lis­ta de injus­ti­cias en con­tra de las comu­ni­da­des y pue­blos indí­ge­nas es uno de los hilos con­duc­to­res de la his­to­ria del país, algo que era cla­ve en el men­sa­je del levan­ta­mien­to zapa­tis­ta de 1994.

En sep­tiem­bre de 2007 la Asam­blea Gene­ral de Nacio­nes Uni­das apro­bó la Decla­ra­ción sobre dere­chos de los pue­blos indí­ge­nas, docu­men­to impor­tan­te resul­ta­do de 20 años de nego­cia­cio­nes. Este ins­tru­men­to reco­no­ce los dere­chos de 400 millo­nes de habi­tan­tes de nues­tro pla­ne­ta y fue apro­ba­do por 143 paí­ses. Ini­cial­men­te tuvo el voto en con­tra de Aus­tra­lia, Cana­dá, Nue­va Zelan­da y Esta­dos Uni­dos, paí­ses con una fuer­te pre­sen­cia de pri­me­ras nacio­nes y pue­blos indí­ge­nas. Los cua­tro han ter­mi­na­do por apro­bar la decla­ra­ción (en diciem­bre de 2010 Esta­dos Uni­dos fue el últi­mo en cam­biar su posición).

La decla­ra­ción no tie­ne poder vin­cu­lan­te, pero sien­ta un pre­ce­den­te impor­tan­te al reco­no­cer dere­chos colec­ti­vos de los pue­blos indí­ge­nas, reafir­ma su capa­ci­dad para man­te­ner su cul­tu­ra, len­gua­je, empleo, salud, edu­ca­ción y otros aspec­tos de su inte­gri­dad como nacio­nes. Tam­bién defi­ne sus atri­bu­cio­nes para man­te­ner y for­ta­le­cer sus ins­ti­tu­cio­nes, cul­tu­ra y tra­di­cio­nes, así como para deter­mi­nar en total liber­tad el tipo de desa­rro­llo al que aspiran.

Este ins­tru­men­to esta­ble­ce un escu­do pro­tec­tor con­tra la dis­cri­mi­na­ción de los pue­blos indí­ge­nas y pro­te­ge su dere­cho a man­te­ner su iden­ti­dad y sus pro­pios pro­yec­tos de desa­rro­llo social y eco­nó­mi­co. Tam­bién inclu­ye aspec­tos impor­tan­tes sobre pro­pie­dad de la tie­rra y acce­so a los recur­sos natu­ra­les de los terri­to­rios don­de se asientan.

La impor­tan­cia de este docu­men­to no pue­de sos­la­yar­se. No se tra­ta sim­ple­men­te de reco­no­cer dere­chos huma­nos y socia­les fun­da­men­ta­les sino de sal­va­guar­dar for­mas de orga­ni­za­ción social y eco­nó­mi­ca, de mane­jo de recur­sos natu­ra­les y de con­vi­ven­cia a lar­go pla­zo con la natu­ra­le­za, algo que las eco­no­mías capi­ta­lis­tas no pue­den man­te­ner. Pero una cosa es afian­zar este reco­no­ci­mien­to y otra es ase­gu­rar que las fuer­zas eco­nó­mi­cas que des­en­ca­de­na cual­quier eco­no­mía capi­ta­lis­ta pue­dan res­pe­tar los víncu­los tra­di­cio­na­les de las pri­me­ras naciones.

Qui­zás la ame­na­za más impor­tan­te pro­vie­ne de las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas que gra­dual y silen­cio­sa­men­te des­tru­yen el deli­ca­do teji­do social que inte­gra a las comu­ni­da­des y sus pue­blos. Pre­cios, migra­ción y reme­sas son las armas mor­tí­fe­ras que aca­ban por corrom­per las rela­cio­nes comu­ni­ta­rias, debi­li­tan­do los víncu­los tra­di­cio­na­les e intro­du­cien­do el len­gua­je de una cir­cu­la­ción mone­ta­ria con­tra­ria a las rela­cio­nes de soli­da­ri­dad, res­pal­do y ayu­da mutua. Otro desa­fío mayúscu­lo es el de los indi­ca­do­res sobre cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co, en espe­cial el PIB que sólo reco­no­ce tran­sac­cio­nes mone­ta­rias e igno­ra las rela­cio­nes comu­ni­ta­rias. Bueno, oja­la sólo las igno­ra­ra, por­que la reali­dad es que el indi­ca­dor del PIB aca­ba por deter­mi­nar lo que real­men­te cuen­ta en el plano eco­nó­mi­co y mar­ca lo que debe desaparecer.

El PIB como indi­ca­dor cla­ve y la uni­for­mi­dad de la con­ta­bi­li­dad nacio­nal fue­ron impues­tos en todo el mun­do sub­de­sa­rro­lla­do a par­tir de la déca­da del desa­rro­llo. En reali­dad, fue un gol­pe a las eco­no­mías tra­di­cio­na­les por­que esta for­ma de con­cep­tua­li­zar la eco­no­mía impli­ca des­va­lo­ri­zar las eco­no­mías no basa­das en la racio­na­li­dad de los inter­cam­bios y la cir­cu­la­ción mone­ta­ria capitalista.

Las comu­ni­da­des indí­ge­nas y las pri­me­ras nacio­nes han podi­do con­vi­vir con la natu­ra­le­za duran­te miles de años. Es pro­ba­ble que sus for­mas de vida y orga­ni­za­ción, fue­ra de los cir­cui­tos de tra­ba­jo asa­la­ria­do y del indi­vi­dua­lis­mo egoís­ta, con­ten­gan men­sa­jes impor­tan­tes para eso que se ha dado en lla­mar el desa­rro­llo sus­ten­ta­ble. Pero el tiem­po se ago­ta y la embes­ti­da en con­tra de estos pue­blos pue­de cerrar para siem­pre esta puerta.

Miem­bro del Con­se­jo de Direc­ción de Sin Permiso

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