La mala repu­tación- Joxe­rra Bustillo

Resul­ta que gra­cias a Wiki­Leaks sabe­mos que lo que todos sos­pe­chá­ba­mos era cier­to. Des­de las fies­tas pri­va­das de Ber­lus­co­ni a las pre­sio­nes para hacer nego­cios con Irán. Cual­quier obser­va­dor aten­to lo intuía. No tenía prue­bas, pero apli­can­do la lógi­ca de las cosas a dos o tres infor­ma­cio­nes par­cia­les lle­va­ba al resul­ta­do reque­ri­do. A par­tir de aho­ra ni siquie­ra va a ser nece­sa­rio ese míni­mo ejer­ci­cio de lógi­ca, bas­ta­rá con ir leyen­do los cables de Wiki­Leaks para con­fir­mar las sos­pe­chas. La mala repu­tación que can­ta­ra Bras­sens esta­ba muy bien ganada.

Graham Gree­ne ya dejo algo escri­to sobre el papel rele­van­te de los emba­ja­do­res USA en aque­llas nacio­nes en las que esta­ban des­ti­na­dos. Un papel que no se limi­ta­ba a infor­mar a sus supe­rio­res de las andan­zas de minis­tros y polí­ti­cos de la opo­si­ción. El papel en la obra era mucho más lucí­do. Inclu­so lle­ga­ban a con­ven­cer a un alto man­do del Ban­co de Espa­ña para que reca­ba­se infor­ma­ción sobre las acti­vi­da­des de empre­sas pri­va­das en paí­ses inte­gran­tes del eje del mal como la anti­gua Per­sia. Y lo más paté­ti­co es que el sub­go­ber­na­dor rea­li­za­ba el tra­ba­jo sucio sin inmutarse.

Es enter­ne­ce­dor com­pro­bar por los cables que el ex minis­tro Mora­ti­nos ven­dió a Marrue­cos la idea de una auto­no­mía para el Saha­ra como la de Cata­lun­ya. No sabe­mos si en el paque­te se incluía el nue­vo esta­tu­to cepi­lla­do, el recur­so del PP y la inde­cen­te reso­lu­ción del TC. Da igual. Lo impor­tan­te es saber de pri­me­ra mano que el Gobierno espa­ñol del PSOE lle­va ya muchos años trai­cio­nan­do el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción del pue­blo saha­raui. Y lo va a seguir hacien­do, que no se asus­te el monar­ca marro­qui. El peli­gro de arre­pen­ti­mien­to no se contempla.

Lo que es una ver­da­de­ra pena es no haber teni­do a Wiki­Leaks unos cuan­tos años antes. Por ejem­plo, hubie­se sido fan­tás­ti­ca una fil­tra­ción de los cables de la emba­ja­da en Madrid en 1975, con Fran­co ago­ni­zan­do y Has­san II mon­tan­do la mar­cha ver­de. O inclu­so en 1973, para saber por Wiki­Leaks qué pen­sa­ba el emba­ja­dor sobre el vue­lo de Carre­ro. Tam­po­co hubie­ra sido abu­rri­do cono­cer los cables remi­ti­dos a Washing­ton en los tiem­pos de la UCD de Suá­rez. Saber qué se decía en ellos de los aten­ta­dos del BVE o la Tri­ple A y, ¿por qué no? de la esci­sión en la UCD nava­rra de la mano de Aiz­pún, que posi­bi­li­tó la rup­tu­ra de un pre­au­to­nó­mi­co a cua­tro e ini­ció la sepa­ra­ción de Hego Eus­kal Herria en dos comu­ni­da­des. O mirar si exis­tían cables sobre Gabriel Urral­bu­ru y su suce­sor Javier Otano. Lo que nos iba­mos a reír.

Tan­tos años oscu­ros, reple­tos de secre­tos de Esta­do, podrían aflo­rar a la luz, sim­ple­men­te para cer­ti­fi­car que todo aque­llo que intuía­mos era cier­to y que inclu­so se lle­ga­ba mucho más lejos de lo que el ciu­da­dano de a pie sos­pe­cha­ba. Se que­jan, dolo­ri­dos, los polí­ti­cos, de la mala fama que arras­tran en taber­nas y pelu­que­rías. Debie­ran estar con­ten­tos, por­que lo que han escu­cha­do sobre ellos has­ta aho­ra no sería nada de poner­se en mar­cha un Wiki­Leaks retro­ac­ti­vo por lo civil y por lo militar.

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