Test sobre el Infierno – Jon Odriozola

Empe­za­re­mos el año nue­vo con un poco de humor a pesar de las ame­na­zas y los nuba­rro­nes que se cier­nen como negra ala de cuervo.

Un ami­go, pro­fe­sor de Quí­mi­ca, for­mu­ló en un examen la siguien­te pre­gun­ta a sus alum­nos: «¿Es el Infierno exo­tér­mi­co (des­pren­de calor) o endo­tér­mi­co (lo absorbe)?».

La mayo­ría de los estu­dian­tes se refu­gió, ante tan extra­ña cues­tión, en la Ley de Boy­le (el gas se enfría cuan­do se expan­de y se calien­ta cuan­do se comprime).

Pero entre todos, hubo un alumno que con­tes­tó lo que sigue: En pri­mer lugar, nece­si­ta­mos saber en qué medi­da la masa total del Infierno varía con el tiempo.

Para ello hemos de saber a qué rit­mo entran las almas en el Infierno y a qué rit­mo salen. Pare­ce ser que, una vez den­tro del Infierno, las almas ya no salen de él. Por tan­to, no hay salidas.

En lo rela­ti­vo a cuán­tas almas entran, vea­mos lo que dicen las dife­ren­tes reli­gio­nes: la mayo­ría de ellas decla­ran que si no per­te­ne­ces a ellas, irás al Infierno.

Dado que hay más de una reli­gión que así se expre­sa, y dado que la gen­te no per­te­ne­ce a más de una, pode­mos con­cluir que todas las almas van de cabe­za al Averno.

Con las tasas de naci­mien­tos y muer­tes exis­ten­tes, pode­mos dedu­cir que el núme­ro de almas en el Infierno cre­ce de for­ma exponencial.

Vea­mos aho­ra cómo varía el volu­men del Infierno: según la men­cio­na­da Ley de Boy­le, para que la tem­pe­ra­tu­ra y la pre­sión del Infierno se man­ten­gan esta­bles, el volu­men debe expan­dir­se en pro­por­ción a la entra­da de almas. Hay dos posibilidades:

Si el Infierno se expan­de a una velo­ci­dad menor que la de entra­da de almas, la tem­pe­ra­tu­ra y la pre­sión en el Infierno se incre­men­ta­rán has­ta que éste se desintegre.

Si el Infierno se expan­de a una velo­ci­dad mayor que la de la entra­da de almas, la tem­pe­ra­tu­ra y la pre­sión dis­mi­nui­rán has­ta que el Infierno se congele.

Pues bien, ¿qué posi­bi­li­dad es la ver­da­de­ra? Veamos:

Si acep­ta­mos lo que me dijo Bea­triz (la musa de Dan­te, que algo sabía de estas vai­nas) en mi pri­mer año de carre­ra («hará frío en el Infierno antes de echar un cohe­te con­ti­go»), y tenien­do en cuen­ta que me acos­té con ella el otro día, la posi­bi­li­dad núme­ro dos es la ver­da­de­ra y, por tan­to, dare­mos como cier­to que el Infierno es exo­tér­mi­co y que ya está congelado.

El coro­la­rio de esta teo­ría es que, dado que el Hades ya está con­ge­la­do, ya no acep­ta más almas y está, por tan­to, extin­gui­do dejan­do al Cie­lo como úni­ca prue­ba de la exis­ten­cia de un ser divino, lo que expli­ca por qué el otro día Bea­triz no para­ba de gri­tar este man­tra: «¡Oh, Dios mío!»

Obtu­vo sobre­sa­lien­te el cha­vea. Y noso­tros toda­vía dis­cu­tien­do, como los per­so­na­jes de Swift, por qué lado hay que cas­car los huevos.

Fuen­te: Gara

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