[Video] Asi fun­cio­na la gusa­ne­ra cuba­na. Tes­ti­mo­nio en la TV de Cuba. Otto René Rodrí­guez Lle­re­na: “Posa­da Carri­les me con­tac­tó para poner bom­bas en La Habana”

Otto René Rodríguez Llerena, entrevista concedida al Televisión Cubana.Otto René Rodrí­guez Lle­re­na, entre­vis­ta con­ce­di­da al Tele­vi­sión Cubana. 

La Tele­vi­sión Cuba­na pre­sen­ta­rá un pro­gra­ma espe­cial en el que apa­re­ce­rán decla­ra­cio­nes de terro­ris­tas encau­sa­dos y con­de­na­dos en Cuba, que fue­ron reclu­ta­dos por Luis Posa­da Carri­les para eje­cu­tar la cade­na de explo­sio­nes con bom­bas que deto­na­ron en La Haba­na en 1997 y cos­tó la vida al turis­ta ita­liano Fabio di Celmo.

Entre los tes­ti­mo­nios figu­ran el del gua­te­mal­te­co Otto René Rodrí­guez Lle­re­na, a quien recien­te­men­te le fue modi­fi­ca­da la san­ción de pena muer­te por la de 30 años, por el deli­to de terro­ris­mo de carác­ter continuado.

Rodrí­guez Lle­re­na, ciu­da­dano sal­va­do­re­ño, colo­có el 3 de agos­to de 1997 un arte­fac­to explo­si­vo deba­jo de una buta­ca en el hall del hotel haba­ne­ro Meliá Cohi­ba, y la pro­gra­mó para que explo­ta­ra a las sie­te y cuar­to de la maña­na del día siguien­te. Aun­que esta bom­ba no pro­vo­có víc­ti­mas, sí oca­sio­nó daños en el hotel valo­ra­dos en 6.500 dólares.

Por el cum­pli­mien­to de esta misión, el mer­ce­na­rio sal­va­do­re­ño reci­bió 1 000 dóla­res que, según dijo en el jui­cio que se le siguió en La Haba­na, le entre­gó Posa­da Carriles.

Diez meses des­pués de colo­car la bom­ba en el hotel Cohi­ba, Rodrí­guez Lle­re­na via­jó nue­va­men­te a La Haba­na, a don­de lle­gó el 10 de junio de 1998, a cum­plir una nue­va misión enco­men­da­da por Posa­da Carri­les: intro­du­cir en Cuba 1 519 gra­mos de explo­si­vos C 4, dos deto­na­do­res y dos relo­jes para acti­var los explo­si­vos. En esta oca­sión fue detec­ta­do por agen­tes adua­ne­ros y detenido.

Rodrí­guez Lle­re­na con­fe­só en la vis­ta que esos explo­si­vos tenía que entre­gar­los al ciu­da­dano cubano Juan Fran­cis­co Fer­nán­dez Gómez (agen­te Félix de la Segu­ri­dad del Esta­do cuba­na), pues, según dijo, “Igna­cio Medi­na (Posa­da Carri­les) me pidió que cum­plie­ra otra misión terro­ris­ta para él y, al negar­me, me ofre­ció 200 dóla­res y los gas­tos del via­je para traer y entre­gar los explo­si­vos a Juan Fran­cis­co, cosa que acepté”.

Posa­da Carri­les, recla­ma­do por la jus­ti­cia vene­zo­la­na, de cuyas cár­ce­les se fugó cuan­do era pro­ce­sa­do por el derri­bo del avión cubano en 1976, debe pre­sen­tar­se el lunes ante un tri­bu­nal esta­dou­ni­den­se por men­tir sobre su esta­tu­to migra­to­rio y de perjurio.

Cuba acu­sa a Posa­da ‑naci­do en 1928 en Cuba- tam­bién de la pre­pa­ra­ción de varios aten­ta­dos con­tra el líder comu­nis­ta Fidel Cas­tro, por lo cual fue apre­sa­do duran­te la Cum­bre Ibe­ro­ame­ri­ca­na de Pana­má en el año 2000. La pre­si­den­ta Mire­ya Mos­co­so lo indul­tó antes de aban­do­nar la pri­me­ra magis­tra­tu­ra de ese país.

A con­ti­nua­ción, un frag­men­to de las decla­ra­cio­nes de Rodrí­guez Lle­re­na a la Tele­vi­sión Cubana:

Yo fui mili­tar en El Sal­va­dor. La espe­cia­li­dad a la que me dedi­qué, des­pués que salí de lo mili­tar, fue la Segu­ri­dad. Yo cono­cí a este señor, Igna­cio Medi­na (Luis Posa­da Carri­les) a tra­vés de un ami­go mío, en una reu­nión social en un res­tau­ran­te. Se pre­sen­tó esta per­so­na, blan­ca, de 1.75 de esta­tu­ra, ya entra­do en años, sin bar­bas, ojos cla­ros, un andar algo can­sino de una per­so­na adul­ta. Tie­ne un defec­to al hablar. Posa­da Carri­les es la mis­ma per­so­na que a mí me con­tac­tó, fue el que me dio los medios y me pre­pu­so que yo viniera.

Lle­gué a Cuba y miré los luga­res turís­ti­cos que entre muchos él me había men­cio­na­do. Yo tenía la potes­tad de qué iba a hacer o qué no. Visi­té varios luga­res y deci­dí hacer­lo en el lobby del Hotel Meliá. Colo­qué el arte­fac­to explo­si­vo en una sali­ta de estar del lobby del hotel ubi­ca­da en una esqui­na. Regre­sé para El Sal­va­dor. Él pasó por mi ofi­ci­na, dejan­do el dine­ro que me tenía que dejar, por supues­to. Ya no lo vi más has­ta un tiem­po después.

Me pidió que si yo venía para la Isla, que si podía traer un encar­go para una per­so­na que vivía aquí. Esa per­so­na se lla­ma­ba Juan, que resi­de en Villa Cla­ra. Traía una foto de una nie­ta de él y me dije­ron cómo iba a estar ves­ti­do cuan­do lo con­tac­ta­ra para entre­gar­le un male­tín. Yo sabía que el male­tín traía explo­si­vo (para volar el monu­men­to al Che Gue­va­ra en Villa Clara). 

Me detie­nen en el aero­puer­to. En la male­ta traía medi­ca­men­tos, una foto de la nie­ta de esta per­so­na y explo­si­vos que le tenía que entre­gar a él, Juan. Traía un núme­ro tele­fó­ni­co de esta per­so­na, que se lla­ma Juan Fer­nán­dez (Juan Fran­cis­co Fer­nán­dez Gómez). A la hora de reu­nir­nos él debía estar con una gorra y yo con una cami­sa negra de man­gas largas. 

Me dan el telé­fono y le hablo a esa per­so­na, a ver si quie­re apa­re­cer. Lógi­ca­men­te no me cono­cía ni yo a él, pero yo traía las cosas rela­cio­na­das con él: la foto de la nie­ta. Des­pués resul­tó, lo des­cu­brí en el jui­cio, que el señor este era un agen­te secre­to de la Segu­ri­dad del Estado).



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