¿Habrá sitio para todos? – Jesús Valencia

La cár­cel, como cas­ti­go disua­so­rio, ha fra­ca­sa­do. Pala­bras chi­rrian­tes cuan­do gran par­te de Eus­kal Herria está encar­ce­la­da o corre el ries­go de estar­lo al dic­ta­do de una jus­ti­cia ten­den­cio­sa. ¿Cómo olvi­dar las con­ti­nuas y obse­si­vas razias con­tra nues­tra juven­tud orga­ni­za­da? El régi­men car­ce­la­rio se endu­re­ce y raro es el día que no trai­ga la noti­cia de una nue­va huel­ga de ham­bre empren­di­da en la reclu­sión. Per­so­nas hubo que se pusie­ron en camino la vís­pe­ra de Navi­dad. No via­ja­ron para con­gre­gar­se al calor hoga­re­ño; todo lo con­tra­rio, aban­do­na­ron éste para lle­gar con tiem­po a las puer­tas de algún pre­si­dio. Extra­ña e inten­sa Navi­dad de quie­nes reafir­ma­ron sus víncu­los fami­lia­res en los géli­dos locu­to­rios de cual­quier penal. Por­que nues­tro pue­blo está pro­ta­go­ni­zan­do esta des­co­mu­nal epo­pe­ya y bien se pue­de afir­mar, con sobra­do fun­da­men­to, que los encar­ce­la­do­res han fracasado.

Cre­ye­ron que ence­rran­do a los más gene­ro­sos doble­ga­rían a éstos y disua­di­rían a quie­nes los secun­da­ban. Com­pro­ba­ron que su estra­te­gia no daba los resul­ta­dos espe­ra­dos e inten­si­fi­ca­ron su cruel­dad. Dis­per­sa­ron a los reclu­sos y cons­ta­ta­ron con rabia que su pue­blo y sus gen­tes no los aban­do­na­ban. Endu­re­cie­ron el rigor que la mis­ma cár­cel impli­ca y fil­tra­ron por entre los barro­tes ofer­tas insi­dio­sas y enve­ne­na­das; ni el dul­zor ni el dolor con­si­guie­ron doble­gar la ente­re­za de los apre­sa­dos. Cie­gos en su pre­po­ten­cia, cam­bia­ron leyes, poli­ti­za­ron la jus­ti­cia y ale­tar­ga­ron a la socie­dad antes de empren­der una loca cam­pa­ña de apre­sa­mien­tos arbi­tra­rios y masi­vos. Hoy com­prue­ban ‑amar­ga decep­ción la suya- que su obse­si­va cruel­dad es res­pon­di­da con torren­te­ras de solidaridad.

Este sába­do, el apo­yo masi­vo a los pre­sos vol­ve­rá a des­bor­dar Bil­bo. Podría hablar del pai­sa­na­je que con­vo­ca­mos la mani­fes­ta­ción; de las muchas orga­ni­za­cio­nes loca­les que se van adhi­rien­do a ella; de las incon­ta­bles fir­mas vas­cas que la van sus­cri­bien­do… Podría hablar del entra­ma­do local que arro­pa a los pre­sos, pero no lo haré. Hoy pre­fie­ro agra­de­cer a otras gen­tes: a las que no son pai­sa­nas pero que han reac­cio­na­do como si lo fue­ran. A las muchas per­so­nas (¿cómo olvi­dar sus nom­bres?) que viven en otras geo­gra­fías del Esta­do y han dicho con su fir­ma que apo­yan a nues­tras pre­sas. ¿Cómo no agra­de­cer tam­bién la ava­lan­cha de amis­ta­des que nos lle­gan des­de ultra­mar? La mis­ma maña­na en que con­vo­ca­mos a Bil­bo, ya cono­ci­mos un lar­go lis­ta­do de per­so­nas soli­da­rias que se adhe­rían des­de Lati­noa­mé­ri­ca: unas por­que tie­nen sus arrai­gos en estos para­jes; otras muchas por­que se deben a sus res­pec­ti­vas patrias y al inter­na­cio­na­lis­mo solidario.

De entre los muchos ges­tos ami­gos, refe­ri­ré uno. Conoz­co su nom­bre, pero por dis­cre­ción lo omi­ti­ré. Su ape­lli­do no cons­ta en los ana­que­les de las biblio­te­cas ni en el lis­ta­do de gen­tes ilus­tres. Supe de una per­so­na sen­ci­lla que ponía su casa (¡ay la Anda­lu­cía gene­ro­sa y popu­lar!) a dis­po­si­ción de las fami­lias de los pre­sos. Que­ri­da ami­ga, pue­de que el día 8 no acu­das a Bil­bo. No impor­ta. Ten la segu­ri­dad de que todas las gen­tes soli­da­rias ten­dréis un lugar pre­fe­ren­te en una mar­cha que se adi­vi­na gigantesca.

Fuen­te: Gara

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