Ban­de­ra blan­ca sin­di­cal – Juan Car­los Escudier

No del todo cau­ti­vos, pero sí com­ple­ta­men­te des­ar­ma­dos, los sin­di­ca­tos CC.OO. y UGT han empe­za­do a agi­tar una ban­de­ra blan­ca que tie­ne aspec­to de pac­to de Esta­do, lo que, sin duda, cons­ti­tu­ye una ele­gan­te mane­ra de capi­tu­lar. Más que un paso atrás para tomar impul­so, lo que se intu­ye tras su pro­pues­ta de ampliar la nego­cia­ción sobre pen­sio­nes que man­te­nían con el Gobierno a otras mate­rias y a otros inter­lo­cu­to­res es una hui­da apre­su­ra­da del camino que les con­du­cía irre­me­dia­ble­men­te a la con­vo­ca­to­ria de otra huel­ga gene­ral. Náu­fra­gos de su impo­ten­cia, aun­que cons­cien­tes del hun­di­mien­to pro­gra­ma­do del vigen­te catá­lo­go de dere­chos labo­ra­les y socia­les, los sin­di­ca­tos han opta­do pri­me­ro por sal­var­se a sí mismos.

Como con­va­li­dar la refor­ma del Gobierno sobre las pen­sio­nes era meta­fí­si­ca­men­te impo­si­ble por la pre­sión de sus pro­pios afi­lia­dos, los sin­di­ca­tos pare­cen haber dise­ña­do una estra­te­gia de super­vi­ven­cia, cuyo pri­mer pun­to es evi­tar a toda cos­ta la huel­ga gene­ral. ¿El moti­vo? Entien­den que su hipo­té­ti­co fra­ca­so, algo muy pro­ba­ble con la des­mo­vi­li­za­ción exis­ten­te, les con­ver­ti­ría, si es que no lo son ya, en acto­res mar­gi­na­les del deba­te eco­nó­mi­co y les con­du­ci­ría a la irrelevancia.

Bajo esta ópti­ca, la úni­ca mane­ra de evi­tar la con­fron­ta­ción es ampliar la nego­cia­ción a otras mate­rias en las que pue­dan apun­tar­se el tan­to de su influen­cia, ya sea en el capí­tu­lo de nego­cia­ción colec­ti­va, don­de el Eje­cu­ti­vo pre­ten­día a par­tir de mar­zo dejar sin efec­to la ultrac­ti­vi­dad de los con­ve­nios, como pro­mo­to­res de pla­nes de empleo de efi­ca­cia más que dudo­sa o atri­bu­yén­do­se la recu­pe­ra­ción de los sub­si­dios a para­dos que hayan ago­ta­do todas las pres­ta­cio­nes, una ini­cia­ti­va que ya está en los pla­nes de Zapa­te­ro, aun­que vin­cu­la­dos a cur­sos de for­ma­ción. Así es como hay que enten­der esta pro­pues­ta de un mini­pac­to de la Mon­cloa, con par­ti­ci­pa­ción de la CEOE y del PP, sobre la que las cen­tra­les se han mos­tra­do sin­gu­lar­men­te optimistas.

Entre sui­ci­dar­se y seguir res­pi­ran­do, UGT y CCOO han opta­do por el oxí­geno, y el Gobierno, tan nece­si­ta­do de un pac­to con el que legi­ti­mar­se ante un elec­to­ra­do que les espe­ra en mayo con las uñas afi­la­das, ha corri­do a enchu­far­les a la bom­bo­na. La ren­di­ción siem­pre supo­ne un acuer­do: las dos par­tes lle­gan al con­sen­so de que hay un ven­ce­dor y unos vencidos.

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