2011 Túnez, dic­ta­du­ra mafio­sa – Mon­cef Marzouki

Des­de hace tres sema­nas soplan aires de revuel­ta polí­ti­ca y social en Túnez. En este momen­to son más de 66 los muer­tos, mues­tra que el régi­men de Ben Alí se sien­te ame­na­za­do por pri­me­ra vez. Pero la fuer­za y la per­se­ve­ran­cia de la movi­li­za­ción del pue­blo tune­cino ofre­cen a la opi­nión públi­ca y a los repre­sen­tan­tes polí­ti­cos euro­peos y fran­ce­ses la opor­tu­ni­dad de des­cu­brir la reali­dad de Túnez. Una visión ses­ga­da des­de hace más de vein­te años por tópi­cos ali­men­ta­dos por el poder y muchos de sus sim­pa­ti­zan­tes franceses.

Tópi­co 1: “Es cier­to que el régi­men de Túnez no es una demo­cra­cia, pero tam­po­co es una dic­ta­du­ra, solo un régi­men auto­ri­ta­rio”. No, los actua­les suce­sos son la prue­ba para aque­llos que no veían o no que­rían ver­lo: el régi­men de Túnez es una dic­ta­du­ra poli­cial y mafio­sa de la peor cala­ña. Ben Alí en Car­ta­go, es Al Capo­ne en la Casa Blanca.

Tópi­co 2: “El país debe a Ben Alí un mila­gro eco­nó­mi­co”. En reali­dad, el Túnez de los años noven­ta debía su rela­ti­va pros­pe­ri­dad a las tres déca­das de pre­si­den­cia de Bur­gui­ba, mar­ca­das por una gran inver­sión en edu­ca­ción, en pla­ni­fi­ca­ción fami­liar y la implan­ta­ción de una eco­no­mía de mer­ca­do sana, capaz de gene­rar un cre­ci­mien­to anual del 7%. Ben Alí here­dó esta situa­ción. Vein­te años des­pués, ha trans­for­ma­do Túnez en una eco­no­mía de corrup­ción en don­de ya no hace fal­ta demos­trar las deri­vas mafio­sas. Tras el “mila­gro”, vino el des­alien­to social.

Tópi­co 3: “Ben Alí ha erra­di­ca­do el peli­gro isla­mis­ta”. De no apo­yar­lo, exis­ti­ría un gran ries­go de que se for­ma­ra un régi­men tali­bán en el sur del Medi­te­rrá­neo, como seña­ló Nico­las Sar­kozy en 2008. En reali­dad, Ben Alí ha aca­ba­do, a cos­ta de gran­des vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos, con un par­ti­do isla­mis­ta con­ser­va­dor bur­gués, Ennadha, que esta­ba a mil leguas de la vio­len­cia yiha­dis­ta. En cuan­to a los dis­tur­bios polí­ti­cos, los “bar­bu­dos” no han par­ti­ci­pa­do en ellos, como prue­ban las con­sig­nas lai­cas corea­das por los manifestantes.

Tópi­co 4: “No hay opo­si­ción creí­ble. La opo­si­ción tune­ci­na es débil, está divi­di­da y es inope­ran­te”. Los que han vivi­do y viven bajo una dic­ta­du­ra saben que la opo­si­ción solo pue­de exis­tir en una demo­cra­cia, que en una dic­ta­du­ra solo pue­de haber resis­ten­cia, civil o arma­da. Ben Alí, “ele­gi­do” y “reele­gi­do” alcan­zan­do en tres oca­sio­nes más del 90 % de los votos, orga­ni­zó su pro­pia opo­si­ción para con­fun­dir, mien­tras amor­da­za­ba, encar­ce­la­ba y tor­tu­ra­ba a cen­te­na­res de hom­bres y muje­res valien­tes y dig­nos que lucha­ron con­tra una de las maqui­nas más repre­si­vas y per­ver­sas que hayan existido.

Tópi­co 5, en for­ma de pre­gun­ta fal­sa­men­te inge­nua: “¿Cuál es la alter­na­ti­va a Ben Alí?”. Si un tune­cino le plan­tea­ra esa pre­gun­ta a un fran­cés: “¿Cuál es la alter­na­ti­va a Sar­kozy?”, la res­pues­ta sería lógi­ca y evi­den­te: la per­so­na que los fran­ce­ses desig­nen en las pró­xi­mas pre­si­den­cia­les. Para un tune­cino que res­pon­die­ra a un ami­go fran­cés es exac­ta­men­te lo mis­mo: A Ben Alí le suce­de­rá la per­so­na que el pue­blo tune­cino desig­ne en unas elec­cio­nes libres y trans­pa­ren­tes. ¿Quién ha dicho que esta­mos con­de­na­dos a per­pe­tui­dad a una dictadura?

Duran­te mucho tiem­po Ben Alí ha apa­re­ci­do como el garan­te de la esta­bi­li­dad en Túnez. Des­de que se ini­ció la revuel­ta que gol­pea el país, Ben Alí se ha con­ver­ti­do en el prin­ci­pal fac­tor de ines­ta­bi­li­dad y solo cuan­do se vaya, se podrá recu­pe­rar la cal­ma. La opi­nión publi­ca y los res­pon­sa­bles polí­ti­cos fran­ce­ses deben abrir los ojos a la reali­dad del pue­blo tune­cino. Sino es muy pro­ba­ble que Fran­cia pier­da el capi­tal de sim­pa­tía con el que cuen­ta en Túnez. Per­de­ría la opor­tu­ni­dad de con­tri­buir a una tran­si­ción pací­fi­ca hacia un Esta­do de dere­cho y de par­ti­ci­par en la crea­ción de un espa­cio euro­me­di­te­rrá­neo esta­ble, prós­pe­ro, en don­de se com­par­tan los mis­mos valo­res democráticos.

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