A tí, Asier, y a todas y todos los pre­sos polí­ti­cos vas­cos – Ana Saez de Urabain

El 23 de noviem­bre hizo un año des­de que se lle­va­ron a Zumai y a otros 33 jóve­nes de sus casas. Hace unas sema­nas Zumai salió en liber­tad. La ale­gría de tener­lo en casa se disi­pa en los recuer­dos dolo­ro­sos. Deten­ción, des­apa­ri­ción e incer­ti­dum­bre, tor­tu­ra, encarcelamiento

Ha pasa­do un año, más de 30 años para otros, y hoy nues­tra casa, Etxe­rat, está lle­na de per­so­nas que la habi­tan, per­so­nas que se acer­can a dar­nos su soli­da­ri­dad y cari­ño, hom­bres y muje­res que deam­bu­lan en un con­ti­nuo recuer­do y les hace estar pre­sen­tes. Tú eres una de esas per­so­nas. Unos en la calle, otros den­tro, todos com­par­ti­mos las mis­mas tris­te­zas y alegrías.

Aho­ra quie­ro con­tar­te nues­tra expe­rien­cia, cómo ha sido la sali­da de Zumai; nece­si­to hablar con­ti­go de esto. El 5 de noviem­bre me lla­mó la abo­ga­da para decir­me que a Zumai le habían con­ce­di­do la liber­tad bajo fian­za. Rápi­da­men­te hice todos los trá­mi­tes para que le deja­ran libre esa mis­ma tar­de. Cuan­do lle­ga­mos a la cár­cel, le dimos la noti­cia. Para­li­za­do, estu­vo toda la visi­ta en silen­cio y pen­san­do cómo podría des­pe­dir­se de ti, ya que antes de ter­mi­nar su visi­ta, tú tenías otra con tu com­pa­ñe­ra, Naroa, y tu hija peque­ña de cua­tro meses, Jare. ¡Desea­ba decir­te tan­tas cosas!

Con ante­rio­ri­dad mi hijo me había comen­ta­do si, en el caso de que le con­ce­die­ran la liber­tad, sería posi­ble retra­sar el pago de la fian­za con el fin de que­dar­se un día más en pri­sión y poder así des­pe­dir­se de los kides, espe­cial­men­te de ti. No sé si fue una con­sul­ta o una deci­sión, pero no le dí la opor­tu­ni­dad, los deseos de abra­zar­lo te arden y la duda no exis­te, sólo la deci­sión de hacer todo lo posi­ble para tener­lo cuan­to antes en casa. No sé si la deci­sión fue acer­ta­da, nun­ca sabes cómo habría sido de otra manera.

Cuan­do Zumai ter­mi­nó la visi­ta, los car­ce­le­ros le azu­za­ron para que reco­gie­ra sus cosas. No iban a per­mi­tir que coin­ci­die­ra con­ti­go ni unos minutos.

Lle­ga­ron los abra­zos y tam­bién las lágri­mas y la rabia… «no me han deja­do des­pe­dir­me de Asier». A los pocos minu­tos, apa­re­ció tu com­pa­ñe­ra con Jare en bra­zos gri­tan­do: «matxe, matxe Zumai!». Él abra­zán­do­las y Naroa rota por la emo­ción. De vuel­ta, en el coche, un poco de músi­ca… «Adis­ki­de bat bazen, oro­tan bihotz bera…», y Zumai comen­zó a llorar.

Asier, recuer­do vues­tra lle­ga­da a la cár­cel, la lla­ma­da de mi hijo y la emo­ción que sen­tía por­que habían lle­ga­do unos kides nue­vos al módu­lo, Xeber y tú. Ese deseo de Pou y Zumai de cui­da­ros y apo­ya­ros des­pués de vues­tro paso por la Ertzain­tza, tor­tu­ra­dos, tú sufrien­do las con­se­cuen­cias de las dro­gas quí­mi­cas y con las cos­ti­llas des­pla­za­das. Des­pués, borro­kas, cas­ti­go y cam­bios de módu­lo. Los dos al mis­mo txa­bo­lo, don­de habéis pasa­do jun­tos lar­gas horas hablan­do, leyen­do, estu­dian­do, com­par­tien­do confidencias.

En la calle hemos com­par­ti­do la soli­da­ri­dad en los via­jes y la ale­gría de veros. Hemos vivi­do momen­tos de ter­nu­ra con el naci­mien­to de Jare, momen­tos inten­sos cuan­do tu otra hija, Mad­di, corría a tus bra­zos por el pasi­llo de los cuchi­tri­les don­de hacía­mos los vis a vis. Momen­tos de rabia cuan­do nos han que­ri­do humillar.

Y aho­ra la sali­da de Zumai nos deja un sabor dul­ce y amar­go a la vez. El está en ti y tú en él, cuan­do le miro te veo, cuan­do me habla te escu­cho. ¡Que cosas más her­mo­sas e impor­tan­tes ha apren­di­do con­ti­go! Él dice que tú eres su her­mano, pero yo creo que eres mucho más, tú eres todos ellos, sois la lucha, la dig­ni­dad y el amor a un pue­blo que sigue opri­mi­do. Sois lo mejor de nues­tro pue­blo, os nece­si­ta­mos, y por ello vamos a seguir luchan­do has­ta trae­ros a todos a casa. Mai­te zai­tuz­te­gu! Eske­rrik asko por todo lo que nos dais.

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