Tris­te Navi­dad para millo­nes de haitianos

Haití en la miseria.Hai­tí en la mise­ria. Foto: AP/​Ramon Espi­no­sa, Archivo. 

Maritza Mon­fort can­ta un villan­ci­co de Navi­dad en creo­le que pasan por la radio, pero esta hai­tia­na con dos hijos sólo inten­ta levan­tar su áni­mo.

Can­to para ali­viar mi dolor. Si pien­so dema­sia­do, me mue­ro“, dijo Mon­fort, de 38 años, una del millón de hai­tia­nos que per­die­ron su hogar por el devas­ta­dor terre­mo­to de enero, que sumió a la empo­bre­ci­da nación cari­be­ña en uno de los años más cala­mi­to­sos de su historia.

Con una agu­da epi­de­mia de cóle­ra y una dispu­ta elec­to­ral pro­vo­can­do más muer­tes y difi­cul­ta­des, los hai­tia­nos enfren­tan una Navi­dad excep­cio­nal­men­te som­bría y un Año Nue­vo mar­ca­do por la pers­pec­ti­va de más sufri­mien­to e incertidumbre.

El terre­mo­to del 12 de enero dejó más de 250.000 muer­tos y des­tru­yó lo que se con­si­de­ra­ba como una alen­ta­do­ra señal de reac­ti­va­ción eco­nó­mi­ca en el país más pobre del Hemis­fe­rio Occidental.

Lue­go del sis­mo, una epi­de­mia de cóle­ra cau­só la muer­te de más de 2.500 hai­tia­nos des­de media­dos de octu­bre y sigue cobrán­do­se vidas a dia­rio, en una de las tareas más desa­fian­tes que haya teni­do que enfren­tar la comu­ni­dad inter­na­cio­nal, lide­ra­da por Nacio­nes Unidas.

“Mi preo­cu­pa­ción es ali­men­tar a mis hijos y ni siquie­ra pue­do hacer eso”

“Ayer mi madre casi mue­re por­que se enfer­mó de cóle­ra. Tuve que correr con ella al hos­pi­tal. Esta Navi­dad es una Navi­dad de mise­ria”, dijo Mon­fort a Reuters mien­tras lim­pia­ba con agua y jabón la par­te inte­rior de una car­pa de plás­ti­co don­de vive con sus hijos en el cam­po de sobre­vi­vien­tes del sis­mo Pla­ce Saint Pie­rre, en el dis­tri­to de Petion­vi­lle, en Puer­to Príncipe.

Pero muchos hai­tia­nos cele­bra­ron la fies­ta de “Ton­ton Noel” ‑Papá Noel en creo­le- con rega­los si podían pagar­los y, los muy afor­tu­na­dos, con una comi­da que podía incluir car­ne, arroz y porotos.

Cólera. Foto: ReutersCóle­ra. Foto: Reuters 

Sin embar­go, no hay luces, guir­nal­das o men­sa­jes fes­ti­vos a la vis­ta en los haci­na­dos cam­pos que alo­jan a dece­nas de miles de sobre­vi­vien­tes del terremoto.

“No pode­mos deco­rar las car­pas sucias, don­de vivi­mos en la mise­ria (…) no esta­mos de áni­mo para cele­brar la Navi­dad”, dijo Juliet­te Mar­san, de 35 años, otra ocu­pan­te del cam­po Pla­ce Saint Pierre.

“Mi preo­cu­pa­ción es ali­men­tar a mis hijos y ni siquie­ra pue­do hacer eso”, agregó.

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