El nece­sa­rio cam­bio de ciclo y nue­va tran­si­ción – José Luis Orella

Hemos lle­ga­do a un pun­to tal de can­san­cio polí­ti­co, ago­ta­mien­to ideo­ló­gi­co y para­li­za­ción social que se nece­si­ta y, aun se recla­ma, un gol­pe de timón para seguir vivien­do en los nive­les míni­mos de espe­ran­za vital y para no estar abo­ca­dos por los decre­tos polí­ti­cos, las sen­ten­cias judi­cia­les y por el aton­ta­mien­to de los medios audio­vi­sua­les al estran­gu­la­mien­to popu­lar y al sui­ci­dio personalizado.

Se hace refe­ren­cia como pri­me­ra tran­si­ción al perio­do his­tó­ri­co en el que Espa­ña deja­ba atrás el régi­men dic­ta­to­rial del gene­ral Fran­cis­co Fran­co, pasan­do a regir­se por una Cons­ti­tu­ción que con­sa­gra­ba un teó­ri­co Esta­do social, demo­crá­ti­co y de Dere­cho. Res­pec­to a la dura­ción de esta tran­si­ción, se sue­le enmar­car des­de la pro­cla­ma­ción de Juan Car­los I como rey de Espa­ña el 22 de noviem­bre de 1975 y la entra­da en vigor de la Cons­ti­tu­ción, el 29 de diciem­bre de 1978.

Esta pri­me­ra tran­si­ción dejó intac­to el lega­do fran­quis­ta. No se pudo poner en entre­di­cho el con­jun­to legal ni judi­cial de la dic­ta­du­ra. Nadie exi­gió la con­de­na­ción del terro­ris­mo de Esta­do del nazis­mo espa­ñol para for­mar par­te de los par­ti­dos polí­ti­cos demo­crá­ti­cos ni para acce­der a los car­gos polí­ti­cos del nue­vo régi­men. Más aún, no se pudo seña­lar geo­grá­fi­ca­men­te el lugar en el que se habían frau­du­len­ta­men­te inhu­ma­do los ase­si­na­dos en la gue­rra civil ni se per­mi­tió la crea­ción de una aso­cia­ción de víc­ti­mas de la gue­rra civil.

Esta pri­me­ra tran­si­ción como lo demos­tró la segun­da ni fue modé­li­ca ni con­so­li­dó un esta­do social, demo­crá­ti­co y de dere­cho. Comen­za­ba la segun­da tran­si­ción y con ella la más lar­ga eta­pa cons­ti­tu­cio­nal de la his­to­ria de España.

La actua­ción cívi­co-mili­tar del 23 de febre­ro de 1981, fue un inten­to apa­ren­te­men­te falli­do de gol­pe de Esta­do per­pe­tra­do fun­da­men­tal­men­te por algu­nos man­dos mili­ta­res. El epi­so­dio más cono­ci­do fue el asal­to al Con­gre­so de los Dipu­tados por un nume­ro­so gru­po de guar­dias civi­les a cuyo man­do se encon­tra­ba el tenien­te coro­nel de la Guar­dia Civil Anto­nio Tejero.

Ante la situa­ción de ingo­ber­na­bi­li­dad del país, el Rey deci­dió cam­biar de pre­si­den­te de gobierno, al mar­gen de la Cons­ti­tu­ción, pues­to que tenía pode­res para ello. Lla­mó a Suá­rez al Pala­cio de la Zar­zue­la y al ser éste intro­du­ci­do a su pre­sen­cia, lo encon­tró en com­pa­ñía de los Capi­ta­nes Gene­ra­les de Valen­cia, Valla­do­lid, Sevi­lla y Zara­go­za. En el Pala­cio de la Zar­zue­la se pro­yec­tó una ope­ra­ción pos­te­rior a la dimi­sión del pre­si­den­te Suárez.

Algo se cocía en el ambien­te del día 23 de febre­ro cuan­do esa mis­ma tar­de, los hijos de los reyes salie­ron del cole­gio una hora antes de lo nor­mal, para diri­gir­se con su madre a Bara­jas y embar­car para Londres.

A las 6,30 de la tar­de, Teje­ro, rea­li­za­ba la ope­ra­ción de la toma del Con­gre­so de los Dipu­tados, per­fec­ta por su pre­ci­sión y su carác­ter incruento.

La tar­día nega­ti­va del Rey a apo­yar el gol­pe así como la actua­ción de des­ban­da­da de los polí­ti­cos más sig­ni­fi­ca­ti­vos del momen­to, sig­ni­fi­có que el gol­pe de Esta­do fue­ra inter­ve­ni­do, pero no abor­ta­do, dejan­do viva la cria­tu­ra den­tro del cuer­po polí­ti­co y de las fuer­zas eco­nó­mi­cas, reli­gio­sas y mili­ta­res del Estado.

Las ges­tio­nes per­so­na­les del rey rea­li­za­das aque­lla noche ase­gu­ra­ron la ambi­gua fide­li­dad de los man­dos mili­ta­res y de las fuer­zas eco­nó­mi­cas pero no se acla­ra­ron las con­tra­par­ti­das ofre­ci­das en la prác­ti­ca a la apa­ren­te sumisión.

La con­se­cuen­cia más des­ta­ca­da del gol­pe mili­tar fue la inau­gu­ra­ción de una nue­va tran­si­ción basa­da en un pro­ce­so de invo­lu­ción auto­nó­mi­ca con la apro­ba­ción de la Ley Orgá­ni­ca de Armo­ni­za­ción del Pro­ce­so Auto­nó­mi­co (LOAPA).

Se abrió un jui­cio con­tra los res­pon­sa­bles del gol­pe ante el Con­se­jo Supre­mo de Jus­ti­cia Mili­tar, pero la tra­ma civil del gol­pe nun­ca fue inves­ti­ga­da de modo rigu­ro­so. Asi­mis­mo, aun no se ha acla­ra­do el papel desem­pe­ña­do por el CESID, hoy Cen­tro Nacio­nal de Inteligencia.

La diná­mi­ca implan­ta­da por esta segun­da res­tau­ra­ción ha debi­li­ta­do duran­te estos trein­ta años la demo­cra­cia, el ejer­ci­cio del poder polí­ti­co y ha poten­cia­do el pro­ta­go­nis­mo de los pode­res no con­tro­la­dos por la demo­cra­cia como el eco­nó­mi­co, el reli­gio­so y el judicial.

Por lo tan­to un cam­bio de timo­nel y de rum­bo se ha hecho nece­sa­rio ante esta cri­sis sistémica.

Los his­to­ria­do­res que hablan de la suce­sión de ciclos A y B, cen­trí­pe­tos y cen­trí­fu­gos, de dic­ta­du­ra y demo­cra­cia, nos aler­tan de la lle­ga­da inmi­nen­te de una eta­pa de con­cen­tra­ción del poder y de recor­tes trau­má­ti­cos a una orgía de des­va­ríos eco­nó­mi­cos, ideo­ló­gi­cos y culturales.

La situa­ción actual se está hacien­do insos­te­ni­ble. Ya se habla abier­ta­men­te y sin tapu­jos de una gene­ra­ción juve­nil per­di­da, de una emi­gra­ción nume­ro­sa de talen­tos al extran­je­ro, de un aumen­to geo­mé­tri­co de la pobre­za y de una déca­da de postración.

Y no todo se cen­tra en la cri­sis eco­nó­mi­ca sino que se ha expan­di­do la depre­sión a los aspec­tos más ínti­mos del entra­ma­do social.

Y en este pano­ra­ma glo­bal, se nece­si­ta urgen­te­men­te una reac­ción, y en el ámbi­to espa­ñol ini­ciar una ter­ce­ra tran­si­ción en base al decá­lo­go siguiente:

Pri­me­ro: la nece­si­dad de asen­tar una ver­da­de­ra demo­cra­cia en Espa­ña, sobre todo, en los medios que se deben tomar para afron­tar la cri­sis eco­nó­mi­ca que ya pade­ce­mos y que se va pro­lon­gar en el pró­xi­mo lustro.

Segun­do: La peren­to­rie­dad de un nue­vo tex­to cons­ti­tu­yen­te que atien­da la plu­ra­li­dad nacio­nal, el plu­ri­lin­güís­mo y la plu­ri­cul­tu­ra­li­dad en línea con la polí­ti­ca con­fe­de­ral, por­que el fede­ra­lis­mo de las auto­no­mías ha sido insuficiente.

Ter­ce­ro: La depu­ra­ción de los méto­dos de elec­ción demo­crá­ti­ca y de reno­va­ción de los tri­bu­na­les de jus­ti­cia espe­cial­men­te del Tri­bu­nal Constitucional.

Cuar­to: La supera­ción de esa inde­ci­sión per­sis­ten­te con una elec­ción demo­crá­ti­ca de la for­ma de gobierno repu­bli­ca­na o monárquica.

Quin­to: La solu­ción del engar­ce de los pue­blos cata­lán, galle­go y vas­co en las ins­ti­tu­cio­nes del Estado.

Sex­to: La nece­si­dad de abor­tar y erra­di­car la apli­ca­ción de la tor­tu­ra en las fuer­zas de segu­ri­dad del Esta­do y de lle­var a la prác­ti­ca el cum­pli­mien­to del dere­cho de rein­ser­ción fami­liar y social de los con­de­na­dos en las cár­ce­les españolas.

Sép­ti­mo: Acla­rar inter­na­cio­nal­men­te la lai­ci­dad del Esta­do espa­ñol ya que a pesar de que la Cons­ti­tu­ción Espa­ño­la reco­no­ce el carác­ter acon­fe­sio­nal del Esta­do, la rela­ción entre la Igle­sia Cató­li­ca y el Esta­do espa­ñol se rige en la prác­ti­ca por unos acuer­dos fir­ma­dos en los años 70, que con­di­cio­nan nume­ro­sos aspec­tos jurí­di­cos, eco­nó­mi­cos, edu­ca­ti­vos y cul­tu­ra­les e infra­va­lo­ran el papel de las reli­gio­nes pre­sen­tes en la socie­dad espa­ño­la por su reco­no­ci­do arraigo.

Octa­vo: La nece­si­dad de dar car­ta de ciu­da­da­nía com­ple­ta a la nece­sa­ria inmi­gra­ción que la socie­dad espa­ño­la nece­si­ta y dada su esca­sa demo­gra­fía va nece­si­tar mucho más en el inme­dia­to futuro.

Noveno: Ante el final de ETA lo mis­mo que suce­dió ante el final de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta ni las víc­ti­mas del terro­ris­mo ni las aso­cia­cio­nes de víc­ti­mas tan­to de la gue­rra civil como de ETA ten­drán pro­ta­go­nis­mo polí­ti­co alguno ya que este papel lo debe ejer­cer úni­ca­men­te el Esta­do de Derecho.

Déci­mo: En la demo­cra­cia actual espa­ño­la (como en todas las demo­cra­cias euro­peas y occi­den­ta­les) el úni­co camino para acce­der al Esta­do de Dere­cho es la par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na, sin exclu­sión y con liber­tad, en los par­ti­dos polí­ti­cos, por lo que no hay posi­bi­li­dad de que una mayo­ría polí­ti­ca o judi­cial pue­da cerrar el paso a que una mino­ría ten­ga cega­da la par­ti­ci­pa­ción si es que cum­ple las leyes gene­ra­les que se dan para todos los par­ti­dos políticos.

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